En los temas de desarrollo económico y las finanzas públicas una gran mayoría reconoce que es necesario un nuevo rumbo, que más de lo mismo no es solución, pero sobre todo, los actores y comentaristas se echan la culpa unos a otros; pocas soluciones concretas se proponen. Esa actitud, motivada en la mayoría de los casos por la política partidista, no ayuda al país a encontrar las soluciones que necesita. Aceptemos que los problemas del país en esas áreas son históricos, que sus causas son estructurales y que es allí, en las causas, donde se debe encontrar las soluciones.
Los cuadros 1 y 2 ilustran las tendencias históricas del déficit fiscal, crecimiento económico, carga fiscal y deuda de la nación para el periodo 1991 – 2013, en ellas apreciamos que, con variaciones, esos factores han respondido menos a las políticas de los gobiernos de turno; han respondido más a la economía mundial. En diferentes gobiernos, de diferentes partidos, el crecimiento económico, el déficit y la deuda, han variado mucho, pero si se ajustara para la economía mundial, esos indicadores no son tan diferentes. Nuestros gobiernos siempre han trabajado con déficits fiscales. La carga tributaria siempre ha sido muy baja, siempre varios puntos por debajo del promedio para América Latina. La inversión social ha sido muy baja y la desigualdad y la pobreza muy altas. Todo esto indica que nuestros problemas de crecimiento económico, déficits fiscales y deuda tienen una explicación estructural; las políticas gubernamentales han influido en menor medida.
Viendo hacia el futuro, en las áreas económica y fiscal cuatro son los grandes desafíos del país: lograr i) crecimiento económico equitativo; ii) sostenibilidad fiscal; iii) diversificar mercados, e iv) incrementar la competitividad. En el corto plazo tenemos la prioridad de mantener una estabilidad macroeconómica y fiscal durante la transición política. Existe también el peligro potencial aunque importante, de los shocks externos, sean naturales o debidos a los vaivenes de la economía mundial.
Las principales causas de esas cinco áreas (incluyendo los posibles shocks externos) son múltiples. El modelo económico y su crecimiento tienen una alta dependencia de la economía externa, especialmente de la de los EUA, así como del consumo, y ha sido un crecimiento concertador de riquezas que ha dejado una gran deuda social hacia los más pobres. La débil sostenibilidad fiscal se debe a los bajos impuestos, la alta deuda social en la cual hay que invertir, el bajo crecimiento económico en ciertos periodos, y las reformas que se hicieron al sistema de pensiones que le dejo al estado una fuerte carga. La baja competitividad y la concentración de mercados se deben en parte a la muy baja inversión en ciencia y tecnología que tanto el sector público como el privado hacen, poca creatividad especialmente del sector privado que se traduce en muy poca innovación en sus productos, el clima de inseguridad nacional y la desatención al mercado interno y sus cadenas productivas y otros mercados externos que no sean los tradicionales. Los estragos tan grandes que causan los desastres naturales se deben en buena parte al poco cuidado que damos a nuestro medio ambiente.
Las soluciones a esos desafíos, si se reconocen esas causales, están en ellas: mayor atención a los mercados externos y el interno que no sea consumo, así como sus cadenas de producción. Un ejemplo de ello es lo que está haciendo el grupo Callejas promoviendo la venta en sus supermercados de productos nacionales, pero también comprando de pequeños y medianos agricultores nacionales. Otro ejemplo es la compra de los paquetes escolares de productores nacionales a través de las ferias donde se juntan la oferta con la demanda y la insistencia del Ministerio de Educación de diversificar sus proveedores. Continuar, con mucho mayor énfasis, la simplificación de los trámites aduaneros y la mejora de las conexiones Centroamericanas, para poder expandir más esos mercados, así como la apertura de nichos específicos de mercados en las economías emergentes a través del estado en asociación con el sector privado. Políticas e incentivos por parte del estado, y mayor inversión por parte del sector privado, en ciencia y tecnología aplicada.
La inversión en lo social es una deuda muy grande que se ha acumulado por la baja prioridad que se le ha dado a la lucha contra la pobreza y la inversión en salud, educación y servicios básicos, debemos fortalecer significativamente la inversión social en esas áreas. Para ello son necesarios mayores ingresos que deben venir de mayores impuestos, acompañados de un gasto más racional, todo ello debe reflejarse en un pacto fiscal. Para que ese pacto sea equitativo debe ser balanceado buscando gastar más racionalmente en los pobres y cobrando más a los que más tienen. Ese pacto fiscal debe incluir un acuerdo para una política de pensiones que sea sostenible financieramente, la actual no lo es y recarga desmesuradamente al estado. Hay que priorizar la prevención de la violencia y la preservación del medio ambiente en las políticas públicas.
El proceso electoral, las discusiones en torno a él, y la transición entre gobiernos, presentan una oportunidad única para lograr acuerdos nacionales, aunque sean en lo básico. Todo ello, y mucho más, se puede hacer con una visión de nación y futurista, para ello el primer paso es dejar de preocuparse por quién es el culpable, el segundo paso es presentar propuestas específicas en cada área clave, para que ellas sirvan de base para el debate y, ojala, acuerdos nacionales.
