Columnas / Política

Cataluña: la guerra de las imágenes

PAU BARRENA
PAU BARRENA

Martes, 3 de octubre de 2017
Edu Ponces

El pasado 1° de octubre en medios y redes sociales de buena parte del mundo empezaron a aparecer fotografías y videos de policías golpeando, a veces salvajemente, a ciudadanos catalanes. Estos, intentaban proteger pacíficamente las urnas de los colegios electorales a los que habían ido a votar si querían independizarse de España. Chicas jóvenes arrastradas por el pelo, hombres mayores lanzados por escaleras, sangre tiñendo el pelo blanco de una mujer anciana. El referéndum de independencia que gobierno autonómico catalán había convocado, saltándose la legalidad española, estaba siendo detenido a porrazos y pelotazos de goma desde Madrid.

Estas imágenes no son solo un producto de un conflicto, sino que en ellas está la clave para entender cómo hemos llegado hasta aquí. Mucho de lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos meses, muchos de los pasos que se han seguido desde uno y otro bando no pretendían otra cosa que conseguir esas fotografías publicadas en los medios de comunicación.

Hay que tener en cuenta que el incombustible y aparentemente complejo “conflicto catalán” se puede resumir en un solo debate. ¿A quién pertenece la soberanía de ese pedazo de tierra que llamamos Cataluña?

Los que responden “al pueblo catalán” son cerca del 80% de los habitantes de la actual comunidad autónoma y el gobierno de la Generalitat de Catalunya. Estos argumentan, con razón, la existencia de una nación histórica y una lengua y cultura propias y defienden que en una democracia europea del siglo XXI la pertenencia a un país no se puede imponer contra la voluntad de sus habitantes. Al otro lado, la mayoría de los habitantes del resto de España y el gobierno de Madrid responde que la soberanía de Cataluña pertenece “a la totalidad del pueblo español”. Esgrimen, con buena razón también, algunos siglos de historia común, la mezcla cultural y social en que es actualmente Cataluña y, sobretodo, la constitución española (aprobada masivamente por los catalanes en 1978). Es un problema simple, pero casi imposible de resolver. La balanza de este debate esencial está, por supuesto, completamente inclinada del lado de Madrid a quien pertenece la ley y, por supuesto, la fuerza para aplicarla.

Desde hace casi una década esta balanza se ha traducido en un bloqueo político entre los gobiernos de Madrid y Barcelona. El independentismo en Cataluña y, en mayor medida, la voluntad de autodeterminación, ha crecido exponencialmente con la crisis económica y unos gobiernos en Madrid que han usado continuamente el enfrentamiento con Cataluña como una herramienta fácil para conseguir votos en el resto de España. (Este video ofrece un buen resumen de ello). Los partidos políticos catalanes han visto una oportunidad y han empezado a ofrecer la más jugosa de las propuestas: una nueva república.

La realidad es que hoy día en Europa solo hay dos maneras realistas de constituir un nuevo estado. La primera son las armas, algo que, en este caso, esta felizmente fuera de la ecuación. La segunda es tener la aprobación de la Unión Europea. La llegada de un hermano mayor con capacidad de presionar a un país como España es la única baza realista que le ha quedado al gobierno catalán. El problema es que cada vez que se le ha preguntado, la Comisión Europea y los países fuertes de la unión han respondido que este es un asunto interno de España.

A man holds a Catalan pro-independence
A man holds a Catalan pro-independence 'Estelada' flag in Barcelona during a general strike in Catalonia called by Catalan unions on October 3, 2017. Large numbers of Catalans observe a general strike today to condemn police violence at a banned weekend referendum on independence, as Madrid comes under growing international pressure to resolve its worst political crisis in decades. / AFP PHOTO / PAU BARRENA

Y de ahí la importancia de las fotografías. El gobierno catalán no ha convocado un referéndum para legitimar la independencia por las urnas, sino para asegurarse que el mundo viera que España impone la fuerza sobre los votos. Se ha construido una campaña de comunicación basada en una idea: si Europa ve un policía español confiscando una urna catalana se verá obligada a intervenir para mantener su imagen de referente democrático mundial. Y ha funcionado. Vaya si ha funcionado.

Con lo que probablemente no contaba el gobierno catalán es que el otro bando tenía unos planes muy parecidos, solo que más siniestros. Si bien es cierto que estas imágenes dejan en muy mal lugar al estado español, también lo es que son una buena noticia para el Partido Popular en el gobierno. La derecha española, desgastada por una inacabable secuencia de casos de corrupción, ha encontrado en esta foto la oportunidad para reforzarse si no ante todos los españoles, sí ante sus votantes, como los auténticos defensores de la unidad de España. Ante el despreció de los catalanes han apelado a la unidad y a la fuerza. Así que el gobierno del presidente Rajoy no solo aceptó la apuesta que le lanzaron desde Barcelona, sino que la subió. Y es entonces cuando la imagen esperada de un policía requisando una urna se convirtió en un policía golpeando a unos votantes insurrectos.

Al final todo el mundo tiene lo que quiere. El gobierno catalán, formado por una alianza de partidos independentistas de derecha y centro izquierda, ha conseguido las fotografías publicadas en Le Monde, The Guardian o Liberation, acompañando editoriales que critican a Rajoy y piden diálogo. Europa aparece en escena y se ve una luz en el camino hacia un mayor autogobierno. Por su lado, el gobierno de Madrid tiene unas fotografías parecidas en La Razón, El Mundo y El País acompañando a textos que defienden la actuación del gobierno y de encuestas en que los lectores califican masivamente la actuación policial de “proporcionada” a la grave afrenta de los catalanes. La derecha desgastada por la corrupción y los recortes sociales resurge como garante de la patria y la ley. La batalla ha estallado definitivamente y se pelea tanto más en los medios y en las redes que en las calles.

Lo cierto es que tantos esfuerzos de ambos bandos por escenificar el enfrentamiento ya ha traído consecuencias para los que vivimos en Catalunya. Los gritos, los golpes y la sangre no se quedaron solo en las imágenes, han dolido de verdad. En las calles de Barcelona, ciudad de encuentro como pocas, ya hay puñetazos entre jóvenes de uno y otro bando. Hoy millones de catalanes ven un enemigo en la Policia Nacional y la Guardia Civil. Por primera vez en mucho tiempo hay heridas, rencor y ganas de venganza. Quizás sean solo chispas, pero de un fuego que todos creíamos extinguido desde el fin de la dictadura. Avivar la llama de la violencia siempre es un juego muy arriesgado. Aunque solo sea para una foto.

*Edu Ponces, fotoperiodista, es miembro fundador de Ruido Photo y la Sala Negra de El Faro. Fue jefe de fotografía de El Faro y ha colaborando con otros medios internacionales como El País, El Mundo, CNN en Español, Miami Herald, Clarín, Proceso, Gatopardo, entre otros.

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