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“Yo quiero vivir, por mi otro hijo... si este viniera bien, arriesgaría mi vida”

Cuando una salvadoreña tiene menos de 20 semanas de embarazo y su condición de salud la enfrenta a la muerte, el Estado se encarga de angustiarle más las cosas. Si los médicos coinciden en que hay que interrumpir el embarazo, viene la ley y lo prohíbe y receta prisión de hasta ocho años a las mujeres que se lo practiquen. Beatriz dice que ella quiere vivir, y que si el hijo que lleva en su vientre fuera viable, arriesgaría su vida por él como lo hizo al tener al niño de 13 meses que está criando.

Martes, 23 de abril de 2013
Gabriel Labrador / Fotos: Mauro Arias

Beatriz está pendiente de su celular. Apenas ha timbrado dos veces y contesta con un aló parco, ronco. Triste. '¿Quién llama?', pregunta, sin protocolo, después de escuchar, al otro lado de la línea, una voz masculina que para nada le resulta familiar. Para su desilusión, no es un pariente con teléfono prestado. Desde hace una semana, Beatriz aprendió a ignorar llamadas desde números desconocidos, aunque a veces el dilema sea ese: contestar, por si es alguien de la familia, o abstenerse de hacerlo por si se trata de una persona con la que preferiría no hablar, como un periodista. Y esta tarde de miércoles, desde alguna casa recóndita en la zona paracentral del país, Beatriz decide ponerle voz a ese personaje sin rostro que por su complicada y frágil situación de salud ha puesto patas arriba al Estado: ella, de 22 años, con un embarazo que este martes 23 cumplió 19 semanas requiere -necesita- interrumpirse en un país donde el aborto de cualquier tipo, y siquiera intentarlo, es penado con cárcel. 

—¿Qué le han dicho los médicos, Beatriz?

—Bueno, lo primero fue que tenían que sacarme al niño porque si no, yo me iba a morir, pero ahora dicen que los fiscales no han aceptado... que me voy a tener que esperar a cumplir 20 semanas, pero yo... yo digo que no puedo esperar...

En El Salvador, una madre que tenga menos de 20 semanas de embarazo y que, producto del mismo, corra riesgo de muerte, debe someterse a la tortura del tiempo. Está condenada a inyectarse fuerza y tesón para esperar a que el calendario cambie una palabra por otra. Después de las 20 semanas, un 'aborto' se convierte en 'parto prematuro', por la madurez del feto, y así, en el mismo país en el que a las madres abortistas se les castiga con prisión de entre dos y ocho años, a una mujer que tenga un parto prematuro no se le achaca nada.

—¿Por qué no han aceptado los fiscales que los médicos le hagan el aborto?

—Pues sí, porque dicen ellos que no se puede, que me voy a ir presa si me lo sacan. Está prohibido.

—¿Los doctores la presionan con eso?

—No, los doctores me tratan bien, pero dicen que así les dicen los fiscales.

—¿Y usted les dice algo a los doctores, Beatriz?

—Que quiero vivir.... si yo quiero vivir, por mi otro hijo que tengo. Yo pienso que como este niño lastimosamente viene malo, y se va a morir, entonces deberían de sacarlo... porque mi vida corre riesgo.

El primer hijo de Beatriz, José Mauricio, nació hace 13 meses. Fue un parto complicado debido al lupus que la asaltó hace cuatro años y por el cual tuvo que ser hospitalizada en dos ocasiones antes de dar a luz. Cada ingreso, como quedó registrado en su expediente, estuvo precedido de una crisis de salud: la primera, por anemia; la segunda, por dificultades respiratorias acompañadas de acumulación de líquido en sus pulmones. Finalmente, el 2 de marzo de 2012, Beatriz comenzó su labor de parto en medio de un diagnóstico de hipertensión severa, una de las primeras 10 causas de muerte materna en El Salvador. Su hijo nació por cesárea. José Mauricio nació cinco semanas antes de las 37 o 40 que la teoría médica cataloga como 'en término'. El bebé permaneció 38 días en el hospital porque pesó menos de la mitad de los 3.5 kilogramos que es el peso ideal; además, había nacido con fallas respiratorias, y solo apenas horas después de venir al mundo sufrió de una inflamación en el colon. Nacer prematuro, como explican los médicos, es algo que la cultura salvadoreña no permite dimensionar como grave pero lo es porque los órganos no han terminado de formarse. 

