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“Hay que revertir que la administración de la cultura esté por encima del hecho artístico”

En agosto, El Faro reveló un complot para derrocar al secretario de Cultura, Ramón Rivas. Para sofocar la revuelta, Rivas separó de sus cargos a tres funcionarios, entre ellos a Fernando Umaña, director de Espacios Públicos. Umaña admite que en la Secretaría hay grandes inquietudes, que atribuye a que la reestructuración de la Secultura está basada solo en lo que dicen los administrativos y no en la experiencia de los artistas.


Lunes, 29 de septiembre de 2014
María Luz Nóchez

Fernando Umaña. Foto Mauro Arias
Fernando Umaña. Foto Mauro Arias

Al igual que la mayoría de los implicados, el director de teatro y gestor cultural Fernando Umaña dice no explicarse esa teoría de la conspiración en contra de Rivas, y que las reuniones en que él y otros ejecutivos de la Secretaría de Cultura participaron fueron de trabajo entre colegas. Lamenta que de los 100 días de la nueva administración cultural resonara este conflicto y no la unión entre el gremio, ni un llamado de agradecimiento de parte del gobierno por el trabajo realizado durante la campaña y la toma de posesión: “Veníamos con una fuerza que debería haber culminado en una gran convocatoria a los artistas, por lo menos para dar las gracias, por todo el trabajo que habíamos elaborado, a mí me hubiese gustado eso”.

Sin embargo, agrega que sí existían preocupaciones compartidas entre funcionarios, como que la planificación de la institución estaba dándose entre administrativos y no con los artistas “que venimos de donde aprieta el zapato”. A eso se suma su inquietud por lo que a su parecer es una gestión encerrada en sí misma, y que mantiene una visión burguesa del arte y la cultura, cuando debería de estar enfocada hacia la creación de oportunidades para la formación de artistas y de plataformas para que el público los conozca.

A pesar de esto, dice otorgarle el beneficio de la duda a Rivas como titular de la institución, pero los pasos a seguir para mantener el equilibrio los tiene claros: el apego del Plan Estratégico Institucional 2015-2019 a lo propuesto en el Anteproyecto de Ley Nacional de Arte y Cultura por el FMLN que está en estudio en la Asamblea Legislativa; y el subsecuente cumplimiento del Eje 9 de la plataforma de gobierno: “No es simplemente que le esté pidiendo su jefe hacer cumplir la tarea, sino que también hay ciudadanos que lo están haciendo. Por eso es importante el papel de la ciudadanía de exigir en que le cumplan lo que le ofrecen”.

Usted asegura que de todos los involucrados en el complot que se armó en contra de Ramón Rivas, no fue usted el único que salió perdiendo. ¿Quiénes más sufrieron daños colaterales?
Esto parte de algunos comentarios públicos, pero no de algo que se percibiera en el ambiente, sino declaraciones de… ¡Yo no sé quién dio esas declaraciones de que había parado un complot!, y yo no sé realmente a quién favorece eso y qué tan prudente es para el estado de cosas en que el arte y la cultura están en el país. A mí me sorprendieron mucho esas declaraciones. Tal es el caso que me llamaron inmediatamente ustedes y yo me sorprendí mucho y hasta que no estuviera claro del asunto no podía decir absolutamente nada, porque con la experiencia que tengo como gestor cultural y a la vez como artista, mi decisión fue empezar a trabajar. Estaba a la espera, más que todo, de intercambiar mis planteamientos con otras direcciones y a la espera de una orientación sobre lo que íbamos a hacer en equipo, y dentro de eso hubo una serie de conversaciones, de discusiones, en la limitación de los objetivos de cada una de las direcciones, individualmente, bilateralmente, con cada uno de los involucrados. Pero que eso fuera parte de un complot, a mí eso me dejó realmente anonadado, me pareció una cosa tan fuera de orden, porque la mayoría de nosotros había sido llamado por el propio Ramón Rivas. 

