Nacionales / Impunidad y memoria histórica

Monseñor Romero, mártir contemporáneo y un modelo para América Latina

El Vaticano anunció este miércoles que el arzobispo de San Salvador asesinado hace casi 35 años será beatificado este año en una ceremonia que se celebrará en la capital de El Salvador. La designación como mártir de la Iglesia Católica anunciada el martes por el papa Francisco, abre el camino para el proceso de beatificación de otros religiosos, entre ellos el jesuita Rutilio Grande, colaborador de Romero asesinado en 1977.


Miércoles, 4 de febrero de 2015
Kelly Velásquez (AFP)

Ciudad del Vaticano, SANTA SEDE. La beatificación este año del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa y acusado de ser un 'caudillo marxista' por su defensa de los pobres, elevará a los altares a un símbolo de la justicia social en América Latina.

'Romero es como un protomártir, un mártir de la era contemporánea, un pastor que ha dado la vida por su pueblo', aseguró el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, promotor de la causa de canonización del prelado salvadoreño.

El futuro beato es considerado un ejemplo a seguir y un mártir también por la Iglesia anglicana, que lo admira al lado de los pastores Martin Luther King (defensor de los derechos de los negros) y Dietrich Bonhoeffer (víctima del nazismo), recordó el religioso.

El prelado centroamericano, convertido en un ejemplo de una iglesia comprometida contra las injusticias sociales en América Latina, será beatificado en el curso de 2015 en una ceremonia que se realizará en San Salvador, tras un proceso que duró casi 20 años y que tuvo muchos enemigos, como reconoció este miércoles en una rueda de prensa Paglia.

'El mundo ha cambiado mucho desde ese lejano 1980, pero ese pastor de ese pequeño país de América Central representa algo importante. Y el hecho de que su beatificación ocurra cuando en el trono de Pedro se encuentra el primer papa latinoamericano que defiende una 'iglesia pobre para los pobres', es algo providencial', recalcó Paglia.

El postulador, representante de la Comunidad San Egidio, mediadora en numerosos conflictos en Africa y Centroamérica, explicó que para entender la figura de Romero se necesitó mucho tiempo y estudios minuciosos.

'Había muchos prejuicios sobre él', dijo al recordar los años en que lo acusaron de ser un 'caudillo marxista' por criticar a la oligarquía y denunciar la feroz represión y la pobreza que azotaba a su país. 'Demostramos su martirio milimétricamente', aseguró Paglia.

Frenar la beatificación 

El diario Il Corriere della Sera recuerda este miércoles la batalla que desató contra su beatificación el influyente fallecido cardenal ultraconservador colombiano Alfonso López Trujillo, quien fue presidente por varias décadas del Pontificio Consejo para la Familia, hasta su muerte en 2008.

'Temía que la beatificación de Romero se transformara en la canonización de la Teología de la Liberación', escribió Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio.

El historiador Roberto Morozzo della Rocca, quien estudió cientos de miles de archivos y documentos religiosos y políticos entorno a la figura de Romero, sostiene que el prelado salvadoreño sabía perfectamente que corría el riesgo de ser asesinado en esos años marcados por la guerra fría entre comunismo y capitalismo y de enfrentamientos entre el gobierno derechista y los rebeldes de izquierda.

'No pensaba que iba a morir como un héroe (...) sino como un testigo de fe', sostiene Morozzo.

Para Jesús Delgado, secretario privado de Romero, en estos días de visita en Roma, quien vivió de cerca la profunda transformación que Romero tuvo durante los tres años que estuvo al frente del arzobispado de San Salvador, su beatificación es un llamado a la 'unidad y a la paz' de El Salvador.

'Lo conocí bien. Monseñor Romero amaba a los pobres, pero también a los ricos. Pedía la conversión de todos. Estaba siempre a favor del diálogo', aseguró.

