Opinión /

Desafíos para 2014


Miércoles, 1 de enero de 2014
El Faro

Nos acostumbramos a separar periodos con unidades de tiempo imaginarias aunque ellas no sean independientes ni tengan desconexión con lo que las precede. El 2013 cerró en la recta final de una campaña electoral que no tuvo pausa siquiera para las fiestas de fin de año y con la que ya arranca intensamente el año que comienza. Es una campaña más plagada de ataques y de anuncios de caos –si gana el enemigo- que de planes de gobierno; es decir, es una campaña muy parecida a todas las anteriores. La alternancia en el poder no logró modificar las prácticas de los dos principales partidos ni la narrativa política nacional. La polarización está más viva que nunca.

De la misma manera en que lo hicieran los dos últimos presidentes de Arena, Francisco Flores y Antonio Elías Saca, el primer presidente del FMLN, Mauricio Funes, también ha asumido un rol electoral liderando los ataques contra sus rivales políticos y advirtiendo de los peligros de que estos ganen. Si antes, para los areneros, la consigna electoral plagada de mentiras era la amenaza del comunismo, ahora para Funes la consigna es la amenaza del regreso de la corrupción, la falta de transparencia y el abuso; una campaña también basada en mentiras porque su gobierno ha continuado con esas prácticas.

El problema con esta polarización es que los ciudadanos siguen sometidos a un escenario en el que todo lo que signifique críticas para una de las extremas es interpretado como un apoyo a la otra. Los políticos nos siguen planteando todo como una batalla entre la derecha y la izquierda como si fueran entre el bien y el mal; y siguen relegando a la ciudadanía al papel de entusiastas hinchas de uno o de otro.

El resultado salta a la vista: un país rezagado en casi todos los índices de desarrollo, corrupto e ineficiente, amenazado por el crimen organizado, con instituciones débiles, con políticos irresponsables y poco transparentes, con partidos políticos que mantienen privilegios antidemocráticos y que buscan la gobernabilidad a través de alianzas con mafias y grupos de interés a los que otorgan privilegios que en nada benefician a las mayorías.

El problema no es de izquierdas o derechas, sino de vocación de servicio público, de contraloría eficiente y de consolidación de las instituciones. Pero los políticos no cambiarán automáticamente, sea cual sea el resultado electoral, porque los tres principales contendientes han demostrado ya no tener la voluntad de hacerlo cuando han gobernado.

El principal factor de cambio positivo en el país no será el próximo gobierno, sino la ciudadanía. Solo ciudadanos conscientes de sus derechos y con capacidad de presionar a sus autoridades pueden modificar la actual estructura del poder según la cual los dos principales partidos políticos continúan en guerra y tras cada batalla el triunfador se considera con derechos legítimos para hacer lo que le venga en gana.

La mayoría de la población, ajena a las estructuras partidarias, debería mantener sus preferencias a cambio de que el partido de sus simpatías no solo trabaje en contra de su enemigo histórico, sino, y sobre todo, que trabaje para los ciudadanos. Porque gane quien gane los ciudadanos siempre son los menos favorecidos.

De poco servirá al país una masa crítica que perdona todo a sus dirigentes políticos por temor a servir a los intereses de los contrarios. El que gana la elección administra fondos públicos; es decir, de todos nosotros. El que gana una elección debe estar sometido a un mayor escrutinio, y a una mucho mayor exigencia, de los ciudadanos; de tal manera que nos garantice a todos que está utilizando de manera correcta y eficiente los pocos fondos de los que dispone esta república cuya mayoría de ciudadanos vive en pobreza.

En El Faro hemos creído siempre que nuestra función es la de ejercer la crítica respetuosa y la exigencia de contraloría a quienes administran el Estado; independientemente de su color político. Y eso seguiremos haciendo en 2014, gane quien gane las elecciones. Pero eso hemos venido haciendo desde hace casi 16 años, y en ese sentido poco ha cambiado en el país. Es urgente que la ciudadanía sea conciente no solo de sus deberes sino –y sobre todo- de sus derechos, para que exija a sus autoridades que rindan cuentas por el poder que les hemos otorgado. Independientemente de su color político.

La batalla entre izquierdas y derechas debe ser una de propuestas, ideas y posicionamientos ante la realidad. Esto no tiene nada que ver con la honestidad, la integridad y el servicio público. La batalla, para los ciudadanos, debe ser entre administración de fondos públicos y rendición de cuentas. Entre políticas de Estado que favorezcan al país en su conjunto y no al grupo de empresarios que rodean al mandatario de turno.

El siguiente y urgente paso en nuestro proceso democrático es encontrar los mecanismos para que los ciudadanos puedan exigir a los funcionarios, a quienes han delegado poderes. Ese es el principal desafío para el año que se nos viene. Ojalá avancemos aunque sea un poco.

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