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La sangrienta Navidad de 1922: ataque a una manifestación de mujeres

En diciembre de 1922 el gobierno de Jorge Meléndez atacó con lujo de violencia a una manifestación de mujeres que apoyaba la candidatura presidencial del Dr. Miguel Tomás Molina en contra del candidato oficial Dr. Alfonso Quiñónez, cuñado de Meléndez. El siguiente documento es el relato de un ciudadano británico que presenció el acto de represión.


Lunes, 15 de diciembre de 2014
Selección y traducción por Héctor Lindo Fuentes*

En El Salvador, el uso indiscriminado de la violencia para lograr metas personales o grupales no es cosa nueva y no está limitado a un sólo grupo social. Históricamente el Estado ha sido uno de los principales promotores de la cultura de violencia, inclusive antes de la llegada de los gobiernos militares.

La manifestación en contra del Dr. Alfonso Quiñónez era un desafío a la continuación en el poder de una familia poderosa. El contexto de las rivalidades económicas de la época ayuda a comprender la fuerza del ataque. La campaña presidencial fue particularmente agria porque había grandes intereses en juego. La situación había sido tensa desde 1921. La combinación de una crisis económica internacional y el mal manejo de la conversión del sistema monetario al patrón oro puro produjo desempleo, suspensión de pagos a los empleados del gobierno, un pánico bancario y serios disturbios urbanos que el gobierno reprimió de forma implacable.

Para solventar la situación económica el gobierno adquirió grandes deudas que trató de consolidar el año siguiente. Importantes intereses bancarios nacionales e internacionales compitieron por el refinanciamiento de la deuda gubernamental. La decisión del gobierno de Meléndez de favorecer los intereses de la United Fruit Company en condiciones en extremo onerosas creó enormes divisiones. El gobierno salvadoreño nombró como agente para las negociaciones del préstamo a René Keihauer, empleado de Minor Keith, el hombre que controlaba la United Fruit Company. El consorcio de bancos de Estados Unidos interesados en extender el préstamo nombró como agente a Minor Keith. De tal forma que empleado y empleador negociaron el uno con el otro.

El resultado fue favorable para la compañía frutera. Para empeorar las cosas el gobierno de Meléndez garantizó el crédito comprometiendo el 70% de los ingresos tributarios derivados del comercio exterior y permitiendo que los banqueros estadounidenses nombraran a un “agente fiscal” para que supervisara los ingresos de las aduanas salvadoreñas. El gobierno firmó el contrato del empréstito tres días después del ataque a la manifestación. El Dr. Alfonso Quiñónez fue electo Presidente de la República tres semanas más tarde.

* * *

Carta de A. J. Sumner al Encargado de Negocios de su Majestad Británica**

A. J. Sumner,

a cargo de The Salvador Railway Company Limited

San Salvador, 27 de diciembre de 1922

PRIVADO Y CONFIDENCIAL

J. Douglas Scott Esq.

Encargado de Negocios de su Majestad Británica

San Salvador

Señor,

Conforme a lo solicitado por usted y el señor Clarence B. Hewes, Encargado de Negocios de los EE.UU., en la entrevista que se celebró aquí ayer en la Legación Americana, tengo el honor de presentar, para su información privada y confidencial, la declaración siguiente.

El lunes 25 de los corrientes, a las 4 PM o un poco más tarde, me encontraba en el hospital privado conocido como “La Casa de Salud de El Salvador”, situado aquí en la ciudad de San Salvador, en la calle llamada “Calle del Calvario”, acompañado por mi esposa, su madre y su hermana, y los Sres. A. A. Fielding y S. M. Stadler (ambos súbditos británicos) y el Dr. Daniel Villatoro R., el último abogado salvadoreño empleado en la compañía ferroviaria Salvador Railway Co. Ltd. Nos habíamos situado en un balcón en el segundo piso del edificio, con el fin de obtener una buena vista de la procesión de la manifestación femenina organizada por los partidarios del partido del Dr. Miguel T. Molina, que iba a pasar por la calle de abajo.

Una gran concurrencia, principalmente de espectadores masculinos, se alineaban en las aceras a lo largo de la ruta de la manifestación. La manifestación en sí, compuesta en su totalidad de mujeres (adultas, niñas e incluso escolares) cuyo número llegaba a varios centenares, en disposición ordenada y pacífica con banderas azules y otros estandartes, ya había comenzado a desfilar, sus líderes casi habían llegado a la Iglesia del Calvario, cuando a una distancia de unas cuatro o cinco cuadras de distancia de nosotros y, en lo que podíamos juzgar, en dirección a la plaza conocida como “Parque Dueñas”, se escucharon disparos que sonaban como el fuego de revólveres. Al principio algunas de las personas cercanas aparentemente estaban bajo la impresión de que los disparos eran sólo el sonido de cohetes, pero se observó que casi de inmediato unas tres cuadras más abajo las mujeres empezaron a ser presa del pánico y comenzaron a huir alejándose de la dirección de los disparos, hacia nosotros, y hacia las calles laterales. Casi al mismo tiempo los disparos llegaron al final de la calle donde estábamos y se hicieron más frecuentes, ahora los disparos de fusil casi ahogaban el sonido más bajo de las descargas de pistola, que sin embargo todavía se podían distinguir.

