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“Yo comía y dormía en los cuarteles gracias a una foto mía con Domingo Monterrosa”

El italiano Giovanni Palazzo (1954), conocido por sus amigos como Gio, donó hace un año al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) parte de su trabajo fotográfico documental realizado en El Salvador durante la guerra civil. 6 mil fotografías captadas con una Nikon F2 que muestran la particular perspectiva humanista de este militante internacionalista italiano. Giovanni tiene muchas historias que contar, que pasan por una entrevista histórica con Domingo Monterrosa, ocho meses después de ocurrida la masacre de El Mozote, en agosto de 1982.


Martes, 6 de enero de 2015
Daniel Valencia, Mauro Arias, Tomás Andréu

Autoretrato actual de Giovanni Palazzo. Foto Giovanni Palazzo
Autoretrato actual de Giovanni Palazzo. Foto Giovanni Palazzo

Imagínese esta escena: por una carretera desolada de El Salvador, un joven italiano, cámara en mano, vaga por el campo con su barba negra y larga. Con su pelo negro y largo. Vaga solo, como si fuera un turista que quiere retratar las puestas de sol en la campiña guanaca. Ahora agréguele esto: el país que ese “turista” estaba pateando llevaba un año en guerra, y él lo sabía, y aun así él quería estar aquí.

Giovanni Palazzo (1953) aterrizó por primera vez en El Salvador en 1980. Un año antes había triunfado en Nicaragua la revolución sandinista, y Palazzo, un militante de la IV Internacional, estaba ávido por conocer el destello de las gestas revolucionarias en la región. Se vino a la brava, solo, en su mes de vacaciones, y esos pocos días que vivió en El Salvador le valieron para convencerse de regresar al año siguiente, y al siguiente y al siguiente… Esa primera incursión también le dejó claro que para fotografiar lo que ocurría necesitaba construir contactos que para entonces no tenía. Su viaje de 1981 fue el primero bien planificado. Para costearse sus peculiares vacaciones en una tierra lejos de su casa ahorraba dinero de su trabajo como técnico electrónico en una fábrica de Turín, proveedora de la famosa fábrica de autos Fiat, y luego ocupaba sus cuatro semanas de vacaciones (siempre en agosto) para retratar la guerra salvadoreña, la guatemalteca y el desarrollo de los primeros años del sandinismo, en Nicaragua. Entre 1980 y 1989 fotografió nuestra guerra como muy pocos, metiéndose en los vericuetos de la guerrilla y del ejército, poniéndole un rostro humano a los “terroristas” del FMLN y a los “escuadroneros” de la Fuerza Armada. Con su ojo y su lente descubrió que quienes luchaban eran campesinos pobres, algunos muy niños y niñas como para tomar un fusil.

En sus aventuras conoció El Mozote pero nunca se enteró de lo que había ocurrido allí en diciembre de 1981. Entrevistó al coronel Domingo Monterrosa, el mítico comandante del Batallón Atlacatl, a quien la Fuerza Armada rinde culto. Pero Palazzo nunca supo que a quien tenía enfrente ya había sido acusado de dirigir la masacre en la que fueron abatidos alrededor de mil campesinos en Morazán, casi la mitad de ellos menores de edad. A Monterrosa lo recuerda amigable, jovial, y hasta se tomó una foto con él que siempre guardaba en la bolsa trasera de su pantalón. Con esa foto lo dejaban entrar a todos los cuarteles, lo creían amigo del mítico comandante del ejército. Y eso era su salvoconducto.

Palazzo también se inventó credenciales falsas para fotografiar la guerra, porque pese a que fue un fotoperiodista de guerra, él no trabajaba para ningún periódico ni para ninguna agencia de prensa internacional. En esta entrevista vía telefónica cuenta cómo casi muere abatido en una emboscada de la guerrilla al ejército, que fue capturado en dos ocasiones por la Fuerza Armada y que tras su expulsión del país, en 1989, no regresó sino hasta 2013, cuando donó la mitad de su trabajo sobre El Salvador al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI). ¿Un militante que hizo de fotoperiodista o un fotoperiodista que a la vez era militante de la izquierda internacional? Palazzo se justifica con su trabajo. Él dice que los periodistas y fotoperiodistas en la guerra de El Salvador, para hacer su trabajo, debían vagar aventureros a las montañas, ir a los cuarteles, y no pasarse largas horas encerrados en el hotel Camino Real de San Salvador. Él dice que a los que hicieron eso de solo pasar encerrados en el hotel todavía los odia.

