Cuando el reloj marca las 4 de la tarde, en el quiosco del parque del barrio San Jacinto, un grupo de unos 20 bailarines de break dance se echan a danzar en esta pist, así como lo demuestra “el Caballo”. “Gufi”, líder y el bailarín más experimentado del crew de break dance de San Jacinto, hace una pirueta, ante la mirada de otros compañeros y espectadores. El quiosco es compartido con los lugareños, la mayoría personas mayores. La afición al break dance no es exclusiva de San Salvador. En Guaymango, Ahuachapán, sus jóvenes practican esta modalidad de baile, y cada mes realizan actividades culturales de este tipo. Los jóvenes que practican el break-dance y los que cantan hip-hop suelen llamarse a sí mismos break-boys (o también b-boy), en el caso de ellos, y break-girls (o b-girls), en el caso de ellas. Para mejorar su técnica, los jóvenes dedican horas a ensayar. El gimnasio de la colonia Zacamil por las tardes abre sus puertas para los que quieran practicar o aprender este baile. “Entre más arriesgado sea el movimiento en el break dance, más emocionante es bailar”, dice “Manyu” , un b-boy de Quezaltepeque. En el gimnasio de la Zacamil, los b-boy entrenan durante horas. ¿La razón? Ello lo responde Así como en el break-dance está el dicho “oponentes dentro del baile, pero amigos afuera”, también en las batallas entre los cantantes de rap y hip hop. Entre sus preceptos se encuentran la no violencia y evitar prácticas como la ingesta de alcohol y fumar. Con una década de trabajo, “Pescozada” y “Real Academia”, dos grupos hip hoperos de Chalatenango, son unos de los principales representantes musicales salvadoreños de esta corriente.