Opinión / Política

Un paréntesis mágico


Lunes, 2 de mayo de 2016
Félix Ulloa

Para quienes han leído mi columna en El Faro desde enero de este año, la cual me propuse mantener regularmente como un compromiso ético e intelectual con los lectores de este periódico, quiero pedir disculpas por la eventual interrupción por un tiempo, dado nuevos compromisos laborales.

En efecto, voy a estar ausente del país en una nueva misión de Naciones Unidas, esta vez en Haití. Sí, de nuevo en la isla mágica. Regreso después de ocho años de ausencia, con un devastador terremoto de por medio y con la mochila cargada de muchas experiencias poshaitianas.

Dejé esta parte de Quisqueya -como denominaban a la isla los habitantes prehispánicos o Saint Domingue, como llamaba Napoleón a la colonia más rica de su imperio- para aventurarme a entrar en una sociedad igualmente subyugante y emocionalmente atractiva como Marruecos. Rascaba tierra por una inmersión cultural en el mundo árabe-musulmán; y a decir verdad regresé enriquecido de ese país, donde con frecuencia me peguntaban si era español, lo cual me causaba gracia porque cuando estudiaba en España me decían moro, por mi aspecto físico. Eso afianzó más mi identidad lenca, pues ni moro en España ni español en el país de los moros. Puro guanaco.

Más tarde viví otras aventuras, menos boyantes pero más intensas. Me fui a Mauritania, recorrí el desierto del Sahara, visité oasis y tomé leche de camella para calmar la sed a más de 45º C de temperatura. También disfruté las bellas playas del océano Indico en el archipiélago de las Comoros; recorrí la costa caribeña de Honduras; conocí todos y cada uno de los departamentos de Nicaragua, por tierra, por avión, por rio, de Blueffiels a Solentiname, del triángulo minero (Siuna, Rosita y Bonanza) a Boaco la ciudad de dos pisos, de la majestuosa León a la cálida Granada. En fin, como diría el poeta, calcé las sandalias del peregrino, pisando más recientemente las tierras altas y húmedas en Guatemala y el nuevo rostro metropolitano que ofrece Buenos Aires, donde también testimonié el primer ballotage argentino.

Todos esos recorridos caminando los mismos senderos, abriéndome paso con los mismos derroteros, siguiendo las cábulas y las mismas señales que nos conducen a la democracia. Un trabajo en el que me siento misionero, en el sentido mismo acuñado por Ken Wollack. Por eso quiero compartir con ustedes este sentimiento de jolgorio que me invade ahora que de nuevo el “team of the blue stars” me llama a cerrar filas en una nueva tarea democrática.

Voy a Puerto Príncipe después de complicados y estresantes días que han agitado mi espíritu. Intensos momentos de angustia, de búsqueda, de retos que parecían insuperables. Con mi país que duele cada vez más profundo, donde una tenue luz se vislumbra al final del túnel y un caudal de esperanza fluye, raudo, cargado de emociones y expectativas, y del cual no quisiera separarme.

Pasé muchas agonías existenciales después de mi regreso de Guatemala. Siempre es duro el volver a casa, y justo en esos días El Faro me permitió un espacio donde pude canalizar toda esa fuerza telúrica que me consumía concupiscentemente. Después de una infructuosa búsqueda de paradigmas societales que rechazaban la distopía de George Orwell, con su obra “1984”, me sumergí en el mundo utópico de Lois Lowry con la serie The Giver, Gathering blue, Messenger y Son, que jamás podrían realizarse, pues como me dijo alguien 'they are all dead'. Muertos, tan muertos como el ruiseñor de Oscar Wilde. Así que me di cuenta que era lo mismo que perseguir esa estrella fugaz que de vez en cuando cruza nuestro firmamento y decidí dejar de soñar; con lo cual también dejé de sufrir. Hice a un lado ese latir de mi corazón y me puse a dormir, esperando un llamado matinal, algo así como wake up, you lazy bones! que nunca llegó. Entonces me sentí solo, confundido, y decliné a una posibilidad ofrecida por la OSF que posibilitaba una investigación en el triángulo norte de una CICI regional. Pero de repente, en un arranque de auto conciencia, alcé la cabeza y volví a reunirme con los amigos de siempre para volver a soñar, a discutir, y producimos una guía histórica que se presentará en estos días. Acepté la invitación para dirigir una NAM en Argentina y creo que, entre otras delicias gauchas, las empanadas de Salta me devolvieron completamente la confianza en mi mismo.

Ahora vuelvo a Puerto Príncipe cargado de ilusiones, con unas enormes de ganas de continuar apoyando, doscientos y tantos años más tarde, la obra de Jean-Jacques Dessalines, de Alexandre Pétion, de Henri Christophe. Una tarea nada fácil.

Haití es la primera y unica revolución en la historia de la humanidad donde han triunfado los esclavos. Desde Espartaco nunca se vivió una gesta tan heroica como la batalla de Vertières en Noviembre de 1803, cuando la derrota del general francés Donatien Rochambeau dio origen a la primera república negra en el mundo, el 1 de Enero de 1804. Una gesta heroica que no tolerarían las potencias coloniales de la época. El aislamiento de la nueva república fue acompañado por el Vaticano, que se negó a nombrar Nuncio durante muchos años y por los Estados Unidos, que veían el mal ejemplo de la liberación de los esclavos para la economía de sus estados del sur, basada en las grandes plantaciones de algodón. Estados Unidos se fue al extremo de conspirar para que Haití no fuera invitado al Congreso Anfictiónico organizado por Simón Bolívar en Panamá, en 1826, no obstante la deuda histórica de Bolívar con Petion, quien le había provisto de hombres, armas y dinero en sus expediciones independentistas que partieron desde el puerto de Jacmel rumbo a Venezuela.

Haití fue durante décadas un estado paria en la comunidad de naciones de aquel entonces.

Los latinoamericanos tenemos esa deuda eterna con Haiti. Y ese deber moral debemos asumirlo sin condiciones. Por ello regreso lleno de entusiasmo a la isla mágica. En esta nueva aventura espero encontrar el espíritu combativo y solidario de otro salvadoreño que entregó su vida por la nación haitiana, me refiero a Gerardo Lechevallier, con quien juntos batallamos bajo el estandarte de la democracia y quien pereciera al lado de otros funcionarios de Naciones Unidas en el fatídico terremoto de 2010.

No voy al paraíso, tampoco al infierno; no voy al medio de la nada. Voy a una tierra mágica y llena de enseñanzas, a la patria de Toussaint Louverture la cual, estoy seguro, que pese a todas las conspiraciones decimonónicas de los poderes mundiales, de la miseria humana de sus castas y elites poscoloniales, y de los costos altísimos de su heroico ejemplo -que la mantienen como la nación más pobre del hemisferio- tiene un futuro prometedor, una vez encuentre las claves históricas del desarrollo y los liderazgos que las puedan interpretar y poner en práctica. Algo asi como la quimera que también buscamos los salvadoreños.

Y no crean los zafios que hay mucha diferencia entre Haití y El Salvador porque existen más zonas comunes que diferencias. Hasta pronto El Salvador, Haïti chérie je suis de retour.

*Félix Ulloa es doctor en Derecho. Exmagistrado del Tribunal Supremo Electoral, fue miembro de la Comisión Política del desaparecido Movimiento Nacional Revolucionario. Actualmente es presidente del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES).

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