Columnas / Política

El traslape de dos épocas

Ahora, con la universalización de la economía de mercado, la tensión política ha derivado a la polarización entre democracia y autoritarismo, como noción genérica que a veces encubre dictaduras, como Ortega en Nicaragua.

Lunes, 29 de junio de 2020
Edmundo Jarquín

Pocos centroamericanos, en una región en la que predominan las personas menores de 50 años, recordarán directamente la ferocidad de las guerras que se libraban hace cuatro décadas en El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Y, de rebote, también en Honduras, único país en el que existían tres ejércitos, como entonces decía el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Jorge Arturo Reina, aludiendo a la presencia de los Estados Unidos en la base militar de Palmerola, la “contra” nicaragüense y el propio Ejército hondureño. 

Luchas semejantes ocurrían en otros países del mundo, porque en el contexto de la Guerra Fría se enfrentaban concepciones ideológicas excluyentes, comunismo y capitalismo, y  Estados Unidos y la Unión Soviética estaban dispuestos a suministrar armas y recursos para el enfrentamiento armado y político. Con el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, las luchas se incrementaron. Los países del conocido Triángulo del Norte estaban regidos por dictaduras militares, y el triunfo de la Revolución Sandinista alentó la lucha armada en esos países; en el caso de Honduras, la presencia militar asociada a la misma.

Cuando empezó a menguar la Guerra Fría, que finalizó en el quiebre de los años 80 a 90 del inmediato siglo pasado, los países al norte de Centroamérica habían celebrado elecciones y a lo mismo se encaminaba Nicaragua. Esa era la esencia del Acuerdo de Esquipulas, que puso fin a los conflictos armados: un cierto trueque entre democracia y la desmovilización de las fuerzas irregulares, lo que se consiguió en Nicaragua en 1990, El Salvador en 1992 y Guatemala en 1996. 

La Revolución Sandinista, aunque no era su propósito, terminó incentivando los procesos democráticos en Centroamérica, Nicaragua incluida. En el breve período de construcción democrática, iniciado por Violeta Barrios de Chamorro (1990-97), se alcanzaron los más elementales fundamentos de un Estado moderno. En primer lugar, el monopolio legal de la fuerza con la institucionalización del Ejército y Policía. Antes, solamente había existido ejército sandinista, guardia somocista, y ejércitos liberales y conservadores, según el gobierno de turno. En segundo lugar, configuración de un Estado de derecho, con independencia del poder Judicial en relación al caudillo de turno; finalmente, sistema electoral creíblemente democrático, que nunca habíamos tenido.

Ahora, con la universalización de la economía de mercado, la tensión política ha derivado a la polarización entre democracia y autoritarismo, como noción genérica que a veces encubre dictaduras, como Ortega en Nicaragua. Este resumen histórico anticipa un libro, Nicaragua, el cambio azul y blanco, que publicaremos mañana 30 de junio 2020 entre varios autores, que trata exclusivamente sobre diversas dimensiones de la crisis política que se inició en abril de hace dos años. 

La crisis se explica porque Ortega, desde que regresó al poder en 2007, interrumpió y revirtió el incipiente proceso de construcción democrática que había durado poco más de 15 años. No solamente revirtió el proceso democrático, sino que empezó a configurar una férrea dictadura dinástica, privatizando familiarmente al otrora Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y acumulando agravios en contra de una amplia heterogeneidad de clases sociales. Esos agravios, en determinado momento, se sincronizaron en protestas de los jóvenes que fueron acompañados por una gigantesca pluralidad social y política en la rebelión cívica de 2018, que se arropó en la bandera azul y blanco de Nicaragua para subrayar esa pluralidad.

Esas manifestaciones de protesta fueron reprimidas sangrientamente. A cargo de la represión estuvieron las viejas fuerzas de choque del FSLN, devenidas en bandas paraestatales o paramilitares, como son conocidas, con el amparo, complicidad y acción directa de la Policía en la represión. El Ejército no desarmó a esas fuerzas irregulares, aunque era su deber constitucional, pero ha insistido en varios comunicados que respalda una solución pacífica de la crisis.

El desafío para Nicaragua y la región centroamericana es doble. Completar la democratización inacabada, y obstruir que las fuerzas paramilitares deriven a la captura por el crimen organizado que termine formando un corredor controlado por el mismo desde Colombia hasta México. Nuestra apuesta, en el libro, es enfrentar ambos desafíos, y la única posibilidad es la remoción de la dictadura de Ortega por medios pacíficos, que implican presión nacional y de la comunidad internacional para la creación de condiciones que posibiliten elecciones creíblemente democráticas. El subtítulo del libro, Dejando atrás el régimen de Ortega, anticipa ese futuro.

Edmundo Jarquín es abogado y economista nicaragüense, especializado en políticas públicas y temas de reforma del Estado. Coordinador y coautor del libro Nicaragua, el cambio azul y blanco. Dejando atrás el régimen de Ortega.
Edmundo Jarquín es abogado y economista nicaragüense, especializado en políticas públicas y temas de reforma del Estado. Coordinador y coautor del libro Nicaragua, el cambio azul y blanco. Dejando atrás el régimen de Ortega.

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