Columnas / Violencia

Víctima y culpable


Miércoles, 14 de junio de 2017
Laura Aguirre

Hace unos días finalizó el juicio contra Ángel Quiroga, un médico guatemalteco acusado de retener, drogar y violar a una turista italiana en la playa El Tunco. Fue sentenciado a 15 años de cárcel por los delitos de privación de libertad y lesiones graves. Resultó absuelto del delito de violación sexual.

De acuerdo a la Fiscalía, la turista se fue con Quiroga hacia su habitación. Un grupo de amigos de la víctima la buscó durante tres días, hasta que la encontraron en el cuarto donde la retuvo Quiroga. La encontraron seminconsciente, en la cama y en ropa interior. Ya en el hospital ella pudo relatar lo que recordaba: se fue con el médico y en el cuarto él la inyectó en el pie. Los análisis confirmaron las perforaciones. Ella no supo más hasta que sus amigos llegaron. La mujer tuvo que ser trasladada a Italia. No se recuperó. Su salud empeoró y ahora aún permanece internada en un clínica.

Pese al fallo, Quiroga no fue el único condenado en este caso. En las redes sociales, la víctima también fue juzgada por los internautas y encontrada culpable de lo que le pasó. Aquí una pequeña muestra de comentarios hechos por dos mujeres respecto al caso:

“Internet se ha convertido en el nuevo espacio de la violencia de género”, escribió Celia Guerrero en un artículo publicado por la Revista Factum. Mensajes dirigidos a mujeres o personas queer con insultos, amenazas, odio o que buscan denigrarlas abundan en la realidad virtual.

Esto no debería extrañarle a nadie. Facebook, Twitter y otras redes sociales solo son una extensión de nuestro mundo offline. Lo particular es que se han convertido en plataformas para viralizar, con casi total impunidad, esa violencia sostenida por la desigualdad que persiste entre hombres y mujeres y personas queer. Los comentarios que culpabilizan a la turista italiana son un ejemplo de la extensión virtual de esa desigualdad.

En las redes, las mujeres somos valoradas por lo que hacemos o no hacemos con nuestra vida sexual. Algo que, como dice la antropóloga Marta Lamas, debería ser común a ambos sexos, se utiliza para dividir a las mujeres en dos grupos: buenas y malas, decentes y putas. Bajo estos estereotipos, a las buenas y decentes no les pasa nada malo porque saben comportarse como se debe, pero a las malas y putas (o las que parecen serlo) todo lo feo puede ocurrirles por su mala conducta.

Ángel Quiroga drogó a la turista italiana para poder retenerla en su habitación. Lo que ocurrió luego, allí dentro, no lo podremos saber debido a las deficiencias en la recolección de pruebas. Pero su retención, su secuestro, no deja de ser grave, como tampoco deja de ser grave que se minimice el crimen al culpar a la víctima por lo ocurrido. “Ella se fue por su gusto con él, ella sabía que el hombre quería sexo, ella es la que quería aprovecharse de él. En definitiva ella se merece lo que le pasó”. La falta de sensibilidad y la ausencia total de empatía es hasta dolorosa.

¿Y si Quiroga hubiera sido encontrado culpable de violación? ¿Por irse con él, la víctima también habría merecido ser violada? A la luz de los comentarios de los juzgadores virtuales, sí. Y a la luz de estos mismos mensajes queda claro que aún le falta camino a nuestra sociedad para dejar de justificar que un hombre obligue o quiera obligar a una mujer a hacer cualquier cosa. Desde encerrarse en un cuarto, pasar el rato, hasta tener sexo. Por eso es importante insistir en que el ‘No’ de una mujer no admite interpretaciones. No importa si lo dice borracha y drogada, No importa si antes se ha paseado desnuda frente al hombre, No importa si le acompañó a su habitación, No importa si esperó hasta el último momento para decir que No. Ese ‘No’ nunca pierde su significado.

*Laura Aguirre es estudiante de doctorado en sociología en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. Su tesis, enmarcada dentro de perspectivas feministas críticas, está enfocada en las mujeres migrantes que trabajan en el comercio sexual de la frontera sur de México. Su trabajo también abarca la sexualidad, el cuerpo, la raza, la identidad y la desigualdad social.

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