EF Académico / Política

La historia oculta de la bandera salvadoreña

El simbolismo profundo de la bandera salvadoreña ha caído en el olvido. Un examen de las circunstancias en que se adoptó la bandera actual en 1912 nos lleva a alterar de manera sorprendente la superficial interpretación de su significado que suele aplaudirse cada septiembre y revela un mensaje de enorme calado histórico.


Lunes, 12 de septiembre de 2016
Héctor Lindo

A las seis de la mañana del 15 de septiembre de 1912 se dio inicio a la conmemoración del día de la independencia con una revista militar en el Campo Marte. Uno de los momentos más solemnes del mañanero evento fue la jura a la nueva bandera, azul, blanco y azul, la misma que hoy conocemos como símbolo nacional. El día de celebraciones culminó con una sesión pública en el salón principal del edificio del ayuntamiento en la que el presidente Manuel Enrique Araujo condecoró al general y poeta Juan José Cañas.

La primera lectura de las solemnidades de 1912 es que siguieron el guión tradicional de este tipo de eventos, incluyendo invocaciones a sentimientos patrióticos, despliegue de símbolos patrios, una dosis de militarismo y el barniz intelectual que otorga subir al escenario a distinguidos representantes de las letras nacionales. Parecía entonces muy natural destacar el nuevo pabellón. Éste sustituía el que se había adoptado durante la administración de Francisco Dueñas y regresaba al simple diseño de la bandera federal. Por otro lado, el general Cañas se había distinguido como poeta y era autor de la letra del himno nacional.

Pero las lecturas superficiales pueden ser engañosas. Una comprensión más profunda de las circunstancias de la celebración de la independencia nacional hace 104 años muestra que la adopción de la nueva bandera, y el homenaje al General Cañas, eran parte del refinado equilibrio político del presidente Araujo ante un complejísimo entorno nacional e internacional. El análisis de esta historia nos lleva a alterar de manera sorprendente la interpretación del significado de la bandera salvadoreña.

Veamos cuál era la situación internacional durante la administración de Araujo. Para 1912 estaba clara la subordinación de Nicaragua a Estados Unidos, mientras que más al sur avanzaba rápidamente la construcción de la inversión económica y geoestratégica más importante del joven imperio: el Canal de Panamá. Con el fin de preparar el terreno para su apertura, las autoridades de Washington tenían que asegurarse de que los países de Centroamérica y el Caribe tuvieran gobiernos estables y se mostraran dispuestos a aceptar la hegemonía estadounidense en la región. El tema tenía tanta prioridad que el Presidente Taft decidió enviar a su Secretario de Estado, Philander Knox, en gira regional para promover las virtudes de la apertura del canal.

La visita de Knox a San Salvador en marzo de 1912 fue contraproducente. El creciente poder de Estados Unidos en la zona había despertado gran alarma en los círculos nacionales. Obreros, estudiantes e intelectuales habían desarrollado una postura antiimperialista que se sintió con fuerza durante la visita de Knox. Una de sus principales acciones fue invitar a El Salvador a Manuel Ugarte, un socialista argentino que promovía con vigor la resistencia al “imperialismo yanqui”. La apoteósica visita de Ugarte puso en situación muy difícil al presidente Manuel Enrique Araujo. Él necesitaba la ayuda de Estados Unidos para resistir las conspiraciones del presidente de Guatemala. A la vez, su base política se encontraba entre los mismos grupos que se expresaban con tanta fuerza en contra de la política estadounidense en la región.

Cadetes con la antigua bandera salvadoreña cuyo diseño básico se adoptó en 1865. Fuente: Percy F. Martin, Salvador of the twentieth century (London: Arnold, 1911), p. iii.
Cadetes con la antigua bandera salvadoreña cuyo diseño básico se adoptó en 1865. Fuente: Percy F. Martin, Salvador of the twentieth century (London: Arnold, 1911), p. iii.

La situación empeoró significativamente unos meses después, cuando una combinación de grave escasez de alimentos y descontento con la subordinación a Estados Unidos dio origen a un alzamiento en contra de Adolfo Díaz, el títere del imperio en Nicaragua. Araujo se dio cuenta de que la situación era grave y tenía visos de que terminaría con el desembarco de marines.

Para el mandatario salvadoreño la idea de una intervención estadounidense en Nicaragua era causa de gran alarma. Él sabía que los sentimiento antiimperialistas podrían llegar a niveles explosivos si se producía la invasión, pero al mismo tiempo necesitaba el apoyo de Washington para contrarrestar las frecuentes conspiraciones en su contra. Don Manuel Enrique hizo todo lo posible para evitar la intervención: ofreció ayuda económica a Díaz, mandó una delegación mediadora a Nicaragua, pidió a su enviado en Managua que le dijera al Ministro Americano que la “intervención es altamente perjudicial a [la] política americana”, giró instrucciones a su enviado en Washington para que organizara a los diplomáticos centroamericanos para que le transmitieran al Departamento de Estado el mismo mensaje, ofreció tropas a Díaz para que terminara rápido con la rebelión y envió un mensaje personal directo al presidente Taft.

Nada funcionó. A finales de agosto, miles de marines desembarcaron en Nicaragua con el objeto de proteger al gobierno de Díaz, y, como temía Araujo, el pueblo salvadoreño reaccionó con indignación. Cientos, quizás miles, salieron a la calle a protestar. A partir del 9 de septiembre hubo grandes manifestaciones no solamente en San Salvador, sino también en ciudades como Santa Ana y en poblaciones más pequeñas como El Congo. Se dio el caso de salvadoreñas (como Lucila Matamoros) y salvadoreños (como el general Perdomo Herrera) que se unieron a las tropas rebeldes de Nicaragua para luchar contra el presidente Díaz y los marines.