Hoy día José Mauricio está sano y es la razón con la que Beatriz pide al Estado que no omita decidir, que actúe pronto, o como ella dice, que le permita seguir con vida.

Camino de acceso al cantón del municipio de Jiquilisco, Usulután, donde Beatriz creció con sus hermanos.
Camino de acceso al cantón del municipio de Jiquilisco, Usulután, donde Beatriz creció con sus hermanos.

—¿Puedo saber qué piensa usted del aborto, Beatriz?

—Yo pienso que está mal... Es que si él viniera bien, yo me arriesgaría la vida a tenerlo así como tuve el primero que, igual, me habían dicho que no podía tenerlo pero lo tuve... fue difícil... pero este niño, como le digo, dicen que viene sin cerebro y que no va a vivir, entonces yo digo que lo mejor es que lo saquen.

Beatriz, contra toda recomendación médica, ya va por su segundo embarazo. El lupus, esa enfermedad que hace que por error las defensas del organismo ataquen a las células sanas en vez de a las enfermas, le generó hipertensión arterial, artritis, anemia e insuficiencia renal. En pocas palabras, apareció todo lo que puede complicar a niveles mortales un embarazo.

Por si fuera poco, este nuevo bebé viene sin cerebro, lo que hace que su vida fuera del vientre materno sea científicamente imposible. Las organizaciones conservadoras que promovieron la penalización del aborto bajo cualquier circunstancia, están de acuerdo en que en este caso, Beatriz dará a luz a una criatura que ya está clínicamente desahuciada. 

En El Salvador, para 2009, por cada 100 mil embarazos, 56 madres morían. Dicho de otra forma, de cada 10 mil embarazadas, casi 6 morían. A Beatriz le habían sugerido nunca tener hijos. Y después de José Mauricio le recomendaron, como quien sugiere a otro mejor no lanzarse de cabeza en un barranco, esterilizarse.

—No quise esterilizarme porque... pues sí... -dice Beatriz- ... uno siempre piensa que quiere tener hijos más adelante.

—En su familia hay quienes dicen que su esposo fue el que no quiso, Beatriz. ¿Es cierto?

—...

Antes de lanzar esta última pregunta, desde el otro teléfono se han comenzado a escuchar ruidos suaves, como cuando se arruga un papel. No estoy seguro de si Beatriz alcanzó a escuchar mi inquietud. Cinco, 10 segundos después, la llamada se corta. Tiempo total de la llamada: 9 minutos con 38 segundos.

En algún lugar de la zona paracentral, Beatriz prefiere no volver a contestar el teléfono. Su madre sabe bien el nombre del pueblo donde se encuentra. En ese lugar, más tarde, alguien nos dirá que ella tiene un terrible dolor de cabeza. En el cielo, las nubes negras de tormenta comienzan a asomar.

***

Dicen que Beatriz es callada, tímida, y que le disgustan los ruidos y las estridencias. Es la mayor de cuatro hermanos que nacieron en un deprimido cantón de Jiquilisco, departamento de Usulután. La casa donde Beatriz y sus hermanos crecieron está a unos 15 kilómetros de Puerto El Triunfo, después de un camino en el que los árboles de morro hacen un arco para dar sombra a quienes transitan bajo ellos. La casa está después de unos viejos rieles de tren que ya no sirven para nada, en los áridos y secos terrenos de una vieja cooperativa de granos y hortalizas venida a menos.

La casa de Delmy Cortés es la primera a mano izquierda después de los rieles. Ella está adentro, sola porque su esposo anda pescando en el río. Al ver acercarse a visitantes extraños apura una maniobra para sujetarse el pelo, y saluda extendiendo su mano. Sus pies descalzos están mojados, se mezclan con la tierra del piso y se llenan de lodo.