Delgado, así como otros religiosos de la región, recuerdan el clima de esos años en El Salvador, la conmoción del mundo que causó el asesinato de Romero y la guerra civil que detonó el magnicidio.

También rememoran la oposición que la beatificación generaba por parte del mismo nuncio apostólico así como de influyentes sectores políticos y sociales, algo completamente diferente a lo que ocurre hoy en día.

'Esta beatificación es un regalo enorme para América Latina, un emblema de paz', aseguró a la AFP el embajador de El Salvador ante la Santa Sede, Manuel Roberto López, representante del gobierno de Salvador Sánchez Cerén, un ex comandante guerrillero del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Con el pontificado de Francisco, un prelado que vivió los años negros de la dictadura militar en Argentina y que conoce la historia de la región, el proceso de beatificación de Romero se aceleró.

El poderoso 'lobby' latinoamericano que estaba aliado con parte de la Curia Romana para oponerse a la beatificación ha perdido peso o ha desaparecido tras casi 20 años de proceso.

'Hubo muchas incomprensiones tanto en El Salvador como en el Vaticano. Hasta decían que las homilías (de Romero) se las escribían otros', contó Paglia, quien quiso de todos modos recalcar que los pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI terminaron por cambiar de posición.

'Antes de renunciar en 2013 al papado Benedicto XVI autorizó desbloquear el proceso de beatificación', reveló Paglia.

La beatificación de Romero fue anunciada junto con la de tres curas europeos asesinados en 1991 en Perú por la guerrilla maoísta de Sendero Luminiso y abre el camino a otros religiosos de América Latina, entre ellos la del jesuita Rutilio Grande (1928-1977), colaborador de Romero, también asesinado.

Grande fue asesinado en el municipio de El Paisnal el 12 de marzo de 1977, por un escuadrón de la Guardia Nacional. Nada se investigó sobre la autoría intelectual y 38 años después su homicidio sigue, al igual que el de monseñor Romero, en la impunidad.

Hace ya años que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recomendó a El Salvador el desmontaje de la Ley de Amnistía de 1993, que sucesivos fiscales generales han utilizado como excusa para no investigar el asesinato del arzobispo y otros ocurridos en El Salvador. En noviembre de 2012, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a El Salvador por la masacre de El Mozote y en esa misma ocasión determinó la invalidez de la Ley de Amnistía. 

Un mes y medio antes de su asesinato, monseñor Romero había acudido a la Universidad de Lovaina, en Bélgica, donde le fue otorgado uno de los doctorados honoris causa con que se le reconoció su labor pastoral. A su regreso, en la homilía del 10 de febrero de 1980, aludió a la campaña de 'calumnias' montada contra su trabajo, y que había llegado a los oídos del papa Juan Pablo II, y lamentó que los medios de comunicación salvadoreños hicieran eco de publicaciones tendenciosas.

En esa ocasión analizó ante la feligresía los tres caminos propuestos para El Salvador en días en que arreciaba la violencia, y solo cuatro meses después de que militares progresistas habían derrocado al presidente Carlos Humberto Romero. Se refirió al proyecto 'del gobierno', del que dijo que resultaba sensato en cuanto a proponer cambios estructurales en el país, como la reforma agraria, pero que no funcionaría si antes no se resolvía el problema del desmontaje de la represión política. Aludió al proyecto 'de la derecha', que él rechazó porque con el mayor Roberto d´Aubuisson a la cabeza pretendía seguir con la práctica de la violencia, y enumeró una serie de asesinatos y capturas, como la de la hoy diputada Norma Guevara. Asimismo, citó el proyecto 'de las fuerzas populares', que dijo que, si se tomaba algunas de sus partes y en combinación con 'las cosas sanas' de las otras vías, podían construir la salida adecuada al país. Por último, Romero advirtió que quienes promovían la posibilidad de la salida armada se equivocaban porque una guerra civil iba a provocar un gran derramamiento de sangre.

© 1994-2015 Agence France-Presse

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