Según las declaraciones que nos ayudaron a reconstruir la situación, Rivas se los advirtió en una reunión y luego se fue de viaje y durante su ausencia se anuncia, entre otras cosas, que su dirección de Espacios Públicos desaparecía.
Lo que sucedió es que en esa primera reunión me sorprendió que el doctor Rivas hablara precisamente de eso, entonces, todo mundo se quedó callado porque honestamente fue toda una sorpresa para mí. Definitivamente no sé de qué estaba tratando y de qué estaba hablando. Me quedé en stand by, esperando orientación y hasta ahora, no ha habido mayor comunicación. Elaboré todo el esquema, que a mí me parecía que es lo que teníamos que hacer y no pasó nada.

A esa reunión de la que usted dice haber quedado en blanco, le precedió una liderada por Eunice Payés junto a algunos de directores nacionales…
Igual lo hice con la directora de artes, con las otras direcciones, igual el planteamiento del funcionamiento lo hice con el encargado de planificación con cuestiones administrativas de cómo hacer ese traslado, lo hice con quien era en ese momento el administrador. Eran cosas de trabajo. Y sí, había preocupaciones y sí había opiniones diversas…

¿Qué tipo de preocupaciones?
Respecto a la transformación de la Secretaría de Cultura en un ministerio, que es una de las promesas de campaña, y una de las preocupaciones, no solo mía sino de una gran cantidad de intelectuales y de artistas, es que solo se le cambie el nombre, como ha sucedido en todo el devenir histórico de esa institución. Que cuando era el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, cada presidente que llegaba le hacía sus parches a esa institución. Entonces, es un Frankestein que se ha construido en más de 20 años y que realmente no se ha ido a la raíz del problema, que es que la administración de la cultura pesa más y está por encima del hecho artístico. Entonces, hay que revertirlo. Eso no es fácil, es uno de los problemas centrales que tiene esa institución.

Sumado a esas preocupaciones, entiendo que también había peros en contra de Rivas, que es quien está sentado en la silla, administrando la institución.
Fíjate que no, porque la preocupación o el punto de espera era, las reuniones en conjunto, el trabajo en equipo, el planteamiento de esa reestructuración y lo que nos preocupaba es que esto solo se hiciera con especialistas en planificación, con los administradores y que no tomaran en cuenta la experiencia de los artistas que venimos de donde aprieta el zapato.

Quiere decir que sí es cierto que se sentían dejados de lado, que no estaban siendo tomados en cuenta.
Pero no era una visión colectiva, eran preocupaciones individuales en relación a la tarea encomendada. Como tú con tus colegas puedes hablar de una problemática, pero estás a la espera de otros que están incluidos. Eso fue lo que pasó, o sea, que hubo una reunión del colectivo al margen, no, si estábamos en el mismo edificio, en reuniones que hacíamos constantemente, entre tres, entre dos, según las circunstancias, porque no había oficina. Lo que sucede es que en un período de transición siempre hay una cantidad de rumores de cambios, y la gente lo plantea desde el punto de vista personal, que hay evaluación, que si me quedo, que si me voy, ahí se hace una cantidad de rumores que no permiten ver con claridad adónde se quiere ir con esa institución. Otra de mis preocupaciones, que es personal, por mi experiencia, no sé si otros la tendrán, es que es una institución en la que el rumor corre más rápido que las decisiones oficiales, y se toman decisiones a partir de los rumores. En un momento de transición que es bastante delicado, cualquiera puede perderse en eso. Así como me encontraba en el pasillo con el doctor Rivas, igual me encontraba con el director de patrimonio cultural y hablábamos. Eso es lo que pasaba. No sé quién, de verdad, se inventó, precisamente, de que había una intriga. Y te lo digo por qué: a mí me parece que llegar a una institución y saber que está quebrada y que no tiene presupuesto para caminar, para cualquiera es un balde de agua fría. Podés llegar con toda la intención, con toda la voluntad pero de pronto sientes un shock, creo que eso pudo haberle pasado al doctor Rivas. Ahí hubiese sido mejor para mí que nos hubiesen cortado la luz y el agua, y que heroicamente hubiera dicho el sindicato que todos los trabajadores lleven su botellita de agua. Que hiciéramos un horario donde pudiéramos desarrollar más la capacidad de la luz del día y trabajar de una manera más artesanal que las máquinas. Creo que eso hubiera llamado más la atención y eso hubiera demostrado nuestra capacidad de querer hacer las cosas. Pero inventarse el complot en una institución que al 90 % de los salvadoreños le es indiferente, a mí me parece que realmente está fuera de orden.