Es en este ambiente de guerra civil en Nicaragua, con marines luchando para mantener a Díaz en el poder y protestas populares en todo El Salvador, que se dieron las celebraciones del 15 de septiembre de 1912. La bandera que se abandonaba era una imitación fiel de la estadounidense: barras y estrellas. Las barras eran en blanco y azul, y el número de estrellas era igual al de los departamentos en los que se dividía el territorio nacional.

Era fácil ver en la presencia del anciano Juan José Cañas un mensaje sobre los desafíos internacionales. El venerable general, autor de la letra del himno nacional, era, según destacó el Diario del Salvador al dar la noticia de su condecoración, “veterano de la jornada contra el filibusterismo del 54”, refiriéndose a la lucha de los centroamericanos para expulsar de Nicaragua al filibustero estadounidense William Walker a mediados del siglo XIX. En el siguiente documento queda claro que el regreso a la bandera federal constituía un acto simbólico para pregonar a los cuatro vientos la autonomía de los países centroamericanos frente a los deseos de Estados Unidos de subordinarlos. En última instancia la bandera salvadoreña se adoptó como símbolo antiimperialista.

***

Diario del Salvador, Lunes 16 de septiembre de 1912

El Salvador ante el mundo y Centro América

Enarbola la bandera de la gran Patria

Una lección de patriotismo y moralidad política

Santa Ana, septiembre 15—

Cuando Centro América se dividió en cinco repúblicas, siguió siendo en Guatemala, Honduras y Nicaragua la enseña nacional, aquella gloriosa bandera azul y blanca, a cuya sombra nació, vivió y murió la Federación.

Guatemala la adoptó con un ligero cambio: en vez de horizontales, fueron verticales las bandas de su pabellón bicolor. Honduras y Nicaragua mantuvieron en los suyos horizontalmente esas mismas bandas.

El Salvador y Costa Rica idearon banderas distintas al símbolo de la gran Patria disuelta.

Ahora el Salvador adopta la bandera federal y en ella coloca el mismo escudo que aquella ostentó sobre la bandera blanca.

Costa Rica es, por lo tanto, el único país centroamericano que ahora no tremola la bandera azul y blanca de Centro América.

Diario Del Salvador del lunes 16 de septiembre de 1912, que hace referencia a la celebración del día independencia de ese año y a la instauración de la nueva bandera de la Republica, bajo el mandato de Manuel Enrique Araujo.
Diario Del Salvador del lunes 16 de septiembre de 1912, que hace referencia a la celebración del día independencia de ese año y a la instauración de la nueva bandera de la Republica, bajo el mandato de Manuel Enrique Araujo.

Y es caso de ser meditado, que El Salvador adopta la bandera federal, la que simboliza la unión, la fraternidad, la soberanía, la independencia y la vida de Centro América, en estos momentos aciagos en que en Nicaragua esa misma bandera, que tiene allá el mismo escudo de los cinco volcanes con el sol naciente irradiando sobre las cimas, se muestra ante el mundo desmayada sobre el asta, como si fuese una palmera herida por el rayo…

En Nicaragua, puesta la República por el partido conservador bajo el patronato de los Estados Unidos, está en peligro de perecer la autonomía, y ese es un amago de disgregación del gran todo centroamericano. Allá quizá pronto no flotara más al viento la bandera azul y blanca; y ante ese peligro de disgregación, El Salvador enarbola la enseña que allá encuéntrase abatida sobre el asta, y hace acto de presencia en el conflicto, abrazándose a la idea de la vieja patria: y evoca con la bandera legendaria de esta, el espíritu de los fundadores de nuestra nacionalidad independiente, libre y soberana; y así, en cierto modo, desagravia la dignidad de Centro América ofendida, y se apresta a mostrarse ante el mundo, con el propósito firme de mantener incólume el legado de nuestros próceres. El Salvador ante el conflicto no vacila en jurar la bandera de Centro América.

Qué Costa Rica siga el ejemplo y que enarbole y jure en su capitolio también, la bandera federal; y así el Salvador, Guatemala, Honduras y Costa Rica con ese emblema de la nacionalidad centroamericana, que recuerden al partido conservador de Nicaragua sus deberes de patriotismo y digan al mundo que Centro América es una, soberana e indivisible en el presente y el porvenir.

No en balde legó Morazán sus restos al Salvador. Este pueblo proclama muy alto su amor al principio sacrosanto de la unidad de Centro América; y al conmemorar el 15 de septiembre esta vez, levanta muy alto la bandera federal, lo que significa una gran lección de patriotismo y moralidad política que el presidente Araujo da, a la faz del mundo, a aquellos que hayan podido olvidar el deber que tenemos los centroamericanos de conservar ilesa nuestra soberanía e inviolable nuestro territorio, desde las fronteras de México hasta las de Panamá.

El presidente Araujo sabe cumplir con su deber de patriota y ha interpretado el sentimiento de su pueblo.

Se lo tomará en honrosa cuenta la historia. Mientras tanto, su nombre resuena entre aplausos y bendiciones. – J. Isaías RUIZ

 

*Héctor Lindo-Fuentes es Professor of History en Fordham University, Nueva York.

Diseño de la bandera de El Salvador con las barras y estrellas, adoptado en 1865 y sustituido por el actual en 1912, bajo el mandato de Manuel Enrique Araujo.
Diseño de la bandera de El Salvador con las barras y estrellas, adoptado en 1865 y sustituido por el actual en 1912, bajo el mandato de Manuel Enrique Araujo.

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