Opinión /

Secultura, aún hay tiempo


Miércoles, 13 de noviembre de 2013
Roberto Galicia *

Todos cometemos errores, pero de los errores se aprende y para aprender nunca es tarde. Esta reflexión compuesta por una serie de expresiones de la sabiduría popular me permite aceptar, en primer lugar, que a pesar de nuestros mejores propósitos a veces nos extralimitamos y no medimos las consecuencias de nuestras actitudes o de nuestras decisiones y nos cuesta aceptar, cuando lo hacemos, que nos hemos equivocado.

La expresión: “trabajar en equipo” es fácil de decir, pero muy difícil de lograr, ya que debemos, primeramente, aceptar que todos somos iguales y tener siempre presente que, aparte de las capacidades, conocimientos y experiencias de los integrantes de un equipo, no debemos perder de vista la manera de ser y de sentir de cada persona —profesional o no— que conforma nuestro equipo de colaboradores.

En todos los campos, aun en el seno de nuestras familias, es difícil, aunque no imposible, establecer el equilibrio necesario para vivir en paz, salir adelante, evitar conflictos y crear un ambiente en el que nadie se sienta amenazado. Es muy difícil trabajar en un grupo en el que nadie está bien y donde muchos lo callan por diferentes motivos y circunstancias, incluida, duele decirlo, la necesidad.

En este contexto, el sector artístico y cultural no es la excepción. Al contrario: por su singularidad, el sector artístico de nuestro país es de los más difíciles. Es, hay que decirlo, un escenario en el cual todos los actores tienen la sensibilidad a flor de piel, pero, si se sabe potenciar, este hecho es una ventaja.

Esta característica o más bien cualidad, si bien no libera a nadie de sus obligaciones y responsabilidades, aflora y genera tensiones cuando a los miembros del sector no se les respetan sus derechos y se sienten amenazados, marginados o, en el peor de los casos, menospreciados.

Conocedor de esta realidad por ser parte de ella, por vivirla a diario y, especialmente, por haber trabajado en la administración cultural, me preocupa, y por eso me ocupo de ello en esta ocasión, de lo que viene aconteciendo al interior de la institución cultural del estado y de su actual administración.

Esta situación, que se manifiesta cada vez más en los medios de comunicación y redes sociales o en los comentarios que hacen diversas personas en todo tipo de evento cultural, es preocupante. Eso nos obliga a expresar nuestro particular punto de vista, hacerlo público y pedirles a todos los que puedan enmendar la situación que, por el bien de la institución y del proceso cultural salvadoreño, actúen de inmediato. No se puede ni se debe trabajar por la cultura y el arte en un ambiente tan enrarecido.

Lamentablemente, estas situaciones, que se pueden resolver si se buscan los entendimientos necesarios, son las que más trascienden a la opinión pública y eso opaca los resultados que, mas allá de los eventos, se deben estar obteniendo a través de las diferentes dependencias de la Secretaría.

Como todos sabemos, después del cambio, que llegó con retraso a la administración cultural, y de la euforia que generó la llegada de Breni Cuenca quien, hay que decirlo, tomó decisiones audaces en su fugaz paso por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la República y del período de calma y estabilidad que logró Héctor Samour fue nombrada Magda Granadino a quien conozco y respeto. Su gestión, al poco tiempo, empezó a ser cuestionada y se ha visto empañada últimamente por muchos conflictos que, lejos de solucionarse, crecen y se multiplican.

Así las cosas, lejos de estar cosechando los frutos de este esfuerzo compartido que lleva ya casi cinco años, está perdiendo una oportunidad inédita que bien podría aprovecharse de la mejor manera en beneficio del desarrollo artístico y cultural de nuestro país, del fortalecimiento institucional y de la dignificación de todo el personal de la Secretaría quienes, desde diferentes niveles de responsabilidad, contribuyen a diario para que la administración cultural funcione.

Aunque reconozco que es más fácil decirlo que hacerlo, pienso que aún hay tiempo parar actuar y no dejar en el vacío las expectativas que generó la alternancia. Se hace necesario poner la casa en orden y preparar el camino para que la institución pueda asimilar, eventualmente, los cambios que necesariamente provocará la aprobación de la Ley de Arte y Cultura actualmente en estudio en la Asamblea Legislativa, que tanto interés ha despertado en el sector y que tan necesaria es para nuestro país. 


* Roberto Galicia, pintor. Fue presidente del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) de 1995 a 1999 durante el gobierno de Armando Calderón Sol. Actualmente es director del Museo de Arte de El Salvador (Marte).

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