Opinión /

Razones para un debate presidencial


Martes, 16 de julio de 2013
Mauricio Silva

En 1997, Héctor Silva, mi hermano, enfrentó a Mario Valiente para la alcaldía de San Salvador. Valiente era alcalde en busca de la reelección por Arena; partido y candidato estaban muy confiados del triunfo. Arena nunca había perdido una alcaldía grande y las encuestas iniciales lo perfilaban como ganador. Por ello, se negaron a debatir contra Héctor de quien yo era asesor. “Como vamos arriba en las encuestas no podemos arriesgarnos debatiendo”, nos dijo Arena. Héctor alegó que un debate era bueno como parte de un proceso democrático, para que los ciudadanos pudieran conocer mejor los candidatos, para que se diera un debate de ideas, se abriera más el ciudadano a diferentes corrientes de pensamiento - alejándose así de un voto ideológico, confrontativo y polarizado, y poder así utilizar el proceso electoral como parte del proceso más amplio de educación ciudadana. Arena despreció esos argumentos. Héctor, candidato de una coalición de partidos, ganó – aun sin debate - por un margen pequeño, dándole a la oposición su primera victoria significativa desde que Arena llegara al poder.

Tres años después Arena lanzo a Luis Cardenal como candidato a alcalde en contra de Héctor que buscaba su re elección. Para entonces las encuestas se habían revertido para Arena, ahora ellos iban abajo; había mucho en juego en esa elección en la Capital para ellos, a tal punto que el presidente del partido, Cristiani, declaró que retomar la alcaldía de San Salvador era “cosa de honor”, que iban a “poner todo” para lograr esa victoria. Ello incluía debatir contra Héctor, para presionarlo a aceptar el debate ocuparon los mismos argumentos que él ocupo en el 97. El control de Arena sobre los medios de comunicación era muy grande, sabían que podían manejarlos para favorecer a su candidato. Todo indicaba que Héctor no debería aceptar debatir. Pero él se mantuvo en sus principios, acepto el debate, asegurándonos antes que el mismo tuviera reglas claras y públicas y, en la medida de lo posible en aquel entonces, fuera imparcial. Héctor gano la alcaldía por 17 puntos, uno de los mayores márgenes en la historia electoral reciente.

En el 2004, Héctor corrió por la presidencia de la Republica contra Tony Saca, candidato por Arena y favorito en las encuestas. El candidato del FMLN fue Schafik Handal. Saca – alegando nuevamente que debatir era peligroso e innecesario si tenía un amplio margen en las encuestas - no acepto; rápido se olvidó Arena de las causas democráticas que promovía tres años antes. Schafik tampoco acepto a menos que Saca estuviera también incluido.

Saca solo acepto hacer intercambios de opiniones pregrabados y dar discursos que leía de la pantalla. Héctor aceptó esos intercambios porque eran un paso en el proceso democrático pues permitían presentar ideas sobre temas claves. Sin embargo, ese formato presentó grandes limitaciones, era muy estructurado y rígido, no permitía la interacción entre candidatos, ni el seguimiento o derecho de respuesta sobre temas controversiales. Su principal problema fue que la audiencia no pudo apreciar el carácter de los candidatos, no les permitió a los ciudadanos formarse una opinión sobre cómo ellos reaccionan ante presión, como toman decisiones. Otro factor negativo fue el control que Arena tenía sobre los medios de comunicación, especialmente la TV, mundo del cual Saca provenía; ellos ocuparon eso en su favor, incluyendo la prohibición por el dueño de la mayor cadena de televisión y la única con cobertura nacional, para que Schafik estuviera en sus canales.

Desde la época de Héctor hay factores que han cambiado que hacen más viable un debate entre candidatos presidenciales y favorecen un debate más profundo. La contienda es más cerrada, la población urbana y la clase media – estratos que más valoran un debate - son factores decisivos en la elección, y existe mayor diversidad, libertad y profesionalismo en los medios de comunicación. En esta ocasión los ciudadanos debemos presionar por un debate, pero aprendiendo de la historia, debemos también exigir un debate de altura e independiente.

Para lograr lo anterior un debate presidencial debe incluir a todos los candidatos y permitir la interacción – aunque limitada - entre ellos, permitiendo así apreciar el carácter de cada uno de ellos. El debate no debe limitar a los candidatos a solo responder preguntas o leer posiciones preparadas con antelación, debe tener cobertura nacional pero sin ser controlado por un solo medio, los panelistas y moderadores deben venir de diferentes medios – incluyendo los electrónicos - para tener mayor garantía de que se harán las preguntas difíciles y se permita profundizar sobre las posiciones de los candidatos; para asegurar altura el debate debe tener un público presencial muy limitado, la audiencia debe ser la que lo vea a través de la televisión y radio, y debe ser muy transparente, con reglas del juego claras y de conocimiento público. En una primera vuelta sería bueno tener más de un debate. En una segunda vuelta un debate sería todavía más relevante y decisivo. El debate entre los candidatos avanzaría los principios que Héctor Silva defendió de que el intercambio de opiniones entre ellos debe servir para educar más al votante, lograr una sociedad más abierta y consolidar la democracia.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.