Internacionales / Migración

“La diáspora palestina puede hacer mucho más por Palestina”

La salvadoreña es una de las sociedades latinoamericanas en las que más peso cuantitativo y sobre todo cualitativo tiene la diáspora palestina. Vera Baboun, alcaldesa de Belén, ha visitado San Salvador con el objetivo de despertar, estrechar y/o consolidar lazos para, entre otras cosas, tratar que los nietos y bisnietos de los que un día emigraron tengan un papel más activo en el conflicto que enfrenta a Palestina con Israel.


Viernes, 10 de febrero de 2017
Roberto Valencia

Vera George Mousa Baboun, alcaldesa de la ciudad de Belén, el lugar del que en el primer tercio del siglo XX migró la mayoría de los palestinos que se radicaron en El Salvador. Foto cortesía AMSS.
Vera George Mousa Baboun, alcaldesa de la ciudad de Belén, el lugar del que en el primer tercio del siglo XX migró la mayoría de los palestinos que se radicaron en El Salvador. Foto cortesía AMSS.

Los apellidos Bukele, Daboub, Hándal, Hasbún, Simán, Safie, Bahaia, Hirezi, Barake, Kattán, Sedán, Samour y Jacir, por citar un puñado, tienen en común su origen palestino. Por el peso acumulado en la política y en la economía, son apellidos sin los que costaría explicar el pasado reciente del país, su presente, e incluso su futuro. Aunque, en realidad, aún no se ha cumplido un siglo desde su irrupción en El Salvador.

La mayor parte de esos apellidos proviene del área de Belén, el lugar en el que los cristianos creen que nació Jesucristo. De esa ciudad migró el grueso de los palestinos que se instalaron en El Salvador.

La actual alcaldesa de Belén se llama Vera Baboun y acaba de realizar una fugaz visita de dos días al país para, entre otras cosas, promover un mayor involucramiento de la diáspora en la llamada ‘causa palestina’, que tiene entre sus objetivos a corto plazo lograr que Palestina sea miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas.

Vera Baboun cumplirá 53 años el 6 de octubre, es madre de cinco hijos –y “esposa de un preso político muerto”, precisa con orgullo–, tiene dos ojos que parecen dos gemas, exprofesora universitaria de literatura inglesa, profesa el catolicismo en un país de mayoría musulmana, y es la única mujer que en la actualidad gobierna una municipalidad en Palestina. “En cuanto a equidad de género, Palestina tiene que hacer más, porque la mujer palestina tiene un rol especial en la sociedad, un rol progresista, porque es una mujer educada; el 72 % de los alumnos de la Universidad de Belén son mujeres”, dice.

Nayib Bukele, alcalde de San Salvador –y abuela materna originaria de Belén–, la recibió en una generosa audiencia la tarde del miércoles 8 de febrero, y la nombró ‘Huésped distinguida’. Vera Baboun cenó luego en el Club Árabe-Salvadoreño con miembros de la comunidad palestina y, a la mañana siguiente, se reunió con una delegación del gobierno de la República encabezada por Sigfrido Reyes, presidente del Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones (PROESA), con representantes de los ministerios de Relaciones Exteriores, Economía y Turismo.

Esta apretada agenda no le impidió abrir un espacio para hablar con El Faro sobre el conflicto en Palestina, sobre la diáspora, sobre religiones y sobre Donald Trump.

El parlamento israelí acaba de aprobar una polémica ley que legaliza los asentamientos judíos en Cisjordania.
Cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo [1993], en Cisjordania había 160,000 colonos israelíes. En la actualidad la cifra supera los 690,000, distribuidos en territorios que, según Naciones Unidas, deberían ser parte del Estado palestino. ¿Qué da significado a un estado soberano? La unidad de su territorio, la unidad de sus fronteras… Israel rompe esa unidad cuando construye asentamientos. ¿Quiénes viven ahí? Colonos israelíes y judíos que no acatan las leyes palestinas y que usan los recursos de Palestina. Afecta nuestras vidas, nuestro desarrollo, nuestras fuentes de agua, nuestra prosperidad económica… Un Estado nunca podrá ser un Estado sin tierra.

El problema de los asentamientos afecta de manera muy particular a su ciudad: Belén.
Somos una ciudad de apenas 40,000 habitantes. En el distrito de Belén Israel tiene 19 asentamientos de colonos y 39 puntos del control militares.

Usted ha definido Belén como una ciudad estrangulada.
Así es. En primer lugar, está el muro que separa Belén y Jerusalén. La iglesia de la Natividad es el lugar más emblemático de Belén. A apenas 10 kilómetros en línea recta, en la ciudad vieja de Jerusalén, está la iglesia del Santo Sepulcro. Es un recorrido indispensable para la fe cristiana que está cortado por el muro; dos ciudades que Naciones Unidas asignó en 1947 a Palestina pero que están alejadas por decisión del Estado de Israel. Lo mismo ocurre para los palestinos musulmanes, a quienes se les dificulta asistir a la mezquita de Al-Aqsa.

