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'D'Aubuisson era un Hitler de bolsillo', y otros pensamientos de Ignacio Ellacuría

El jesuita ignacio Ellacuría tenía la buena fama de mantener siempre sus ideas organizadas. Apuntaba todo, incluso sus pensamientos y observaciones más prosáicas. El autor de este artículo relata algunos hallazgos encontrados en los muchos textos inéditos que permanecían escondidos en el Archivo Ellacuría entre centenares de páginas que fueron descubiertos recientemente este año.

Jueves, 28 de noviembre de 2013
Víctor Flores García *

“El menor D’Aubuisson es un psicópata. Y como psicópata amenazó ayer derramar la sangre ajena para salvar al país”. Aquella frase rotunda de Ignacio Ellacuría sorprendió a la audiencia durante un reciente evento académico celebrado en la jesuita Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Toda la fuerza expresiva de una inteligencia aguda renacía más de 33 años después de haber sido escrita.

Han pasado 24 años desde el asesinato del autor -que se acaban de cumplir este mes de noviembre-, para conocer la íntima convicción del filósofo Ignacio Ellacuría Beascoechea (1930-1989) sobre uno de los personajes más polémicos de la ultraderecha, protagonista de una época siniestra de la historia latinoamericana de finales del siglo XX.

El veredicto, desconocido hasta ahora, traza un perfil documentado sobre el mayor del ejército salvadoreño Roberto D’Aubuisson: “Como ven, es todo lo contrario del mensaje de Jesús, que predica la entrega de la propia vida para que los demás tengan más vida. Pero el menor D’Aubuisson es un psicópata, un paranoico. Cualquier entendido en las lides psicológicas lo puede probar tras su historial pasado. Su rostro, su exaltación, su incoherencia mental, su pésima información… todo ello puede conducir al diagnóstico de su psicopatía”.

Ignacio Ellacuría, sacerdote jesuita de origen vasco que fue asesinado en El Salvador por el ejército el 16 de noviembre de 1989.
Ignacio Ellacuría, sacerdote jesuita de origen vasco que fue asesinado en El Salvador por el ejército el 16 de noviembre de 1989.

Aquel sacerdote, filósofo y rector de su entrañable Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) era la cabeza de una comunidad de seis jesuitas y dos empleadas masacrada en ese mismo campus por tropas de élite de la Fuerza Armada que salieron la madrugada del 16 de noviembre de 1989 de la vecina Escuela Militar, donde se reunía cada noche el alto mando militar del gobierno de Alfredo Cristiani en el momento más crítico de la guerra civil. Y conocía la capacidad criminal de quienes lo asesinarían.

Ante un auditorio que guardaba silencio, aquel párrafo fue leído por el doctor Roberto Valdés, miembro de la Cátedra Ignacio Ellacuría que integran varias universidades jesuitas latinoamericanas, desatando un murmullo colectivo en la primera mañana fría de invierno del evento de tres días, que coincidió con un aniversario más de la masacre de la UCA.

El joven filósofo salvadoreño encabeza un grupo de investigadores que han hecho el hallazgo de muchos textos inéditos del maestro de origen vasco, que permanecían en el Archivo Ellacuría. Entre centenares de páginas examinadas, eligieron dos folios que fueron descubiertos este año 2013 para ofrecer un detalle de sus hallazgos intelectuales.

Ellacuría había dejado escrito en dos páginas su dictamen sobre el oficial del espionaje político que la derecha salvadoreña ha convertido en héroe fundador: “Las exposiciones de este señor al que no se le ven ninguna de las virtudes militares, porque la matonería no es una virtud castrense, demuestran una falta de talento, de organización mental, y aún de información alarmantes. No parece que quisiera engañar, sino que su propia paranoia le engaña”, escribió en la nota que debió ser transmitida como editorial de la radio católica YSAX.

El inusitado diagnóstico está apretujado en un texto que hasta ahora permaneció inédito, perdido, traspapelado en un archivo personal de 14,000 páginas amarillentas que han sido descubiertas y digitalizadas para preservar aquella obra periodística desconocida del filósofo y teólogo jesuita.