Delmy, de 39 años, con tez clara, rellena y de ojos achinados, cuenta que anoche fue la última vez que habló con Beatriz. Se queda de pie mientras alcanza dos sillas para los visitantes, y agrega que acaba de escuchar a la ministra de Salud en las noticias ponerse del lado de Beatriz y decir que estaba a favor de que se le interrumpa el embarazo a su hija. También escuchó cuando un abogado del gobierno rabiaba contra la penalidad absoluta del aborto. Carlos Castillo, asesor del despacho de Salud, dijo en esa conferencia que las reformas que desde 1998 penalizan el aborto solo pudieron provenir de una caverna.

Desde 1973 hasta 1998, El Salvador ya castigaba el aborto pero lo permitía cuando el embarazo era resultado de una violación, cuando el bebé traía malformaciones o cuando madres, como Beatriz, estaban en riesgo de morir. Era una ley, comparada con la actual, permisiva, tanto que incluso disminuía los años de cárcel cuando, por ejemplo, el aborto se había dado para mantener el prestigio, el honor de la mujer. En 1998, el nuevo Código Penal borró todo eso y un año después, la Constitución selló ese cambio cuando la reforma al artículo 1 dispuso que la vida quedaba definida como la que existe y debe protegerse desde el instante de la concepción. Desde entonces, El Salvador es uno de los cinco Estados -incluyendo El Vaticano- que prohíbe cualquier tipo de aborto.

En las noticias que Delmy escuchó en su viejo televisor, la ministra dijo que el Estado tenía las manos atadas para intervenir a Beatriz mientras no contaran con una autorización judicial o al menos con una nota aclaratoria de que no habría motivos para perseguir penalmente a nadie. En El Salvador, si a alguien que se le paga por cuidar de la vida -un médico- se le muere una paciente que requería de aborto, la ley lo libra de toda culpa, tampoco se le achaca nada. 

Esa misma ley es la que este miércoles 17 de abril de 2013 saca lágrimas a Delmy. 

Delmy Cortés, madre de Beatriz y de otros tres hijos. Beatriz es la mayor de cuatro hermanos.
Delmy Cortés, madre de Beatriz y de otros tres hijos. Beatriz es la mayor de cuatro hermanos.

—Yo digo que es contradictorio que la misma ley diga que no se le puede proteger la vida a una mamá cuando el niño ya se sabe que no va a vivir, esto ha sido bien difícil... —dice, mientras clava en algún punto lejano su vista y se muerde el labio inferior—. Cuando mi hija se puso grave esta última vez (a principios de marzo) estuvo 15 días con fiebre y tenía unas grandes llagas en la piel. Me dijo que no se quería morir... 'No me quiero morir, mamá...', me dijo. 

El pasado 2 de marzo, Beatriz llegó al hospital Rosales, en San Salvador, con las úlceras en la piel infectadas. Había suspendido sus habituales medicamentos para controlar el lupus, pues ya sospechaba que estaba embarazada. Las ultrasonografías lo confirmaron 10 días después: para el 12 de marzo tenía 13 semanas de gestación. Ya en Maternidad, Beatriz agravó de su viejo lupus, y fue entonces cuando la crisis tomó una dimensión cruel: en los platos de una balanza dos vidas, la de la madre y la del hijo. ¿Cuál pesa más? 

—Yo antes, como era cristiana, ¿va?, a veces pensaba que había situaciones que son pruebas que Dios nos pone... pero no creí que fueran tan así, tan difíciles. Es una decisión difícil tener que ver cuál vida pesa más -dice Delmy, la madre.

