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'A mí no me temblarían las canillas si tuviera que darle un tour al presidente Obama'

¿Se imagina tener la oportunidad de aprender de primera mano sobre vulcanología, arqueología y botánica con expertos financiados por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos? Salvador Quintanilla, un agricultor del Valle de Zapotitán, gozó hace 25 años de esa experiencia, pero el precio fue tan alto que le tomó 10 años asimilar la importancia de lo que en el camino fue descubriendo. 


Viernes, 16 de mayo de 2014
María Luz Nóchez

Es 1978 y mientras el arqueólogo Payson Sheets se sentía maravillado por haber encontrado el resto de su vida profesional, a Salvador Quintanilla se le venían abajo sus sueños de, algún día, vivir de la cosecha de cítricos. Han pasado 25 años desde que entre julio y agosto de 1989 empezaron las excavaciones en Joya de Cerén, y este agricultor de 62 años, que no aparenta más de 55, se ha mantenido como el guardián fiel de los vestigios que por años estuvieron ocultos bajo sus tierras, en donde cosechaba maíz, papaya, tomate, frijol... Y aunque en aquel momento le significó perder su único medio de supervivencia, se considera un orgulloso propietario de esta aldea que en 1993 fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Por tradición, Quintanilla es más un hombre de campo que un oficinista. Como director del sitio, tiene acomodada una oficina en Joya de Cerén, pero una vez que llegamos a ella, prefiere llevarnos al lugar de los hechos. Al pasar la puerta de entrada que separa el museo, el jardín y la cafetería del área de las estructuras precolombinas, seguimos el camino marcado. Nos indica que debemos seguir recto, 'ahora han hecho el recorrido al revés', dice, y explica que las estructuras que marcan el fin del recorrido que generalmente hace el turista, son las primeras que se excavaron. Mientras nos dirigimos hacia ellas, cuenta que donde ahora es el parqueo, estaban ubicados los silos donde él almacenaba los granos básicos que cosechaba antes del descubrimiento de esta aldea maya sepultada por ceniza volcánica. Y fue en 1976 cuando, mientras se preparaba para instalar más silos, la máquina excavadora dejó al descubierto los vestigios de una aldea precolombina. 'El proyecto no se paró, y se construyeron 12 silos, más una bodega'.

Pasaron dos años antes de que se hiciera el reconocimiento del lugar y cuando por fin el Estado le tomó importancia a lo que estaba escondido en las dos manzanas de terreno de Quintanilla, el gobierno le ofreció, primero, comprarle la mitad de la propiedad. Hasta entonces, todo bien, se habían limitado sus posibilidades para la siembra, pero le quedaba espacio suficiente para la cosecha y para construir una casa. A medida que las investigaciones avanzaron, se requería la cesión de más de su tierra. Inicialmente, dice, se le ofreció un trueque, y por entregar las dos manzanas que ahora conocemos como Joya de Cerén, el recibiría a cambio un terreno más pequeño pero con mejores condiciones para la siembra. Al final, nadie le aclaró los términos del traspaso y además de moverse a un espacio que era la mitad de su terreno original, el Estado le descontó del pago el sobreprecio por el nuevo. El gobierno era el nuevo dueño de la propiedad, pero las deudas adquiridas para poner a trabajar la tierra siguieron a Salvador hasta 2005, año en el que las únicas opciones que tenía eran pagar el saldo adeudado o dejar que embargaran sus bienes.

Mientras lo cuenta no puede evitar el gesto de insatisfacción por cómo resultaron las cosas, pero ahora prefiere ver el lado positivo, descubrir y aprender de la historia de sus antepasados, por ejemplo. El proceso no ha sido fácil. La pérdida de la tierra con que procuraba el sustento a su familia de siete hijos le ha tomado 10 años superarla y con un “Ok, de todas maneras…” le ha dedicado los últimos 34 años de su vida al aprendizaje de una cultura que para él era desconocida, y a la preservación y restauración de un patrimonio de la humanidad junto a los expertos de la Fundación Nacional de Ciencias que viajaban con Sheets para hacer los reconocimientos. Lo que le falta es 'un cartón”, dice -un título académico-, pero para él es lo de menos, porque sabe tanto de Joya de Cerén que no temería guiar en un recorrido por el sitio a cualquier persona, incluso al mismo presidente de Estados Unidos o a los reyes de España. No es un ávido lector, pero cada libro que Sheets publica sobre los hallazgos en este sitio arqueológico al noroccidente de San Salvador se convierte en lectura obligatoria para él.