El desdén por el bajo nivel intelectual del militar es implacable: “Nosotros conocemos trabajos de este menor D’Aubuisson hechos para escalar puestos en la milicia, que demuestran un índice mental bajísimo y una información pésima. Sus esquemas Made in Medrano (José Alberto “Chele” Medrano, ex jefe de la Agencia Nacional de Servicios de Inteligencia), tan amigo de poner en el pizarrón de su casa sus brillantísimas ocurrencias, son de carcajada, son de nivel primario.”

No se trata de escritos de densos análisis políticos, filosóficos o teológicos, de los cuales ya se ha publicado una valiosa colección de gruesos volúmenes por la UCA. Son en cambio los vivaces textos periodísticos muy cortos, de coyuntura, que revelan a un hombre informado y apasionado con el vértigo de la actualidad.

Ellacuría denunciaba ese día las sentencias de muerte contra los líderes de la oposición y de la Iglesia emitidas por D’Aubuisson en televisión: el militar que sería ensalzado por la ultraderecha “dijo que los cuerpos de seguridad tenían que matar a sus oponentes porque, si quedaban vivos, jueces venales o cobardes los pondrían en libertad”.

El breve texto fue redactado por Ellacuría para comentar una aparición televisiva del militar, en la cual acusó a una serie de personalidades que después fueron asesinados, como el abogado socialcristiano Mario Zamora Rivas, Procurador General de Pobres, muerto por pistoleros una semana después, el 23 de febrero de 1980; y el propio Arzobispo Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de ese mismo año.

Se trata de un editorial redactado para la radio del arzobispado de San Salvador, la popular YSAX, que Ellacuría no firmó. Han sido los investigadores académicos quienes han establecido la autoría de esos editoriales salidos de la pluma del filósofo español, nacionalizado salvadoreño en 1975, discípulo predilecto del metafísico Xavier Zubiri.

El vértigo de su escritura se evidencia porque Ellacuría incluso erró la fecha, al redactar en su máquina de escribir: “15-F-79”. En realidad era el 15 de febrero de 1980, como se deduce de los eventos comentados, tales como la multitudinaria marcha que marco la unidad de las organizaciones populares de las izquierdas, el 22 de enero de 1980, año del asesinato Monseñor Romero.

Los papeles que muestran a un Ellacuría desconocido han sido organizados en cinco volúmenes por el proyecto editorial del Departamento de Filosofía de la UCA, que integran cinco investigadores coordinados por el doctor Valdés, titulado “Escritos breves de coyuntura (1969-1989)”. Sólo en 1979, año decisivo en la historia centroamericana, redactó 220 editoriales y en 1980 otros 78 de esos textos, hoy rescatados del olvido.

“Los que lo veían trabajar decían que escribía muy rápido, con un gran urgencia. Leía mucho los periódicos y le daba mucha importancia a la opinión pública”, relata el doctor Valdez sobre los textos salidos de la máquina de escribir del jesuita.

Además del Arzobispo Romero, otro de los amenazados por D’Aubuisson aquella noche, y cuya defensa esgrime el autor del editorial de YSAX, fue el padre Fabián Amaya (1931-2001), quien volvió a El Salvador en 1960 al terminar su educación eclesiástica en la Pontificia Universidad de Comillas de Madrid, España; tras estudiar publicidad y radio en la Universidad de Periodismo, anexa de la Universidad de Madrid, y quien fue director del periódico de la Arquidiócesis de la capital Orientación; y nombrado por Monseñor Romero como vicario episcopal del Departamento de su natal Chalatenango.

“Los análisis de coyuntura de Ignacio Ellacuría fueron escritos en un lenguaje sencillo, directo, ágil, y buscaban generar conciencia sobre los problemas estructurales de El Salvador. Además, eran ejemplo de auténtica libertad de expresión en un contexto sociopolítico represivo y de sistemáticas violaciones a los derechos humanos”, afirma Roberto Valdez al explicar el propósito del Departamento de Filosofía de acercar su obra a investigadores e interesados mediante el proyecto “Compilación, análisis y publicación de artículos breves de coyuntura escritos por Ignacio Ellacuría”.

El proyecto editorial parte del descubrimiento de más de 600 artículos escritos por Ellacuría entre 1969 y 1989, dedicados al análisis de la coyuntura política nacional e internacional, eclesial y universitaria.

