Columnas / Migración

El defecto Trump: piratas en el Caribe


Martes, 28 de marzo de 2017
Diego Murcia

Estamos en plenas vacaciones de primavera. Un barco navega al ritmo de aguas profundas, a pocas millas de las costas de Cancún. Al interior de la nave, un grupo de bucaneros, piratas y corsarios pelean entre sí a punta de espada para hacerse de un tesoro invisible, mientras docenas de familias aplauden, comen y beben como si no hubiera mañana.

En una de las mesas, una familia empieza a ganar notoriedad en medio de aquella monserga verbal. Alzando sus copas al mismo estilo de los filibusteros ahí representados, comienzan a gritar en inglés: 'Build that wall! Build that wall!'. Las mismas palabras que se oyeron, en septiembre de 2016, en una concentración pública en Ohio, durante la campaña presidencial de Donald Trump.

Nadie sabe si aquellos estadounidenses están borrachos o sobrios. Y sin embargo, el silencio que se va colando entre los comensales como el sudor salino que corroe todo el ambiente, poco a poco cae como un mundo sobre los hombros de aquellos vacacionistas que llegaron a México a desdoblarse de la realidad.

Quienes presenciaron la escena, en aquella barcaza o a través de la internet -gracias al video que recogió con gran indignación un turista peruano, reproducido por los los medios mexicanos y luego en todo el mundo- comprendieron, con gran pesar, que Trump había corrido la cortina de humo de lo que es considerado políticamente correcto en Estados Unidos. La caja de Pandora está abierta y gracias a eso estamos presenciando lo bueno y lo malo del pueblo que tanto admira el mundo por la construcción del sueño americano (aquel ficticio sueño).

Han pasado poco más de sesenta días desde que Donald Trump entrara a la Casa Blanca y el efecto de sus políticas, firmadas desde el primer día, han hecho sentir su efecto en todo y en todos. Hoy día, por ejemplo, para el migrante, legal o no, vivir en Estados Unidos significa estar en un estado de alerta constante, con pánico, miedo o zozobra ante la incertidumbre con la que navega esta balsa de país.

Hay que entender un par de cosas antes de juzgar al pueblo estadounidense: Uno, el presidente es parte de una institución respetable y de un sistema inmaculado qué hay que respetar aunque quien esté a cargo no sepa lo que hace, por ello la remoción -si llega- no es una opción inmediata. El leve aleteo de la pluma de Donald Trump -sobre una orden ejecutiva- se puede sentir al otro lado del mundo. Lo mismo pasa con sus tuíts.

Sobre esto último hay que decir que, aunque las órdenes ejecutivas que firma un presidente deben ser aprobadas por el Congreso y la Cámara de Representantes antes de convertirse en leyes, su sola existencia provoca acciones como el hecho de que algunas empresas nacionales se hayan visto beneficiadas por las políticas económicas de Trump, pese a que no hay un plan económico en curso.

Otro ejemplo es el hundimiento del peso mexicano que llegó a ser cotizado a 23 pesos por 1 dólar en la misma semana en que Trump tomó posesión de la oficina oval. Con mayor o menor prisa, los gobiernos están recalibrando las políticas sobre comercio, defensa e inmigración, en especial Guatemala, Honduras y El Salvador.

Aunque su efecto también se dejó ver previo a las elecciones, como cuando el sindicato de Agentes Fronterizos reveló que una gran mayoría apoyaba su mensaje antimigrante. O cuando, abiertamente, el republicano Ted Cruz pidió a sus correligionarios que votaran por alguien más excepto por Trump. Y si algo ha caracterizado a los partidos estadounidenses es que, sin importar que el Olimpo se esté derrumbando bajo sus pies, chucho no comer chucho.

Trump no solo quiere construir un muro -para el que ya se han apuntado más de 600 compañías estadounidenses e incluso la cementera mexicana Cemex-, también quiere renegociar el Tratado de Libre Comercio que tanto ha beneficiado a los Estados Unidos para hacerlo más 'justo'.

Pero, hay que hacer un alto en esta narrativa, que es el meollo de todo este asunto. Trump ha sido el catalizador para que un sector de la sociedad estadounidense se desinhiba y se sienta empoderada a ser racista... algo que, antes del 2016, se mantenía a raya, cobijado por lo políticamente correcto. Por suerte, también los estadounidenses con sentido de la justicia y la dignidad humana han salido al paso y han brindado su mano amiga al necesitado. Lo anterior es solo una mirada de las historias que se están gestando en esta administración. Es un defecto con el que el pueblo estadounidense tendrá que cargar por los siguientes cuatro años. Desde luego, este no es el final, sino el inicio de un camino complicado que hay tratar de leer desde todas las avenidas posibles.

*Diego Murcia es escritor y periodista salvadoreño. Escribió para El Faro y La Prensa Gráfica. Posee una Maestría de Bellas Artes en Escritura Creativa por The University of Texas at El Paso y una licenciatura en Comunicación Social por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Vive en la frontera de El Paso (Texas) y Ciudad Juárez (Chihuahua).

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