Columnas / Política

Versión salvadoreña de ‘Navidad sin ti’


Viernes, 22 de diciembre de 2017
Willian Carballo

Otro año ya se ha ido y es imposible no mirar atrás y, masoquistas, lijar con saña los raspones que esta docena de meses agonizante nos dejó como país. Paso, pues, como un Marco Antonio Solís quejumbroso cada Navidad, a resumir el año que tuvimos como nación:

Primero, los políticos nos siguieron creyendo manipulables. Nos quisieron dar atol de elote loco con el dedo o se pusieron peluca para pretender tomarnos el pelo. Enderezados y pintados en el taller de Photoshop, sonrieron como Santa Claus y nos regalaron llantas, lentes y láminas. Unos se creyeron Emilio Estefan y grabaron discos. Otros chinearon indigentes como una versión lenca de Kevin Costner en El guardaespaldas y se tomaron fotos, así, como que no se daban cuenta. También inauguraron principitos, pintaron paredes y se llenaron la boca de frases más vacías que el anaquel donde Funes guarda sus trofeos a la humildad. Y luego, cuando nos vieron distraídos por el Barcelona-Madrid en turno, por lo memes de algún funcionario fanático de Los Ángeles Azules o por cualquier otro placebo, los que ocupan una curul se recetaron un bono. Un gordo, grasoso y sabroso bono que suma $2.7 millones para ellos y todos los empleados legislativos. Guácala, qué rico, seguro pensaron.

En seguridad, ya sospecharán cómo nos fue. El Gobierno –como un Arjona moderno– nos enseñó que no se cuentan los muchos homicidios de todo el país sino todos los municipios en los que no se cuentan homicidios (¡WTF!). Fue tibio, además, ante el acoso que algunos periodistas denunciaron tras publicar abusos policiales. También escondió bajo el sillón el polvo que han levantado los desplazamientos internos por violencia. Todo mientras, en el norte, vía Twitter, hacían de las maras un villano hollywoodesco para justificar la política migratoria y dejar a muchos hermanos trabajadores al borde del precipicio fronterizo. Compatriotas que, según las autoridades locales, continuaron yéndose de El Salvador a ritmo de 250 al día.

Las redes sociales, por su parte, siguieron siendo mitad Sodoma mitad el cerro de Guazapa en los ochenta. Ahí, los troles y los borregos le volvieron a dar la razón a Umberto Eco. Mientras que algunos periódicos digitales, que son como Gremlins 2.0 cuando se mojan, aparecieron por toditos los rincones virtuales de mi tierra El Salvador, disfrazando su activismo partidario de noticias y metiendo las palabras sangre o sexo en cualquier titular que se dejara, con tal de ser los primeros en alcanzar el orgasmo en la guerra de los clics. “Sexy-periodismo”, le dicen (ver acá investigación completa al respecto).

Y el deporte, ¡ay, el deporte! Por un lado, el fútbol siguió en picada como la imagen de la directiva del Águila. Ocho equipos de los 12 de la Liga Mayor llegaron en su momento a tener como única opción probar suerte en la Cornucopia para saldar deudas. Bastó, además, el mínimo y extraño error en defensa de algún jugador experimentado para que se nos apareciera la siguanaba de los amaños a alebrestarnos las dudas con sus enormes chiches fantasmales y sus largas uñas. Y por el otro, hoy somos el quinto lugar de deportes olímpicos en Centroamérica. El puesto sería honroso en otro contexto geográfico, pero acá sería como celebrar ser el “otro” en un triángulo amoroso: la región tiene siete delegaciones y nosotros apenas estamos por encima de Honduras y Belice. ¡Honduras y Belice!

Así se pasó el año. Ni volvió a venir U2 –Ni Sabina, ni los Cadillacs–, ni varios comunicadores se desinfectaron la boca para quitarse ese sucio ‘lo que es’. Tampoco las televisoras dejaron de emitir enlatados o replicar fórmulas extranjeras probadas ni los medios dieron prioridad a las historias de salvadoreños exitosos, buenos y honrados que también existen, pero que venden menos que la frase de la ministra de Medio Ambiente invitándonos a ir al mar tras un sismo o que el video viral de Omar Angulo junto a King Flyp salando al Alianza o al Tecla de manera alterna.

Acabó el año y solo fue otro día más en la oficina: duro, violento y de falsas promesas. Y sin pretender ser un guionista de Los Simpson que predice el futuro, auguro que el próximo año será igual. La misma lana en manos de los mismos políticos tejiendo nuestra camisa de fuerza a estrenar el 24. Y nosotros, siempre nosotros, y me incluyo, quejándonos como eternos Marco Antonio Solís cada vez que llega Navidad. ¡Feliz Naaaavidaaaad…!

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