Estos textos breves fueron elaborados como editoriales o comentarios, primero para la revista ECA y luego, entre 1978 y 1980, para la radio del Arzobispado de San Salvador (YSAX) y para el periódico arquidiocesano Orientación. En abril de 1982, Ellacuría empezó a escribir para Cartas a las Iglesias, revista del Centro de Reflexión Teológica de la UCA; y en octubre de 1984, para el semanario Proceso. Se hallaron también doce artículos que redactó para el diario español El País.

Esta producción periodística del ex Rector de la UCA era desconocida hasta que comenzó la investigación hace tres años, relata el investigador: “No era, pues, un pasatiempo; era una constante en su manera de ser intelectual cristiano comprometido con la realidad. Pronto comprendimos que, una vez más, Ellacuría nos había rebasado (…) Ya no cabía el proyecto en un solo volumen”. Al final aparecerán cinco o seis volúmenes.

Este proyecto despoja de la clandestinidad a una parte importante de la producción de Ellacuría, dijo el doctor Valdez: “Decimos de la clandestinidad porque no fueron calzados con su nombre. En su inmensa mayoría quedaron como anónimos y otra buena parte bajo diferentes pseudónimos que se han convertido a veces en verdaderos quebraderos de cabeza, en desafiantes acertijos”

La pregunta angustiosa que se han planteado los investigadores ha sido siempre que topan con un artículo publicado que sospechan fue escrito por el filósofo jesuita: ¿será o no de Ellacuría?

El criterio fundamental de discernimiento de los investigadores ha sido sujetarse al Archivo Ellacuría; pero cuando no quedó copia del manuscrito en el archivo, la cuestión se hizo mucho más complicada. “Entre los pseudónimos destacan quizá el más conocido de todos: Tomás R. Campos o TRC, que no es otra cosa que el Centro de Reflexión Teológica al revés. Pero también tenemos iniciales como EB (Ellacuría Beascochea) o MB (que no es Martín-Baró) sino Martínez Baigorri, el gran poeta jesuita con el que Ellacuría guardó una larga amistad desde sus años de juniorado en la Compañía de Jesús. Sabemos que son de Ellacuría porque quedaron copia en el archivo, firmados con esas iniciales”.

El uso de pseudónimos, firmas con iniciales y anónimos, tenían un doble objetivo para el autor: “Le permitían dirigirse con total libertad, directa y mucha ironía a la opinión pública para abordar temas de alta tensión que se vivían en el país y, a la vez, salvaguardar su seguridad personal, dado el clima de violencia política e intolerancia de los grupos dominantes”.

El mayor Roberto D'Aubuisson (23 de agosto de 1944) graduado en la Escuela de las Américas en 1972, fue director de la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL) y el primer candidato a la presidencia del partido ARENA en 1984, cuando perdió frente al candidato del Partido Demócrata Cristiano, José Napoleón Duarte. Fue presidente de la Asamblea Constituyente entre 1982 y 1985; y diputado de la Asamblea Legislativa de 1985 a 1992, año en que murió de cáncer de garganta. La Comisión de la Verdad para El Salvador de las Naciones Unidas, lo señaló como responsable del asesinato de Monseñor Romero y de crear los Escuadrones de la Muerte, culpables de un gran número de asesinatos, en muchos casos de civiles inocentes.

A continuación el texto completo sobre D’Abbuison titulado “La sangre que va a caer es la de ellos”

“El menor D’Aubuisson es un psicópata. Y como psicópata amenazó ayer derramar la sangre ajena para salvar al país. A veces quiere aparecer como un pequeño Hitler de bolsillo sin bigote. Como Hitler, habla de comunismo, aunque no se mete de momento con los judíos. Como Hitler de bolsillo y sin bigote no le importaría matar millones de seres humanos, de torturar, de tener cámaras de gas para salvar la pureza de la patria. Ayer dijo cosas horrorosas, cosas demenciales. Dijo que los cuerpos de seguridad tenían que matar a sus oponentes porque, si quedaban vivos, jueces venales o cobardes los pondrían en libertad. El otro día quiso hacer de un torturador un héroe nacional. Días atrás amenazó de muerte a los manifestantes del 22 de enero; y sus palabras, profecías, o tal vez órdenes fueron cumplidas. Estos psicópatas paranoicos son peligrosos. Sobre todo cuando además son cortos y están mal informados.

