El Faro Académico /

La negociación frustrada. Estados Unidos y Cuba pudieron haber acortado la guerra civil

En 1981 y 1982 Cuba ofreció a Estados Unidos negociaciones que pudieran haber acortado nuestra guerra civil, revelan las investigaciones de William LeoGrande y Peter Kornbluh.


Lunes, 20 de abril de 2015
Resumen por Héctor Lindo-Fuentes*

En su importante libro Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana, William LeoGrande y Peter Kornbluh utilizan documentos secretos y memorias recientes para documentar una larga historia de esfuerzos fallidos a los más altos niveles de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para mejorar sus relaciones diplomáticas y negociar puntos de conflicto. En la década de 1980 uno de los temas de discusión más importantes fue el conflicto en Centroamérica. Por primera vez LeoGrande y Kornbluh sacan a la luz los esfuerzos de parte de Cuba, en la primera etapa del conflicto centroamericano, para distender la situación y entrar en negociaciones para minimizar la violencia. La administración del Presidente Ronald Reagan rechazó los intentos. Nunca sabremos si un esfuerzo sincero de negociación con Cuba hubiera salvado miles de vidas salvadoreñas y evitado procesos enormemente destructivos por los que todavía estamos pagando. A continuación se presenta un resumen del capítulo sexto del libro.

* * *

Desde su campaña presidencial, Reagan había usado la situación en Centroamérica para diferenciarse del Presidente Carter, a quien acusaba de debilidad e inocencia en su forma de enfrentar la percibida amenaza del comunismo internacional. Al llegar al poder en 1981, Ronald Reagan y su Secretario de Estado Alexander Haig enmarcaron su actitud con respecto a la situación en Nicaragua y El Salvador dentro de la lógica de la guerra fría. “Reagan estaba decidido a restaurar la estatura global de Estados Unidos tomando la ofensiva en la guerra fría”, dicen los autores. Reagan “Culpó a los soviéticos, actuando a través de su ‘auxiliar’ Cuba, por la agitación revolucionaria en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.”

La investigación de los autores encontró una actitud muy diferente de parte de los cubanos. Ellos dicen que “Cuba trató de rebajar la tensión regional apoyando las iniciativas de paz de México y Venezuela, entre otros. Fidel Castro aconsejó al gobierno sandinista de Nicaragua que fuera flexible en sus negociaciones con Washington e instó a la guerrilla en El Salvador a que aceptara una salida negociada a la guerra civil.”

Para persuadir a los Estados Unidos de la seriedad de sus intenciones los cubanos dieron pasos concretos. Por ejemplo, en febrero de 1981 “los cubanos redujeron sus envíos de armas a los rebeldes salvadoreños y le dijeron a Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos, que querían contribuir a una solución política al conflicto. Propusieron conversaciones bilaterales para alcanzar ese objetivo. Smith pasó el mensaje a Washington y no escuchó nada en respuesta.” Smith era un diplomático profesional acostumbrado a la idea de negociar conflictos. Sin embargo, sus superiores en Washington habían tomado una actitud ideológica inflexible. El libro de LeoGrande y Kornbluh cita una entrevista con Smith donde menciona lo que ocurrió cuando le dio seguimiento telefónico a su mensaje. La coordinadora para los asuntos cubanos en el Departamento de Estado, Myles Frechette, le respondió que “nadie estaba interesado en ese tipo de enfoque... Me aconsejó que dejara de enviarles este tipo de recomendaciones”.

Siempre en febrero de 1981 hubo otro contacto con los cubanos. Jack Anderson, un famoso periodista que publicaba una influyente columna que sindicaban muchos periódicos de Estados Unidos “organizó una reunión entre Bernardo Benes, interlocutor durante la administración Carter, y Roger Fontaine, nuevo director del Consejo de Seguridad Nacional de Reagan para América Latina. Los cubanos, dijo Benes, estaban interesados en un diálogo de alto nivel.” El Secretario de Estado Haig se disgustó mucho al saber que se había dado este contacto. Desde su punto de vista este tipo de diálogo le quitaba fuerza a la agenda de las primeras semanas de la nueva presidencia en las que habían tratado de “poner miedo en los corazones de los cubanos” según sus palabras. Huelga decir que no se renovó el contacto entre Fontaine y Benes.

La comunicación con el gobierno de Castro también se realizó también a través de mediadores. El presidente José López Portillo de México buscó mediar entre Estados Unidos y Cuba en julio de 1981. Este intento no llegó a ningún lado.

LeoGrande y Kornbluh hablan de dos iniciativas cubanas para lograr un acuerdo sobre la situación en Centroamérica que pasaba por momentos críticos en los últimos meses de 1981.

La primera iniciativa comenzó en Cuba en octubre de 1981. El intermediario fue el embajador de México ante la Habana seguido más tarde por un alto diplomático cubano. Ambos transmitieron el siguiente mensaje a Wayne Smith: los cubanos considerarían un compromiso sobre le ayuda de Cuba a la guerrilla en El Salvador. Los elementos del acuerdo incluirían un alto el fuego, seguridad para los guerrilleros y sus partidarios, y elecciones libres. El enviado de Estados Unidos informó a sus superiores sobre esta propuesta pero no recibió contestación.

