Dos osos polares juguetean en el tanque de agua del zoológico de Mulhouse, un pequeña ciudad francesa ubicada a escasos kilómetros de la frontera con Alemania. Desde hace varios años el oso polar (Ursus maritimus) se ha convertido en el emblema mundial de las trágicas consecuencias del cambio climático. En 2008 se estimó que quedaban en libertad entre 20,000 y 25,000 ejemplares, repartidos entre Alaska, Canadá, Groenlandia, el archipiélago Svalbard (Noruega) y las regiones más septentrionales de Rusia. Una curiosidad: los osos polares no beben agua, sino que ingieren los líquidos que necesitan de la sangre de sus presas; sus favoritas, las crías de foca y de reno.