El Ágora / Cultura y sociedad

John Carlin: “Tenía claro que, entre la guerrilla y la Policía de Hacienda, yo elegía a la guerrilla”

Este periodista británico cubrió la guerra civil salvadoreña, y la de los vecinos, luego de venir de hacer lo suyo durante la dictadura Argentina. A sus 60 años se ha consolidado como una de las voces periodísticas más escuchadas y debatidas de la prensa europea, tanto cuando va en contra del consenso en graves temas de la política internacional, como cuando arremete contra de José Mourinho. Escribió la biografía política de Nelson Mandela, un bestseller que llegó al cine, contó la vida de Rafael Nadal, y recientemente el apasionante thriller judicial de Oscar Pistorius.


Sábado, 12 de marzo de 2016
Élmer L. Menjívar

John Carlin, durante su visita a la Feria Internacional del Libro de Gudalajara, en diciembre de 2015, para la presentacíon de su libro sobre el atleta olímpico Óscar Pistorius. / Foto de Michel Amado. © Cortesía de Grupo Planeta.
John Carlin, durante su visita a la Feria Internacional del Libro de Gudalajara, en diciembre de 2015, para la presentacíon de su libro sobre el atleta olímpico Óscar Pistorius. / Foto de Michel Amado. © Cortesía de Grupo Planeta.

'En El Salvador encontré a la gente más malvada, pero al mismo tiempo a la gente más generosa del mundo', dice John Carlin al hablar de su paso por El Salvador de los años 80. Carlin es periodista. Nació en Londres, en 1956; este 12 de marzo llegó a los 60 años. Es un hombre blanco, alto, corpulento, barbado, pelo crispado ya entrado en canas. Tiene una voz grave con un tono amistoso que genera confianza. Es un afable conversador. Para describir el conjunto, el adjetivo que se impone es bonachón. Pero no es condescendiente. Es claro al hablar, dice ser honesto cuando cuestiona el consenso, un periodista heterodoxo que dice que sus héroes son los novelistas. Tiene un título en Lengua y Literatura inglesa por la Universidad de Oxford, pero también habla y escribe en perfecto español, no solo porque su madre es española, sino también porque vivió los primeros cinco años de su vida en Buenos Aires, uno de los destinos a los que lo llevó la carrera diplomática de su padre.

Es parte de esa generación de periodistas de diferentes partes del mundo que inició su carrera cubriendo las guerras centroamericanas de la década de los ochenta. Ahora es parte del star system del periodismo mundial, pero una suerte de enfant terrible. El 12 de septiembre de 2001 publicó El americano herido, un fulminante análisis de la sociedad estadounidense inmediatamente después del atentado contra la Torres Gemelas de Nueva York, un texto que se considera un clásico del periodismo de opinión. Hoy en día despotrica contra la idiotez que galopa en las redes sociales de internet y se burla de los teóricos de la conspiración que se la pasan criticando a las grandes marcas periodísticas y exigiéndoles objetividad: 'Me parece una idea absolutamente imbécil'. Pese a su tono severo, tampoco se toma tan en serio a sí mismo cuando dice que el trabajo que lo ha hecho más popular lo vive como un hobby, habla de su trabajo escribiendo sobre fútbol todos los fines de semana en El País, el periódico en español más leído del mundo.  

El hobby termina cuando se lanza a investigar y escribir historias sobre los verdaderos problemas de la humanidad. Terrorismo, guerras, crisis económica y política, pero reconoce que ya pasaron los tiempos en que había dinero para enviarlo a recorrer el mundo buscando esas historias. Aunque ya se ganó un lugar privilegiado publicando El factor humano, el libro que retrata la historia de Sudráfrica a través del Nelson Mandela, 'no creo que haya nadie que se le acerque en el mundo actual', dice sobre el líder sudafricano que erradicó el apartheid del planeta. Su libro fue llevado al cine por Clint Eastwood y Matt Damon en la película Invictus. Antes, una de sus crónicas, Adiós a las armas, sirvió de base para el guión de Duro de matar 4 (Live Free or Die Hard), con Bruce Willis, donde también tiene el crédito de guionista. Ha escrito, producido y colaborado en diversas series de televisión (Frontline,Katbot, American Experience).

