Columnas / Política

El camino que AOC marca a las mujeres en política

Mujeres como Alexandria Ocasio-Cortez están desafiando las estructuras de poder tradicionales dentro la política estadounidense, en donde las raíces del sexismo y la misoginia llegan hasta lo más profundo.

Lunes, 3 de agosto de 2020
Annette Lin

Desde que Alexandria Ocasio-Cortez asumió como congresista por el partido Demócrata en 2018 ha desafiado la narrativa con la que se hace política. Foto: Samuel Corum/Getty Images/AFP
Desde que Alexandria Ocasio-Cortez asumió como congresista por el partido Demócrata en 2018 ha desafiado la narrativa con la que se hace política. Foto: Samuel Corum/Getty Images/AFP

El pasado 23 de julio, la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez se negó a pasar por alto un hecho de violencia misógina y machista. En un discurso de aproximadamente 10 minutos frente de la Cámara de Representantes, no solo reprendió el comportamiento machista y abusivo del congresista republicano Ted Yoho, sino que también condenó un sistema lleno del sexismo, acoso y violencia.

Unos días antes, Yoho, un republicano de Florida, se había acercado a ella mientras caminaba por las escalinatas del Capitolio en Washington, DC. Le acercó uno de sus dedos a la cara y la llamo “loca” e “histérica', entre otras cosas. Después de que ella le informó que la estaba insultando y decidiera alejarse, el congresista la llamó una “maldita perra”, frente de uno de sus compañeros y la prensa.

Al día siguiente, después de que el sitio de noticias políticas The Hill publicó una nota sobre lo que pasó, Yoho decidió dirigirse al pleno de la Cámara para excusarse por lo que hizo. En lugar de aceptar su responsabilidad, que es lo que muchos estábamos esperando, trató de culpar a Ocasio-Cortez por malinterpretar sus palabras, e intentó negar que su forma de actuar hubiera sido de alguna manera misógina y machista por el simple hecho de tener una esposa y dos hijas.

En Estados Unidos, todo lo que se diga dentro de la Cámara de Representantes queda asentado en el Registro del Congreso. Es por ello que la decisión de pronunciarse sobre esta situación frente a la Cámara fue un acto muy deliberado por parte de Yoho. El acoso, después de todo, se trata de la afirmación del poder y el dominio. Con los comentarios que le hizo frente a la prensa, Yoho estaba intentando intimidar a Ocasio-Cortez. Con sus excusas vertidas un día después, intentaba ejercer control sobre lo que se vería públicamente y lo que quedaría en el registro permanente.

En su respuesta, también registrada por el Congreso, Ocasio-Cortez no solo le negó ese control a Yoho, sino que también llamó la atención a las estructuras profundas que permiten que personas como él y Trump sean elegidas como políticos. ¿Por qué Yoho se sintió cómodo al decir estos insultos machistas? Es ineludible tomar en cuenta que, además, los dijo frente a la prensa y en compañía de otro congresista. “Este problema no se trata de un incidente. Es cultural. Es una cultura impune que aceptar la violencia y el lenguaje violento contra las mujeres, y toda una estructura de poder que lo apoya”, acotó la congresista.

El machismo está presente desde la objetivación de las mujeres que hace el presidente Donald Trump, hasta en la negativa del gobierno de Manuel López Obrador respecto a que el feminicidio ha aumentado 7.7% respecto del año pasado, favoreciendo la fantasía de que “nunca se había protegido tanto a las mujeres”.

Mujeres como Ocasio-Cortez están desafiando las estructuras de poder tradicionales dentro la política estadounidense, en donde las raíces del sexismo y la misoginia llegan hasta lo más profundo. Ella es parte de una nueva vanguardia de políticos en Washington que no temen desafiar las narrativas y las estructuras perpetradas por quienes tienen poder. La batalla también la están librando mujeres como Rashida Tlaib, Ilhan Omar y Ayanna Pressley, quienes también son mujeres de color y están dedicadas a ser el tipo de político no élite que realmente representan a sus constituyentes. Estas cuatro mujeres, a quienes muchos se refieren como “El escuadrón,” han sido llamadas “radicales”, cuando simplemente hacen lo que debería considerarse normal: hacer frente a la violencia y a un sistema que protege estos comportamientos. Y ellas están dispuestas a hacer resonar su mensaje tan fuerte y claro como haga falta en el Capitolio.

