Opinión /

El golpe, derechos humanos y la política exterior de E.U.A.


Martes, 10 de septiembre de 2013
William M. LeoGrande

Este 11 de septiembre, los estadounidenses harán una pausa para conmemorar el duodécimo aniversario de los ataques terroristas que terminaron con la vida de más de tres mil personas aquella mañana de 2001. En Chile, la gente hará una pausa para conmemorar el cuadragésimo aniversario del ataque terrorista conta la democracia chilena – el golpe militar qye produjo quince años de dictadura y la muerte, desaparición y tortura de decenas de miles de personas.

William M. LeoGrande, académico e investigador estadounidense, es profesor en la Escuela de Asuntos Públicos en American University. Es también autor del libro Our Own Backyard: The United States in Central America, 1977-1992.

El golpe que terminó con el gobierno electo democráticamente de la Unidad Popular de Salvador Allende reverberó a través de todo el hemisferio, marcando el nadir de la democracia latinoamericana. Condujo a una alianza impía de regímenes militares que coolaboraron, a través de la Operación Cóndor, a asesinar opositores en toda América Latina, Europa y Estados Unidos.

El golpe cerró efectivamente la vía electoral y pacífica hacia una reforma social en la región para toda una generación –hasta la elección de Hugo Chávez en Venezuela, en 1998.

En los años setentas y ochentas, los regímenes militares centroamericanos tomaron indicaciones y lecciones de sus pares en el cono sur, resistiendo a las demandas populares por democracia y justicia social con una represión brutal y escuadrones de la muerte. Los conflictos armados en Nicaragua, El Salvador y Guatemala fueron, en parte, un legado del golpe chileno.

Pero uno de los más perdurables y menos discutidos efectos del golpe de 1973 fue la transformación de la política exterior estadounidense colocando a los derechos humanos en su agenda.

El Secretario de Estado Henry Kissinger, un devoto de la llamada realpolitik, desestimaba los derechos humanos como algo insignificante. En el punto más álgido del terror de la dictadura, le aseguró al general Augusto Pinochet el apoyo estadonidense por 'lo que usted está tratando de hacer' y recriminó severamente al embajador David Popper por criticar las violaciones de derechos humanos del régimen chileno. Pero la brutalidad de la dictadura de Pinochet, y la complicidad de Estados Unidos en crearla y sostenerla, provocó la indignación de líderes religiosos, intelectuales y muchos miembros del Congreso en Estados Unidos.

La gente común formó comités de solidaridad con Chile, dando pie al nacimiento de un nuevo tipo de organización: el cabildeo por los derechos humanos. Una de las más perdurables de estas organizaciones es la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), comandada en sus primeros años por el reverendo Joseph Eldridge, quien había estad en Chile como un misionero metodista cuando se dio el golpe. A través de los años, WOLA se ha convertido en un vehículo esencial a través del cual progresistas latinoamericanos y defensores de derechos humanos pueden ser escuchados en los salones de Washington. En los años ochentas, la batalla en Estados Unidos contra las políticas militaristas de Ronald Reagan para El Salvador y Nicaragua fueron frecuentemente lideradas por organizaciones cuyo origen como activistas se remonta al golpe de Chile.

En el congreso, los Demócratas liberales tomaron medidas para prevenir que las administraciones de Nixon y Ford apoyaran a Pinochet y otros dictadores militares en América Latina. En 1974, el senador Ted Kennedy exitosamente patrocinó una enmienda cortando la ayuda militar a Chile debido a las violacones a los derechos humanos del régimen. En 1975, el senador Tom Harkin expandió el alcance del lenguaje de Kennedy al presentar exitosamente una enmienda al Acta de Asistencia Extranjera de 1961, prohibiendo ayuda externa estadounidense 'al gobierno de cualquier país involucrado en un patró consistente de graves violaciones de derechos humanos internacionalmente reconocidos.' En 1976, el Congreso agregó la condicionalidad de los derechos humanos a los préstamos del Banco Mundial y del FMI, instruyendo al director ejecutivo de Estados Unidos a negar préstamos a países que fueran flagrantes y consistentes violadores de derechos humanos. El Congreso también ordenó la creación de una nueva Oficina de Deechos Humanos y Asuntos Humanitarios en el Departamento de Estado, y requirió al departamento presentar al congreso un reporte anual en las prácticas de derechos humanos de todos los receptores de ayuda estadounidense, un requisito que continúa vigente.

El Presidente Jimmy Carter hizo de los derechos humanos una pieza central de su política exterior, finalizando la asistencia en materia de seguridad para los gobiernos militares latinoamericanos y presionándolos para que restauraran los gobiernos democráticos y civiles. Desde entonces, ningún presidente –ni siquiera aquellos que priorizaron la seguridad naconal sobre lso derechos humanos- ha podido ignorar las prácticas de derechos humanos de los aliados de Estados Unidos de la misma manera en que lo hacían rutinariamente antes de 1973.

Otro legado del gople chileno fue su impacto en el uso de operaciones encubiertas de Washington. Antes de 1973, los presidentes enviaban a la CIA a subvertir gobiernos opositores sin ninguna supervisión real del Congreso.

Pero el rol de la CIA en desestabilizar el gobierno de Allende, junto con otras revelaciones de fechorías de la CIA, llevó a la famosa investigación del Comité Church en 1975 (encabezada por el senador Frank Church). Esa investigación sacó a la luz las “joyas de la familia” de la CIA, como su director William Colby las llamaba, incluyendo planes secretos para asesinar a líderes extranjeros, espionaje doméstico de ciudadanos estadounidenses y experimentos con drogas aplicados a seres humanos desprevenidos. El Congreso respondió aprobando nueva legislación para controlar la inteligencia requiriendo del presidente firmar una solicitud formal especificando los “hallazgos” paa cada operación encubierta y someterla a los recién establecidos comités congresionales de inteligencia. Cuando Ronald Reagan intentó evitar la supervisión del Congreso para enviar armas a los contras de Nicaragua, su plan llevó directamente al escándalo Iran-Contra.

La política exterior estadounidense contemporánea no respalda tanto los derechos humanos como podría y debería. Los temores de seguridad nacional frecuentemente están por sobre los derechos humanos, de Colombia y Mexico a Egipto y Siria. Pero ahora existen organizaciones y activistas en guardia permanente, demandando que el gobierno de Estados Unidos obedezca sus propias leyes en defensa de los derechos humanos, y prosiga una política exterior que, como dijo Jimmy Carter, sea 'tan buena y decente como los estadounidenses mismos.' En Estados Unidos, esta vigilancia decidida e inquebrantable en defensa de los derechos humanos es el legado del golpe chileno de hace cuatro décadas.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.