Carlin llegó a la Feria del Libro de Guadalajara de diciembre pasado a presentar su más reciente libro, Pistorius, la sombra de la verdad, una extensa y exhaustiva crónica judicial sobre el caso del deportista sudafricano que pasó de la gloria de ser el primer atleta sin piernas que corre en unos juegos olímpicos a ser el protagonista de la nota roja mundial por haber asesinado a su novia a balazos. Justo el día después de esta entrevista, y un día antes de la presentación del libro en la Feria, el desenlace de esta historia tuvo un giro sorpresivo cuando un tribunal de apelaciones anuló la sentencia original de cinco años por homicidio involuntario, y declaró a Pistorius culpable de asesinato, sentencia que lo enfrenta a una posible condena de 15 años que deberá oficializarse en abril de 2016, mientras él espera bajo arresto domiciliar y con un ejército de abogados apelando este último veredicto. Esto agrega capítulos a este libro que ya tiene todas las claves de esas historias que un buen lector no quiere soltar. 'No sé si por pudor, o por que ya tienen una conclusión, pero nadie nunca me ha preguntado si yo creo que este muchacho quería o no quería matar a su novia', dijo Carlin en la presentación –mea culpa–, y zanja la duda: 'Mi opinión es que que no sé si quería matar a la chica, pero cualquiera que diga que sabe, dice una tontería'.

Vamos a empezar con su recorrido por nuestras tierras, hace más de 30 años.

¿Cómo llegaron tus pasos a El Salvador?
Sí, bueno, por cosas de la vida, que aunque al final de cuentas uno elige su destino, son las circunstancias las que te llevan por un camino. En México empecé de freelance, y empecé a expandir mi imperio freelance hacia Centroamérica, donde las noticias eran más interesantes en ese momento, por las guerras; primero en Guatemala, luego en El Salvador… Y me enganché mucho, no solo como periodista, sino también como persona, con un compromiso emocional y político. Estaba empezando como periodista, tuve muchas aventuras, me puse en muchos riesgos, son épocas memorables.

¿Qué encontraste en El Salvador?
En El Salvador lo que encontré fue a la gente más malvada, pero al mismo tiempo a la gente más admirable, generosa y heroica del mundo, todo el espectro de la humanidad estaba ahí. Fue muy emocionante y muy cautivadora aquella experiencia.

Eres parte de una generación de periodistas que empezó su carrera en las guerras centroamericanas, como Alma Guillermoprieto, Jon Lee Anderson…
Sí, muchos, y lo sorprendente es que la edad promedio de los periodistas que estuvimos ahí era de 24 o 25 años… Daba un poco de miedo que gente tan joven estuviera ahí dando sus versiones de hechos tan complicados.

Otra cosa es común que tenían es que muchos buscaron venir por su propia voluntad. Tú eras freelance y escogiste venir aquí. ¿Por qué El Salvador fue una opción?
Bueno, por una combinación de factores. Primero, que yo ya tenía un compromiso político... Aunque claro, uno intenta mantener una cierta distancia al escribir. Yo había estado antes en Argentina durante la dictadura militar, y eso fue lo que realmente me forjó mi conciencia política. Esa experiencia tan terrible, tan siniestra con esos militares casi nazis. Ahí hice lo mío, aporté mi granito de arena contra estos tipos. Y bueno, entré en ese carril y quería seguir haciendo eso, y en Guatemala, y en El Salvador en particular, era otra versión de lo mismo. Por un lado eso, por otro lado, ya a nivel práctico, Centroamérica era un foco de noticias mundiales, que ahora costará creerlo, pero en ese momento esos paisitos en que ustedes viven eran casi el centro del universo. Luego, pues yo hablaba español, con lo cual tenía ventajas prácticas para un freelance británico que, además, ya tenía la experiencia de Argentina.

Entonces, ¿había algo de romanticismo revolucionario? Es decir, ganas de contribuir a los cambios que estaban en juego.
Sí, claro. Pero además, uno tiene que seguir buscándolo por más que ahora tenga el doble de la edad que tenía entonces. Uno tiene que mantener un cierto romanticismo, cierta fe en que, aunque sea un poquito, uno puede contribuir a hacer un mundo mejor, al menos, menos malo. Eso no hay que perderlo, sería muy triste.