Su mensaje es importante porque las estructuras que apoyan la violencia simbólica y física no existen solo en el gobierno, también existen en la vida cotidiana. Como bien lo dijo Ocasio-Cortez: “Las palabras pronunciadas por el sr. Yoho las he escuchado antes de parte de hombres que me acosaban en restaurantes cuando trabaja como bartender. Eché a hombres de bares que usaban un lenguaje como el del Sr. Yoho y me he encontrado con este tipo de hostigamiento en el metro de la ciudad de Nueva York. Esto no es nuevo”. Yo también he tomado el metro en Nueva York y, aunque nunca me han acosado allí personalmente, he tenido que hacerme pasar por la amiga de una mujer desconocida simplemente para defenderla de un hombre que no podía entender lo que significa un no.

La situación entre Yoho y Ocasio-Cortez hace visible la violencia por parte de Yoho, pero también muestra un modelo de cómo resistir por parte de Ocasio-Cortez. Según el historiador Carlos Cortés, un profesor emérito en la Universidad de California, Riverside, que estudia la representación y diversidad en los medios: “Las noticias y los medios de entretenimiento ‘enseñan’ al público [...] y estos medios de comunicación tiene un impacto educativo particularmente fuerte en personas que tienen poco o ningún contacto directo con los miembros de los grupos tratados”.

Durante demasiado tiempo el sexismo y otras formas de discriminación de género, como el feminicidio o la violencia reproductiva, se han enmarcado como actos pasivos que se cometen contra una víctima. Cuando usamos términos como “la violencia contra las mujeres”, es importante además nombrar de dónde viene para no quitarle responsabilidad al perpetrador.

La respuesta de Ocasio-Cortez fue mucho más que una “lección de decencia”. Era una forma contundente de responsabilizar no solo a Yoho, sino también a los hombres que cometen actos de violencia. “[Mis padres] no me criaron para aceptar el abuso de los hombres”, dijo. Ella incluso admitió que había considerado no hacer más comentarios al respecto, pero que la expresión de rechazo de Yoho a asumir la responsabilidad de sus actos sexistas fue lo que la motivó a hablar. “No podía permitir que mis sobrinas, las niñas pequeñas que nos ven en casa, ni que las víctimas de abuso verbal, vieran [la excusa de Yoho] y que nuestro Congreso la aceptara como legítima, ni aceptarlo yo como una disculpa o que el silencio fuera una forma de aceptación. No podía permitir que eso quedara así'.

Las palabras que salen de la boca de Trump son tan ridículas que parecen más adecuadas para un video de Tik Tok que para un presidente, lo que ha convertido a Estados Unidos en una broma para la mayoría del mundo. Mientras tanto, la pandemia ha demostrado las deficiencias del excepcionalismo estadounidense, que ahora se ha convertido en una abreviatura del individualismo, egoísmo y arrogancia.

Ocasio-Cortez y sus compañeras congresistas, en cambio, representan una visión alternativa de lo que Estados Unidos podría lograr. Con sus acciones, no solo luchan por ellas mismas, sino por todos los estadounidenses, especialmente por las niñas, quienes un día se convertirán en adultas que intentarán sobrevivir dentro de una cultura que prefiere su silencio más que escuchar su voz. Ocasio-Cortez habló de sus sobrinas, y yo también pienso en mi sobrina, una niña llena de energía que dedica su tiempo a aprovechar el sol en California y las posibilidades que su tierra le ofrece. Es refrescante que existan mujeres como ella en la política que están dispuestas a ya no quedarse en el silencio y dejar que un grupo domine la narrativa y disminuya la libertad de los demás.