En la red pública de salud ese dilema parece no estar resuelto. Ningún médico puede practicar aborto -la ley también castiga a los facilitadores- a las madres que tienen menos de 20 semanas de gestación y que están en peligro de morir, como Beatriz. Y si bien las máximas autoridades en el hospital, reunidas en el denominado Comité Médico, puedan estar de acuerdo en que la interrupción del embarazo es lo más urgente, no procederán jamás. El 12 de abril, ya con 17 semanas, los médicos de Beatriz acordaron interrumpir el embarazo, pero era un acuerdo hueco, vacío. 'A pesar de que estamos de acuerdo en el proceder desde el punto de vista médico, todos estamos sujetos a las leyes del país y como profesionales del hospital no podemos infringir la ley. Si estamos conscientes del derecho constitucional de nuestra paciente, así también estamos conscientes de que este feto, en el futuro, no tiene posibilidades de ejercer el derecho a la vida', decía el acta en la que el Comité Médico de Maternidad dejaba constancia del dilema en el que se encontraban sus miembros...

En el papel, una docena de médicos y jefes de Maternidad reiteraban que aún debían escuchar ciertas opiniones de algunas instituciones del Estado.

En secreto, algún empleado del hospital filtró el expediente de Beatriz a la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto Terapéutico, Ético y Eugenésico. A partir de ese momento, el caso entró en una vorágine alentada por la viralización en las redes sociales. Ese mismo día, viernes 12, en el que los doctores consensuaron que lo mejor era interrumpir el embarazo de Beatriz, la Agrupación Ciudadana interpuso un amparo en su nombre ante la Corte Suprema de Justicia y afuera del palacio judicial hicieron un primer plantón con pancartas y megáfonos. El miércoles 17, cuando Delmy decía que consideraba injusta la ley, la Sala admitió la demanda y ordenó que, mientras analizaba y estudiaba el caso, se garantizara la salud de la paciente. Paralelamente pidió opinión a la Procuraduría de Derechos Humanos, a la Procuraduría General y a la Fiscalía General, que tendrán hasta este jueves 25, para enviar su planteamiento.

Ese mismo miércoles, el procurador de Derechos Humanos, Óscar Luna, también admitía que sus manos estaban atadas. 

En el cantón, Delmy cuenta cómo la familia vivió todo aquel revuelo que se armó alrededor de Beatriz, la muchacha de 22 años nacida un 4 de octubre.

—El doctor le dijo a mi hija que no estaba de acuerdo con el escándalo que se había hecho, porque él quería que eso quedara en silencio porque abortar es un delito, y que no estaba de acuerdo con lo que fueron a presentar a los jueces... —explica Delmy, mientras observa a su esposo regresar a casa con un pequeño morral lleno de peces y moluscos.

Se hace tarde. La casa de Delmy se queda en silencio, esa quietud -como dice su familia- que tanto le gusta a Beatriz. 

***

En Maternidad impera una ley silenciosa aunque la calle, con los abundantes grafitos en las paredes de los edificios contiguos y una enorme valla publicitaria color morado en la acera de enfrente, sobre la 25a. Avenida Norte, gritan y exigen un debate que por ahora es más un monólogo. Los médicos prefieren no hablar de los casos de aborto con los periodistas, y el gobierno, como lo hizo el pasado viernes la secretaria de Inclusión Social, Vanda Pignato, calla cualquier intento de discusión:

—Lo que no me gusta es que se quiere utilizar electoralmente un tema que no está en pauta del gobierno… el gobierno no está debatiendo ese tema, no está queriendo cambiar las reglas del juego; quien está trayendo ese tema son sectores que lo quieren utilizar simplemente con objetivos electorales...

Eso dijo la secretaria -quien también es presidenta del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer, Isdemu- en un acto en el que al gobierno le donaron sillas de ruedas. Así dio por cerrado un tema cuyo debate y discusión fue recomendado por las Naciones Unidas a través del Comité de Derechos Humanos del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en 2010. Esas Naciones Unidas que en 2011 premiaron a Pignato por su contribución para alcanzar los Objetivos del Milenio por la ejecución de su proyecto Ciudad Mujer.