Usted, como alcaldesa de Belén, ¿puede viajar a Jerusalén?
Yo necesito un permiso especial para pasar los puntos de control. Para salir de Belén, no importa en qué dirección, hay grandes puntos de control del Ejército israelí, con soldados, verjas… infranqueables si no tienes ese permiso que da Israel.

De ahí lo de la ciudad estrangulada...
Y el muro lo están ampliando. Están cerrando aún más la zona norte del distrito de Belén, en el sector de la ciudad de Beit Jala. Para construir el muro han confiscado 2,700 dunams [2.7 kilómetros cuadrados] en el valle de Cremisan, una de las principales áreas agrícolas, aparte de ser el lugar de residencia de más de 50 familias cristianas. Nosotros hemos intentado detener la construcción en los tribunales durante años, y, aunque la decisión de la Corte Suprema de Israel fue mover el trazado del muro, el Ejército ya empezó la construcción. Y eso supondrá un completo estrangulamiento en el acceso a recursos. En la actualidad, el 66 % de los 608 kilómetros cuadrados que conforman el distrito de Belén es ‘Área C’, bajo control exclusivo de Israel, y eso incluye sectores urbanos, lo que nos dificulta la planificación y el desarrollo.

En diciembre pasado, Naciones Unidas aprobó la llamada ‘Resolución 2334’, que denuncia la ilegalidad de los asentamientos.
Declara ilegales todos los asentamientos, incluidos los de Jerusalén Este. ¿Y qué ha ocurrido después de eso? Que Israel ha anunciado la construcción de 2,600 unidades habitacionales más en Cisjordania, y que su parlamento aprobó esa ley.

En la sociedad israelí hay sectores progresistas que se oponen a los asentamientos. ¿Qué relación mantienen los palestinos con esos sectores?
No sé responder a esa pregunta, ya que va más allá de mis competencias como alcaldesa. Sí puede decirte que cuando nosotros acudimos a la Corte Suprema por el caso del valle de Cremisan, hubo sectores de la sociedad civil israelí que apoyaron nuestra causa.

Hablemos de Donald Trump, pero antes una pregunta: ¿cómo evalúa la gestión de Barack Obama en relación a Palestina?
En ocho años pudo haber hecho mucho más. Cuando Obama visitó Belén [el 22 de marzo de 2013], sucedió una anécdota: él iba a viajar de Jerusalén a Belén en helicóptero, pero se levantó una tormenta de arena que lo impidió. Después de dos horas decidieron ir por tierra, en un convoy de carros, y tuvo que conocer y sufrir los controles. Cuando estábamos en la iglesia de la Natividad, Obama me miró, y yo le dije: la Madre Naturaleza quiso que viniera por tierra, y esa tormenta fue la manera de expresárselo a usted, uno de los líderes más importantes del mundo. Los carros de los palestinos no pueden volar sobre el muro; de hecho, solo pueden cruzarlo carros con placas amarillas [las de Israel], y manejados por motoristas que ellos autorizan. La Madre Naturaleza quiso que Obama conociera un poco de esa realidad que sufrimos los palestinos. En mi opinión, Obama no hizo lo suficiente. Lo más valiente quizá fue la abstención de Estados Unidos que permitió que se aprobara la Resolución 2334, pero lo hizo cuando faltaba un mes para irse de la Casa Blanca.

La alcaldesa de Belén, Vera Baboun, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, posan junto al expresidente estadounidense Barack Obama, en la visita que hizo a Tierra Santa en marzo de 2013. Foto Saúl Loeb (AFP).
La alcaldesa de Belén, Vera Baboun, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, posan junto al expresidente estadounidense Barack Obama, en la visita que hizo a Tierra Santa en marzo de 2013. Foto Saúl Loeb (AFP).

Obama es pasado. El presente es Trump. ¿Lo ve como una amenaza para Palestina?
No sé decir si representa una amenaza para la causa palestina. Estamos hablando de Palestina e Israel, un conflicto en el Medio Oriente. Estamos hablando de Tierra Santa, un territorio en el que desde hace siglos habitan judíos, musulmanes y cristianos. No es inteligente en ese contexto actuar por libre, actuar creyendo que no va a tener consecuencias sobre el terreno. Estados Unidos tiene la llave para que Naciones Unidas permita que Palestina sea miembro pleno de la organización. Y eso ahora depende de Trump.

Pero él dijo que trasladaría la embajada de Tel-Aviv a Jerusalén.
Ese anuncio de Trump podría considerarse una amenaza para toda la región. Lo que ha dicho. Pero hasta la fecha no ha hecho lo que dicho que iba a hacer, porque él no es el único actor en este conflicto.