Ser el 'dueño' y guardián y conocer al detalle las urgencias de esta aldea precolombina maya le han valido algunas decepciones. A pesar de todo el conocimiento que ha acumulado en estos más de 30 años, dice haber sido hasta hace pocos años (ya en este gobierno) un personaje anónimo, y cuando él trataba de dar alguna recomendación, los expertos salvadoreños prefirían hacerse los sordos. Y no solo los técnicos, sino también los funcionarios de rol más político. “Tal vez es porque tienen muchas cosas que resolver”, les concede. 

Entramos por la puerta de salida y nos ubicamos frente a la estructura 12, que según las investigaciones, era la morada del chamán o chamana de la comunidad. Es una de sus estructuras favoritas, dice Quintanilla. Luego de los datos de registro empezamos a hacer un recorrido por las memorias y experiencias de este agricultor en Joya de Cerén.

Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro
Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro

Podría decir, sin temor a equivocarme, que esta es una plática con el dueño de Joya de Cerén.
Sí, eso sí no lo ha negado Concultura. Pero no es de aquello que “es mío”, sino que sí, es mi lugar. Más que todo yo lo que quisiera es darle el mejoramiento. Curiosamente, yo nunca quise asumir como el encargado, pero desde el momento en el que yo empecé a trabajar yo era encargado.

Le avisan que en sus terrenos estaba enterrada una aldea de hace 1400 años. ¿Qué sabía usted hasta entonces de la vida precolombina?
Bueno, yo cuando empecé a trabajar aquí no sabía nada de lo que es precolombino. Conocía (el sitio arqueológico de) San Andrés, porque como aquí nos hemos criado en esta zona, nos íbamos a San Andrés. Pero nosotros no sabíamos la importancia que tenía el parque. De los mayas no sabíamos nada. Hasta que ya empecé a trabajar con el doctor Payson Sheets le fui tomando cariño y fui aprendiendo, porque no vamos a decir que sabemos, pero sí tenemos un poco de conocimiento de Joya de Cerén.

Me decía al inicio de nuestra conversación que aunque no es precisamente alguien fervoroso, sí se considera un católico practicante. Siendo el catolicismo una de las religiones más conservadoras, ¿le generó algún conflicto de fe entrar en contacto con una cultura que, al contrario de la suya, rendía tributos a varios dioses?
Fíjese que no tanto eso, sino que lo que pasa es que, y a uno no le creen a veces, esta era una casa muy importante (la del chamán), y cuando uno pasaba por ahí (el pasillo en U que permite darle la vuelta a las estructuras) le tiraban piedras. Aquí le mentaban el nombre a uno. Una vez, pasados los Acuerdos de Paz, un hombre llegó mudo allá abajo como a las 3 de la mañana, que dijo que le estaban hablando y que le habían tirado piedras. Y esa no era la primera vez, pero más que todo es en esta área. Haciendo guardia una noche me acosté en la cama aquella (estructura 10) una vez y por más que intenté dormirme, no me dejaron. Se escuchaba que agarraban agua de abajo. Una vez estaban poniendo un techo y vinieron temprano, y en la noche iban para abajo arriados los muchachos porque los habían asustado. Pero no, es que también hay que respetarlos a ellos. Porque quiérase o no, aquí debe de estar enterrada alguna persona. No es que directamente hayan escapado todos.

Y cuando se enteró de lo que estaba debajo de sus tierras, ¿cuál fue su primera reacción?
Bueno, uno se entusiasma, pero nunca pensé que era tan grande el lugar, todo lo que tenía. Pensé que eran unas casas nada más, unas tres o cuatro. Pero como he trabajado con la Nasa y con geofísicos, sin temor a equivocarme puedo decirle que hay más de 100 casas localizadas. Y así hay muchas cosas. Esta es una aldea que está soterrada.

