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Luis Posada Carriles, el último conspirador anticastrista

Una muerte tranquila, a los 90 años, marcó el fin de seis décadas de conspiraciones, planificación de atentados, encarcelamientos y de sobrevivir a ataques armados. Posada Carriles operó desde San Salvador durante 15 años. Fue enlace de la operación Irán-Contras y a fines del Siglo XX reclutó a tres salvadoreños para colocar explosivos en hoteles en Cuba. Es uno de los últimos miembros de una generación de anticomunistas cubano-americanos obsesionados con asesinar a Fidel Castro.


Viernes, 25 de mayo de 2018
Carlos Dada

En noviembre del año 2000, pocos días antes del inicio de la Cumbre Iberoamericana, comenzó a circular un rumor de las dimensiones que en este oficio llamamos bomba: un hombre con pasaporte salvadoreño, identificado como Franco Mena Rodríguez, había sido capturado en posesión de explosivos que serían utilizados para asesinar al presidente cubano, Fidel Castro.

Castro aterrizó poco después en Panamá y él mismo aclaró la situación: los agentes de la inteligencia cubana habían detectado al terrorista. Entró a Panamá con un pasaporte auténtico, pero con nombre falso. Franco Mena, el nombre que aparecía en el documento, era uno de los alias de Luis Posada Carriles, un obseso anticastrista que llegó a El Salvador a mediados de los años ochenta para participar en la Operación Irán Contras y que durante décadas llevó a cabo todo tipo de actividades terroristas contra el régimen cubano.

Su plan era estallar poderosas cargas explosivas durante un encuentro que Castro tendría con los estudiantes en el paraninfo de la Universidad de Panamá. Junto a Posada Carriles cayeron otros tres terroristas cubano-americanos: Guillermo Novo Sampoll, Pedro Remón y Gaspar Jiménez Escobedo.

Las pocas imágenes de su captura mostraban ya a un hombre muy deteriorado, con el rostro casi desfigurado, consecuencia de atentados en su contra perpetrados en Guatemala durante la década anterior.

Pocos meses después, los cuatro terroristas fueron indultados por la presidenta panameña, Mireya Moscoso, durante su último día al frente del gobierno. Un avión particular los llevó a Miami, previa escala en Honduras, donde se quedó Posada Carriles. Desapareció durante un tiempo.

Fue localizado nuevamente en Miami, adonde entró clandestinamente, y fue sometido a un juicio migratorio. Fue liberado de cargos y desde entonces vivía en Florida en una casa de retiro para veteranos estadounidenses.

Luis Posada Carriles murió el martes pasado víctima de un cáncer en la garganta, a la edad de 90 años. Así terminó la última de sus múltiples vidas, tras sobrevivir a encarcelamientos, atentados y conspiraciones en su contra. Y tras llevarlas a cabo él mismo.

Luis Posada Carriles (izquierda), falleció el 23 de mayo en su residencia en Miami, Estados Unidos. AFP PHOTO | GETTY IMAGES NORTH AMERICA | JOE RAEDLE
Luis Posada Carriles (izquierda), falleció el 23 de mayo en su residencia en Miami, Estados Unidos. AFP PHOTO | GETTY IMAGES NORTH AMERICA | JOE RAEDLE

Notorio anticastrista y terrorista

Salvadoreño por papeles falsos. Anticomunista obsesionado hasta el terrorismo. Cubano-americano. Veterano de Bahía de Cochinos. Autor de un atentado terrorista contra un avión de pasajeros. Prófugo de la justicia de Venezuela y Cuba. Hombre fugado de una prisión venezolana. Agente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Ejecutivo en Ilopango de la Operación Irán-Contras. Sobreviviente de varios atentados. Autor intelectual de los atentados con bomba contra hoteles en Cuba perpetrados por salvadoreños. Protegido por las autoridades estadounidenses y por el lobby cubano; héroe de la Fundación Nacional Cubano Americana. Narcotraficante. Pintor.

Luis Clemente Faustino Posada Carriles, nacido en Cienfuegos, Cuba, el 15 de febrero de 1928, murió por fin el martes pasado, asombrosamente como un anciano, en calidad de leyenda del anticastrismo y de terrorista inestable por el régimen cubano (y en algunos momentos también por la CIA). El más notorio soldado de las conspiraciones más criminales del exilio cubano, el más reconocido anticastrista junto a los -también fallecidos- Orlando Bosch y Jorge Mas Canosa.

En 1961 participó en la frustrada operación de Bahía de Cochinos y se mudó a Caracas para asesorar a los servicios de inteligencia venezolanos. Pero su suerte terminó cuando el vuelo 455 de Cubana de aviación, que hacía el recorrido Barbados-Jamaica, estalló en pleno vuelo. Documentos recientemente desclasificados en Washington indican que Posada era identificado en la CIA como el agente WSCARLET-3, y que era un agente activo en 1976, cuando ocurrió el atentado.

La inteligencia cubana y la justicia venezolana acusaron a Posada y a Bosch de planificar el atentado, que hizo explotar la aeronave poco después de su despegue de Barbados. 73 personas murieron. Todos los pasajeros y la tripulación. Entre ellos el equipo cubano de esgrima.

Posada Carriles vivió en prisión en Venezuela casi una década y escapó caminando. Aterrizó en Costa Rica. Su fuga fue tan bien coordinada que se especula que fue orquestada por la CIA. Entonces vino a El Salvador. Era ya 1985.

