Opinión /

¿Desdolarizar?


Lunes, 4 de febrero de 2013
Mauricio Silva

“En economía hay cosas en las que es muy fácil entrar, pero es muy difícil salir.”
Rafael Correa

Algunos sectores sociales, especialmente en la izquierda, insisten en la necesidad de des-dolarizar; esta columna plantea que ese tema es muy complicado, que para el país esa medida conlleva algunos beneficios pero también costos potenciales muy altos, que el momento no es adecuado para realizarla, y que -especialmente para los candidatos del FMLN, así como para su posible gobierno-, los réditos políticos y sociales de realizarla ahora serían muy altos. La dolarización y la forma en que se hizo fueron errores del gobierno y los funcionarios de aquel entonces, los cuales han tenido costos y algunos beneficios para el país. El des-dolarizar es otra historia.

La dolarización se vendió para solucionar la falta de competitividad del país, reducir las tasas de interés, promover disciplina fiscal, controlar la inflación prohibiéndole al gobierno emitir moneda, obtener mayor estabilidad aparejándose a una moneda más estable - el dólar, y con todo ello, estimular la inversión y el crecimiento. Otras medidas deberían complementar la dolarización: emisión de letras del tesoro (LETES) para cubrir las necesidades de tesorería del Gobierno, permitir a los extranjeros tener participación mayoritaria en sociedades bancarias, liberalizar el sistema financiero, y mantener políticas fiscales prudentes.
Desde el inicio se reconocía que la dolarización también tendría costos. El patrón dólar limita la flexibilidad de las tasas de cambio real, impide usar la tasa de cambio para absorber desequilibrios monetarios, limita la capacidad del banco central para intervenir como prestamista y tendría un costo inicial directo apreciable, tanto financiero como de reservas internacionales. También se sabía que el costo en credibilidad de abandonar el arreglo propuesto, una vez introducido, sería sumamente alto.

Una evaluación de esa medida enseña que algunos de esos beneficios se han logrado; las tasas de interés bajaron, la inflación se ha mantenido baja y hay mayor disciplina fiscal. En esos logros la dolarización es un factor que ayuda a los mismos, no es el único factor que los define, prueba de ello es que las tasas de interés son más altas en el país que en otros mercados de la región no dolarizados y bastante por encima de las tasas de EUA; la inflación es baja, pero no pareja, en algunos productos, especialmente algunos de consumo popular, los costos suben a niveles por encima del promedio; y el manejo del tesoro público ha mejorado, pero aun hay dificultades fiscales. El incremento en la competitividad parece haberse esfumado, aun con el dólar la competitividad del país ha bajado según los indicadores internacionales. Los empresarios alegan que “otros factores” llevan a eso.

Lo que sí trajo la dolarización fueron los costos pronosticados: deben haberse dado los costos iniciales directos que se preveían en varios cientos de millones, se vendió la banca a capital extranjero, no se emitió moneda ante la crisis financiera internacional pero si letras del tesoro - aumentando así la deuda nacional, y la dolarización fue factor en algunos costos sociales en materia de empleo, distribución y pobreza.

Las políticas públicas después de la dolarización han compensado de cierta forma por los grandes costos de la misma; ante la falta de apertura y contracción del crédito que trajo la internacionalización de la banca, se crea el banco de desarrollo; ante la imposibilidad de emitir moneda se acude al crédito internacional; y ante los costos sociales se incrementan los programas sociales. La totalidad de esos costos no se dan por la dolarización, tampoco las medidas son reacción exclusiva a la misma, pero si demuestran que hay alternativas para compensar sus costos. Esas medidas no son completas deben mejorarse.

Con o sin dolarización, hay que explicitar el tipo de cambio real y los subsidios que el cambio actual implica; hay que explicitar los costos ambientales y premiar la generación de empleo; hay que acordar un pacto fiscal que deje clara la necesidad de la inversión social y su financiamiento y los límites de endeudamiento entre otros; y se debe lograr mayor participación de la banca privada en la reactivación económica. Todas estas medidas son claves para una sociedad más justa y más desarrollada, pero requieren un amplio consenso social.

Dolarizada o no la economía se deben buscar una política financiera selectiva que aliente la producción y no la especulación; una política fiscal reactivadora y redistributiva; y programas sociales que arremetan contra la pobreza y capaciten mano de obra. Todo ello es también prioritario, pero requiere una amplia participación ciudadana, especialmente de las fuerzas económicas.

La des-dolarización, es más, el solo hecho que altos representantes políticos la mencionen, provocaría los efectos contrarios a ese necesario consenso y estabilidad económica que se busca para lograr esos objetivos socio-económicos claves. Ella también puede traer otros efectos negativos como corrida bancaria, mayor desinversión, manejos especulativos, nuevamente distribución de costos -que la medida implica - des uniformes, devaluación e inflación.

La dolarización en El Salvador fue un error, se hizo mal, y tuvo costos – muchos de ellos perdidos, o sea, que no se pueden recuperar y, por lo tanto, no pueden ser argumentos para des-dolarizar. La des-dolarización implica sobre todo un consenso político y social, además de ciertos requerimientos técnicos. Ese consenso no existe ahora en el país, y no es la izquierda la más indicada para lograrlo. Por el contrario, la des-dolarización, aun el defenderla, tiene costos políticos y sociales altos para la izquierda.

Todo lo anterior lleva a considerar que existen medidas para balancear los costos de la dolarización, que los beneficios a lograr con des-dolarizar ahora son limitados y que los costos podrían ser altos. El momento político no es el más oportuno para potencializar los beneficios y disminuir los costos de una des-dolarización.

Rafael Correa, antes de ser presidente, escribió: “para minimizar los costos de salida y, sobre todo, los grandes ganadores y perdedores como en el caso argentino, la salida de la dolarización debería realizarse de manera paulatina, e implicaría un largo periodo de tiempo.” Señalaba también que ella “se trata sobre todo de un problema de consenso político y social.” Quizás por ello cuando fue presidente afirmo “siempre he sido un crítico de la dolarización, lo que no significa que el país vaya a salir de ese modelo económico. En economía hay cosas que es muy fácil entrar, pero es muy difícil salir.”

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