Ese fue Mandela. El abogado que humanizó su campaña y gobierno contra el sistema que le negó, al 80% de la población de su país, sus derechos básicos. El preso que sufrió la cárcel durante 27 años, periodo en el que se volvió más humilde y en el cual aprendió a auto-controlarse, tiempo en el que reconoció lo bueno de sus captores y la necesidad de trabajar con ellos. Hombre que, en el juicio donde lo condenaron a prisión, expresó: “lucho contra la dominación de los blancos y de los negros; estoy enamorado y contemplo el ideal de democracia y de una sociedad libre en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Ese es el ideal por el cual espero vivir. Pero Dios, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.” El hombre que en un punto de su vida se volcó a la lucha armada, pero solo después de que las vías pacíficas se cerraron una tras otra. El guerrillero que optó por la democracia y la paz, para luego ser presidente de su país. La persona que reconoció lo bueno de ambos lados, que superó las duras acusaciones de ambos por negociar con los otros, y al cual le otorgaron el Premio Nobel de la Paz.
Mandela fue, en su vida pública, un constante negociador. Negoció con el gobierno de blancos que reprimía, pero también con las fracciones de su partido. Invitó a los guardas de su prisión a su toma de posesión. Como presidente se relacionó con los grandes capitalistas sudafricanos cuya inversión siempre consideró importante para el país, así como con los sindicatos que lo apoyaban pidiéndoles moverse de una posición de resistencia a una de construir patria. En todas ellas sobrepuso los intereses de unidad y de país.
Logró eliminar el apartheid y unificar su país y, cuando terminó su primer periodo como presidente, contrario al ejemplo de muchos de sus colegas, supo retirarse. Se retiró a una vida sencilla para una persona con tanta fama. Mantuvo siempre su humildad, su serenidad y su gran sonrisa. Siguió siendo la conciencia de su país, usando su poder y presencia para exigir la paz en un país dividido después de años de guerra civil. Trató, con logros limitados, de transformar la policía, un organismo corrupto y represivo, en una herramienta efectiva de lucha contra el crimen. Entregó un mejor país, pero todavía un país con mucha violencia, corrupción y pobreza. Esas luchas las heredó a nuevas generaciones.
¡Cuántas lecciones deja ese gran hombre a nuestra patria!