Muchos periodistas que cubrieron nuestras guerras confiesan que esa empatía ideológica con uno de los bandos de la que tu hablas les provocaba conflictos de intereses al buscar la objetividad de su trabajo. ¿Cómo resolvías tú eso?
Yo nunca he tenido el más mínimo problema con la objetividad porque no creo en ella. Me parece una idea absolutamente imbécil y me parece absurdo que se siga repitiendo eso de la objetividad entre gente y periodistas inteligentes. El otro día The New York Times hacía un artículo sobre El País, el periódico para el que yo escribo, hablando de la falta de objetividad... ¿Qué carajos me están diciendo? ¿Que The New York Times es objetivo? Eso es una estupidez. Lo único que uno puede ser es honesto, y ya está. Y yo siempre he tratado de ser honesto. Y en cuanto a empatías y simpatías, sí, yo tenía simpatías: yo tenía muy claro que, dado a elegir entre la guerrilla y la Policía de Hacienda, yo elegía a la guerrilla. Y no voy a andar con tonterías de objetividad y esas cosas. Ahora, lo que uno tiene que hacer es contar también que la guerrilla comete atrocidades como matar a alcaldes en San Miguel; no contarlo sería lo malo. En Nicaragua también estuve muchos años, y ahí yo también escogía en mi corazón a los sandinistas antes que a los Contras. Para mí era una decisión muy simple, casi matemática: ¿quién hacía más atrocidades? Y en El Salvador estaba clarísimo que eran la Fuerza Armada y la Policía; y en Nicaragua, claramente la Contra. Luego entran los cálculos ideológicos, pero yo conté las matanzas que también hicieron los sandinistas y la guerrilla.

Ahora tanto los sandinistas como los que fueron la guerrilla del FMLN gobiernan Nicaragua y El Salvador. De lo que sabes, ¿qué opinión tienes al comparar a estos con los sandinistas y la guerrilla de los 80?
Lamento decirte que no estoy tan al tanto de lo que está pasando en El Salvador. De Nicaragua un poco más. Y claro, lo que está ocurriendo en Nicaragua es lo que pasa siempre, la humanidad es tan lamentablemente predecible. Empiezan con los grandes idealismos, y sin duda las motivaciones iniciales son altruistas, pero llegan al poder, pasan los años, y llega un punto que seguramente se podría identificar, cuando algo hace ¡crack!, y pierden ese idealismo y se corrompen el alma y la mente. Y esto ocurrió con los sandinistas y ha ocurrido con el Congreso Nacional Africano de Sudáfrica, el partido de Mandela, que luego de nacer con los ideales más nobles y de los sacrificios tan grandes de todos, ahora es un partido totalmente corrupto que se parece mucho al PRI (de México) de antaño, se parece bastante al sandinismo de ahora. Cuando a la gente le pica el bichito del poder y la vanidad, se convence de que es imprescindible. Y así es la historia, solo hay que leer Rebelión en la granja, de Orwell, es tal cual, siempre.

Luego de ver tantas veces esos procesos, ¿cómo se puede mantener el entusiasmo de contar una revolución si ya sabes en qué va a terminar convertido todo aquello?
Es muy difícil, Élmer. Y es especialmente difícil para un tipo como yo, que he visto muchas cosas, que he visto el principio y el final del proceso. Es muy difícil no ser escéptico, y casi tengo que hacer un esfuerzo consciente para mantener el idealismo, y lo hago. Me digo a mí mismo: 'No caigas en el cinismo total, mantén viva alguna llama', porque si no, es como para pegarse un tiro, porque eso se ve una y otra vez: la gente que en un momento admiras por su valentía y por su idealismo fallan, le fallan a los suyos. Y yo creo que el escepticismo hay que enfocarlo al revés, aunque todo indica que siempre van a suceder las cosas de la misma manera, hay que ser escéptico al no aceptarlo, y creer que quizá esta vez no sea así, porque si lo aceptas ya dejas de actuar y hay que seguir actuando aunque sea para seguir justificando en qué gastas las energías mientras vives en esta tierra.