Después de que Ocasio-Cortez habló el jueves, otras congresistas se pusieron de pie y compartieron sus propios pensamientos. Muchas repitieron el mismo punto: el comportamiento agresivo no es nada nuevo. Pero ahora hay una diferencia. Como dijo la congresista Brenda Lawrence después de Ocasio-Cortez en la Cámara: “Te denunciaré. No tengo miedo”.

Transcripción del discurso traducido de la representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez

Busco el reconocimiento por una cuestión de privilegio personal... Gracias, señora presidenta.

También me gustaría agradecer a muchos de mis colegas no solo por la oportunidad de hablar hoy, sino también por los muchos miembros, de ambos lados del pasillo, que me han contactado para apoyarme después de un incidente a principios de esta semana...

...Hace unos dos días, estaba subiendo las escaleras del Capitolio cuando el representante Yoho giró de repente en una esquina. Lo acompañaba el representante Roger Williams. Me abordó en los escalones, justo aquí delante del Capitolio de nuestra nación.
Estaba ocupándome de mis asuntos, subiendo las gradas y el representante Yoho puso su dedo en mi cara. Me llamó asquerosa. Me llamó loca. Me dijo que está fuera de mi cabeza. Y dijo que era peligrosa.

Luego dio unos pasos más. Después de que le dije que sus comentarios eran groseros, se alejó y dijo: 'Soy grosero, me estás llamando grosero'. Di unos pasos adelante, entré y emití mi voto, debido a que mis electores me envían aquí todos los días para luchar por ellos y para asegurarme de que puedan mantener un techo sobre su cabeza, que puedan alimentar a sus familias y que puedan llevar a sus vidas con dignidad

Salí y había reporteros frente al Capitolio y, frente a los reporteros, el pepresentante Yoho me llamó y cito: 'una maldita perra'.


Estas fueron las palabras que el representante Yoho impuso contra una congresista: una congresista que no solo representa el XIV Distrito del Congreso de Nueva York, sino a todas las congresistas y a todas las mujeres en este país. Porque todas hemos tenido que lidiar con esto de alguna forma, de alguna manera, en algún momento de nuestras vidas.

Quiero dejar en claro que los comentarios del representante Yoho no fueron profundamente hirientes ni penetrantes para mí porque he tenido trabajos de clase trabajadora. He sido mesera en restaurantes. He viajado en el metro. He caminado por las calles de la ciudad de Nueva York. Y este tipo de lenguaje no es nuevo. Me he encontrado con las mismas palabras pronunciadas por el sr. Yoho en hombres que me acosaban en restaurantes.

He echado a los hombres de bares que han usado un lenguaje como el del sr. Yoho.
Me he encontrado con este tipo de acoso en el metro de la ciudad de Nueva York.

Esto no es nuevo, y ese es el problema.
El señor Yoho no estaba solo. Caminaba hombro con hombro con el representante Roger Williams. Es entonces cuando empezamos a ver que este problema no se trata de un incidente. Es cultural. Es una cultura con un sentido de impunidad, de aceptar la violencia y el lenguaje violento contra las mujeres. Es toda una estructura de poder que lo respalda. No solo me han hablado irrespetuosamente --particularmente miembros del Partido Republicano y funcionarios electos en el Partido Republicano-- aquí, sino que el presidente de los Estados Unidos me dijo el año pasado que me fuera a casa, a otro país, implicando que ni siquiera pertenezco en Estados Unidos.

El gobernador de Florida, el gobernador DeSantis, incluso antes de que yo tomara juramento, me llamó una 'lo que sea'. El lenguaje deshumanizante no es nuevo. Lo que estamos viendo es que incidentes como estos suceden en un patrón. Este es un patrón de actitud hacia las mujeres y una deshumanización de los demás.