Un hombre llamado Félix Rodríguez, otro veterano de la fracasada operación de Bahía de Cochinos, agente de la CIA y el hombre que aparece junto al Che Guevara en su última fotografía -tras su captura en Bolivia y poco antes de que fuera ejecutado-, se encontraba ya en El Salvador. Era el enlace entre el coronel Oliver North y los militares salvadoreños que le permitían operar desde la base de Ilopango en la Operación Irán-Contras. Él contrató a Posada Carriles, un viejo conocido desde los entrenamientos que ambos hicieron en Bahía de Cochinos.

A partir de entonces, Posada Carriles radicó en El Salvador durante los siguientes tres lustros, protegido por sus amistades militares y políticos anticomunistas. Todos lo conocían como Ramón Medina. Pronto obtuvo dos cédulas de identificación mostrando partidas falsas. Una de la alcaldía de Tecapán, que lo identificaba como Franco Rodríguez Medina; y otra de la alcaldía de Ilopango, a nombre de Ramón Medina Rodríguez.

“Fui a El Salvador, había un presidente de nombre Duarte y a mí no se me consideró un fugitivo. Yo era un asesor del gobierno y de la Policía”, dijo Posada a CNN en una entrevista realizada en 2011. “Varias veces, yo luché contra la guerrilla cubana que estaba en las montañas, luché contra el Frente Farabundo Martí, yo era asesor de la Policía. Estuve en Centroamérica por otros lugares, estuve en Honduras, estuve a favor de los contras. Eso no es terrorismo, yo estaba al lado del gobierno, en contra de los terroristas que formaban el Frente Farabundo Martí, un frente militar guerrillero. Hubo combates en los que murieron 87 personas del Frente Farabundo Martí, ahí se peleó duro”.

Poco se sabe de su vida privada durante su residencia en El Salvador. Mantuvo una discreta vida social limitada a sus amistades anticomunistas y fuentes cubanas aseguran que trabajó asesorando a la policía salvadoreña bajo el mando de Víctor Rivera, “Zacarías”, un viejo conocido de los servicios de inteligencia venezolanos que había llegado a El Salvador para apoyar a los servicios de inteligencia en su intento de frenar los secuestros contra empresarios salvadoreños. Zacarías fue quien desarticuló la red de secuestradores encabezada por un círculo de militares leales a Roberto d’Aubuisson durante el gobierno del expresidente Armando Calderón Sol (1994-1999).

A mediados de los ochenta estalló el escándalo Irán-Contras en Estados Unidos y, a finales de esa década, Posada Carriles pasó un tiempo en Guatemala, donde fue víctima de atentados presuntamente perpetrados por agentes cubanos. En uno de esos ataques fue gravemente baleado. Uno de los proyectiles impactó su rostro. Fue intervenido de emergencia y salvó la vida. Se recuperó, con el rostro desfigurado, y volvió a El Salvador.

Algunos años después volvía a conspirar con el exilio cubano de Miami. En El Salvador, y con la asistencia del empresario Ramón Sanfeliú, dueño de talleres Moldtrok, reclutó a salvadoreños para colocar bombas en hoteles cubanos. Era 1997.

Jesús Chávez Abarca , Raúl Ernesto Cruz León y Otto Rodríguez Llerena , todos salvadoreños, fueron capturados y condenados en Cuba por los atentados contra hoteles en los que murió un turista italiano. Todos identificaron a Posada Carriles como el autor intelectual. Sanfeliú sirvió de enlace.

Cuando Posada Carriles cayó capturado en Panamá en 2000, Fidel Castro acusó directamente al gobierno salvadoreño de darle protección. Lo hizo en público y también en privado. En una reunión a puerta cerrada, entre los presidentes asistentes, Fidel Castro acusó a su homólogo salvadoreño, Francisco Flores, y a su partido, de haberle dado protección a Posada Carriles todo el tiempo, a pesar de que no había dudas de su autoría intelectual de los atentados en los hoteles. La reunión, que debía ser solo entre mandatarios y sin registros, la escuchamos todos los presentes en la sala de prensa, porque un técnico dejó abiertas las señales de video y de audio. “El cabecilla (Luis Posada Carriles) procede de El Salvador, cuyo gobierno sabe perfectamente que Carriles vive ahí porque al presidente Calderón Sol le entregamos todos los detalles: dónde vive, qué hace”, dijo Castro. Flores respondió acusando a Castro de ser el principal instigador de los movimientos guerrilleros centroamericanos dos décadas antes. Castro entonces dio una larga cátedra de historia salvadoreña, en la cual recordó a Flores que el partido comunista salvadoreño había nacido antes que él y se había nutrido de masacres como la cometida por la dictadura militar contra 30 mil indígenas en 1932. Volvió a recordarle que era el gobierno salvadoreño el que protegía a Posada Carriles. La captura del anticastrista, pues, había desatado una crisis política internacional.

Flores y Castro no volvieron a verse nunca más. Esa fue la última Cumbre Iberoamericana a la que asistió el presidente cubano.

Días después del altercado diplomático, el periódico oficial de Cuba, Granma, se encargó de vincular al entonces ministro de Interior salvadoreño, Mario Acosta Oertel, como un “amigo íntimo” que protegió a Posada Carriles durante su estancia en El Salvador. En 2006, en una conversación con El Faro, Acosta Oertel negó esa vinculación.

Durante sus últimos años en Florida, Posada Carriles dio algunas entrevistas, a pesar de sus problemas para hablar creados por los atentados que sufrió en Guatemala. Hasta el final se declaró un soldado de la lucha contra el régimen castrista en Cuba. Después de seis décadas de conspirar contra el líder revolucionario cubano, también legendario sobreviviente de atentados en su contra, vivió lo suficiente para ver morir a su enemigo. Castro murió el 25 de noviembre de 2016, también a los 90 años.

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