Pero este invento del complot, como usted lo llama, tuvo consecuencias: su salida de la institución y una reunión conciliatoria en la que tanto Rivas como Eunice Payés reconocen haberse dado la mano a manera de borrón y cuenta nueva. A eso se suma el llamado público que hace el sindicato al presidente para que frene la intromisión de la diputada Lorena Peña y que dos de los directores involucrados se disculparon con Ramón por haber sido partícipes. Y el mismo Rivas acepta todo esto.
Sí, es curioso que él acepte eso. A mí me parece muy imprudente de su parte. Es como el juego de las ideas, las discusiones sobre las ideas que en el campo de la cultura son vastas, son diarias, se venga a decir que se está conspirando por estar en un diálogo de las ideas estés de acuerdo o no, me parece preocupante. Porque eso quiere decir que vos no tenés la oportunidad de encontrarte con un compañero y con un colega a discutir y hablar de cómo hacer mejor las cosas, sin que fuera tomado por otros caminos y no en el camino de lo espontáneo de la necesidad de resolver los problemas de la cultura y el arte en el país. Me parece peligroso, definitivamente.

Es innecesario, entonces, que la gente se entere de que estas cosas están pasando.
Claro, es realmente innecesario, eso habla muy mal de las personas que hacemos arte y cultura en este país, habla muy mal. O sea, no es el Ministerio de Defensa, ni la Policía Nacional Civil…

Precisamente por eso, sorprende que pasen ese tipo de cosas en una institución que siempre ha sido muy pequeña.
Pequeña y siempre ha sido la discusión eterna en el campo artístico de cómo resolver problemas bien concretos. Y realmente me preocupa mucho y la razón es que yo dejé mi trabajo en stand by porque no tuve respuesta del porqué me separaron. Entonces yo dije, esto no es para mí, no acepté un cargo para desgastarme en problemas domésticos, cuando hay grandes problemas a resolver en un país. ¿Qué vamos a hacer en un Ministerio de Cultura con el presupuesto que hay? Si a mí me preguntás qué se hubiera hecho en los 100 días, porque lo que queda de los 100 días de la Secretaría de Cultura es el complot, porque a eso fue que se le dio más cobertura. Es una pena. Pero qué tal si hubiese sido una convocatoria a todos los artistas y que por primera vez se hubiera tomado el presidente de la República la molestia de poner en campaña y proponer trabajar por la Ley Nacional de Cultura, por trabajar un fondo para las artes, de crear un Instituto Superior para las Artes, de crear un Ministerio de Cultura, me parece importante e histórico por todo el trabajo que veníamos desarrollando en el movimiento de artistas e intelectuales El Salvador Adelante.

Bueno, pero eso no es nada nuevo. Fue parte de los compromisos que adquirió el presidente Sánchez Cerén con ustedes durante la campaña en los eventos que se realizaron en el hotel Intercontinental y en el Teatro Presidente, y lo que se fijó en el Eje 9 de la plataforma de gobierno.
La convocatoria que se hizo en el Intercontinental fue bien importante, por lo menos hubo una actitud y un compromiso de los hacedores culturales de dar la cara y decir esto es lo que queremos, y entregarle un documento al entonces candidato Sánchez Cerén. Luego hicimos la gala en el Teatro Presidente en donde se hicieron planteamientos bien claros de lo que queríamos en un futuro gobierno del FMLN. Y estábamos muy contentos. Luego, dentro de todo ese proceso, trabajamos para que dentro de la toma de posesión hubiera una manifestación artística de bienvenida a la población, y lo logramos. Fue histórico lo que hicimos. Entonces, veníamos con una fuerza que debería de haber culminado en una gran convocatoria a los artistas, por lo menos para dar las gracias, por todo el trabajo que habíamos elaborado, a mí me hubiese gustado eso.