Pero, vaya, en ese momento que viene Payson Sheets y luego de que trae él las muestras y le dice que hay una aldea de 1400 años enterrada en este lugar, ¿qué sintió usted? ¿Tuvo algún tipo de conflicto, tomando en cuenta que este terreno era su único medio de supervivencia?
Sí, en eso sí uno piensa que es el único medio. A mí se me dijo que se me iba a cambiar, que me iban a dar un terreno por otro. Pero no todo es como lo pintan. O sea que de la casa 3 (el punto de partida del recorrido), la más grande, ahí habían cortado y me iban a dejar hacia el lado poniente, y me la iban a cambiar. Me quedó como una manzana y una casita que estaba haciendo, que me sirve de oficina hoy. 'De todas maneras está bueno', pensé yo. Y en eso dijo el Estado que había más evidencia y que había que excavar más. Entonces uno la reacción que toma es bien difícil, porque yo tenía créditos en ese entonces con el Banco de Fomento Agropecuario. A mí se me dijo que se me iba a pagar, que se me iba a ayudar en todo y a última hora no fue así. Hasta en 2005 que estaban va de cobrarme y cobrarme les dije que le cobraran a Concultura, porque yo ya no tenía el terreno.

¿Y le respondieron?
Me dijeron que no los del banco, que porque yo lo había sacado. Y me dijeron que si no, me iban a quitar unos bienes. Y yo accedí a prestar porque tenía unos bienes que no eran míos y después cómo los pagaba.

¿Y cuál fue exactamente el trato que le ofrecieron?
Yo lo entendí como un trueque, que es un cambio de una cosa por otra. Yo acepté que era un trueque, pero a mí no me dieron ninguna oportunidad. 

¿Se sintió estafado en algún momento o era para usted lo justo?
Lo que a mí se me dio se me cobró, me dijeron que el otro terreno valía más que esto. Y yo tenía pagado el terreno y todo, incluso en el banco me perdieron los documentos de este también por tanto tiempo que pasó. Cuando yo quise reclamar para que me los dieran, me dijeron que los habían perdido. Entonces, ahí uno se desmoraliza porque son tiempos bien difíciles para uno, pero no por eso hemos dejado de sacrificarnos para cuidar el bien cultural que tenemos. Uno se siente orgulloso de tener un lugar tan importante como Joya de Cerén y que digan 'Salvador es el 'dueño''. Porque eso no me lo quita nadie. Incluso en los libros de Payson ahí aparece. 

¿Cuánto le dieron al final? Ya me había contado que le ofrecieron uno en Zapotitán…
Ajá, correcto. Y ese valía más y me lo cobraron. Y yo no estaba de acuerdo. El trueque era que yo daba este terreno por ese y así hubiera quedado más satisfecho. Por mis dos manzanas me dieron como 10 mil varas (1 manzana). En lugar de darme el dinero, ahí se cobraron ellos el resto. Aquí vino una persona que yo creo que todavía trabaja con el gobierno, que la trajeron a valuar. ¿Y sabe qué precio le puso? El valor que le pusieron a la casa fue de 3 mil colones y a la propiedad de 24 mil colones (desde 2001, cuando El Salvador dolarizó la economía, el cambio oficial del dólar es de 8.75 colones). Pero cuando se me valuó a través del Estado me valuaron en 8 mil colones, y la otra propiedad (la del cambio) en 13 mil 500 colones. ¿Cuánto me iba a sobrar? 6 mil colones, más las deudas...

Tomando en cuenta que le implicó perder su único medio de supervivencia y dinero, incluso, con el cambio de terrenos, ¿en algún momento pensó “ojalá nunca lo hubieran descubierto y así podría yo seguir dedicándome a sembrar'?
Correcto, eso sí. Que hubieran descubierto solo algunas. Pero ya con la importancia y con el trabajo del área 1 y el área 2, ahí ellos le fueron tomando importancia al lugar por todo lo que había.

Eso en el caso del Estado, pero y a usted, ¿cuánto tiempo diría que le tomó asimilar que era algo importante no solo para El Salvador, sino también para la humanidad?
Ese ha sido bastante tiempo, porque desde 1989 que empezaron las excavaciones y ver que todo se le frustra... Esto tiene unos 25 años de estar descubierto, pero por ahí como unos 15 años atrás que me siento conforme. Es cierto que a mí se me dio trabajo, al fin y al cabo uno siempre se conforma, y entonces ya cuando sale de todos los problemas más graves que tiene, uno dice “Ok, de todas maneras…” Uno se siente orgulloso de que digan que uno es el dueño. Pero si usted ve, ahí en el museo no hay una foto mía ni de Payson, solo una leyenda hay. Entonces, ¿qué pasa con las autoridades? Y viene gente que dice que ha trabajado aquí y me da lástima en ese estilo, porque son estudiados y la verdad que no saben apreciar Joya de Cerén. Yo sé muchas cosas sobre Joya de Cerén que algunos pensarán que uno no las sabe.