Si lo hiciera, trasladar la embajada supondría...
Alejarse de las soluciones al conflicto menos destructivas. Trasladar la embajada de Estados Unidos estallaría todo, porque sería como afirmar que Jerusalén es la capital de los judíos. De hecho, todos los obispos estadounidenses de la Iglesia católica ya enviaron una carta al presidente para que mantenga la embajada en Tel-Aviv, porque para el cristianismo también es muy importante que Jerusalén no sea reconocida por la comunidad internacional como la capital de Israel.

Usted es católica, que en Palestina es una opción minoritaria.
No me gusta la palabra minoría cuando hablamos de religiones. No podemos menospreciar hechos como que el cristianismo surge en Oriente Medio; en particular, en Tierra Santa, que es el corazón de Palestina. Jesucristo nace en Belén y es crucificado en Jerusalén. Es cierto que en la actualidad los cristianos representamos apenas el 1.2 % de los pobladores en Israel y Palestina. La mayor concentración está en Belén, Beit Sahour y Beit Jala, tres municipios del distrito de Belén que aglutinan a unos 38,000 cristianos.

Un porcentaje de cristianos que sigue en retroceso.
Por dos razones principales: una, que la tasa de natalidad es menor entre los cristianos; y dos, que nunca regresaron las decenas de miles de palestinos cristianos que migraron en el siglo XX, sobre todo a Latinoamérica. Algunos descendientes nos visitan como turistas, y hasta en eso se evidencia la necesidad de un Estado palestino pleno, porque son hijos y nietos de palestinos que para visitar la tierra de sus ancestros tienen que tramitar su visa ante Israel, no ante Ramala. Israel juega con esa ventaja: promueve que judíos de todo el mundo se instalen en los territorios que controlan, pero impide que la diáspora palestina regrese; todo para crear un cambio demográfico a su favor.

En este viaje usted ha visitado Nicaragua, El Salvador y Honduras.
Y el año pasado visité Chile, Colombia y Ecuador, países que también tienen comunidades de descendientes de palestinos muy numerosas.

¿Por qué esa mirada hacia América Latina?
Te respondo con una cifra: somos 38,000 palestinos cristianos en el área de Belén, y tan solo en Chile los descendientes de palestinos son 300,000, y la inmensa mayoría, cristianos. Pero nadie de la diáspora puede regresar con pasaporte palestino; por eso es tan importante que Naciones Unidas nos reconozca como miembro pleno.

¿Cree que un salvadoreño de origen palestino de cuarta o quinta generación querría regresarse a vivir a Palestina?
No es cuestión de si quieren retornar o no; el problema es que hoy no tienen opción de hacerlo. Y de lo que sí estamos seguros es de que la diáspora puede hacer mucho más por Palestina.

En Centroamérica, la embajada de Israel, por lo general, tiene poder e influencia.
Pero nuestro poder reside en que nuestra causa es justa. Hay seis millones de palestinos regados por el mundo, sumados los refugiados y la diáspora. ¡Seis millones! Es más que la población actual de Palestina.

La diáspora palestina acaba de aprobar la Declaración de Managua, con el compromiso explícito de impulsar en sus respectivos países la causa palestina.
Y fijamos para octubre de 2017 en Santiago de Chile un nuevo encuentro de representantes de la diáspora palestina.

¿Cómo puede colaborar un salvadoreño de origen palestino con la causa?
El primer paso es unirse, apropiarse de la idea de que existe una diáspora palestina en Latinoamérica. Nuestra primera convención fue en Belén, del 1 al 3 de octubre de 2016, y la llamamos ‘De vuelta a las raíces’. Tuvimos a 85 representantes de la diáspora, y ahí se acordó que celebraremos un encuentro anual que se hará un año en Latinoamérica, otro año en Palestina; y así sucesivamente. Ese encuentro y la gira por Sudamérica que hicimos nos permitieron detectar que la diáspora no está muy conectada. Las relaciones entre las diferentes comunidades de palestinos necesitan ser más activas, más vibrantes, que haya más conexión. También detectamos que la conexión con nuestra madre patria, por así decirlo, con Palestina y Belén, no es muy intensa. Apenas estamos comenzando, pero creemos que trabajando juntos, cooperando, podemos llegar lejos.

¿En qué sentido?
En muchos, pero uno muy evidente es el de atraer inversión. A pesar de la situación política, Palestina ofrece excelentes oportunidades. De la primera convención ya surgieron tres acuerdos en el área de salud, en los que participarán familias de origen palestino que viven en Chile.

El alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, recibió el 8 de febrero a la alcaldesa de Belén y le otorgó el reconocimiento de ‘Huésped distinguida’. La familia materna de Armando Bukele, el padre de Nayib, era originaria de Belén. Foto Roberto Valencia.
El alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, recibió el 8 de febrero a la alcaldesa de Belén y le otorgó el reconocimiento de ‘Huésped distinguida’. La familia materna de Armando Bukele, el padre de Nayib, era originaria de Belén. Foto Roberto Valencia.

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