Es decir que a 100 días del gobierno, como artistas, y usted en particular, según lo que menciona, siente que el presidente los olvidó, por eso que decía, que esperaba más de él, un acercamiento.
No del presidente, sino del encargado inmediato, porque ya asumido el gabinete, cada quien tiene responsabilidad de la tarea encomendada, y el trabajo de los titulares de la Secretaría de Cultura es el acercamiento con quienes producen y hacen la cultura. No es de otra, no es encerrarse en sí mismo. Cuánto nos ha costado todo esos centros patrimoniales que tiene El Salvador que están encerrados, en el mantenimiento de esos centros y la ciudadanía no puede gozar porque no hay ningún planteamiento estratégico de acercamiento de la cultura ciudadana. Yo creo que habría que cambiar tres cosas importantes que ya no se puede seguir insistiendo en la modernidad: el concepto de progreso ya no es una curva ascendente, no es cierto, hay que replanteárselo. No es cierto y ya no es posible que los centros de poder digan cómo tenemos que hacer nosotros, los locales, el progreso. Hay una desconfianza precisamente de estos dos elementos importantes de la modernidad a nivel de concepto. Entonces, hay que pensar la cosa cultural, el arte, de una manera distinta, una institución distinta, una institución que trabaje más con lo periférico, como país periférico que somos. Llevar lo mejor que tiene la cultura hacia la periferia. Es una carretera de doble vía. Ya no podemos pensar en plan solo de San Salvador. No podemos seguir pensando en la Dirección Nacional de Artes como antes. Yo no sé cómo, pero tengo la intuición de que debemos cambiar, de que hay que replantearse y repensarlo. Cómo es posible que seguimos planteando la cultura como que aquí no pasa nada. No se puede seguir pensando con una concepción burguesa el arte.

¿Entonces, así definiría la Secretaría de Cultura que se está llevando ahorita, con una concepción burguesa?
Creo que sí, es que ni siquiera piensan que lo están haciendo. Si no trabajamos nosotros en darle las herramientas a la ciudadanía para que pueda crear con sus propias fuerzas, su propia creatividad, sus espacios, crear las industrias culturales en el país es importantísimo. Si no se va a seguir tratando de buscar el subsidio en un país tan pobre para el arte y la cultura. Formar un artista es de lo más caro, en cualquier país. Hay que crear toda una infraestructura, una campaña para la producción de públicos, que eso ya no es responsabilidad del artista, es del Estado.

Y es a partir de esas preocupaciones que el martes 23 de septiembre se reunieron con Ramón Rivas y Lorena Peña como colectivo para confrontarlo porque hay preocupación entre ustedes como gremio de que la gestión de Rivas se está distanciando del Eje 9…
No solo eso, manifestaron contradicciones entre el planteamiento de la Ley y el Plan estatégico, entonces la preocupación es: ¿han leído la ley la gente que está planificando?

Pero si la ley no existe, y es que sigue como anteproyecto, no puede darse una garantía, no tienen en qué apoyarse.
Ese es el problema, que se puede crear todo un plan que esté ahí que no va a ser compatible con la ley que se ha presentado en la Asamblea Legislativa, y hay que ser bastante serios. Y a mí me parece muy acertado el planteamiento del Frente de hacer una convocatoria a todos los artistas que participamos en este movimiento para plantear la preocupación que hay, me parece lo más acertado. Y convertirnos en garantes de que aquello que se trabajó se haga cumplir. Creo que lo más importante es hacer cumplir aquello. ¿Cómo? Ese es el problema. Y con qué prioridad, porque con tan poco dinero… es necesario sentar las bases y aquí lo que es importante es la Ley Nacional de Cultura para que nadie llegue con sus ocurrencias a decir qué es lo que quiere hacer. No, la ley lo estipula. Y esa es una protección para el artista.