¿Cuál es tu opinión de esta racha de primaveras que hemos tenido? Desde la árabe, pasando por la mexicana y la guatemalteca…
Bueno, mira, hay que mantener un poco de esperanza. Hay cierta gente que como reflejo caen en el escepticismo total y andan pregonando que la gente se está engañando y que todo va a salir mal. Tampoco hay que tomar esa actitud. Hay que tener algo de fe, por mucho que siempre te acabes golpeando la cabeza contra el muro. Pero hay que tratar de ver las cosas en su singularidad. El caso de las primaveras árabes es diferente, esa ilusión de que en muy poco tiempo vas a pasar de gente que está, en cuanto a cultura política, en el siglo XVI, esperar que en una semana, un mes o un año, va a dar el brinco… Una democracia como, por ejemplo, la británica, que es donde vivo ahora, es consecuencia de muchos siglos de lucha, y hace 100 o 150 años Gran Bretaña era mucho más corrupta que México bajo el PRI. Entonces, uno soñaba con algo como la primavera árabe, pero es muy difícil que una cultura que no tiene ninguna tradición democrática se convierta de un día para otro en una democracia jeffersoniana… Creo que en América Latina hay más posibilidades, porque hay más cultura democrática, incluso en Sudáfrica había más posibilidades, porque aunque los negros no habían votado nunca, dentro de sus partidos existía democracia. Pero Los Hermanos Musulmanes no vienen de una democracia como la entendemos nosotros en Occidente. Pero hay que mantener un poco de fe porque, si no, hay que dejar de pensar del todo en la política e irte a una isla desierta a comer bananas.

Cuando fueron los atentados de París, se armó un intenso debate sobre la manipulación y sobre la hipocresía de lamentarse por esos muertos y no por los muertos en otros lados del mundo que son más y más frecuentes. Tú te metiste en ese debate en una columna en El País. ¿Qué conclusión sacaste?
Había gente que decía por qué se le da más atención a la masacre en París que a los que murieron dos días antes en Beirut. Élmer ¿qué son las noticias? Noticias son cosas nuevas, diferentes… Lo siento mucho, pero una bomba en Beirut es algo que es terrible y atroz, y la gente que vive ahí sufre como en cualquier otro lugar del mundo, pero una bomba en Beirut es un poco 'un perro muerde a un hombre'. Espero que me entiendas, no estoy siendo cínico, y por supuesto reconozco el dolor de esa gente, pero en París, donde estas cosas no pasan nunca, esto fue Charlie Ebdo multiplicado por cincuenta; es decir, matan a cien personas en un concierto dentro de un teatro en París, eso ya es 'un hombre muerde a un perro'. No nos compliquemos tanto rebuscando otras explicaciones. Tampoco hay que generalizar sin más, por ejemplo, cuando en Pakistán mataron a todos esos niños en ese colegio, eso fue una noticia mundial, pero si hay una bomba en el mercado de Karachi mañana y mueren tres personas, eso no va a ser noticia. Cuando secuestran a 400 chicas en Nigeria sí tienes noticia… No nos autoflagelemos tanto con eso de que somos eurocéntricos.

Pero hay hechos concretos, por ejemplo, que las grandes cadenas de noticias y los grandes periódicos ponen unas noticas y no ponen otras, y no siempre se impone la premisa de que sea o no noticia.
Pero mira, ahora tenemos la suerte de vivir en una época multimedia, si tú quieres enterarte de las noticias sobre Nigeria y Pakistán, tú te conectas con tu ordenador o tu teléfono a los medios que ofrecen esas noticias, y puedes olvidarte de Nueva York y de París, si quieres. Al fin de cuenta, tanto CNN como El Faro son empresas que tienen que sobrevivir, tienen su público y a su público le interesan unos temas y otros no. Pero ahora se ha puesto de moda pasar criticando a los medios, y los medios son el reflejo de la sociedad; cambia la sociedad y cambiarán los medios. A mí me irrita toda esta insistencia en manipulaciones, controles y conspiraciones. Hay de todo hoy en día, si no te gusta lo que pone un medio que te parece capitalista, pues vete al medio comunista que ahí está también, todos los días sale.

Entonces, ¿tú estás satisfecho con la labor que hacen hoy en día los grandes medios periodísticos?
Mira, lo que ocurre es que hay menos dinero. Entonces, por ejemplo, a mí en El País no me mandan a tantos lugares en el mundo para hacer reportajes. Pero no es una cuestión de política de que no queremos cubrir el mundo, es que no hay dinero. Hace seis años, me mandaban tres semanas a África; iba a Tanzania, Angola, Mozambique, me mandaban a México dos semanas a recorrerme el país para hacer reportajes. Ahora ya no hay dinero para eso. Ahí está el problema, más que en las conspiraciones.