Los médicos de Maternidad, absorbidos por la cantidad de pacientes y partos, se quedan callados ante la preguntas de los periodistas. Lo que saben, lo susurran con cuidado. Explican que el caso de Beatriz es apenas uno más de las decenas que recibe al año el hospital y que incluso hay casos peores. ¿Cómo los resuelven? Lo que toca, dicen, es un extraño balance entre la espera y la acción que se traduce en dos alternativas: o garantizan que el feto llegue a las 20 semanas, tras las cuales el aborto de la gestación se legaliza y se convierte en un parto prematuro; o esperan, sin provocarlo, a que el corazón del feto deje de latir, con lo cual ya se justifica sacarlo del cuerpo de la madre. Todo en estricto cumplimiento del plan diseñado en el Comité Médico del hospital, que es como el equipo estrella de este centro de salud. En el país, en los ocho años comprendidos entre 2002 y 2009, hubo 56 mil abortos registrados -7 mil por año; 19 por día-, según un estudio del Isdemu en base a cifras del sistema público. El mismo estudio concluye que la estadística real, la que incluye clínicas, hospitales privados y casos en áreas de extrema marginalidad, es aun mayor. 

El martes 16, Beatriz llegó a Maternidad para un tratamiento regular contra el lupus. Ese día había salido de la casa de su madre en Jiquilisco, pasó consulta temprano, y platicó con la ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, quien desde entonces le había adelantado lo que diría en la conferencia del día siguiente. La ministra, que en 2010 dijo que promovería la discusión estatal sobre el tema, también le prometió a Beatriz chequeos médicos todos los días y coordinó con el grupo feminista que representa a la joven para buscarle un alojamiento más cercano a la capital y tenerla en observación.

Después del chequeo, al filo del mediodía, Mauricio Elí, el esposo de Beatriz, contesta su teléfono celular en el segundo intento.

 

Foto de Beatriz con sus parientes cuando celebró sus 15 años de edad (sentada al centro). Fotografía cedida por la madre de Beatriz. Foto El Faro
Foto de Beatriz con sus parientes cuando celebró sus 15 años de edad (sentada al centro). Fotografía cedida por la madre de Beatriz. Foto El Faro

—¿Quién habla? —de nuevo, la pregunta desconfiada.

—Buenas. Soy periodista, quisiera saber si me pueden dedicar unos minutos aprovechando que están aquí pasando consulta en Maternidad.

—Ahorita estamos almorzando. Llámenme en 10 o 15 minutos.

—Está bien. Muchas gracias. ¿Pero hoy mismo se regresan a su casa?

—Sí, hoy mismo nos regresamos.

—Bueno, ¿pero cree que podemos hablar antes?

—Hábleme en 10 o 15 minutos.

—Ok.

El celular de Mauricio Elí desviará hacia el buzón de voz todas las futuras llamadas.

***

El diputado Ernesto Angulo, del partido Arena, escucha con atención el diagnóstico del expediente de Beatriz. Su partido ha sido uno de los promotores de que el aborto continúe siendo penalizado, aunque en realidad, todos los partidos políticos en la Asamblea -donde se aprueban leyes-, acaso por temor al castigo electoral, han adoptado un discurso más o menos en esa sintonía. Los areneros, como sea, tienen un discurso antiaborto más marcado. 

—Está difícil ese caso. Nunca, nunca, fijate bien... nunca me habían presentado un caso con nombre y apellido. Yo soy totalmente, 100 % contra el aborto... pero creo que en este tipo de casos bien vale estudiar la posibilidad de llevarlo a cabo. Es una excepción clara que hay que estudiar.

Angulo es el presidente de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del parlamento, por eso su oponión debería importar. Con el rostro de Beatriz en la mente, asegura que él no promoverá el debate en la Asamblea Legislativa al respecto, pero que sí estaría dispuesto a estudiarlo seriamente a la luz de las Beatrices que pueden existir en El Salvador.

La diputada suplente Nidia Díaz, del FMLN, va sobre esa misma línea. Ella cree que el Estado penalizó el aborto por presiones electorales pero que ya ha llegado el momento para debatir qué se hará con tantas mujeres que viven la misma situación. 'El Estado tiene la obligación de educar a las mujeres, orientarlas, velar por sus derechos... no solo se trata de practicarle un aborto que en esta ocasión está justificado. Hay muchas deudas con las mujeres. ¿Cómo se le va a sacar de la exclusión? ¿Qué pasará con ella?', dice Díaz.