Pero entonces, ¿cuál es su propuesta como colectivo? Porque tampoco las autoridades de la Secultura pueden sentarse a esperar que los diputados aprueben la ley para empezar a pensar en un plan estratégico.
Ese es un buen punto para la actual Secretaría, conformar una comisión con funcionarios de la Secultura y de artistas para trabajar con los diputados, independientemente del partido. En el movimiento tenemos expertos en todas las expresiones artísticas, para tener reuniones y aclarar conceptos. Eso hubiera sido en los 100 días, no necesita presupuesto, solo convocar.

Parece que entonces el planteamiento es que la Secultura trabaje en paralelo con la Secretaría de Cultura del FMLN, porque al final el discurso es el mismo: echar a andar el eje 9.
La Secretaría de Cultura del FMLN tiene planteamientos partidarios propios del partido con sus militantes de base. Ahora, que pueda ser compatible o que puedan compartir por ser gobierno, es necesario y es saludable. Inclusive ahí hay gente que su ideología es la cultura, ahí hay mucha pluralidad de pensamiento. Es importante la aceptación del debate como arma del conocimiento, creo que es esta institución la que debe de crear el espacio y esa oportunidad para despertar y desertar las creaciones amarradas por tantas deudas, frustraciones del intelectual que no se le publica, que no hay manera de difundir sus ideas, que no hay espacio para la expresión artística, ya sea de la danza en sus diferentes estilos, en teatro, performance, eso es lo que hay que destacar.

Una labor reivindicativa, que es lo que se propone en la ley y los compromisos que Salvador Sánchez Cerén hizo con ustedes durante la campaña.
Reivindicativo en el sentido de darle un papel a jugar en el plan estratégico del gobierno.

Parte de esas reivindicaciones, y que también sé que fue uno de los puntos medulares de la reunión del martes, es que existe la preocupación por la creación del Instituto Superior de las Artes, porque no aparece en el presupuesto para el próximo año.
Fue un punto que se trató y me pareció bastante extraño que siendo una de las propuestas de campaña no se haya tomado en cuenta. Y lo manifestaron los compañeros.

¿Y qué dijo Rivas al respecto?
No hay que confundirlo. Ahí no podría decir mayor cosa, lo que tiene que hacer es repensar muchas cosas e irse a trabajar con su equipo para arreglarlo.

¿Pero qué dijo? Es decir, ustedes le plantearon sus preocupaciones esperando alguna respuesta o compromiso de su parte.
Habló de las dificultades que tiene, porque tiene un techo en el presupuesto y no puede pasarse. Por eso es importante que se haya hablado de qué es lo que vamos a priorizar. Qué se va a hacer el 2015, al 2016, para ir evacuando todas las propuestas que se hicieron.

¿Y a qué acuerdos llegaron?
Eso ya es parte de la tarea encomendada…

Supongo que ustedes no solo llegaron a quejarse y algo propusieron.
No, ni queja, fijate, fueron preocupaciones porque hay un cansancio de la queja en todos los artistas. Hay que pasar de la afectación personal a pensar en cómo afecta al trabajo colectivo, a la propuesta en conjunto de los creadores de este país, y abrirse para que todos tengan oportunidades, espacios y para que todos sean escuchados. Yo creo que es necesario abrir esos espacios de discusión para poner sobre la mesa los planteamientos estéticos, para qué vamos a hacer lo que queremos hacer.

¿Qué papel juega Lorena Peña ahí? Yo sé que es la secretaria de Cultura del FMLN. ¿Para ustedes está claro que ella es la designada para hacerse cargo de este tema?
Sí, yo creo que no hay que tomarlo en una cosa personalista, con nombre y apellido. Ella es una diputada del Frente, es parte de la dirección del Frente, por lo tanto, me imagino yo, que la dirección le ha encomendado el trabajo cultural y con los artistas. Y ya son cuatro años que ha venido trabajando poco a poco en esto y ha logrado reunir una gran representatividad de compañeros, algunos que antes no se acercaban para nada al partido. Yo creo que dejar la libertad a que seamos nosotros los artistas los que abramos este espacio y discutamos es bien importante. Y hasta este momento, lo que Lorena Peña ha planteado es esa libertad espontánea de discutir las cosas como queremos que se planteen.