Hay mucha gente en desacuerdo contigo, sobre todo en las redes sociales.
Hay un montón de gente, sobre todo fuera del periodismo, que está tan convencida de que estamos todos manipulados… Yo publico mis artículos y ves la cantidad de comentarios en Twitter que salen diciendo: 'Ahí está Carlin obedeciendo los mandatos de Cebrián'. ¿Pero qué coño me estás diciendo? Yo no hablo con nadie en El País, yo hago lo que me da la gana. Pero siempre habrá quien esté diciendo que yo soy parte de la gran conspiración… Me aburren.

Pero con las redes sociales no se puede bajar la guardia, ahí están actualmente los formadores de opinión.
Sí, lo que es alarmante es que es muy aleatorio. Claramente habrá gente ahí que es súper inteligente, informada, pero hay montones de personas que no saben un carajo de nada pero opinan y tienen a sus seguidores aplaudiéndolos. Por ejemplo, cuando publiqué ese artículo sobre lo que sucedió en París, se enloquecieron las redes sociales, más de 15,000 personas comentando en Facebook y en Twitter, y veo un tweet de alguien, como la mayoría, volcándose contra mí, diciendo que ISIS está financiado por Estados Unidos cuyo propósito es la conquista de Siria, y esto lo retuitean 150 personas, o sea, están diciendo que Obama está pagando al Estado Islámico para que mate gente en París, y Hollande es tan pendejo que ni se entera y va a verlo, le da la mano y le da un beso, y después Obama va y pone un flor en el teatro en un acto de hipocresía monumental porque él está financiando a ISIS… ¡Y esto lo retuitean 150 personas! Es alarmante.

Igual son opiniones que alguien expresa y encuentra el apoyo de gente que opina igual.
Mira, esa es otra cosa. Yo escribo últimamente artículos de opinión que llevan mucho reporteo, pero yo desde hace muy poco me atrevo a poner mi opinión, y esto después de 35 años de haber estado por todo el mundo cubriendo todo tipo de historias. Pero yo estoy consiente de que si con 25 años me hubiera puesto a opinar sobre geopolítica entre Rusia y Estados Unidos, habría sido grotesco. ¿Qué coño sabía yo? Pero ahora todos están ahí opinando, desde sus sofás en Madrid y Barcelona y Buenos Aires, entre sus tapas y sesiones de psicoanálisis, y van a darte su visión sobre una base de conocimiento cero, sabiduría política cero. Es un poco alarmante, es como la estupidización de la sociedad.

Hoy en día, las empresas periodísticas, para sobrevivir económicamente, le apuestan a tráfico web y a la viralización de sus contenidos, y los contenidos que más sirven para eso son las polémicas donde la gente dice más barbaridades. ¿Crees que esto distorsiona el trabajo periodístico?
Y es preocupante. De lo que yo escribo, por ejemplo, suelen ser mis artículos de opinión que cuestionan el consenso, que traen polémica, los que más impacto tienen, pero luego hago una historia que está bien contada, con buena información, que te dan una nueva visión de la realidad, y esos muy pocas veces tienen tanto impacto como una polémica facilona. Por ejemplo, para reducirlo a algo absurdo, tengo mi columna sobre fútbol todos los fines de semana en El País, y cualquier día hago otra más sobre José Mourinho y es garantía de ser número uno en ventas el fin de semana. Este fin de semana pasado hice un artículo que a mí me pareció infinitamente más valioso de cualquiera de Mourinho sobre un futbolista inglés que a los 29 años acaba de conquistar la gloria y hace dos años estaba en las ligas menores y ahora es el máximo goleador de la Premier League, una especie de cenicienta en el sistema, y eso tuvo cero impacto, pero hago otra pendejada más sobre Mourinho, y ¡wow! ¡el bombazo!. Y te lo digo como ejemplo absurdo, pero se aplica a lo que pueda hacer sobre política, economía o sobre lo que sea.

