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Periodistas que alimentan raíces

"En cuanto a la duda del lector sobre la posibilidad de que El Faro cobre por favorecer a ciertos sectores –sean estos económicos, políticos, etc– la respuesta es simple: eso sería corrupción y no tiene cabida en El Faro. No cobramos por atacar ni defender a nadie, ni respondemos a agendas externas u ocultas. "

Mónica González

No, no se ría. No se trata de un nuevo descubrimiento –o castigo– para los que ansían sacarnos del medio. Alimentar raíces es, sépanlo, otro de los desafíos que nos impone a los periodistas el azote de violencia y corrupción que ha obligado a millones de habitantes de nuestras tierras a abandonar su hogar, sus familias, su cultura y su historia para salir en fuga feroz en busca de un lugar donde apostar a vivir. El Salvador conoce bien ese éxodo, una ruta impregnada de signos de muerte y explotación que El Faro ha relatado una y otra vez.

Y cuando esa diáspora de salvadoreños repartidos por el mundo supera los tres millones, la información se convierte en el alimento principal de muchos de ellos para seguir alimentando su identidad. Y con ella, la esperanza de algún día poder regresar. Una exigencia que viene desde afuera y que obliga a los periodistas de El Faro a ser más estrictos con el rigor de la información que se recoge, especialmente, ahora que se las usa como argumento antimigratorio, sobre los orígenes de la violencia y las pandillas.

Es lo que han recordado en sus correos a la Defensora muchos lectores en estos días. Como Douglas Rodríguez, que escribe desde Canadá: “Al ser inmigrante lo único que queda de relación con el país de origen es mantenerse en contacto con la realidad que nos entregan los medios de comunicación, de entre los cuales evidentemente destaca El Faro, por su imparcialidad o al menos su intento de neutralidad”, dice.

Douglas Rodríguez agrega: “Lo que me motivó a escribirle es el tema de las pandillas, sobre el que nunca dejé de leer los reportajes de El Faro, porque evidentemente tienen una excelente cobertura y, además, porque profesionalmente estoy relacionado al tema. Es impresionante cómo en algunos reportajes tiranizan las pandillas como lo peor del lumpen humano y en otros los presentan como víctimas del sistema y reflejan su miseria como el motor de toda su maldad, presentada en los reportajes donde las tiranizan. Por ejemplo, puede ver este último reportaje: Las escuchas de Park View Locos: Las entrañas de la MS-13 ” (publicado el 18 de julio de 2018).

Y concluye: “Quiero aclarar que vengo de la zona norte de San Salvador y la exclusión social no fue algo alejado de mi realidad. Eso no justifica la violencia que presentan las pandillas, ni lo hace la pobreza. Ser excluido social no implica necesariamente ser violento. Por eso creo que El Faro debería tomar una decisión clara al tratar el tema, porque ni se pueden presentar las pandillas solo como necesitados o víctimas ni tampoco sería justo acusarlos de todo el mal que representan. El Faro debe encontrar el equilibrio y mantenerlo a lo largo del tiempo para poder influir en el cambio de actitud del lector. De lo contrario, estaremos siempre ante la misma clase de periodismo que los demás medios de El Salvador presentan”.

El llamado de este lector es para todos, periodistas y lectores. Su interpelación implica un gran desafío. Y es un disparo directo a las entrañas de esta profesión: hemos de tener siempre presente que aportar a que una guerra se acabe es también no olvidar a los que debieron partir.

¿Hay información pagada en El Faro?

Las preocupaciones de los lectores son muy variadas, pero muchas tienen un pilar común: la desconfianza. No podría extrañarnos. Son tiempos difíciles para la credibilidad. Al mismo ritmo que la democracia y el Estado se debilitan, los ciudadanos se sienten agredidos, vulnerables y desprotegidos. Una marca de esa fractura es la desconfianza, que también afecta a los medios y a El Faro. Y en el corazón de la falta de certeza está el dilucidar si la información que se está recibiendo es fidedigna o fue dictada por algún poder interesado en manipular a los ciudadanos para aumentar sus rentas.

Es lo que pone de relieve el lector Isaías Diaz cuando pregunta: “¿Existen noticias patrocinadas? ¿Cuál es la tarifa por publicaciones a favor de ciertos sectores económicos? Y aclaro que mi pregunta tiene mucho sentido, porque las últimas resaltan solo lo que les conviene. Noticias son noticias, pero hay diversas formas de emitir y de presentarlas”.

