Opinión /

El tercer sexo


Lunes, 4 de noviembre de 2013
Laura Aguirre

Hace un par de meses la noticia que dio vuelta alrededor de Europa y más allá fue: “Alemania crea/ introduce/ aprueba/ reconoce un tercer género”. En realidad en Alemania no se ha inventado ningún tercer género. La diferencia entre antes y ahora está en que, desde el 1 de noviembre de 2013, cada protocolo médico y partida de nacimiento tiene una tercera casilla en el apartado donde se marca el sexo del recién nacido. Es un cuadro en blanco que aparece junto al dúo dinámico: hombre - mujer, pero con el rotulo de “no definido”.

No creo que con la reforma jurídica alemana se incline la balanza en el ya trillado, pero nunca desfasado, debate sobre las identidades sexuales ¿son socialmente construidas o determinadas biológicamente?. Lo que me parece realmente trascendental de la medida es que representa un reconocimiento jurídico al hecho de que, incluso biológicamente, la sexualidad humana es compleja.

Hemos aprendido que “naturalmente” un hombre es un cuerpo humano con pene y testículos y una mujer es también un cuerpo humano, pero con vulva y ovarios.

Sin embargo, la cuestión está lejos de ser tan simple. Después de cada parto, los médicos siguen un protocolo para establecer a qué sexo pertenece un cuerpo recién nacido. Esto dependerá de la combinación entre órganos genitales con los cromosomas (XX o XY), gónadas, hormonas y aparato reproductor interno.

El detalle está en que la combinación de estos cinco elementos es básicamente única en cada persona y las permutaciones resultan infinitas.

Solo en Alemania cada año nacen alrededor de 400 personas sin un sexo definido. Médicamente a esta “rareza” se le llaman intersexualidad.

La bióloga Anne Fausto-Sterling en su trayectoria de investigación ha estimado que 1.7 % de los recién nacidos por año en el mundo tiene cuerpos que no coinciden con lo considerado femenino o masculino. Para corregir a estos “anormales”, desde 1950 los bebés han sido intervenidos quirúrgicamente para adaptar sus cuerpos a uno de los dos sexos. Entre médicos y los padres se suele decidir si el cuerpo del recién nacido se parece más a un hombre o a una mujer. Los resultados casi siempre han sido cuestionables por los efectos físicos

y emocionales que las personas intervenidas enfrentan cuando crecen.

Ahora en Alemania, ni los padres ni los médicos están obligados a decidir si el recién nacido es hombre o mujer. Cualquier persona, al crecer, podrá decidirse por una de las dos opciones clásicas o no.

¿Pero al fin, por qué es importante esto? Lo anatómico del cuerpo humano ha funcionado como uno de los instrumentos principales para decir qué es y cómo se comporta un “normal” y un “anormal”, volviéndose la prueba material para justificar las discriminaciones que sufren las personas que no caben en las “normas” corporales y/o de conductas.

Hasta ahora, lo único certero biológicamente es que nuestros cuerpos son demasiado complejos y diversos para darnos respuestas claras sobre la diferencia sexual. Este hecho, al menos aquí en Alemania, parece que ha abierto una puerta para cambiar las suposiciones sobre la sexualidad humana con las que vivimos y que suponemos inamovibles. Pero también supone un logro contra las violencias que muchos seres humanos enfrentan, solo por como sus cuerpos lucen, se comportan o con quién duermen.

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