Con todo ese conocimiento acumulado, es fácil imaginar que acá es palabra santa lo que usted dice cuando se trata de la conservación del sitio.
Esto tiene un montón de problemas que uno lo sabe y los puede solucionar, pero no lo hace porque no es su área, no le dan la oportunidad. Yo he sido restaurador y todo eso me costó aprenderlo. Entonces uno quisiera que viniera alguien que le tenga amor a las cosas y que diga 'vamos a hacerlo, porque es un patrimonio'. También quisiera enseñarle a la gente, pero si la gente no pone de su parte… Aquí vienen jóvenes de la universidad que quieren ser arqueólogos. No es lo mismo manejar la computadora que estar en el lugar. Porque este terreno es bien difícil para trabajar, no es como en otros sitios, que son más sólidos. Uno tiene que aprender a reconocer las capas de ceniza volcánica porque no sabe si puede estar trabajando en la original y puede estar dañando los vestigios. Tiene que conocerlas toditas. 

Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro
Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro

Si su papel hubiera llegado hasta el intercambio de tierras con el Estado y nunca hubiera tenido la oportunidad de trabajar en el sitio, ¿a qué cree que se hubiera dedicado?
Yo tuve el intento en el 89 de irme para Estados Unidos al pensar que tenía muchos muchachos, y me iba a ir y los iba a dejar abandonados. Pero después pensé mejor las cosas. Entonces, yo siempre hubiera seguido en la agricultura, porque siempre he sido agricultor. Y fuera de mis horas laborales le manejo una propiedad a una señora. Así que tal vez sería agricultor a tiempo completo. Porque me ha gustado la agricultura, más que todo las hortalizas. Aunque hoy, viendo la situación, tal vez tuviera otra clase de cultivo. Lo que yo había soñado era tener dos manzanas de cítricos, pero ya cuando quise reaccionar, hace unos 15 años, pensé: 'Pues sí, estoy muy viejo, me agarró mucho la tarde”.

Y el terreno por el que le cambió Joya de Cerén el Estado, qué pasó, ¿lo puso a trabajar en algún momento?
Inmediatamente que me lo cambiaron y tomé posesión en Zapotitán como de 10 mil varas lo comencé a trabajar, pero uno como agricultor se equivoca también. Me puse a trabajar y volví a hacer un préstamo particular. Vine y lo quise cultivar todo de tomate porque como era de humedad y todo, ahí está el agua y todo, pero tuve problemas. Ahí fui a acabar de perder quizás como unos 35 mil colones prestados. Así que quedé hasta aquí (el cuello), después tuve que venderlo para pagar. Por eso lo vendí también, porque mis hijos tenían que sacar su bachillerato.

Y además de sus dotes como conservador y restaurador, ¿qué otras cosas ha aprendido a hacer acá?
He sido muchas cosas. Pero yo no estudié, y por ejemplo fue el mismo doctor (Sheets) el que me exigió ser guía. Haceme un favor, me dijo, fijate que van a venir los de la Escuela Americana y quiero que me los guies. Porque solo estaba una muchacha que una vez dijo algo equivocado. Mire, le dije yo, pero ellos son profesores… ¿Y qué tiene que sean profesores? Ellos son profesores allá y vos aquí. Vaya, si me equivoco me corrige. Y les di el tour. Y yo pensé que solo era un día, y pasamos 15 días, desde ejecutivos hasta los últimos niños. Y así fue que yo aprendí a guiar, y como a uno le gusta también, uno le va poniendo cariño. Y aquí estoy a tiempo completo y sin ninguna compensación.

Salvador Quintanilla platica con su amigo Payson Sheets, el arqueólogo norteamericano que estudió a profundidad Joya de Cerén, quien visitó el país en marzo 2014. Foto Fred Ramos
Salvador Quintanilla platica con su amigo Payson Sheets, el arqueólogo norteamericano que estudió a profundidad Joya de Cerén, quien visitó el país en marzo 2014. Foto Fred Ramos

¿Qué pasaría si le dijeran que el fin de semana viene Barack Obama de visita?
No me temblarían las canillas. Yo lo estaba esperando la vez pasada que vino. Y me mandaron un diploma y un presente de la embajada, porque le habíamos preparado el recorrido porque iba a venir acá. Yo no tengo ningún temor y estoy preparado para lo que me puedan preguntar. Incluso hay personas que preguntan cómo fue la época de los mayas y quiénes son los más antiguos. Y lo que es en Joya de Cerén no me da temor, ya en otras partes sí porque no conozco tanto.