Pero ese artículo más sobre Mourinho, ¿por qué lo escribes si crees que no es algo trascendental?
Bueno, porque Mourinho… Mira, para empezar te voy a decir que mi columna sobre fútbol es algo que yo hago medio en serio y medio en broma. Mi único propósito es entretener a la gente durante tres minutos mientras toma su café con el desayuno, me permito un cierto punto de irresponsabilidad y de cachondeo que no me permito cuando escribo sobre ISIS o las elecciones españolas o gringas. Entonces, los fines de semana publico siempre un escrito bastante jocoso, y cuando escribo sobre Mourinho lo hago en plan de risas, siempre hay un elemento de crítica moral, pero básicamente es por diversión.

¿Pero prevés que va a tener un impacto importante en redes sociales?
Sí, sí, bueno sí… Pero si yo escribiera cada semana sobre Mourinho, cada semana me leerían miles, pero no lo hago, escribo sobre Mourinho cada dos meses o más… Pero cuando Mourinho sale, ja, ja, ja… Es que Mourinho es un regalo de dios para la prensa, y yo no soy tan pendejo como para desperdiciar esa oportunidad.

Te lo preguntaba para llegar a esto: los periodistas nos quejamos de todo eso que no nos gusta que han provocado las redes sociales, pero, a la vez, han sido para nosotros alimento para nuestro ego como nunca antes lo habíamos tenido. En un periódico impreso no tenías idea de cuánta gente te leía y qué pensaba sobre lo que hacías.
Pero yo prefería antes. ¿Sabes qué? Hace tiempo yo dejaba de leer los comentarios que ponían debajo de lo que publicaba porque me deprimía demasiado. Y esto es injusto con mucha gente, pero hay tanto pendejo que me deprimía darme cuenta de qué tipo de lectores tenía, y podía llegar a pensar: 'Es que no quiero volver a escribir para esta gente nunca más'. Era como para llegar a pensar en ya no ser periodista ante tanta idiotez.

Salgamos de estos terrenos tan deprimentes… Tus libros más famosos uno los encuentra generalmente en el estante de deportes. ¿Cómo fue el tránsito del periodismo de guerra y político hacia el deporte?
El deporte, el fútbol, me gustó desde pequeño, porque me crié en Buenos Aires. Eres un niño en Buenos Aires, y es inevitable. Cuando estaba en El Salvador, me levantaba temprano por la mañana en San Salvador, a la 6, me iba a la guerra, cruzaba el puente, llegaba a San Miguel, había unas balaceras, entrevistaba al guerrillero, entrevistaba al campesino, entrevistaba al policía, volvía, hacía mi nota, la enviaba, y después veía el partido de fútbol, que era la juerga y el consuelo de la vida, y siempre ha sido así. Pero por muchísimos años no escribí nada sobre ningún deporte; el fútbol era parte de mi vida, pero no de mi trabajo, eran cosas muy separadas. Pero hace como diez años al jefe de deportes de El País se le ocurrió pedirme una nota sobre fútbol y le gustó, y luego hice un par más, y así ya no paré… Pero lo sigo viendo como un hobby. Cuando escribo mis libros de grandes temas, me tomo sabáticos de El País para hacerlo, pero lo único que sigo haciendo para ellos es mi columna de los fines de semana sobre fútbol, porque me divierto haciéndola, es una especie de terapia.

¿Pero entonces no te molesta estar en el estante de deportes?
Bueno, cualquiera que compre Pistorius pensando que es un libro sobre deportes, se va a quedar decepcionado, y más aún con El factor humano (o la película Invictus), pues si llega un pobre ingenuo que le guste el rugby y cree que está comprando un libro sobre rugby, va a descubrir que en 360 páginas hay exactamente solo dos páginas sobre rugby.

¿El deporte es solo el anzuelo?
Sí, aunque te diría que en el libro de Pistorius hay más de deporte que en El factor humano, en el sentido en que una buena parte del libro es el tremendo esfuerzo, sacrificio y hambre que Oscar Pistorius necesitó para lograr lo inimaginable: correr en los juegos olímpicos. Y en ese sentido, supera a cualquier atleta que yo conozco. Yo también hice el libro sobre Rafa Nadal, un tipo también esforzado y sacrificado, pero nada que ver con Pistorius. Es otro nivel, y eso, por supuesto, lo trato en el libro, pero el libro es sobre todo un retrato psicológico de un personaje que podría haber sido un no-deportista, pero si hubiera sido igual de famoso en otro lugar que no fuera Sudáfrica, sino en Hollywood, también habría pensado en hacerlo. Por ejemplo, si Charlize Theron hubiera matado a alguien, yo habría hecho el libro también. Por cierto, la madre de Charlize Theron mató a su padre, no sé si lo sabías.