Angulo tiene algo más para convencerse de la necesidad de debatir la normativa. Comparte esta reflexión:

—Te voy a decir algo: es que pienso que vale la pena estudiar estas excepciones... ¿Porque si ella fuera mi hija? ¿O si fuera mi hermana?

***

Las damas y el médico que las acompaña, Carlos Mayora Escobar, invocan a Agnes Gonxha Bojaxhiu, mejor conocida como Teresa de Calcuta, para ejemplificar su postura contra la manipulación proabortista, que dicen, existe sobre Beatriz. 'Como decía Madre Teresa, si una madre es capaz de asesinar a su propio hijo, entre nosotros podemos cualquier cosa, es la cultura de la muerte', dice Mayora Escobar, ginecólogo y exjefe de servicios del hospital de Maternidad y con más de 50 años de carrera. Junto a él están representantes de organizaciones incluidas en la Red Familia, y Julia Regina de Cardenal, acaso la cara más reconocible de la Fundación Sí a la Vida y del movimiento conservador que ha defendido junto a la Iglesia Católica las mayores restricciones en cuanto a educación sexual y reproductiva en la educación pública, y la prohibición del matrimonio homosexual.

La Red Familia asegura, equivocadamente, que Beatriz tiene ya 20 semanas cumplidas de embarazo y que, por tanto, se le puede practicar perfectamente un parto prematuro. 

—Esos grupos feministas que han tomado este caso como caso emblema se han equivocado de caso, señores -dice el doctor Mayora-. ¡La paciente no está en peligro de muerte! La paciente tiene lupus en una etapa de inactividad... esta es una enfermedad difícil de comprender incluso para médicos generales, no se diga para periodistas, con el perdón suyo. Además, Beatriz tendrá algún grado de insuficiencia renal no demostrado.

—¿Ustedes temen que la Procuraduría General de la República, la Procuraduría de los Derechos Humanos, el Ministerio de Salud, la Organización de Naciones Unidas y Amistía Internacional han sido sorprendidas en su buena fe y que el caso se usa como carne de cañón a favor del aborto?

—Mmm... esas instituciones no se han tomado el tiempo de verificar si es correcta la información que les han enviado los grupos feministas. Recordemos que en Naciones Unidas también hay personas que están favor del aborto -responde Georgina de Rivas, representante de Abogados por los Derechos Humanos, miembro de la Red.

Robert Valent, el jefe de la misión de Naciones Unidas, se pronunció sobre el caso el jueves 18, y unos días antes lo hizo Amnistía Internacional a través de una alerta. Pero para la Red Familia, todo eso está basado en falsedades y Julia Regina de Cardenal pone en duda la gravedad del estado de Beatriz:

—Si estuviera tan grave, estaría internada en el hospital de Maternidad -dice. 

Asegura que el grupo que reprsenta a Beatriz la está escondiendo con el objetivo de manipularla y utilizar el caso para despenalizar el aborto. Acto seguido, dice que Sí a la Vida también le ofreció un resguardo a Beatriz en la colonia Utila, con médicos especialistas, sicólogos...

—Le hemos ofrecido todo, todo... Nos costó comunicarnos con ella... no contesta las llamadas, una doctora logró comunicarse después de mandarle muchos mensajitos...

El médico Mayora arremete contra los activistas en favor de la legalización del aborto, al menos del terapéutico:

—¿De dónde sacan estos grupos que hay miles de muertes por no abortar? No hay estadísticas. ¿Esta gente por qué quiere legalizar el aborto en el país? Por razones políticas, ideológicas, económicas y así muchas otras razones oscuras. En esas ocasiones tratan de esconder los derechos del niño, tratan siempre de defender los derechos de la mujer, que hay que defenderlos, pero protegiendo siempre los derechos de ellas también.

