Opinión / Cultura y sociedad

Viendo a Daniel Mordzinski tomar una foto


Jueves, 15 de octubre de 2015
Sergio Ramírez

Una tarde de mayo de este año, mientras se celebra en Managua el encuentro de escritores Centroamérica Cuenta, me tocó llevar a Juan Gabriel Vásquez y a Héctor Abad Faciolince a una entrevista con Carlos Fernando Chamorro, que conduce en el Canal 12 Esta Semana, el único programa de opinión independiente que aún sobrevive en la televisión en Nicaragua.

En las paredes de la oficina de Carlos Fernando hay fotos de su padre, el periodista Pedro Joaquín Chamorro, asesinado el 10 de enero de 1978 en una calle solitaria de las ruinas de Managua, devastada tras el terremoto de 1972. Viajaba siempre al volante de su auto, sin ninguna escolta, a pesar de ser el enemigo número uno marcado por la dictadura de la familia Somoza, y unos sicarios le cortaron el paso y lo mataron a escopetazos. A uno de ellos, de feroz y tranquilo semblante, lo apodaban Cara de Piedra. Ese asesinato vil encendió la chispa que haría posible el triunfo de la revolución al año siguiente, y el derrocamiento del asesino intelectual de Pedro Joaquín, el propio Anastasio Somoza.

Héctor Abad recorrió las paredes, mirando cuidadosamente aquellas fotos, y yo lo observaba con atención. Estaba en la oficina de un hermano de sangre. Su padre, Héctor Abad Gómez, médico, profesor universitario, defensor de los derechos humanos, también había sido asesinado en las calles de Medellín, por órdenes del jefe paramilitar Carlos Castaño en agosto de 1987.

Aquella muerte, como el mismo Héctor diría esa misma noche al participar en una de las mesas redondas del encuentro literario, donde me tocó hacer las preguntas, no provocó una revolución; fue un asesinato entre miles. Pero sí dio pie a uno de los libros más hermosos escritos en América Latina en las últimas décadas, El olvido que seremos.

En este relato, que ha ganado miles de lectores en distintas lenguas, Héctor busca fijar en su propia memoria, y en la de los demás, la historia de aquel hombre que pagó con la vida su tarea humanista de defender y proteger a las víctimas de la violencia y la represión en la Colombia convulsionada de entonces, cuando la violencia de la guerra se había tomado las calles de Medellín.

Carlos Fernando pudo ver el cadáver de su padre, acribillado de perdigones, en la morgue del hospital de Managua adonde fue llevado por los socorristas. Héctor corrió junto con su madre al lugar del crimen al saber la noticia de que habían abatido al suyo, y alcanzó a retirar de uno de sus bolsillos un papelito donde había copiado a mano un soneto de Jorge Luis Borges que empieza: “ya somos el olvido que seremos…”. Ahora este poema sirve como epitafio en su tumba.

Héctor le pidió a Carlos Fernando que le contara cómo habían matado a su padre. Carlos Fernando le hizo la narración, mientras allí mismo en la oficina maquillaban a Juan Gabriel, porque ya se acercaba la hora de grabar el programa. Uno quiere saber siempre los detalles, me respondió también esa noche Héctor durante la mesa, aún los detalles de lo que duele en el alma. Como en un espejo ensangrentado, la historia que Carlos Fernando le contaba, reflejaba la suya propia.

Antes de que entraran al estudio del canal 12, Daniel Mordzinski, que nos acompañaba, nos hizo a todos unas fotos en el patio trasero de la casa. Y luego separó a Carlos Fernando y a Héctor y les pidió que se colocaran junto a una fuente. Juan Gabriel se subió al brocal y sostuvo por encima de las cabezas de los dos un trapo negro que sirviera de telón de fondo, tal como Daniel se lo pidió. Yo presenciaba aquella escena a poca distancia, mientras la emoción me iba embargando. Luego pidió a los dos hermanos de sangre que se situaran frente a frente, mirándose a los ojos, y que se agarraran de los brazos.

Y tomó la foto.

*Sergio Ramírez es escritor y político. Fue vicepresidente de Nicaragua entre 1986 y 1990, durante el gobierno de la revolución Sandinista. Sus novelas y cuentos le han hecho ganar numerosos premios internacionales, como el Alfaguara (1980), el Casa de las Américas (2000) o el Carlos Fuentes (2014).

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