El director de El Faro, José Luis Sanz, le responde y se hace responsable ante ustedes de sus dichos:

“En el mercado publicitario actual se entiende por ‘noticias patrocinadas’ (o ‘sponsored content’) dos tipos de publicaciones: textos o videos que, bajo la apariencia de una noticia, promocionan servicios o marcas, y a menudo están producidos por las propias empresas que desean publicitarse o llevan la firma o toman como fuente a ‘expertos’ que trabajan para esas mismas empresas; o textos que se insertan en medios informativos pese a estar elaborados por plataformas o medios distintos al que los difunde, y que buscan mejorar ranking en buscadores y facilitar su viralización. En ambos casos el medio que publica recibe pago por ello, aunque no tenga ningún control o injerencia en el contenido. El Faro no publica noticias patrocinadas, en ninguna de estas modalidades. Tampoco ha aceptado nunca publicidad bajo el formato de lo que se suele llamar ‘contenido nativo’, una versión maquillada del antiguo publirreportaje, en el que el contenido lo proporciona el anunciante”.

“El Faro mantiene una rígida política de separación entre sus áreas comercial y editorial. En nuestras publicaciones, el contenido publicitario siempre va etiquetado como tal y ocupa un espacio separado del informativo. La aparición de una marca en espacios publicitarios o como patrocinadora de una cobertura periodística especial, o de una conferencia o foro organizado por El Faro, nunca supone participación de la marca en el proceso editorial”.

“En cuanto a la duda del lector sobre la posibilidad de que El Faro cobre por favorecer a ciertos sectores –sean estos económicos, políticos, etc– la respuesta es simple: eso sería corrupción y no tiene cabida en El Faro. No cobramos por atacar ni defender a nadie, ni respondemos a agendas externas u ocultas. Con un equipo limitado de periodistas investigamos lo que nos parece de más importancia e interés público, y publicamos todo aquello que logramos probar o sustentar. Si una publicación de El Faro golpea a un actor público o sector, o favorece a otro, es un efecto secundario de nuestro trabajo periodístico, orientado al interés público”, dice Sanz.

La respuesta que nos da la dirección de El Faro habría que ponerla en un marco. Para tenerlo siempre a la vista, para que todos cautelemos que este manual de principios se cumpla a cabalidad. Porque evidentemente es corrupción recibir pago por publicar una determinada información. Como también lo es disfrazar de información netamente periodística aquella que hoy sale de sofisticadas oficinas de comunicación corporativa y que tiene por objetivo hacer creer a los ciudadanos que una determinada noticia surgió espontánea de la agenda y no emanó de una estrategia que busca rentabilizar un producto, sea este un banco, una empresa de seguridad o un político.

Esa corrupción es una de las más graves, porque socava y corroe la confianza ciudadana, convirtiendo a cada individuo en un ente aislado, que rechaza toda relación con sus pares, dejándolo más vulnerable.

Por ello, el ciudadano que combate la desconfianza exige que el periodista busque imparcialidad al recoger la información y al escribir sus reportajes o crónicas.

Es lo que pide el lector José René Navas Urías al poner el foco de atención no en un artículo en particular, sino en un sesgo que no se debiera descuidar: “La mayoría de los artículos de El Faro son de muy buena calidad y presentan la realidad confrontada con discursos oficiales o mediáticos, lo cual genera en el lector la posibilidad de crear su propio criterio. Sin embargo, hay otros que lo que buscan es confirmar las convicciones del autor o de un público especifico, de lo cual la mayoría ya estamos hastiados, pues ese fue y sigue siendo el modo de ideologizar de los grandes periódicos del país. Lo que menos necesitamos es que alguien nos diga cómo pensar o cuál idea, ideología o supuesta filosofía de vida es la mejor. Lo que necesitamos son medios que nos presenten todos los puntos y opiniones de la realidad, sin miedo, dando voz a todos, buscando así conocernos, reencontrarnos, entendernos y finalmente buscando puntos en común que nos hagan ser mejores personas, tolerantes y respetuosos con los otros”.

Una inquietud similar es la que animó a Juan Carlos Jule a escribir pidiendo que no se siga fomentando la polarización: Para ello, propone hacer la diferencia entre políticos corruptos y partidos políticos: “El pleito es con los políticos. Los corruptos deberían ser el centro de investigación. A esos pueden darle duro con sus excelentes publicaciones”.

Como podrán apreciar los lectores de El Faro, los sentimientos y convicciones que llevaron a escribir a esta Defensora a los de adentro y los de fuera no son muy disimiles. Crear confianza a partir de una información veraz, rigurosa, sobre el origen de la violencia u otros temas, sin perder jamás de vista quiénes son los verdaderos victimarios y corruptos, es no solo alimentar las raíces; es también no dejar morir la esperanza de millones.

 

(La defensoría del lector de El Faro fue creada el 1 de junio de 2018 y se rige por un reglamento disponible aquí. Puede enviarle preguntas o comentarios a [email protected].)

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