Columnas / Cultura

¿Quién se acuerda de los funcionarios de Florencia?

En El Salvador sigue imperando el pensamiento de que el arte es un lujo, y por lo tanto innecesario. Viendo nuestra sociedad hoy, ¿realmente necesitamos más pruebas antes de invertir en la juventud mediante programas artísticos dignos de ese nombre desde parvularia hasta bachillerato? ¿Será posible que nuestros gobernantes, que tanto buscan y aprecian el apoyo del sector artístico durante las campañas, aún piensen que el arte es un privilegio, un asunto elitista?

Martes, 27 de septiembre de 2016
Roberto Salomón

En la sociedad polarizada en que vivimos, se vuelve cada vez más difícil emitir una opinión que no sea interpretada como defensa o ataque.

Recibí recientemente un correo pidiéndome participar en “un análisis que se está preparando sobre la gestión gubernamental del FMLN en el ámbito de la cultura, para hacer una evaluación de lo que hasta ahora ha ocurrido”. He decidido correr el riesgo una vez más de intentar abrir debate cultural. Hablo desde el escenario, por lo tanto principalmente de las artes escénicas.

No hablaré de la “la danza de la silla maldita” de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, como tan bien la ha designado una colega directora de teatro. Es bochornoso, como artistas, tener que constatar la poca importancia que todos los gobiernos —con algunas excepciones en eventos aislados— le ha dado al quehacer artístico.

Digo artístico, porque pienso que hace falta diferenciar entre artístico y cultural. Si alguien dice que los gobiernos no han apoyado la cultura, suscita inmediatamente de parte de los defensores una profusión de ejemplos mostrando lo contrario. Y con razón. Pero constato que estos ejemplos, en su gran mayoría, tienen que ver con cultura —artesanía, desarrollo comunitario, folclor, tradiciones patrimoniales, capacitaciones, eventos, etc.— y no con arte que, dentro de la Cultura —con mayúscula—, es un componente. Además, dentro del mismo arte están por un lado las expresiones populares, artesanales, religiosas, infantiles, aficionadas, colegialas, etc., y por otro el trabajo profesional, académico e investigativo. En este último estamos todos los que intentamos profesionalizar el medio en danza, ópera, teatro, música, artes plásticas, cine, literatura, multimedia, en fin, en las artes vivas.

Y no crean por un instante que pongo artístico por encima de cultural. Fue emocionante, recientemente, ver cómo Islandia brillaba en el mundo del fútbol sin ser profesional. Pero, no por eso vamos a decir que lo profesional sale sobrando. Todo el mundo sabe que artista se nace pero también se hace.

A menudo los artistas pensamos primero en lo nuestro, es decir, en el arte vivo, el realizado por profesionales en la materia o en vías de profesionalización. Y allí sí que podemos decir que hay mucha carencia; no en el talento, entusiasmo y trabajo de los artistas, pero sí en el apoyo estatal y gubernamental.

¿Por qué sucede? Primeramente, sigue imperando el pensamiento de que el arte es un lujo, y por lo tanto innecesario. Viendo nuestra sociedad hoy, ¿realmente necesitamos más pruebas antes de invertir en la juventud mediante programas artísticos dignos de ese nombre desde la parvularia hasta el bachillerato? ¿Será posible que nuestros gobernantes, que tanto buscan y aprecian el apoyo del sector artístico durante las campañas, aún piensen que el arte es un privilegio, un asunto elitista?

¿Qué me gustaría ver en estos próximos dos años en el campo de las artes escénicas? Un apoyo decidido a la Escuela de Teatro del Centro Nacional de Artes. Fui a ver el trabajo de diplomado de este año y vi alumnos con una gran mística de teatro, entregándose en cuerpo y alma a un trabajo escénico. Con grandes sacrificios, a veces a escondidas de sus familias, estos jóvenes han cursado tres años para un diploma que ni siquiera es reconocido por el Ministerio de Educación. Aunque el entusiasmo y el talento se sienten, ellos no son responsables de las deficiencias técnicas de su formación actoral. El equipo de profesores hace lo posible por mantener el proyecto a flote y es loable. Pero la falta de apoyo oficial no permite contar con un profesorado calificado para formar profesionales, y relevo. El daño actual que se hace a profesores y alumnos es enorme.

Reconocimiento, equivalencia, legalización, o como quiera llamársele al estatus de artista dentro de la sociedad para que pueda beneficiar también de las prestaciones que la sociedad otorga a la mayoría de profesiones.

Un estudio en profundidad de la nueva ley de cultura para que ésta no pueda en un futuro servir de instrumento de censura por burócratas con celo autoritario.

Prioridad a los proyectos que desarrollan el talento de los jóvenes, tal y como se está haciendo en el Injuve y otros proyectos similares.

Oportunidades a jóvenes del interior del país para acceder a la formación artística.

Que se brinde a la dirección del Teatro Nacional los medios para poder proponer temporadas constantes de calidad.

Así como se ha creado la Compañía Nacional de Danza, que se cree la Compañía Nacional de Teatro.

Tenemos buenos dramaturgos y dramaturgos en potencia. Publicar sus obras y producirlas.

Existen gran cantidad de personas, asociaciones y oenegés desarrollando cosas formidables en el área de las artes vivas. Se podría aprovechar estas estructuras, esta mística y este entusiasmo para hacer llegar las producciones independientes a los lugares alejados de la capital. Eso sí, en buenas condiciones.

Las ayudas PTR (Programas de Transferencia) que ayudan a algunas asociaciones son eso: ayuda. Pero no resuelven y además demandan cantidad de informes burocráticos.

Finalmente, quisiera ver que ese proyecto maravilloso impulsado por la Reforma Educativa de Walter Béneke, las Casas de la Cultura, puedan cumplir con la función de presentar espectáculos, grupos, exposiciones, conciertos, etc. que realizan giras por todo el interior del país.

Recordemos que lo que queda de una civilización una vez ésta ha desaparecido es su trabajo artístico. Todos conocemos a Boticelli, a Leonardo da Vinci, a Raffaelo Sanzio, a Michelangelo Buonaroti. ¿Quién recuerda el nombre de los funcionarios de Florencia?

Tenemos la gente, el talento, el entusiasmo, las estructuras, las instituciones. Falta la voluntad política.

Así de sencillo, así de complicado.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.