Este cantón del municipio de Torola, en Morazán, tiene 96 familias, 40 de ellas lideradas por hombres y mujeres que pertenecieron a la guerrilla del FMLN. 24 años después de la firma de los Acuerdos de Paz esta comunidad, que depende de la agricultura, se mantiene a salvo de la epidemia de violencia en El Salvador. Sus poco más de 300 habitantes se aferran a la esperanza de que un día lleguen los cambios por los que pelearon. Mientras tanto, viven en pobreza y con la convicción de que el gobierno –sus excomandantes, sus excompañeros– los ha abandonado.