Opinión / #PanamáPapers

Los #PanamaPapers y el hack del discurso


Viernes, 29 de abril de 2016
Álvaro Montenegro

Hace algunos años, cuando estaba de moda el término ciberespacio, discutíamos con amigos si toda esta información circulando ininterrumpidamente podría formar una mejor conciencia planetaria debido a que por primera vez estaríamos conectados de manera permanente en tiempo real.

Uno de estos amigos, Alan Mills, en su ensayo Literatura hacker y la creación del nahual del lector escribe que el ciberespacio no es un término exclusivo de lo creado por la tecnología sino “va más allá, es una 'alucinación consensual', es la representación holográfica de una mente colectiva”.

Inmersos en esta masa deforme, impredecible, intentábamos hackear el discurso vigente. Habíamos notado un pico cuando WikiLeaks publicó un video donde, cual videojuego, un par de soldados estadounidenses, desde un helicóptero, ametrallaban a unos periodistas en Afganistán. El ataque fue tal que muchas viviendas terminaron incendiadas. Incluso, los pilotos se ríen en la grabación como si fueran un par de gamers en la sala de su casa.

Era un golpazo a la nación más poderosa y ya saben el ostracismo que atropelló a tipos como Julian Assange, Edward Snowden o Bradley Manning, quienes han ayudado a liberar millones de documentos confidenciales que literalmente han volado por todas las cuevas del internet, infiltrándose en las conciencias de los usuarios.

Esto demostró que en la red se puede empujar información con una fuerza imparable porque no responde necesariamente a las agendas corporativas. Claro que las empresas y las naciones son las primeras que utilizan las fórmulas para sus intereses, ocultar datos o promocionar hashtags pero existe una ola de tweets incontrolables que se cuelan, por ejemplo, desde Guatemala; y cuando uno siente ya están respondiendo en Japón, Argentina o Berlín.

La revelación de los #PanamaPapers puede ayudar a que los ciudadanos del mundo veamos qué tipo de sistema funda nuestra economía. A entender por qué hay tan pocos ricos y tantísimos pobres, no solo en cada país sino en todas las regiones. Saber de dónde vienen los fondos para financiar las guerras, la corrupción, y quien se beneficia de ello obviamente tiene una necesidad por encubrir la plata.

Una vez entrevisté a un exfiscal general argentino quien me comentó que la lucha contra el lavado de dinero no podía realizarla los Estados aisladamente, pues los capitales viajan más rápido que la vista y por lo tanto los paraísos fiscales florecen como puntos claves para entender la corrupción generalizada.

Me pregunto un poco ingenuamente: ¿apropiarse de recursos públicos no es lo mismo que dejar de pagarlos? ¿Cómo las legislaciones mundiales están al servicio del ocultamiento de los grandes capitales sin importar su origen?

Los descubrimientos de los #PanamaPapers abren la discusión para que se revisen las normativas en cuanto al lavado y a la secretividad de las cuentas bancarias, pues de manera fácil las entidades financieras terminan siendo cómplices de quienes manejan el dinero que proviene de negocios ilícitos.

Las autoridades de Panamá dijeron que este escándalo provocaba mala fama para su país, pero en realidad confirma lo que ya se sabía: que ahí (y en muchos lugares, incluidos estados como Delaware) se cobija la opacidad, que es prima hermana del lavado de activos.

Ahora lo sabemos, con detalles. Y ese componente de veracidad que implican las filtraciones es lo que ha causado las renuncias del primer ministro islandés, un ministro en España y las protestas y acusaciones contra Mauricio Macri, entre otros reclamos.

Conocer toda esta información y tener acceso a cuentas en redes sociales puede usarse para fortalecer un discurso creado por los usuarios interconectados de todas partes del planeta para hackear la estructura.

Así se puede evidenciar que no es posible continuar privilegiando a unos pocos. Porque progresivamente este sistema está fracasando para darle lugar a un entramado nuevo, con un campo discursivo donde no estamos separados porque de hecho ya no podemos estarlo.

*Álvaro Montenegro es periodista. Es uno de los siete guatemaltecos que crearon el movimiento #RenunciaYa, después rebautizado como #JusticiaYa, central en las protestas que impulsaron la renuncia del presidente de Guatemala Otto Pérez Molina.


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