En el caso de Pistorius, el libro se presenta como un thriller judicial, y por ratos uno siente que lee una novela, por personajes tan complejos como la jueza…
…La jueza es fantástica. De todos los personajes de este libro, la que más admiré fue a la jueza. Un crack esa señora, chiquita, con una serenidad, una elegancia y una autoridad natural que encanta.

¿En qué momento detectas a esos personajes que te van a ayudar a trascender de un reportaje tradicional a un texto de no ficción mucho más sofisticado narrativamente?
Es que es precisamente a través de estos personajes como Pistorius o Mandela que he intentado contar algo sobre la condición humana, sobre el país (Sudáfrica), sobre la política, y yo creo que, como regla general en el periodismo, si quieres contar una historia política importante, es a través de personajes como estos que va a llegar a más gente; una situación que no siempre se da, por supuesto. Entre hacer un artículo seco con un análisis frío de la situación política, y hacerlo a través de una persona con nombre y apellidos que sirva de representante de montones de más personas, con esto último tenés más chances de llegar a muchísima más gente. Podría haber escrito El factor humano sin tener a Mandela en el centro de la historia, aunque hubiera sido ridículo, pero se podría haber hecho, pero no habría tenido el impacto que tuvo.

¡No habría habido película!
Claro, no habría habido película. Si uno tiene la opción de personalizar una historia política, hay que hacerlo. Cuando escribí El factor humano, ya tenía como diez años de embarazo con esa historia, y aunque no me hubieran pagado un peso, la habría escrito igual.

¿Le has puesto la mirada a algún personaje actual para meterte en otro libro?
El problema de escribir sobre un líder político como Mandela es que nadie lo va a superar. Pero bueno, alguien que me interesa bastante es Pepe Mujica, me gusta el personaje. Pero a fin de cuentas, es difícil después de Mandela… Había una canción famosa en los años de la Primera Guerra Mundial, que hablaba de cuando montones de soldados gringos que estaban en Alemania se iban a pasar los fines de semana a París, la letra decía algo así: 'Cómo metes de vuelta al chico en la granja una vez que ha estado en París'. Después de haber hecho Mandela, va a ser difícil para mí hacer otro libro así; no creo que haya nadie que se le acerque en el mundo actual. Así que no tengo una idea muy fija.

¿La ficción es un opción para ti?
Fíjate que sí me lo estoy pensando. Más bien lo estoy fantaseando, hasta ahora no me he atrevido.

¿Por qué?
Carezco de la valentía para hacerlo. Es porque es lo que más admiro. Yo admiro mucho más al escritor de ficción, al novelista, que alguien que hace lo que yo hago. Me parece que ahí está el reto de verdad, y también te expones mucho más, porque si mi libro sobre Pistorius no fue tan bueno me puedo refugiar en que finalmente la historia real no es tan buena; en cambio, una novela es tu bebé, tuya completamente de principio a fin… Pero más que nada porque siempre he tenido una colosal admiración por los escritores de ficción, ellos son mis héroes y no tengo suficiente confianza en mí mismo para competir en esa carrera.

¿Entonces ves superior la literatura que el periodismo?
No sé, en parte es porque yo me crié leyendo muchas novelas. Desde la infancia estudié literatura inglesa en la universidad, no me formé en no-ficción, yo estudié todo Shakespeare, poesía, novela.. Y es quizá un prejuicio personal que no se sustenta en la realidad, pero a mí me parece que los escritores que realmente escriben bien, que tienen dominio de la prosa y que tienen los conocimientos de las profundidades del ser humano, se encuentran más en la ficción que en la no-ficción.

¿No crees que haya libros de crónica periodística que tengan la misma trascendencia que un clásico de la literatura?
Para mí, no los hay. Yo no lo he visto. Quizá se pueda hacer, pero yo no creo que esa resonancia universal lo logre una crónica sobre Pistorius, sobre las Farc o sobre las maras en El Salvador. Es muy difícil que con un libro de no-ficción logres abrir un mercado, por usar esos términos, más allá de ese mercado que ya tiene interés sobre ese tema en particular. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Si yo me hubiera inventado esta historia de Pistorius, que esta hubiera sido ficción, y la hubiera escrito con las destrezas máximas de la literatura, esta historia la leería con igual fascinación un chino, un salvadoreño, un rumano, un senegalés o un ruso, sin necesidad de tener la referencia de un tal Pistorius que sale en las noticias. Igual me equivoco, pero creo que hay más posibilidades con la ficción de llegar a más gente y no solo en todo el mundo, sino en todos los tiempos.