Precisamente por eso le preguntaba, porque si Lorena Peña estaba ahí como representante del FMLN -y no hay que dejar de lado que es quien preside la Comisión de Hacienda en la Asamblea-, si Rivas está hablando de las limitantes que tiene con el presupuesto, era un buen momento para encararla por lo del presupuesto, ¿no?
La hubo y explicó que cada institución hace su presupuesto, la Asamblea decide si se le aumenta, se le quita y ahí se dio la esperanza de que podía aumentarse. Acuérdate de que estamos en un país cruel e indiferente ante las artes. Basta con recordar los comentarios que se hicieron con la compra de obras de arte en la Asamblea. No es tanto el cuestionamiento de la compra, si no del porqué. Te das cuenta que el 99.9 % de los salvadoreños no le da importancia al arte y la cultura, por lo tanto, tampoco los medios le van a dar esa importancia.

Después de esa reunión, ¿qué sensación le quedó?
Yo creo que el movimiento se va a convertir en un movimiento de aprobación a la Ley de Cultura porque todos le estamos apostando a eso, que es lo real y que es lo que a nos puede sacar a nosotros, de alguna manera, de la frustración, de que las cosas sigan haciéndose de la misma manera. La ley va a cambiar eso. Independientemente de que sea una ley cara, porque implica una cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero para echar a andar eso. Fue una campanada de mayor vigilancia, de convertirnos en algo más activo, menos pasivo.

¿Vigilancia en cuanto a la dirección a la que Ramón Rivas la está llevando?
Creo que con lo que se habló y se discutió en buena cordialidad, creo que va a pensar mucho cómo implementar, porque no es simplemente que le esté pidiendo su jefe hacer cumplir la tarea, sino que también hay ciudadanos que lo están haciendo. Por eso es importante el papel de la ciudadanía de exigir en que le cumplan lo que le ofrecen.

Previo al ungimiento de Ramón Rivas como secretario, hubo dentro de este colectivo algunas voces que se oponían a que él fuera nombrado. Visto ahora en retrospectiva, pasado lo del complot y esa visión burguesa que usted identifica, ¿cree que se equivocaron al escogerlo o aún le da el beneficio de la duda?
Eso no me compete a mí, pero creo que hay que darle el beneficio de la duda, no es una tarea fácil. Es que no es problema de persona, es cuestión de concepto.

Sí, pero al final es el titular de la institución quien decide con qué concepto quiere liderarla.
Claro, esa es cuestión de si nos vamos a poner de acuerdo en la parte conceptual de la ley, de la cultura, de las artes. Todavía se usa el término de incultura, y eso no es posible hoy en día, el antropocentrismo ya terminó en el siglo 20. El hombre no es la medida de todas las cosas, hay otros seres vivos con los cuales compartimos en este planeta. Ya no es el hombre el centro. No es cierto que la falta de ilustración y de instrucción es la que provoca la barbarie.

Han pasado 25 años exigiendo que se le dé un papel protagónico a las artes, ¿cuál es el límite? Usted mismo ha dicho que la queja ya llegó al cansancio entre artistas e intelectuales. ¿Hasta qué punto van a llegar?
Hay una metáfora del mito de Sísifo y nosotros como artistas somos un poco eso. La elección es qué Sísifo es más interesante: el que lleva la piedra hacia la cumbre o cuando la piedra viene de rodada y Sísifo viene hacia abajo y en ese descanso seguramente vendrá meditando. ¿Cuál eliges? Estamos como condenados un poco a eso. Yo no sé hacer otra cosa, me gusta lo que hago. Entonces, independientemente del gobierno o lo que haga el gobierno, yo seguiré haciendo teatro. Ahora bien, me gustaría que hubiera un gobierno más accesible, más sensible hacia las artes, una sociedad más sensible hacia las artes, pero cómo negar mi existencia solo porque a una sociedad no lo gusta el teatro. El plan es seguir insistiendo hasta que los dioses se apiaden de nosotros y nos digan que dejemos la piedra tranquila, en la cumbre o para abajo.

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