Opinión /

¿Lesbianas porque les da la gana?


Jueves, 24 de octubre de 2013
Laura Aguirre

Una de estas mañanas cuando abrí Facebook la primera noticia que saltó en mi muro fue una foto de El Faro.net: el cuadro era del antes (con publicidad) y el después (vacía) de una valla publicitaria en las calles de San Salvador. Presioné sobre la imagen y leí:

“Viviendo el feminismo: soy lesbiana porque me gusta y porque me da la gana”…

El pie de foto me explicó que la valla fue retirada por orden del Consejo Nacional de la Publicidad, cuyo dirigente, Sherman Calvo, dictaminó que la valla no cumplía con los “parámetros de veracidad, responsabilidad y buen gusto”, que irrespetaba “la privacidad, honestidad y la moral'. Un periódico electrónico incluso citó a Calvo recordándonos que “el feminismo tiene como objetivo primordial el de la igualdad entre hombres y mujeres, lo cual es generalmente aceptado”. Más tarde, el tema se había convertido en asunto de debate público nacional.

En lo que sigue no tengo intención de señalar el obvio carácter obcecado del dictamen emitido por Calvo, sino volver la mirada hacia la frase protagonista de la discordia. Catorce palabras que han sido efectivas para exponer el hueso conservador y homofóbico de la élite salvadoreña, pero que al mismo tiempo han generado tal confusión que termina siendo un tiro por la culata para el feminismo más conocido en El Salvador (el de Las Dignas).

Coincido con Las Dignas en que el juego de palabras lo que señala es que vivir el feminismo: es exigir el derecho a decidir. Muy de acuerdo. Ahora bien ¿sobre qué propone la frase que se debe decidir? sobre la propia sexualidad (identidad o preferencia sexual) “Soy lesbiana porque me gusta, porque me da la gana”… Simplemente porque yo lo decido así. Y este punto es el que encuentro problemático y alimentador de confusiones y estereotipos sobre el feminismo.

No tengo idea de cómo entienden esa elección Las Dignas. Lo que sí sé es que la idea del lesbianismo como opción viene de una corriente específica entre muchas que hay dentro del feminismo. Ni nueva, ni extraña. En la década de 1970, nació el feminismo lesbiano y dentro de éste la propuesta de un lesbianismo político. La idea de un proyecto político lesbiano se desarrolló sobre la base teórica que la orientación sexual es una elección. Entonces, frente al sistema heterosexual impuesto, el lesbianismo elegido funcionaría como una forma de resistencia y una alternativa de transformación del mundo a uno más justo para las mujeres ¿Cómo? A través de un modelo alternativo de convivencia, uno solo entre mujeres en el que la sexualidad sería más que el coito, una forma de amor a través de lazos afectivos y solidaridades entre ellas (sisterhood) sin las jerarquías ni las relaciones de poder producidas por el patriarcado. Entonces la lesbiana, más que una identidad sexual, se vuelve una identidad política.

¿Cuál es el problema que veo en esto? En un principio ninguno. Cada quién tiene derecho y debería luchar por hacer de este mundo un lugar más justo. Pero desde los mismos círculos feministas se ha señalado que un proyecto político lesbiano, ese que propone elegir ser lesbiana, no funciona.

En primer lugar, totaliza la palabra lesbiana y la copta para un determinado y específico proyecto feminista. Algunas lesbianas son feministas, otras no. Proponer, incluso insinuar, que el lesbianismo es la práctica del feminismo ignora las experiencias de todas las otras mujeres lesbianas que no se reconocen como feministas. Claro que creo que algunas feministas pueden decir “desde ahora soy lesbiana” y redirigir su deseo e intimidad únicamente hacia sus “hermanas” mujeres. Bien por ellas. Pero para muchas otras lesbianas su identidad sexual no tiene que ver nada con política o feminismo. Ser lesbianas es su vida cotidiana, es la marca permanente en su vivencia diaria desde que tienen conciencia y no lo entienden como una elección sino como algo intrínseco e inamovible de ellas. Algunas lo aceptan y encuentran maneras propias de vivir su sexualidad a pesar de la discriminación, el rechazo y la culpa. Otras la esconden, la clandestinizan y lo prefieren así.

Otra crítica muy sonada a esta manera de pensar el feminismo es la idealización que se hace de “la mujer”. La propuesta de una hermandad entre nosotras para construir un mundo mejor se basa en el supuesto que las mujeres somos mejores personas; y que nuestro ser femenino nos ha otorgado la capacidad de quebrar las jerarquías de opresión y privilegiar la solidaridad. Considerables voces de mujeres han sido silenciadas desde el mismo feminismo cuando han tenido ideas o planteamientos diferentes, expulsadas, tachadas de patriarcales o tener falsa conciencia.

Plantear el lesbianismo como elección le quita sexualidad a las lesbianas. Bajo la premisa que el sexo-el coito es una de las esferas primarias de las opresión de las mujeres, despojan al acto sexual lesbiano de todo atisbo de deseo, de “ganas” y lo convierten en un evento político. El sexo, ese que no tiene más objetivo que el de sentir placer, sigue siendo malo.

Más grave aún es que, bajo el supuesto de la elección, entonces ser lesbiana puede seguir el proceso contrario: ser una opción deseleccionada. Si es posible optar por el lesbianismo, entonces también será posible elegir no ser lesbiana. Al final, ser lesbiana solo por gusto o por gana podría ser usado por los grupos conservadores precisamente para argumentar que la homosexualidad sí puede ser “reparada, curada, no elegida”.

Que no se entienda mal. Que yo piense que la frase protagonista de Las Dignas es contraproducente, no significa que no crea en un proyecto político feminista. Sí creo y lo estimo urgente. Pero pienso en un proyecto que tenga como premisa fundamental la diferencia entre las personas, especialmente las diferencias entre las experiencias de las mujeres. Un proyecto que aspire a construir un mundo mejor basado en la solidaridad con las distintas opresiones de raza, clase, religión, nacionalidad. Pero ante todo, un proyecto que camine de la mano con el respeto por la atracción, el deseo, las maneras de convivir y las formas de usar la sexualidad de cada ser humano: heterosexuales, lesbianas, bisexuales, gays, transexuales, transgéneros, multisexuales o asexuales.

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