Qué realidad tan dura es la que enfrentan las familias de los niños migrantes que escogen la alternativa de poner a sus hijos en las manos de un coyote y enviarlos a los EUA. Como padre sufro con solo pensar la agonía de aquellos que deciden enviar a sus hijos al norte sabiendo los grandes peligros que ello conlleva; qué dura decisión, qué horrible espera hasta saber de ellos, qué difícil separación luego. Pero al final son muchos los que escogen esa alternativa, sabiendo lo que les puede pasar a sus hijos en el trayecto, sabiendo que pueden enfrentar la muerte y que, en el mejor de los casos, lograrán quedarse indocumentados en los EUA, muchas veces separados de sus padres. Pero triunfa la esperanza de un mejor futuro.
La migración al norte no es un fenómeno nuevo, los centroamericanos lo vienen haciendo desde hace décadas. La variación ahora es que los niños van solos. Van solos porque ello aumenta la posibilidad de quedarse allá.
Toman esa decisión no porque los atraiga la promesa de un estatus legal en EUA. La gran mayoría de esas familias y migrantes saben que no recibirán esa legalidad, no en el corto plazo por lo menos, pero saben que – una vez en territorio estadounidense – es probable que puedan permanecer con familiares allá. Las autoridades de EUA deben seguir un proceso largo y complicado para una deportación. Sus leyes y procesos burocráticos los llevan muchas veces a escoger la alternativa de entregar los niños a familiares en EUA.
Según una encuesta reciente de las Naciones Unidas, menos del 3 % de los niños migrantes del Triángulo Norte lo hacen por las políticas de migración que se están discutiendo en los EUA. No es esa la causa de la migración de niños, no es eso lo que Estados Unidos debe enfatizar en su debate, discurso y acciones.
Si EUA de veras quiere resolver esa crisis, debemos trabajar juntos para que aquí surja la esperanza, para humanizar la crisis de la migración, para controlar y castigar a los coyotes y corruptos –en ambos lados – que promueven esa migración con falsas expectativas y para mejorar la vida de los centroamericanos en EUA, especialmente por medio de la reforma migratoria.
En vez de atrasar Fomilenio II utilizándolo como una herramienta política, deben apresurarlo. EUA debe trabajar junto con México y Centroamérica en humanizar la travesía al norte, mejorar las condiciones de los niños que cruzaron la frontera y brindarles apoyo legal.
Juntos, Centroamérica y los EUA, debemos enfrentar con mayor seriedad y realismo el problema del tráfico de drogas hacia el norte. Mientras esa demanda siga, será mucho más difícil enfrentar el crimen organizado y reducir la violencia, una de las principales, sino la principal, causa de la migración.
Para lograr lo anterior lo primero que los estadounidenses deben hacer es reconocer que tienen una crisis humanitaria en su frontera.