¿Lees más ficción que periodismo entonces?
El 90 por ciento de lo que he leído a lo largo de mi vida es ficción, o más.

¿Y prefieres los clásicos o sigues a los contemporáneos?
Soy consciente de que he leído tanto y también de que me falta tanto por leer... me agobia eso. Pero aún así, yo siempre releo a Shakespeare, releo a Dickens, releo a Henry James, releo a Flaubert, releo a Tolstoi, a muchos clásicos de mi vida, y de repente hay algo contemporáneo que me gusta. Pero durante mucho tiempo, hasta los treinta y tantos, yo no leía nada publicado después de 1920, nada. Después superé ese prejuicio: empecé con Raymond Chandler, que me encanta, he leído todos sus libros por lo menos tres veces. De los contemporáneos grandes me gusta Saul Bellow, Philip Roth, Julian Barnes, Eduardo Mendoza, me encanta Eduardo Mendoza porque es divertidísimo…

¿Algún latinoamericano?
Por supuesto que me he leído a todo Gabriel García Márquez, me encanta y me enganchó… He leído a Vargas Llosa, de él no me he leído todo, pero me ha gustado. Juan Rulfo me parece fantástico, solo dos libritos, pero tienen una fuerza condensada espectacular. He leído a Borges, Sábato, Onetti, Alejo Carpentier, y de vez en cuando algo más ligero como La chica del tren, de Paula Hawkins, que ha sido un exitazo en ventas en todo el mundo.

¿Y a la nueva camada de cronistas del nuevo periodismo latinoamericano le has seguido la pista?
Mis héroes están más en la literatura fíjate… Pero hay ciertos columnistas que leo con más interés que a otros, pero te confieso que leo mucho más periodismo británico que hispanoamericano, y digo británico, eh, porque The New York Times me está empezando a aburrir.

¿Tu periódico favorito?
Mi periódico favorito sin lugar a dudas es el Weekend, del Financial Times, que sale los sábados. Para mí es el mejor diario que hay. Si me dices que en toda mi vida solo puedo leer un periódico, dame el Weekend y me es suficiente si quiero leer sobre los países árabes, China o la Unión Soviética, no hay nada mejor, tienen a los expertos en todo. Latinoamérica la cubren bastante bien, pero para Latinoamérica sí prefiero leer El País. Lo hacen bastante bien.

¿Cree que a la prensa británica y europea le interesa Latinoamérica?
Más allá de a España, no mucho. Es que cuando tienes crisis económica ahí mismo, austeridad e ISIS amenazándote, es muy difícil para Latinoamérica competir por atención de la prensa europea. Pero bueno, volviendo a lo que decíamos antes, la gente no tiene mucho motivo para quejarse de un medio en particular, porque hoy tienes todas las posibilidades para encontrar al medio que tiene lo que te interesa. ¿Para qué gastar tiempo quejándote de los periódicos que no cubren lo que a ti te parece que deben cubrir? Déjalos que hagan lo suyo y mejor ponte a buscar lo que te interesa, que lo vas a encontrar.

La gente nunca dejará de quejarse, y menos hoy en día que puede hacer oír más que antes.
Claro, a la gente como le gusta indignarse, enfadarse… Pero qué más da… A mí el mundo me parece una mierda, pero no voy a gastar energía emocional e intelectual criticando a todo el mundo. Cada loco con su tema. Y con cada loco con su tema terminamos, una nota apropiada para finalizar, ja ja ja ja. No sé qué carajos vas a sacar de todo esto.

A lo mejor me pongo a ficcionar.
Tú ficciona lo que tú quieras, ya sabes que yo no te voy a criticar. Inventa lo que quieras, pero no pongas palabras en mi boca. Pero tú diviértete, uno se debe divertir con este oficio. La gente a veces se pone demasiado solemne en esos paneles de discusión por todas partes. ¡Hagan su trabajo y dejen de hablar tanto! Bueno, dejemos de hablar tanto, ja, ja, ja.

 

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