Columnas / Cultura

Sobre Cash Luna y su nave espacial

Leí con detenimiento y mucho interés el trabajo de Rachel Nolan sobre el pastor guatemalteco Cash Luna. En general, me parece un trabajo interesante sobre el fenómeno de las iglesias evangélicas neo pentecostales que resalta muchas características que son similares en El Salvador y Latinoamérica. El trabajo toca variados aspectos y hace afirmaciones que francamente podrían ser material de un amplio debate; tantas que no es posible discutirlas todas en un espacio reducido como este.

Domingo, 3 de junio de 2018
Luis R Huezo Mixco

Leí con detenimiento y mucho interés el trabajo de Rachel Nolan sobre el pastor guatemalteco Cash Luna. En general, me parece un trabajo interesante sobre el fenómeno de las iglesias evangélicas neo pentecostales que resalta muchas características que son similares en El Salvador y Latinoamérica. El trabajo toca variados aspectos y hace afirmaciones que francamente podrían ser material de un amplio debate; tantas que no es posible discutirlas todas en un espacio reducido como este. Sin embargo, me ha parecido necesario hacer, entre otros comentarios, algunas aclaraciones sobre la parte histórica que Rachel Nolan detalla, pues en general contiene mucha información imprecisa que necesita contrastarse con información académicamente sustentada, para beneficio de los lectores de El Faro.

Yo he estado algunas veces en la iglesia de Cash en San José Pinula; también lo he visto predicar en El Salvador. Su iglesia ha crecido mucho en los últimos años, pero afirmar que lo hace a costa de la iglesia guatemalteca “El Shaddai” es un poco aventurado. La rotación de miembros entre sí es una característica actual entre las iglesias evangélicas centroamericanas y lo hacen a costa no de una, sino de muchas iglesias de su entorno social, por causas que ameritan más estudio. Sin embargo, el poder económico no siempre es lo que alimenta el crecimiento eclesial: hay iglesias de crecimiento exponencial constituidas por personas de modesta condición; sobre ese tema hay muchos trabajos con posturas diferentes. Al igual que Rachel, también he visto que las iglesias, tanto grandes como pequeñas, efectivamente se alimentan de una fuerza laboral gratuita, algo que no es censurable en sí mismo, pues el voluntariado es sostén de muchas actividades altruistas. Lo que sí sería censurable es que ese voluntariado sea instrumento para enriquecimiento de pocos y no una manera de sostener un espacio de influencia espiritual en la sociedad. Tampoco gozar de niveles de organización jerárquica y logística es criticable en sí mismo, ya quisieran muchos movimientos de la sociedad civil contar con los niveles de organización que los evangélicos tienen.

Pastor guatemalteco Cash Luna. 
Pastor guatemalteco Cash Luna. 

Entrando al tema histórico, es importante decir que el modelo de reclutamiento inicial por medio de reuniones domésticas no es invento de Cash Luna, simplemente es la manera como el cristianismo hizo crecer su membresía desde sus orígenes. Pero hay dos afirmaciones de la articulista que ameritan ser revisadas, estas son: “lo que impulsó el crecimiento de las iglesias evangélicas en Guatemala, al comienzo, fue el miedo” y “el cristianismo evangélico, como se entiende en Centroamérica, fue una invención de los hippies de California”.  La primera afirmación es un lugar común, se ha utilizado más por intuición que por medio de un análisis científico, aunque algunos autores la han retomado en sus libros; Rachel cita al antropólogo guatemalteco Carlos René García Escobar: “El conflicto armado contribuyó a que creciera la iglesia evangélica porque el Ejército arremetió contra los catequistas que se inclinaban por la Teología de la Liberación”. Este argumento también se ha manejado sin sustento en El Salvador, pero es incapaz de explicar porque el mismo fenómeno de crecimiento se ha dado en tantos otros países del sur global, que no tuvieron guerras civiles como Guatemala y El Salvador, no sólo en Latinoamérica, sino también en África. El colega Carlos René García, según la Enciclopedia Guatemalteca, es un experto en danzas tradicionales, por tanto es necesario acudir mejor  a la multiplicidad de estudios académicos sobre el crecimiento evangélico publicados en América Latina, Francia y Estados Unidos, que ofrecen explicaciones diversas, que incluso al día de ahora no son concluyentes.

