Columnas / Cultura

La nueva intervención en el parque Bolívar debe ser responsable

El parque Bolívar, además de ser un valioso testimonio de nuestra memoria histórica, es una obra de valor artístico de carácter único, el cual debemos conservar responsablemente.

Lunes, 22 de abril de 2019
Joaquín Aguilar

Hace dos semanas, en un canal de televisión local, Ernesto Muyshondt, alcalde de San Salvador, presentaba los proyectos de la ruta turística del Centro Histórico de San Salvador. Me parece muy bien que exista este empeño en continuar revitalizando el Centro Histórico de nuestra capital, pero no hay que dejar de lado el valor cultural e histórico de los espacios públicos a intervenir: su entorno, su valor como parte de la memoria histórica de la ciudad, el significado que poseen en relación con nuestra identidad cultural. Cada parque tiene sus propia historia y características. De esto depende el grado de intervención en cuanto a las modificaciones que se le pueda hacer al diseño original.

Me impactó la propuesta de diseño del parque Bolívar; a primera vista es una propuesta interesante, pero en ella no se ha tomado en cuenta el valor arquitectónico, estético e histórico del mismo.

Milagrosamente, nos ha llegado casi intacto desde su creación. Desde luego gracias a que las intervenciones que ha tenido se le asignaron a buenos arquitectos. El alcalde Armando Calderón Sol, en los años noventa, asignó el proyecto al arquitecto Salvador Choussy, un profesional de gran experiencia y con una sólida formación cultural.

La Prensa Gráfica sacó un artículo en junio de 1990 cuyo título decía: “Restauran Parque Bolívar y respetan diseño original creado el año de 1908”. El costo de las obras fue de 120 mil colones, aproximadamente, aportados por el Banco Central de Reserva y la empresa privada, a través del Comité de Proyección Social de la alcaldía de San Salvador. El artículo cita que el proyecto original de 1908 estuvo a cargo de don Juan Munés, director general de Parques en esa época. Hablamos, entonces, de una obra de ciento once años. Esto es de especial relevancia tomando en cuenta que la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural dice que no se puede desnaturalizar un inmueble que tenga al menos cincuenta años.

Luego, el 17 de diciembre de 1999, se inauguró de nuevo el parque Bolívar, esta vez por iniciativa de la Universidad Tecnológica de El Salvador. Los trabajos estuvieron a cargo del arquitecto José María Escobar. También en esta ocasión se le dio el mismo tratamiento respetuoso a la traza del parque. Los trabajos se centraron en el cambio del sistema eléctrico, de aguas lluvias, negras y potables, y en resanar y pintar el muro perimetral y los barandales. Se cambió el piso y a la escultura se le dio una limpieza. Los trabajos tuvieron un costo de un millón ciento cincuenta mil colones.

Además de su valor histórico, el parque posee un alto valor artístico, se percibe en él la influencia del modernismo español. Se puede ver que su creador dominaba las proporciones y que, con maestría, ejecutó las decoraciones Fitomorfas del quiosco, las ramas de árbol le dan un impacto visual muy fuerte, convirtiéndolo en el elemento más relevante del parque. Las bancas siguen los motivos decorativos de quiosco, pero son más discretas, acorde a su función, pero muy bien logradas.

Considero que la baranda, las bancas y sobre todo el quiosco deben ser objeto de restauración. La estatua forma parte de la 2ª historia del parque y tiene un valor relevante. Considero, además, que su lugar de ubicación es importante y, por lo tanto, debe ser respetado. La base es de concreto “martelinado” que imita la piedra, lo cual lo hace más discreto. Pintada como está actualmente, lamentablemente resalta más que la escultura;esa apariencia de piedra es solo un ejemplo de las cosas que se podrían recuperar. Posiblemente, dada la rugosidad de la piedra artificial, se debe haber ennegrecido por el hongo, pero actualmente existen muy buenos productos con los cuales se puede solucionar ese problema.

Hay otras partes y elementos del parque que pueden modificarse con el debido respeto, como la cancha de básquetbol, que es un espacio que se podría evaluar si es posible cambiarle su función. Pensando en voz alta se me ocurre que podría convertirse en un lugar de lectura de periódicos y buenas revistas de arte, entre otras. El piso también puede cambiarse e integrarse, como en plaza Libertad y Barrios, al pavimento de las calles que rodean el parque. La jardinería puede mejorarse; claro, los árboles deben conservarse, son centenarios, pero, en mi opinión, no le caería mal tropicalizarse un poco. Otros elementos pueden ser agregados como el mobiliario urbano

Podemos concluir, pues, que el parque Bolívar, además de ser un valioso testimonio de nuestra memoria histórica, es una obra de valor artístico de carácter único, el cual debemos conservar para heredar a las nuevas generaciones. Patrimonio que, además, les permite crear un nexo con el pasado; por lo tanto, es nuestra responsabilidad conservarlo.

Conservarlo no quiere decir no intervenir, sino hacerlo en forma correcta.

Vista del quiosco central del parque Bolívar. Foto cortesía de Joaquín Aguilar.
Vista del quiosco central del parque Bolívar. Foto cortesía de Joaquín Aguilar.

A propósito…

Quiero aprovechar esta ocasión para referirme al parque Cuscatlán, en cuyo proyecto de remodelación las hermosas gradas que dan al norte del parque están cubiertas por una estructura nueva. Me vienen a la mente las gradas que bajan de la iglesia de Trinidad del Monte a plaza de España en Roma y la escalinata del parque Güell de Barcelona, realizada por Gaudí. A nadie se le ocurriría cubrir estas fantásticas escalinatas. Me dirán que no hay comparación entre las escaleras antes mencionadas con las del parque Cuscatlán.

Sin embargo, es una equivocación pensar que solo las obras de los grandes maestros deben respetarse. Nuestras gradas también son el producto de nuestra cultura en ese momento, además son el icono del parque. De nuestra parte debería existir el mismo respeto a nuestras obras con categoría de patrimonio cultural. No es equivocado decir que la escalinata del parque Cuscatlán es a San Salvador como la escalinata de plaza de España es a Roma; por tanto, merecen el mismo respeto de parte de sus ciudadanos.

Joaquín Aguilar es arquitecto restaurador graduado con Maestría en Italia. Fue fundador de la Dirección de Sitios y Monumentos de la entonces Dirección de Cultura, Juventud y Deportes del Ministerio de Educación de El Salvador, ahora Ministerio de Cultura.
Joaquín Aguilar es arquitecto restaurador graduado con Maestría en Italia. Fue fundador de la Dirección de Sitios y Monumentos de la entonces Dirección de Cultura, Juventud y Deportes del Ministerio de Educación de El Salvador, ahora Ministerio de Cultura.

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