Columnas / Política

¡Es el WhatsApp, estúpido!


Miércoles, 13 de febrero de 2019
Marlon Anzora

La frase “it´s the economy, stupid” se popularizó en 1992 durante la campaña electoral de Bill Clinton contra George Bush padre, la cual remarcaba las pautas esenciales para la derrota o la victoria electoral en ese contexto. De allí parafraseo el título de esta columna para hacer un análisis sobre el impacto de las redes sociales en las elecciones presidenciales. Pero, principalmente, utilizo la deficiente compresión de las redes sociales para ejemplificar lo mal que estamos entendiendo las dinámicas sociales y políticas del país.

La mayoría de los consagrados analistas políticos que recorren radio, televisión y periódicos nacionales aún no terminan de comprender qué sucedió el tres de febrero. Principalmente aquellos ligados a la derecha, pero también los conectados con la izquierda efemelenista. En la noche del 3F, las burbujas desde las que hicieron sus análisis se les estallaron como aceite de bacalao y tuvieron que tragarlo, pero intuyo que aún no terminan de digerirlo. Antes de la elección pregonaban la falsa dicotomía entre las redes o el territorio, argumentando principalmente que las redes eran una burbuja que se reventaría contra la realidad (el territorio, según ellos) el día de las elecciones. Pero el 3F se encargó de dejarnos claro que vivimos una sola realidad, que lo digital o virtual es parte de ella y que es cada vez más influyente en lo electoral.

Ya para 2011, comunicadores como Omar Rincón advertían del creciente impacto de las redes en la política de América Latina, pero también establecían que aún faltaban algunas condiciones, al menos en Latinoamérica, para que tuviesen un impacto decisorio en lo electoral. Ocho años después, los resultados de las elecciones presidenciales en Brasil, México y El Salvador podrían darnos los primeros hallazgos de que “ las benditas redes sociales”, como las llamó el presidente AMLO la noche de su elección, ya no son sólo un elemento importante en las campañas electorales, sino que también son cruciales para la derrota o la victoria.

Previo al 3F, los analistas domésticos intentaban medir el impacto y alcance de las redes sociales en clave de rating, el cual se usa típicamente para la televisión y las radios. Pero lo cierto es que la capacidad de reproducción (viralidad) e impacto de las redes no debe ni puede ser medido con los criterios de los medios tradicionales. Un estudio presentado en 2018 por la empresa Analitika , establecía que las cinco redes sociales de mayor uso en el país eran: Facebook, WhatsApp, Youtube, Instagram y Twitter. Las primeras eran usadas por el 92 % y el 90 % de los entrevistados (de un universo de 1265 hombres y mujeres entre los 18 y 59 años), según la investigación. Las últimas tres descendían al 77 %, 60 % y 47 % respectivamente.

El dispositivo clave para que las redes sociales tengan tanto impacto ha sido el Smartphone. Para el año 2016, la cantidad de líneas móviles en operación en El Salvador superaban los nueves millones, es decir, había más móviles que personas, según la SIGET. Si bien no todos los móviles que circulan en el país son Smartphones, para nadie es una novedad que estos fluyen no sólo por ser relativamente accesibles en el mercado, sino por nuestra estrecha relación con los salvadoreños en el exterior, principalmente en Estados Unidos, que proveen a muchos compatriotas de teléfonos inteligentes. Especialistas internacionales, señalan que “en 2015, el número de líneas móviles igualó el de los habitantes del planeta (aunque distribuidas de forma desigual, claro)”.

En sintonía con ello, investigaciones realizadas en el extranjero nos advierten sobre la creciente importancia del WhatsApp en los últimos procesos electorales realizados en el continente americano. Esto debido a que es una red ampliamente usada, que traspasa las barreras de la edad y, sobre todo, que conecta a grupos de afinidad: familia, amigos, colegas, etc. Esto hace que la información que circula por los grupos de WSP vaya revestida de mayor confianza, de afinidades ideológicas y que esté mediada por liderazgos más cercanos y con mayor credibilidad para sus interlocutores. Estos círculos tienden a reforzar los aspectos generales sobre cultura y política que sus integrantes ya creen y comparten. Un ejemplo del alto impacto social del WSP lo muestran las caravanas de migrantes, las cuales se comunicaron y coordinaron, principalmente, a través de esta red social.

Mauricio Moura, fundador de Idea Big Data, resalta que en otras redes sociales hay un algoritmo que selecciona qué contenido va y hacia dónde. En WhatsApp, en general, el contenido se obtiene directamente de personas que se conocen y, por lo tanto, se presta mucha más atención al mensaje compartido. En universidades como Harvard están reflexionando justo en estos días sobre las lecciones aprendidas del uso de WSP durante las elecciones presidenciales brasileñas de 2018. Sus reflexiones y análisis no sólo están ligados con las consecuencias meramente electorales de esta red social, sino también relacionadas con sus posibles impactos -positivos y negativos- en la calidad de la democracia. Pero de ello podremos hablar en otro momento, pues en este espacio me enfoco en su impacto electoral.

En el WSP se habla de política más de lo que seguramente algunos imaginan. La diferencia es que no se hace desde las formalidades tradicionales, sino muy probablemente desde el humor y la complicidad (memes, capturas de pantallas, chistes, vídeos, noticias falsas y reales, etc.). Seguramente no circulan sesudos análisis ni tesis doctorales, pero el contenido compartido sí compone el grueso de lo que una población está pensando en una coyuntura electoral. Y por eso es importante comprenderlo. Hay que tener claro también que el WSP no es un generador de contenidos, por lo que hay -o debe haber- toda una maquinaria que alimente a los usuarios de WSP en las coyunturas electorales. Pero ese es tema para una discusión aún más amplia, a la que no entraré acá.

Sin embargo, más allá de reconocer la crucial importancia de las redes sociales y la muy probable centralidad del WhatsApp en esta elección, los resultados del 3F deben llevarnos a otras preguntas necesarias para comprender mejor lo sucedido ese día pero también para entendernos mejor como nación. Por ejemplo, preguntarnos cuál fue el impacto del control territorial de las pandillas (cuánto y cómo influyó, qué negociaciones pudieron existir, etc.) en estas elecciones; o sobre el profundo deterioro de la credibilidad de los medios tradicionales; o sobre la incapacidad de las élites económicas más poderosas del país para conectar con el electorado, entre otros aspectos sobre los que debemos profundizar.

Lo atípico del resultado del 3F es el reflejo de una sociedad que está cambiando no sólo en sus pautas de comportamiento electoral, sino que muy probablemente está experimentando cambios sociológicos mucho más profundos debido –entre otros factores- a su relación con las TIC. Cambios que aún no sabemos explicarnos, pero que debemos comprender para conocernos mejor como país.

Marlón Anzora, politólogo salvadoreño. 
Marlón Anzora, politólogo salvadoreño. 

 

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