1986. Giovanni Palazzo junto a soldados de la FAES durante el operativo Fénix en Cuscatlán. Foto Giovanni Palazzo
1986. Giovanni Palazzo junto a soldados de la FAES durante el operativo Fénix en Cuscatlán. Foto Giovanni Palazzo

¿Por qué se te ocurrió ir a tomar fotos a un país en guerra?
Queríamos dar a conocer las grandísimas represiones de los escuadrones de la muerte. El tipo de apoyo que queríamos dar era de conocimiento de lo que estaba ocurriendo. Pero, ¿cómo hacíamos? Nos dimos cuenta de que para hacer postales o afiches no teníamos imágenes, fotografías con información buena. Entonces, ¿qué hacíamos? Bueno, en agosto de 1981 salí ya con ese propósito en mi segunda visita a El Salvador.

¿Tú solo?
Solo yo. Llego y me di cuenta de que no tenía un carné de prensa. Al llegar me agarraron los militares y me dijeron: “¿Qué estás haciendo aquí?”. “Bueno, yo vengo de turista”. Tenía el problema del fotoperiodista sin medio: “¿Cómo voy a ser un fotógrafo si ningún periódico va a darme una credencial? ¿Cómo me voy a desarrollar si nadie me apoya?' Y al revés: '¿Cómo puedo tener un apoyo si no soy un fotógrafo?”. Vas a ver que todas mis fotos de 1981 las tomé como un ladrón... las de los refugiados, las del campamento La Virtud, en Honduras... en San Vicente... todas esas fotos las tomé haciéndome el turista. Yo era el único turista en El Salvador tomando fotos de la guerra con una Nikon F2. Las fotos de la gente, la iglesia baleada, los cuarteles…

¿Cómo hacías para no llamar la atención?
Es que tenía una cara un poquito de bandolero. Tenía el pelo largo, era barbón, no era un gringo con el pelo rubio… Y más que todo vivía en los barrios populares del centro a tres dólares para dormir, comiendo pupusas todo el tiempo… siempre estaba confundiéndome con el pueblo. Tenía contactos con los curas de ahí, de algunas iglesias...

'Fotos de un bandolero'.
Esas fotos, para mí, ahora son importantes porque eran la base de lo que pasó después en la lucha político-militar. Visitar los campos de los campesinos, los algodoneros, en 1981, y darte cuenta de que quienes trabajaban era como si fueran los esclavos de la época de los faraones de Egipto. Y esas eran cosas que los fotógrafos profesionales de agencias casi nunca las hacen porque no les sirve a ellos o a la Associated Press...

Antes de tu viaje de agosto de 1981 habías hecho una primera incursión en agosto de 1980. ¿El asesinato de monseñor Romero ocurrido cinco meses antes de tu primera vista marcó tu visión sobre El Salvador?
No. Yo ya conocía qué significaba la represión y la tortura y todo eso. Pero recuerdo que dijeron que lo mataron porque era un comunista, algo igual a lo que están diciendo del Papa Francisco hoy. Porque él dice que apoya a los pobres, que las mujeres están destrozadas, la injusticia en el mundo... Ellos dicen: “es un Papa comunista”. Pero es que en mi país la gente no entendía cuál era el conflicto. La motivación era muy simple: la curiosidad política que tenía, el amor para la vida política de América Latina, y la cámara fotográfica. Esos tres elementos, más la edad que yo tenía (24, 25 años), y un proceso revolucionario que estaba empezando… no podía perdérmelo.

Venías a la aventura, vaya.
Sí.

En las primeras visita venías de “turista”. Contanos cómo fuiste a dar al campo de refugiados de La Virtud, en Honduras.
Yo no tenía carné y para esa época ya existía el Comité de Prensa de la Fuerza Armada (Coprefa). Todos los periodistas tenían que acreditarse ante la Fuerza Armada para trabajar. Había que ir a un cuartel, hacer una entrevista... y yo no trabajaba para ningún periódico, pero el verdadero problema es que por ser de izquierda -si lo descubrían- me podían cortar la cabeza.

¿Pero cómo entraste a Honduras?
En Honduras entré por medio de un cura que me escribió un papelito chiquito, clandestino y con eso me fui a Tegucigalpa, a la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Había una compañera que trabajaba para ellos y le di ese papelito escrito. Luego me llevaron a Santa Rosa de Copán, y de ahí yo entré. Me quedé cuatro o cinco días en un campo de refugiados. Tú puedes ver esas fotografías y ese es mi primer fotorreportaje completo de calidad. Estaba libre de tomar las fotografías. No tenía miedo, no tenía problemas. Lo hice como lo hubiera hecho un periodista oficial de la Reuters o de Mágnum o de AP.