No me lastimaron ni me ofendieron profundamente los pequeños comentarios que se hacen. Cuando estaba reflexionando sobre esto, honestamente pensé que iba a empacarlo e irme a casa.
Es solo un día más, ¿verdad?

Pero ayer, el representante Yoho decidió venir a la Cámara de Representantes y excusarse por su comportamiento. Eso no pude aguantarlo. No podía permitir que mis sobrinas, las niñas que encuentro en casa, las víctimas de abuso verbal y cosas peores, vean esa excusa y vean a nuestro Congreso aceptarla como legítima y aceptarla como una disculpa, y luego aceptar mi silencio como una forma de aceptación.

No podía permitir que eso sucediera. Por eso me levanto hoy para plantear este punto de privilegio personal.

No necesito que el representante Yoho se disculpe conmigo.
Claramente él no quiere. Claramente aun cuando se le da la oportunidad, no lo hará. No me quedaré despierta hasta tarde en la noche esperando una disculpa de un hombre que no tiene remordimientos por usar lenguaje abusivo hacia las mujeres.

Con lo que sí tengo problemas es que se usen mujeres, nuestras esposas e hijas, como escudos y excusas para el mal comportamiento. El sr. Yoho mencionó que tiene una esposa y dos hijas. Soy dos años menor que la hija menor del señor Yoho. Yo también soy la hija de alguien.
Mi padre, afortunadamente, no está vivo para ver cómo el sr. Yoho trató a su hija. Mi madre sí pudo ver por televisión la falta de respeto del Sr. Yoho aquí en esta Cámara hacia mí.

Estoy aquí porque tengo que mostrarles a mis padres que soy su hija y que no me criaron para aceptar el abuso de los hombres.

Ahora, para lo que estoy aquí es para decir que este daño que el sr. Yoho trató de imponerme no fue solo un incidente dirigido a mí, sino a todas las mujeres. Lo que hizo el sr. Yoho fue dar permiso a otros hombres para que hicieran eso a sus hijas.

Al usar ese lenguaje frente a la prensa, dio permiso para usar ese lenguaje contra su esposa, sus hijas, las mujeres de su comunidad. Estoy aquí para decir que no es aceptable. No me importa cuáles sean sus puntos de vista. No importa cuánto estoy en desacuerdo o cuánto me enoja o cuánto siento que la gente está deshumanizando a los demás. No lo haré yo misma. No permitiré que las personas nos cambien y creen odio en nuestros corazones.

Lo que creo es que tener una hija no hace que un hombre sea decente. Tener una esposa no hace que un hombre decente. Tratar a las personas con dignidad y respeto es lo que hace a un hombre decente.

Cuando un hombre decente se equivoca, como todos lo hacemos, hace todo lo posible y se disculpa. No para salvar la cara. No para ganar un voto. Se disculpa genuinamente por reparar y reconocer el daño causado, para que todos podamos seguir adelante.

Por último, lo que quiero expresarle al sr. Yoho es gratitud. Quiero agradecerle por mostrarle al mundo que puedes ser un hombre poderoso y acosar a las mujeres. Que puedes tener hijas y acosar a mujeres, sin remordimientos. Puedes estar casado y acosar a mujeres. Puedes tomarte fotos y proyectar una imagen al mundo de ser un hombre de familia, y acosar a las mujeres sin remordimientos y con un sentido de impunidad.

Eso sucede todos los días en este país. Sucedió aquí en los escalones del Capitolio. Ocurre cuando las personas que ocupan el cargo más alto en esta tierra admiten que lastiman a las mujeres y usan este lenguaje en contra de todas nosotras.

Una vez más, agradezco a mis colegas por acompañarnos hoy.


*Annette Lin es periodista. Tiene un M.A. en periodismo por la Universidad de Columbia, en donde se especializó en urbnismo y arquitectura latinoamericana. Escribe sobre diseño, cultura y arte contemporáneo basada en un enfoque de política exterior y movimientos sociales. 

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