Muchos de los espectadores masculinos, a ninguno de los cuales vi armado, al parecer actuando en el impulso del momento y antes de que los que estábamos en el segundo piso pudiéramos medir claramente la gravedad del disturbio, trataron de dirigirse hacia donde estaban los disparos, manteniéndose en las aceras en ambos lados y dejando el centro de la calle más o menos libre para la densa multitud de mujeres asustadas que se movía en la dirección opuesta, mientras los gritos de indignación de los hombres se mezclaban con los de miedo y las solicitudes de clemencia de la parte de las mujeres y las niñas.

Sin embargo, para entonces la policía en toda su fuerza, completamente armada con carabinas, revólveres y machetes, avanzaba por la calle detrás de la multitud que huía indefensa, disparando indiscriminadamente a la multitud a medida que llegaba, mientras que al mismo tiempo muchas de las personas que habían tratado de escapar por las calles laterales fueron empujadas a la apretada “Calle del Calvario”, a cada puerta abierta y zaguán donde los fugitivos se aglomeraron, buscando refugio en las casas y otros edificios. Por las calles laterales desembocaron grupos de la policía y de la Guardia Nacional, que después de haber desalojado, como se acaba de mencionar, a los fugitivos de las salidas laterales, se unieron a la persecución, disparando, macheteando y dando golpes a diestra y siniestra de manera indiscriminada a todo civil dentro de su alcance, sin ninguna consideración o respeto en cuanto a edad o sexo. Los espectadores varones desarmados que, como se ha indicado, había comenzado a dirigirse hacia el fuego, fueron , en muy pocos minutos, repelidos. La policía y la Guardia Nacional prestaron poca atención a estos pocos individuos temerarios que trataban de defenderse con los pies y los puños.

El zaguán de la casa de salud fue invadido por una densa multitud de fugitivos de ambos sexos, mujeres en su mayoría, muchas de ellas, claramente, personas de buena posición. Las puertas interiores del zaguán son de madera con cristales opacos en la parte superior. Estas personas, ahora enloquecidas por el terror y con la persecución de la policía pisándoles los talones, trataron de forzar su entrada a la casa a través de la única mitad abierta de la puerta de dos hojas que no estaba asegurada con pasador, la otra hoja lamentablemente se mantenía cerrada con un perno que la aseguraba al suelo, que el autor de esta carta, que ya había bajado las escaleras, trató de liberar sin éxito. No pudo hacerlo por la presión de la multitud que estaba afuera. Algunos de los paneles de vidrio cedieron bajo la presión, pero el perno de acero aguantó. Varias personas se tropezaron o cayeron en las gradas y fueron inmovilizadas por los que empujaban por detrás, formando una barrera de cuerpos humanos en la que se enredaron otros más. Mientras que todavía había unas ocho o diez personas que luchaban por pasar por la puerta, tres policías llegaron a la escena y de inmediato invadieron el zaguán, hicieron unos cuatro o cinco disparos salvajes a las personas del grupo y empezaron a machetearlas en la cabeza, los hombros y el cuerpo con sus machetes desnudos. El Sr. Gray del Commercial Bank of Spanish America Limited que también estaba presente en la planta baja se dirigió a uno de los policías, quien tan pronto vio a señor Gray le apuntó con el revólver, pero en ese momento se acercó un inspector de policía y agarró el brazo extendido del hombre. Este breve interludio dio a los fugitivos restantes la oportunidad de entrar en la casa y no perdieron tiempo en hacerlo. Luego el Sr. Gray habló con el inspector que inmediatamente ordenó a los tres policías que se retiraran y se fue con ellos.

Las enfermeras, las señoritas Davy y Fitch, prestaron primeros auxilios a varios heridos, uno de ellos en particular, una mujer casada, tenía dos heridas de bala y tuvo que ser trasladada al Hospital Rosales para recibir atención médica adicional.

Al regresar al segundo piso después de cerrar las puertas exteriores de la planta baja, vi desde el balcón a policías uniformados capturando a gente rezagada y derribando los rótulos del partido de Molina que se había extendido a lo largo de la calle entre casas privadas para decorar la ruta de la manifestación.

Al mismo tiempo piquetes de civiles, armados con carabinas y revólveres, equipados con bandoleras de cartuchos y con escarapelas rojas, la insignia de la llamada “Liga Roja”, estaban patrullando las calles y aplaudiendo al Dr. Alfonso Quiñónez.

Los refugiados, que sumaban cerca de cien, se mantuvieron calladamente en el patio interior de la casa de salud por espacio de una hora cuando, dado que los disparos habían prácticamente cesado excepto por algunos disparos ocasionales perdidos en la distancia, fueron persuadidos de que se fueran en grupos de dos o tres por la puerta trasera que conduce a la calle lateral.

Soy su atento y seguro servidor

A. J. Sumner

 

**Anexo a Clarence B. Hewes al Departamento de Estado, 29 de diciembre de 1922; Carpeta 816.00/467; General Records of the Department of State, Record Group 59, National Archives and Records Administration.

 

*Héctor Lindo Fuentes es profesor de historia en Fordham University.

Jorge Meléndez, presidente electo de El Salvador. Portada de Actualidades , Enero de 1919.
Jorge Meléndez, presidente electo de El Salvador. Portada de Actualidades , Enero de 1919.

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