¿Cuánto tiempo tenían de estar ahí los refugiados?
Varios meses. Había sobrevivientes del Río Sumpul, casi un año tenían de estar ahí. Había niños naciendo... había niños muriendo por desnutrición. Ustedes pueden verlo, pero la foto de los niños que están levantando unos vasos es un símbolo para los refugiados de las Naciones Unidas.

¿Esa foto se ha reproducido en otras partes?
En todo el mundo. Hace como tres años Naciones Unidas imprimió un libro en el que en las primeras páginas está la fotografía de los niños con los vasos.

1981. Niños en el campo de refugiados salvadoreños en La Virtud, Honduras. Foto Giovanni Palazzo
1981. Niños en el campo de refugiados salvadoreños en La Virtud, Honduras. Foto Giovanni Palazzo

¿Cómo nació tu pasión por la fotografía?
En 1968 todos los jóvenes se levantaron en Europa. Yo tenía 14 años y frecuentaba a gente más grande, entre ellos un muchacho de 18 que tomaba fotografías. Me apasionó lo que hacía pero yo no tenía dinero para comprar ese tipo de cámaras. Así que compré una cámara muy barata, sin calidad. Fue hasta el ‘71 cuando compré una Zenit de la Unión Soviética. Era la más barata en el mercado. Así empecé a tomar fotos a manifestaciones, huelgas, todo el movimiento juvenil. Tengo un archivo histórico muy extenso de esa época. Casi todas eran fotografías de la política de esa época porque yo estaba muy metido. Empecé a tomar fotos magnificas porque yo estaba metido en ese proyecto.

¿Fuiste militante?
La mayoría de la gente estaba metida en el Partido Comunista. Después había una extrema izquierda que se llama Lotta Continua (Lucha Continua), estaba Democracia Proletaria... y la cosa es que donde ya estaba metido era la IV Internacional de León Trotsky. No me gustaba Stalin ni la impostura soviética y todo eso. Era una pequeña organización que tenía una visión internacional de los problemas.

¿Qué hacías ahí?
Era militante. En esa época la idea era desarrollar la conciencia de los otros países, sobre todo de América Latina. En esa época en Uruguay estaban los Tupamaros; en Argentina, el ERP y los Montoneros; en Colombia, un movimiento antes de las FARC; en Nicaragua el movimiento sandinista; en El Salvador las FAPU (Frente de Acción Popular Unificada, la organización de movilización de masas de la Resistencia Nacional) y todas las organizaciones empezaban la lucha armada. Para mí era una oportunidad a los 18 años de conocer organizaciones internacionales que tenían las ideas que yo tenía: las revoluciones a nivel internacional. En el mundo estaban los mismos problemas: los obreros son obreros en todo el mundo. Los campesinos guatemaltecos son iguales a los campesinos italianos, africanos o a los campesinos de Vietnam, en la época de la guerra de Vietnam.

¿Qué hiciste con tus primeras fotos?
No hacía nada. A veces exposiciones en el barrio. Había gente muy pobre, los inmigrantes… soy originario del sur de Italia. Emigramos sin nada, súper pobres. Les estoy hablando de 1955, cuando yo tenía un año. Vivía en un ambiente de migrantes. No sabíamos qué es alumbrarnos con el foco, ni qué es el futuro y todo eso. Esas son cosas que tengo en la sangre. Haciendo fotografías del barrio, de migrantes del sur de Italia, recolectábamos para los pobres con las parroquias. En esa época los curas estaban muy metidos en el movimiento. Ayudábamos a los viejos, la gente abandonada, y los jóvenes, familias con muchos niños que no tenían casa o trabajo. Ayudábamos a esa gente. Yo no sabía hablar bien en esa época, bueno, tampoco ahora, por eso es bueno para mí tomar fotografías. Ese es el aspecto que yo puedo hacer. No puedo pintar, no puedo cantar, no puedo escribir... yo soy bueno en tomar fotografías. Y me di cuenta de que lo hacía muy bien.

Te pareces mucho a Mauro, Giovanni.
Ja, ja, ja. Eso es bueno, así nos conectamos, ¿no?

Te aseguro que Mauro tampoco sabe cantar ('Y odio escribir', agrega Mauro).
Ja, ja, ja. De veras. ¿Odias escribir? Ja, ja, ja.