No fueron “hippies” que “circulaban antes de los sesenta” los fundadores de la iglesia evangélica guatemalteca. Fue el presidente Justo Rufino Barrios quien promovió la venida de los protestantes a Guatemala hace más de 100 años, en 1882, estableciendo la libertad de cultos para que luego llegaran las misiones de fe a finales de ese mismo siglo. Luego el movimiento evangélico fue creciendo en medio de una población eminentemente católica, apoyado en toda Latinoamérica por los Francmasones, quienes estaban interesados en la pluralidad religiosa. Las misiones protestantes foráneas norteamericanas no fueron promovidas por la Iglesia de la Palabra en 1976, como afirma Rachel, sino que iniciaron por medio un movimiento de evangelización mundial a través de organizaciones tales como la Baptist Missionary Society (1792), American Board Missionary of Commissioners for Foreign Missions (1810), American Baptist Missionary Board (1814). La organización que llegó a Centroamérica fue la Central American Mission, a finales del siglo XIX. Tampoco el cristianismo evangélico fue un invento de los “hippies de California”, como la autora explica en su texto. El movimiento evangélico propiamente dicho nació en los Estados Unidos como consecuencia de lo que se conoce como los grandes avivamientos norteamericanos, de manera especial a inicios del siglo XIX. Los misioneros llegaron a Centroamérica siendo portadores de una cultura fundamentalista cuyo desarrollo sentó las bases teológicas e ideológicas para lo que ahora conocemos por iglesias evangélicas.

Según Rachel Nolan, los indígenas son “una obsesión especial de las iglesias evangélicas…los no contactados que viven en los márgenes, siguen siendo una prioridad evangélica”, pero esto es algo muy alejado de la realidad. Material publicado en “Identidades”, la Revista de Ciencias Sociales del Ministerio de Cultura de El Salvador (Indígenas en El Salvador, No.10, Enero/Junio de 2016), demuestra que a pesar de que el famoso Congreso de Edimburgo en 1910 estableció que el mundo indígena en Latinoamérica debía ser prioridad, las iglesias abandonaron esa misión y se dedicaron a otro tipo de audiencias, llegando incluso a recomendar la asimilación de estos por la cultura moderna. En el caso salvadoreño, basta ver la indiferencia de los evangélicos ante los tristes sucesos en el mundo indígena por la matanza de 1932, mientras en Guatemala ya más recientemente el evangélico presidente Ríos Montt perpetró masacres de indígenas en el contexto de la Guerra Fría, algo que Rachel Nolan pasa por alto en su artículo.

Nolan también hace referencia a la teología de la prosperidad, una visión que yo considero llena de antivalores cristianos. Asimismo, hace referencia al trabajo de Bethany Moreton sobre la empresa Wal-Mart, la cual promueve activamente el cristianismo evangélico entre sus trabajadores centroamericanos. Valdría la pena contextualizar esa postura crítica ante notables esfuerzos empresariales de salvadoreños evangélicos como los almacenes “Variedades Génesis” y más recientemente la cadena de restaurantes “Samsil”, para entender la visión desde sus fundadores y conocer más de cerca esa realidad. También se refiere a la visión consumista de la iglesia de Cash Luna, algo que el autor Skye Jethani considera una tragedia y llama “mercantilización divina”, lo cual es una tragedia que impregna a demasiadas Iglesias, incluso por supuesto en nuestro país, El Salvador. Jethani nos llama a encontrar el consumismo religioso que crece en nuestros propios corazones, usando la luz que para ello nos dan grandes santos y artistas, para elevar nuestra vista hacia algo más elevado, profundo y amplio que la “satisfacción al cliente” personal y religiosa.

*Luis R Huezo Mixco es colaborador de El Faro Académico y ha sido coordinador del programa “Cultura y Religión” del Ministerio de Cultura de El Salvador desde 2011.

 

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