¿Alguna vez ha tenido el anhelo de viajar y conocer el trabajo de laboratorio que Payson Sheets hace en Estados Unidos o para usted su lugar es aquí como el encargado de resguardar Joya de Cerén?
Me estaban invitando unas personas de la embajada de Argentina y de Estados Unidos. Incluso, de la Universidad de San Francisco un señor que me dijo que yo estaba preparado para hablar de Joya de Cerén en la universidad y que me iban a dar una beca, iba a ir a dar unas charlas. Y yo le dije que sí, pero ya hace como unos 10 años. Es probable, si se diera la oportunidad podría ir a hablar sobre eso, no hay ningun problema. Aquí se le puede dar oportunidad a muchos jóvenes para hacer horas sociales y trabajar en Joya de Cerén porque uno, más viejo, se lleva secretos que no los sabe la gente. Para mí sería bien oportuno ir a dar una charla.

¿Se ha planteado la posibilidad de hacer un tipo de escuelita en la que usted transfiera a las nuevas generaciones esos secretos?
Uno está enfermo y de presto puede caer y ya no voy a poder venir, estoy consciente de esto. Pero como le digo, yo tenía dos muchachos trabajando en la conservación. Pero, ¿y qué pasa? Ya nos cortaron un poco, ya no tenemos acceso a eso. 

¿Y entre sus hijos hay alguno que podría seguir su legado?
Me gustaría, ahí solo faltaría que a uno le gustara. Lo único que tengo, que sí le podría gustar, es un nieto de 8 años. Yo filmé hace unos años para Jardín infantil, con la Tía Bubu y Cocolito, y él no sé cómo hizo pero grabó el video y lo tiene. A él nunca lo he traído, pero él sabe qué es cada cosa. Y sí creo que puede tener la capacidad mejor que un guía de los que vienen, porque les va a decir qué es esto (señala las estructuras), no les va a hablar de los pajaritos ni de los árboles. Y es que a veces la gente mira folletos en el avión y lo que quieren ver es esto, saber el origen de esto. Para unas vacaciones lo voy a traer y lo voy a adiestrar, para que en el futuro, si a él le gusta, pueda quedarse.

En distintos momentos ha mencionado cómo a pesar de los intentos por proteger de la intemperie el sitio, este sigue estando descuidado. ¿Esto siempre ha sido así o antes percibió usted mayor interés?
Es raro que los gobiernos visiten los lugares. Es bien incómodo, pero si nos vamos a regresar tiempo atrás, yo vi que cuando estaba Francisco Flores como que le habían puesto bastante interés y empeño. Yo tuve la oportunidad de atender a la esposa de él acá. Ahora, bueno, el señor Funes, desde que ha estado en el gobierno, nunca le ha entusiasmado. Ese es el problema, tenemos este patrimonio y los gobiernos pueden saber qué es Joya de Cerén, pero tienen que estar involucrados, porque este es el futuro para las nuevas generaciones, en todas formas. Pero sí he visto poco interés en los gobiernos, tal vez porque tienen muchas cosas que resolver.

Bueno, pero en este período por lo menos reinauguraron el museo.
Si (el exsecretario de Cultura Héctor) Samour hubiera seguido tal vez estuviera cambiado, porque hay que darle la oportunidad al que sabe, no vamos a traer a personas que porque tienen un cartón o algo… pero sí, cuando comenzó a trabajar Samour con el Dr. (Ramón) Rivas, la cosa iba mejor. Para decirle que yo no conozco a doña Margarita…

¿Magdalena Granadino?
Ah, ¿Magdalena se llama? Ni siquiera sabía.

Cómo, ¿no ha venido ella nunca?
Una vez vino, pero ni siquiera nos la presentaron. Y yo he conocido a todas las personas que han formado parte de la Secretaría de Cultura o Concultura. El primero que conocí fue a (Roberto) Galicia, después cuando estaba don Gustavo Herodier, él tenía un gran respeto para mí también. Tanto que cuando tenía problemas, sofocado venía a buscarme. Después estuvo Federico Hernández, y hoy que está la señora esa ahí.

Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro
Salvador Quintanilla, propietario del terreno donde está el sitio arqueológico Joya de Cerén, declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Foto Emely Navarro

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