El Ágora /

La noche que curó las impurezas de una casa tomada

El Centro Cultural de España buscó en la tradición precolombina la manera de 'bendecir' su nuevo espacio: la comunidad nahua pipil de Izalco realizó el miércoles 8 de febrero el ritual de limpia para pedir a sus ancestros el curso favorable de los proyectos que intervendrán La casa tomada.

Lunes, 13 de febrero de 2012
María Luz Nóchez

Ritual de limpia del nuevo espacio adquirido por el Centro Cultural de España. Foto José Carlos Reyes
Ritual de limpia del nuevo espacio adquirido por el Centro Cultural de España. Foto José Carlos Reyes

Al punto de las seis de la tarde, un cielo que reflejaba los vestigios del sol en medio de nubes grises cubría la llegada de los invitados de la comunidad española y los curiosos que atendieron la convocatoria a La casa tomada, que en el jardín principal afinaba los preparativos para iniciar el ritual.

En el centro, en una especie de altar, aguardan un comal con cuatro leños de ocote que dan vida al fuego, dios Tohil, dos jarrones llenos de rosas rojas, que representan la belleza de las mujeres, un pañuelo con una rosa bordada en el centro y cuatro velas que representan a los dioses de los cuatro puntos cardinales: viento (norte) agua (sur), luna (este) y sol (oeste).

Media hora más tarde, un grupo de aproximadamente 25 integrantes de la comunidad nahua pipil de Izalco realizan la procesión de entrada al compás de la marimba, la guitarra y el guitarrón al unísono del pitido de los caracoles que buscan despertar a sus dioses y ancestros para que escuchen sus oraciones.

Este ritual es uno de los más simbólicos de la medicina tradicional indígena y es uno de los más recurrentes por su sentido preventivo, que evita que las enfermedades y malas vibras penetren en el cuerpo del individuo.

Ellas, cubiertas con coloridos refajos, una blusa blanca de tela rala y un manto de colores que luego usarán para cubrir sus cabezas. Ellos, con pantalones y camisas de manta, su atuendo lo corona un sombrero de paja. No obstante el calzado de ambos es más actual de lo que sugiere el ritual.

Todos ellos pertenecen a la asociación 'El común' de Izalco, único municipio que tiene repartida la dosis de mando entre el alcalde municipal y el alcalde del común Ricardo Najo. Esta comunidad fue erigida a finales de la década de los 70, fecha desde la que están luchando por la igualdad de oportunidades y la aceptación del náhuatl como lengua madre.

Las oraciones dirigidas por la nana Guadalupe, líder espiritual de la comunidad, piden en dirección a cada uno de los dioses por la prosperidad del lugar, una transición pacífica para el país, el reconocimiento de los derechos indígenas y por la salud de cada uno de los presentes.

La nana procede a rociar agua con un manojo de ramas de ruda para bendecir el área mientras murmura al abuelo Tutecu, dios, los deseos de prosperidad para los proyectos que ahí se van a realizar. Al mismo tiempo el incienso envuelve a los presentes gracias al ayudante que lo dispersa de manera circundante.

Las autoridades del CCESV dijeron haber seleccionado este tipo de rito por las propiedades preventivas que tiene para alejar la mala suerte y atraer las vibras positivas que ayudarán a marcar el camino favorable de los planes que desde principio de año se han pensado desarrollar. 

El fuego se consume inusualmente ante la presencia de un viento que anuncia la llovizna que luego cubrirá a los presentes.   

Consagrada la casa, los asistentes se forman en dos filas para recibir su bendición personal. El roce de las ramas de ruda con agua de rosas para limpiar el espíritu de cada uno y pedir por su salud y prosperidad económica, que finaliza cuando cada uno alimenta el fuego con dos semillas de cacao que representan el dinero y tres velas que simbolizan las peticiones personales.

Creyentes o no, la expresión de los presentes era comparable a la de los feligreses católicos que acompañan los ritos cuaresmales, un rostro serio y sereno concentrado en la ceremonia. Una muestra de respeto y discreción para uno de los rituales más satanizados por el fanatismo religioso. 

La percepción peyorativa de este tipo de ceremonias lo respalda la vox populi, que lo ha caracterizado como una ceremonia cuyo fin es extraer demonios. Fue precisamente esta creencia popular por la que la nana aclaró que la limpia consistía en purificar el cuerpo de cada persona, ya que este actúa como un pararrayos que atrae malas vibras de las que nadie está exento, ya que viajan con el viento.

Para el recuerdo y una nueva vida de prosperidad, una rosa en una mano y un puñado de mirra en la otra, mientras las mujeres indígenas se disponen a apagar el fuego con pétalos de rosas. El denso humo en el que ahora se ha convertido el dios Tohil es atraído con ansias con sus manos para cubrirse con él.   

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