Ese mismo mes, en la Cumbre Norte-Sur, en Cancún, el presidente de México insistió al presidente Reagan que entablara un diálogo con Cuba. El resultado fue que en noviembre de 1981 el presidente Reagan envió a su secretario de Estado a una reunión en México con Carlos Rafael Rodríguez, el vicepresidente de Cuba, en la casa del ministro mexicano de Relaciones Exteriores. “Estamos dispuestos a buscar una solución”, dijo Rodríguez. Tanto los mexicanos como los cubanos creyeron que la conversación había sido positiva, pero lo que para el cubano fue una señal de apertura, para el Secretario de Estado Haig fue indicación de que la presión de Estados Unidos estaba trabajando. “Haig no comprendió varios elementos clave de lo que dijo Rodríguez. Cuba estaba dispuesta a apoyar una solución política en El Salvador sobre la base de elecciones libres, nominalmente lo mismo que Washington estaba buscando. Sin duda, el proceso para lograr un alto el fuego, garantizar la seguridad para todos, y realizar elecciones libres habría sido algo sumamente complicado, que involucraba actores que mas allá de La Habana y Washington. Pero las dos posiciones estaban lo suficientemente cerca como para ameritar que se explorara la oferta”, dicen los autores.

Además, el enviado estadounidense Smith informó a su gobierno que Carlos Martínez Salsamendi, principal asesor de política exterior de Rodríguez, le había dicho que “Lo que puedo decir es que todos los envíos de material militar desde Cuba a Nicaragua han sido suspendidos, y que esperamos que esto mejore el ambiente para las negociaciones”. En esa conversación el cubano insistió nuevamente que Cuba estaba interesada en negociar un acuerdo sobre El Salvador. Las aperturas de los cubanos en 1981 encontraron puertas cerradas.

El segundo intento importante de promover una negociación importante comenzó en febrero de 1982 cuando el Presidente de México anunció una iniciativa de paz para resolver el conflicto centroamericano y aliviar las tensiones entre Cuba y Estados Unidos. Tanto Cuba como Nicaragua aceptaron de inmediato la propuesta y se esperaba que, ante esta respuesta, los Estados Unidos no rechazarían la iniciativa mexicana. En lugar de responder directamente, el gobierno de Estados Unidos envió al embajador Vernon Walters a hablar con Fidel Castro.

En su reunión con Walters, en marzo de 1982, Castro señaló que se había suspendido la ayuda militar a Nicaragua y a la guerrilla salvadoreña, “todo es negociable”, dijo Castro en esa ocasión. Sorprendentemente la conclusión de Walters fue que “Nada de lo que Castro dijo en ningún momento de mi visita me dio la impresión de que estaba realmente dispuesto a negociar seriamente con nosotros”. De regreso a Washington Walters le comunicó al Presidente Reagan que él no pensaba que los cubanos estaban interesados en negociar. LeoGrande y Kornbluh comentan que “Walters fue a La Habana con una convicción preconcebida de que el compromiso ideológico de Castro al comunismo impedía cualquier posibilidad de compromiso. Cuando Castro ofreció compromiso, Walters no lo percibió”. Ni siquiera la suspensión de ayuda a los sandinistas y a la guerrilla salvadoreña tuvo impacto.

En abril, el vicepresidente cubano dijo en dos ocasiones que Cuba estaba interesada en negociar, primero a una delegación estadounidense y luego a Wayne Smith. “Queremos una solución pacífica en Centroamérica”, dijo Rodríguez. “Entendemos sus inquietudes sobre la seguridad y estamos dispuestos a hacer algo al respecto. Si ustedes están dispuestos a encontrarnos a medio camino y tratarnos sobre una base del respeto mutuo, no hay ninguna razón para que no podamos, por fin, empezar a dejar a un lado la animosidad improductiva que existe entre nosotros. Estamos tan cansados de ella como ustedes”, concluyó el vicepresidente.

La interpretación del Secretario de Estado Haig de estas conversaciones fue que los cubanos estaban ganando tiempo para ayudar a la guerrilla salvadoreña. Antes de que terminara el mes de abril el gobierno de Reagan hizo más estrictas las restricciones de viaje a Cuba y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) preparó un informe diciendo que los cubanos no estaban negociando con seriedad.

La CIA nunca intentó siquiera someter a prueba la sinceridad cubana, “la CIA, simplemente asumió que los ‘veteranos guerrilleros de la línea dura’ que gobernaban Cuba estaban irrevocablemente dedicados a ‘una política de hostilidad implacable hacia los Estados Unidos’. Hablar con ellos no tenía sentido”, dicen LeoGrande y Kornbluh.

Ante las afirmaciones del equipo del Presidente Reagan de que los cubanos no estaban interesados en negociar, Wayne Smith escribió más tarde que “El gobierno [de Reagan] simplemente mintió”. Smith continuó diciendo que Estados Unidos “no tenía ninguna prueba de que el apoyo cubano a la violencia armada en América Latina estaba aumentando, ni tampoco de que los cubanos se negaban a discutir con nosotros, todo lo contrario: los cubanos estaban dispuestos a entablar conversaciones y los EE.UU. se negaba”.

 

*Héctor Lindo-Fuentes es profesor de historia en Fordham University. Este artículo es un resumen del capítulo 6 del libro Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana por William LeoGrande y Peter Kornbluh (The University of North Carolina Press, 2014). William LeoGrande es Profesor en el Department of Government en American University. Peter Kornbluh es Senior Analyst en National Security Archives, donde dirige los proyectos de documentación de Cuba y Chile.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.