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Las “viajeras”, empresarias salvadoreñas transnacionales

Las pequeñas empresarias conocidas como 'viajeras' o encomenderas son parte esencial del sistema que distribuye los beneficios de las remesas, que suponen más de una sexta parte del Producto Interno Bruto de El Salvador. En un estudio de este importante e ignorado grupo de empresarias independientes la socióloga Alisa Garni, de la Universidad Estatal de Kansas, muestra que estas salvadoreñas que transportan noticias, regalos, dinero, medicina y mercadería entre El Salvador y los Estados Unidos, no son sino parte de una larga tradición de mujeres involucradas en la vida económica del país.


Lunes, 1 de diciembre de 2014
Por Alisa Garni*

Según Sarah Gammage, investigadora asociada del Instituto de Política Económica (Economic Policy Institute), las viajeras y los viajeros (o encomenderos) reparten por lo menos un 17% de las remesas enviadas al país, las que, colectivamente, representan el 75% de los ingresos de divisas en El Salvador y el equivalente de más del 16% del PIB. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y varios investigadores, cada año aproximadamente 3,500 viajeros transportan un estimado de $288 millones en efectivo y miles de libras de mercadería hacia y desde El Salvador, al mismo tiempo que proporcionan ingresos y empleos a salvadoreños en el país y en el extranjero. Las mujeres representan entre un tercio y la mitad de todos los viajeros en El Salvador, aunque estas proporciones varían según la región.

En el pasado, los académicos que realizaron investigaciones sobre las viajeras afirmaron que sus actividades representaban una desviación de los roles tradicionales de género en El Salvador. Según ellos, el trabajo de viajera y el ser mujer de negocios independiente contrastaba con el papel tradicional de la mujer de desempeñar trabajos domésticos dentro o cerca del hogar. En contraste, he hallado que en la zona oriental de El Salvador las mujeres que trabajan como viajeras utilizan experiencia empresarial previa. Frecuentemente estas viajeras son miembros de familias propietarias de tierras y muchas de sus parientes mujeres de generaciones precedentes vendían productos agrícolas producidos en tierras familiares. El convertirse en viajeras, entonces, podría verse como una extensión de sus papeles históricos como mujeres de negocios.

Durante varios meses entrevisté y pasé tiempo con nueve viajeros (siete mujeres y dos hombres) en la zona oriental de El Salvador, y seguí a uno de ellos hasta los Estados Unidos para observar sus negocios allá. También entrevisté a los clientes de los viajeros en El Salvador y los Estados Unidos, así como a varios residentes de dos cantones en las zonas oriental y occidental de El Salvador, como parte de otro proyecto de investigación sobre la tenencia de la tierra, la migración y el desarrollo.

Mi estudio indica que entre los residentes de ciertos cantones en la zona oriental, las elevadas tasas de propiedad de tierra proporcionaban el capital que muchas familias necesitaban para lanzar una variedad de negocios pequeños, incluyendo servicios de encomienda. Las viajeras utilizaban sus bienes y capital empresarial para obtener visas para los Estados Unidos. Su experiencia empresarial previa, particularmente entre mujeres salvadoreñas que vendían productos agrícolas y otras mercancías, también contribuyó a que lanzaran negocios transnacionales.

Según el historiador Alastair White, históricamente la mayoría de personas que venden frutas, granos y artesanías por todo el país son mujeres: “Las frutas y verduras que se cultivan localmente pueden llegar más directamente a los mercados urbanos [en lugar de hacerlo a través de mayoristas], ya sea cuando los mismos productores las llevan a los principales puestos del mercado (o, más bien, las llevan sus esposas, ya que este tipo de comercio es el trabajo de la mujer); o las señoras de los puestos del mercado las compran en los mercados locales de las áreas rurales en las afueras de la capital” o de otras ciudades. Esto es muy significativo. Muchas mujeres en El Salvador que no tenían acceso a la tierra obtenían préstamos de otros productores para comprar mercancías. Luego, tenían que vender las mercancías que compraban y pagar los intereses de los préstamos. La mayoría de estas vendedoras luchaban para ganar un salario de subsistencia. En cambio, la mayoría de las propietarias de tierra podían evitar esos préstamos y generar más ingresos. Ellas producían y comerciaban sus propios productos, y, a veces, incluso los vendían a otras mujeres comerciantes: Por ejemplo, una de estas viajeras, Maura (nacida en 1964), contó lo siguiente:

Vendíamos. Íbamos de casa en casa, o si no, una señora compraba todo y lo llevaba de allá o lo traía de acá. Y ella lo vendía. Nosotros entregábamos todo. Porque hubo un tiempo cuando sacábamos... nosotros decíamos melones, melónes de... pero bastantes, bastantes. Como 25 docenas. Entonces ella cargaba en caballos. Todo eso lo traía para acá . Nosotros no vemos cómo hacía ella, pero llevaba a vender y a distribuir.”

En mi investigación, todas las viajeras tenían experiencia previa en la venta de mercadería producida en tierras familiares o en sus hogares. Alejandra (nacida en 1949) da un ejemplo claro. Ella a sido viajera por muchos años, se entusiasmaba cuando hablaba sobre cómo aprendió a vender mercancías con su madre y con su abuela. Luego, hizo arreglos con su padre para vender las papayas de sus terrenos, e invirtió las ganancias para empezar otros negocios pequeños. Ahora es dueña de una pupusería, una tienda de ropa, zapatos y útiles escolares, y un negocio de servicios de encomienda.

Siempre me gustó el comercio, mira, comerciante. A veces mi mamá salía a vender y desde pequeñita a mí me gustó el negocio. Y así empecé de pequeñita, pequeñita, vendiendo cositas. Muy pequeñita. Y después, poco a poco fui creciendo, y así fue toda mi vida… Sí, andaba con canastas vendiendo quesadillas de maíz. Llevaba las cajas. “Buenos días, buenos días, ¿me comprás una quesadilla?” Ligerito las terminaba. Siempre me gustó. Eso fue mi negocio pues, de pequeñita, estar vendiendo. Sí. Eeeeh, yo estuve 6 años con un tío en San Salvador y él tenía negocio, tienda, y yo pasaba ayudándole a él cuando iba a pasear, y a mí me gustaba y eso fue mi idea. Siempre decía, “un día voy a tener la oportunidad de tener una tiendita,” decía yo. Y así empecé. Inició e hicimos una papayera, de un solar que teníamos y de esa papayera reuní ocho mil colones… Iba todos los días a [una ciudad cercana] para vender papayas. Todos los días cortaba en la tarde e iba a vender. Y de ese dinerito yo inicié la tienda. De eso inicié la tienda y allí es un recuerdo, de allí empezaba.”

Los viajeros y viajeras que entrevisté utilizan sus bienes y sus otros negocios para recaudar suficientes fondos para comenzar a viajar y proporcionar servicios de encomienda. También utilizan sus relaciones sociales y conocimiento empresarial para negociar los riesgos asociados con sus actividades, incluyendo la incautación de mercancías por las aduanas de los Estados Unidos y El Salvador, y el robo. Además, navegan las reglamentaciones de impuestos y seguros en los dos países, que pueden ser onerosas y complejas. A medida que el transporte aéreo se vuelve más caro, y la competencia de los bancos y las grandes empresas de entrega de paquetes se intensifica, los viajeros y las viajeras tienen que continuar innovando para preservar su oficio. En resumen, estas nuevas experiencias empresariales en vez de representar una desviación de los roles ‘tradicionales’ y prácticas de género del pasado constituyen un desafío a los supuestos sobre los roles tradicionales de género. La experiencia empresarial previa ha sido, además, un factor decisivo para su éxito.

 

*Alisa Garni es profesora asistente de Sociología en el Departamento de Sociología, Antropología y Trabajo Social de la Universidad Estatal de Kansas. Recibió su doctorado en Sociología de la Universidad de California, Los Ángeles en 2008. Este resumen se basa en su artículo: “Transnational Traders: El Salvador’s Women Couriers in Historical Perspective,” Sociological Forum , Vol. 29, No. 1 (marzo, 2014): 165-188 . Traducción por Stephanie Aubry, Ohio State University.

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