Las exposiciones de este señor al que no se le ven ninguna de las virtudes militares, porque la matonería no es una virtud castrense, demuestran una falta de talento, de organización mental, y aún de información alarmantes. No parece que quisiera engañar, sino que su propia paranoia le engaña. Uno se echa a temblar (pensando) en qué manos ha estado la inteligencia, el Servicio de Inteligencia de este país, cuando su segundo de abordo ha sido durante varios años este menor D’Aubuisson.

Pero, ¿es que en tanto años de estar al servicio de la inteligencia no ha podido recoger más datos de los que ayer nos dio? ¿No ha podido en tantos años y con tantas torturas sacar más de lo que ayer lo que ayer sacó? ¿Cree que echando nombre tras nombre de tanta distinta procedencia, de tan diferente estilo, se logra algo, se demuestra algo? Sólo una mente psicópata, paranoica puede simplificar de tal modo la realidad, que de un lado ponga lo blanco y de otra lo negro, que de un lado ponga el comunismo y de otra la santidad.

¿Cómo se puede poner en el mismo saco de la subversión a Monseñor Romero, al padre Fabián Amaya, y a otros que citó con otras personas que han elegido la actividad política o la actividad guerrillera? ¿Han podido, después de años de perseguir al padre Fabián Amaya, a través de sus cientos de predicaciones, de reuniones, de sus correrías apostólicas, encontrar una sola prueba que lo sitúe con las FPL (Fuerzas Populares de Liberación, Farabundo Martí) o con ningún grupo político?

La cantidad de calumnias que ayer se vertieron, mezcladas con datos reales pero sin importancia alguna y conocidos por quienes leemos los periódicos, abruma.

Suponemos que las personas ofendidas, algunas de ellas en el actual gobierno, y otros respetabilísimos ciudadanos, interpongan juicio contra este difamador público, que huyó en cuanto pudo por tener las manos sucias, por haber corrompido y prostituido el bien nombre de las Fuerza Armada, y que ahora anda en la clandestinidad cobardemente para no ser sometido al juicio que le corresponde.

Por otro lado, los esquemas teóricos de su explicación, son realmente de risa. Nosotros conocemos trabajos de este menor D’Abuisson hechos para escalar puestos en la milicia, que demuestran un índice mental bajísimo y una información pésima. Sus esquemas Made in Medrano (José Alberto “Chele” Medrano, ex jefe de la Agencia Nacional de Servicios de Inteligencia), tan amigo de poner en el pizarrón de su casa sus brillantísimas ocurrencias, son de carcajada, son de nivel primario.

¿Quién paga entonces toda esta actividad absurda, subversiva y criminal? ¿Creen los promotores de esta campaña, que el pueblo, el campesinado, los militares, los profesionales, cualquier persona razonable, puedan quedar conformes con este permanente insulto a la razón, a la dignidad humana, a la ética política, que es lo que está en el fondo de las exhibiciones machistas, paranoicas y psicópatas del menor D’Aubuisson.

Los problemas del país son mucho más graves y necesitan de análisis mucho más cuidadosos. Esto lo sabe cualquiera que tenga uso de razón y no sea ni psicópata o ciego mental, en razón de sus pasiones de sus intereses de su historial.

15-F-79”.

En realidad, es un texto de 1980, salido de la pluma de un Ignacio Ellacuría que escribe como periodista y comentarista. Para quienes conocen su obra está claro que nunca estuvo de acuerdo con la violencia como medio para la solución de los graves problemas que aquejaban al país; y estos textos lo prueban, a pesar del riesgo de una fácil politización simplista, maniquea e interesada de cara a las elecciones de 2014.

El doctor Valdez lo sabe y lo enfatiza: “Más bien su lucha iba en la línea de recuperar la capacidad democrática del país y desde ahí emprender medidas en las que se utilizara el poder de la razón, del diálogo y la negociación. Sin embargo en un contexto sombrío, al igual que Sócrates, Ellacuría se había convertido en un pensador incómodo para el poder establecido; y sus varios exilios son buena prueba de ello”. El mismo jesuita calificó su trabajo editorial: “Es periodismo vivo, pero también dato crucial”.



 

* Víctor Flores García, autor de El lugar que da verdad, la Filosofía de la realidad histórica de Ignacio Ellacuría, Porrúa-UIA, 1997; compilador y coautor de El puño y el verbo: el legado jesuita de Centroamérica al mundo, 2013, UCA Editores, UIA, Puebla, México.

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