¿Gracias a la Internacional pateaste América Latina?
Conocí la realidad de Bolivia, el Che Guevara, Brasil... problemas sociales muy interesantes y movimientos políticos muy interesantes. La IV Internacional tenía los contactos con las organizaciones en todos los lugares, en todos los países, México, Guatemala, Honduras, Perú… Todas organizaciones clandestinas. En Perú estaba Hugo Blanco, un líder de la guerrilla. Era un compañero de la Cuarta Internacional. Mi primer viaje fue en 1979 a Perú y Bolivia. A mí me parecía una cosa increíble.

¿La IV te enviaba con gastos pagados?
En Italia hay un mes de vacaciones al año para el trabajador. Esa fue una conquista de los años 70. Entonces yo tenía cuatro semanas de tiempo para hacer un viaje y pagarlo con mi dinero. Así pagaba también las películas, la cámara y todo. Visitaba otros países solo las cuatro semanas de agosto. Mi primer viaje fue a Perú y Bolivia. En Bolivia conocí donde estuvo el Che Guevara, los movimientos populares y todo eso. Un año después, en 1980, me fui a visitar Centroamérica. En un mes tomé fotografías en México, Guatemala y en El Salvador. Ya la situación estaba peor para agosto de 1980. Esa primera vez me quedé solo unos días porque no conocía a nadie en El Salvador. El FMLN no estaba organizado (se fundó en octubre de ese año), los representantes del FMLN que estaban en Europa estaban empezando. En Nicaragua ya habían tomado el poder los sandinistas así que me quedé una semana allí. Cuando regresé a Italia, los movimientos católicos ya organizaban movimientos a favor de la causa de Romero. Entonces me di cuenta que debía regresar al siguiente año.

¿En tus viajes venías como delegado de la Internacional o como turista?
Para nada. Viajábamos un grupo de cinco, seis personas, compañeros, cada quien pagando sus gastos. Nos movíamos juntos en Nicaragua, cuando ganaron la revolución los sandinistas. Pero andando con ellos me di cuenta de que no podía tomar fotos con otra gente. Eso fue fundamental. Yo no podía tomar fotografías con ellos. Entonces regresé a Italia en septiembre del 80 y empezamos a organizar contactos con salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos, por medio de un grupo de católicos metidos en organizaciones de Monseñor Romero. Esos fueron mis primeros contactos.

¿En tus viajes te cruzabas con fotoperiodistas?
Yo no conocía a fotógrafos oficiales en El Salvador, pero me di cuenta de que estaban en el hotel Camino Real. Ahí estaba la oficina de la AP, Reuters... la Magnum... Pero yo no era gente de hotel, entonces no conocía a esta gente y no sabía cómo hacer para convertirme en un fotógrafo oficial. Un año después, en el 82, llegué a San Salvador con toda la experiencia del 81 y me vine con un carné falsificado de una agencia que no existía. En esa época no existía internet, con lo cual la verificación era un problema. Así que llegué al Coprefa con un carné de la ANFI (Asociación Nacional de Fotógrafos Italianos).

¿Te lo inventaste?
Sí, me lo he hecho yo.

Ja, ja, ja. ¡No existía la ANFI!
No, eso no existe. Con eso me fui a Coprefa, y ahí estaba el capitán Mauricio Cienfuegos. Y yo con mi cara chistosa conseguí mi carné de Coprefa. Con eso podías viajar por todo El Salvador y hacer tu trabajo. Ibas a un cuartel en Chalatenango y podías presentarte al mando de allá. '¿Dónde quieres ir?' Y yo la primera cosa que quise hacer fue entrar al cuartel del Batallón Atlacatl, a hacer una entrevista a Domingo Monterrosa.

¿Lo entrevistaste?
¡Cómo no!

¡Cuéntanos esa escena!
Estaba simpático, muy chistoso, disponible. Para mí era importante tomarle la fotografía. Grabé la entrevista.

A ver, eso fue en agosto del 82. Ya había ocurrido la masacre de El Mozote. ¿Tú sabías lo que había pasado?
No. Eso es uno de los puntos por los que yo estoy muy enojado con la prensa. ¿Por qué yo no me meto con la prensa? ¿Por qué odio a esta gente? Es muy simple. Estaban en el Camino Real y hacían solamente las fotos oficiales. Yo he conocido después las oficinas de la AP en el Camino Real, y ahí estaba Arturo Allen, el periodista. Y Luis Romero, La Muñeca, un fotógrafo que ahora es el fotógrafo del presidente de la República. Pude contactarlo. Él fue el único salvadoreño que me ayudó metiéndome a algunas cosas. No era celoso de su trabajo.