Un estudio del Ministerio de Salud, entre 2005 y 2006, encontró que de 2,500 muertes maternas registradas en la red pública y en el Seguro Social, 100 fueron por causas relacionadas con el embarazo. 19 murieron con el feto en el útero cuando este aún estaba vivo y tenía menos de 20 semanas de gestación, y otras seis fallecieron por un aborto. El estudio también muestra que 32 % fallecieron porque la gestación complicó una enfermedad preexistente y eso es lo que los médicos en Maternidad creen que podría pasarle a Beatriz, pues el lupus ya se desarrolló a tal grado de provocarle artritis, anemia e hipertensión arterial.

Parientes de Beatriz comen naranjas en el patio de la casa donde Beatriz creció, en un cantón de Jiquilisco.
Parientes de Beatriz comen naranjas en el patio de la casa donde Beatriz creció, en un cantón de Jiquilisco.

La conferencia va llegando a su final. Los ponentes brindan sus últimos argumentos y sus últimas sugerencias de cómo otros deben comportarse:

—Es cuestión de valores, y todo depende del tipo de valores que tenga el médico que atienda. Pero una mamá siempre, lo que debe decir, siempre, es 'voy a proteger a mi hijo así me muera en el intento -dice una de las mujeres que convocaron a los medios. 

Pero Beatriz, la callada muchacha de 22 años de Jiquilisco que ha dicho que si el hijo en su vientre tuviera cerebro se arriesgaría a parir, esta vez lo ha dicho fuerte y claro: 'No me quiero morir, yo quiero vivir'.

***

En el pueblo de la zona paracentral ya es de noche. La tormenta anunciada desde temprano en la tarde va tomando forma. Hay viento entre las calles, las paredes blancas, los postes de luz blanca... La Policía local cuenta que hay un acto centroamericano de feministas esta noche de miércoles en una de las viejas haciendas del lugar. Los hoteles de la ciudad están llenos, y de ellos entran y salen grupos de mujeres invitadas al cónclave que lleva por tema la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Algunas de las invitadas dicen que el caso de Beatriz se discutirá mañana jueves y que es posible que ella asista... 

Morena Herrera, dirigente del Colectivo Feminista para el Desarrollo Local y de la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto Terapéutico, sale a explicar por qué desean mantener en cuarentena de medios a Beatriz:

—Entiendo el trabajo de ustedes, lo respeto, pero no puedo llevarlos con Beatriz. Ella ha pedido que no la contactemos con medios, está muy presionada, y nosotros respetamos esa voluntad.

—¿Puede preguntarle si ya que estamos aquí...

—Está que le duele muchísimo la cabeza, lo siento, hay límites que no podemos cruzar y ella es la que ha pedido no hablar con periodistas...

Por fin llueve. Morena se despide lamentando la última decisión de la Sala de lo Constitucional sobre el caso Beatriz. A pesar de que admitió el amparo interpuesto por la Agrupación Ciudadana para la Despenalización del Aborto Terapéutico, los magistrados no resolvieron lo que al parecer este grupo anhelaba...

—Esperábamos que ordenaran de inmediato la operación, pero han pedido tiempo para escuchar más opiniones. Este caso apremia, cada día es más peligroso para Beatriz... Habrá que seguir esperando... ¿Ven cuánto cuesta 'un sí, quiero vivir' de una mujer pobre?

Nota: En este reportaje se omitió el nombre del cantón y caserío donde vive Delmy Cortés, la madre de Beatriz. De igual manera, se omitió el nombre del municipio en el que ella se encuentra en la zona paracentral.

Claudia Yamileth Flores, sobrina de Beatriz, la joven cuyo embarazo es tema de polémica en El Salvador, juega ajena al drama que vive su tía en el patio de la casa de su abuela. Lea más información del caso en la nota de El Faro “Yo quiero vivir, por mi otro hijo... si este viniera bien, arriesgaría mi vida” . 
Claudia Yamileth Flores, sobrina de Beatriz, la joven cuyo embarazo es tema de polémica en El Salvador, juega ajena al drama que vive su tía en el patio de la casa de su abuela. Lea más información del caso en la nota de El Faro “Yo quiero vivir, por mi otro hijo... si este viniera bien, arriesgaría mi vida” . 

 

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