Restos humanos de la masacre de El Mozote. Foto Giovanni Palazzo
Restos humanos de la masacre de El Mozote. Foto Giovanni Palazzo

Entonces no sabías nada de la masacre.
No, porque tampoco después nadie fue a ver la masacre. La habían hecho en diciembre del 81, y en agosto del 82 en el Atlacatl nadie hablaba y los periodistas no sabían nada.

¿Para esa fecha no tenías contacto con la guerrilla todavía?
No.

Te pregunto lo de la guerrilla, porque se supone que en El Salvador solo Radio Venceremos supo y dio a conocer la masacre. ¿Tampoco leíste los artículos que publicaron en enero del 82 en Estados Unidos dos periodistas, uno de The New York Times y otro del Washington Post?
No. Yo me encontré a gente como a Susan Meisellas, que tenía algunas fotografías de la masacre de El Mozote, pero no se hablaba. La gente de la AP no sabía nada de eso. Nadie sabía nada de eso. No se hablaba. Yo tampoco sabía. Yo fui por allá, y fotografié abajo de un bosque y tengo fotografías de la masacre. Gente con los vestidos... ¡Hay restos! Pero yo no sabía que era de esos ataques.

¿Fuiste sin saber qué había pasado?
Exactamente, porque fui en agosto. Ya los animales se habían comido los restos.

¿De qué hablaste con Domingo Monterrosa?
Siempre hablamos de 'terrorismo'. Él decía: 'Bueno, los terroristas masacran gente, meten miedo, obligan a la gente y nosotros llegamos a ayudar'. A él me lo encontré dos veces, el 19 de agosto del 82 en el cuartel del Atlacatl y, la segunda vez, el 18 de agosto del 83 junto al coronel Sigifredo Ochoa Pérez en San Vicente.

Sí, ya vi las fotos.
Ese día él me dijo: 'Sí, váyase mañana, que tenemos un operativo'. Y ese operativo fue la última estupidez que yo hice. Yo le di la noticia a William Errington, que filmaba película, y me dijo: 'Bueno, vámonos todos'. Es una secuencia después de las fotografías con Domingo Monterrosa. La siguiente es la de un tanque donde van unos soldados, y luego está una de un carro en la que se mira a Luis Romero, salvadoreño. Un alto rubio, es la última fotografía de William Errington, quien murió ese día. A los cinco kilómetros que había avanzado el convoy hubo una emboscada. A él le dispararon con una M-60. Yo me tiré debajo del vehículo y con una grabadora grabé todo el enfrentamiento. Esa fue mi primera vez y ojalá sea la última porque no es nada romántico estar en un tiroteo así.

1982. Militares se preparan para abordar vehículos blindados antes de ser emboscados en San Vicente. A la derecha, de bigote con cámara, el fotoperiodista salvadoreño Luis Romero. Atras de él el 
1982. Militares se preparan para abordar vehículos blindados antes de ser emboscados en San Vicente. A la derecha, de bigote con cámara, el fotoperiodista salvadoreño Luis Romero. Atras de él el 

Si hubieras sabido de la masacre de El Mozote, ¿qué le hubieras preguntado a Monterrosa?
Nada. ¿Qué le iba a preguntar si no supe de eso? Junto con Arturo Allen, que iba de periodista, habíamos acordado el tipo de preguntas que iban sobre el momento político, la perspectiva y todo eso. No teníamos claro para esa época que él era un cerebro de toda una estrategia... pero yo sí ya sabía que los militares son mentirosos. Siempre cuentan mentiras. Los militares tienen en el ADN las mentiras.

Ja, ja, ja.
Hablo de los jefes, no de los muchachos jóvenes. En el 85, 86 ya estaba el reclutamiento forzoso y también en la guerrilla. Gente del pueblo que la obligaron o que tal vez se equivocaron. Pero los tenientes, los capitanes son mentirosos. ¿Por qué? Porque su formación es resolver todos los problemas por la vía de las armas. Hoy dicen que viajan a todas partes 'por la paz” y que resuelven los conflictos, pero a 30 años siguen sin decir la verdad sobre lo que hicieron con su propia gente. La masacre del Sumpul, El Mozote, no dicen la verdad sobre eso. No la dicen.

¿Hubo algo de Monterrosa que te haya sorprendido?
De lo que él decía, no, sino de lo equivocado que se puede estar al creer que se puede defender y seguir en las mismas condiciones. Yo me sorprendí de cómo en poco tiempo la ilusión de la conquista por la guerra se esparció rápido, sobre todo entre los más pobres. Sobre todo en el campo. Era fácil encontrarse a ancianos, jóvenes, mujeres, jovencitas ilusionados con la idea de que las cosas podían cambiar y que ese era el momento para cambiarlas. Pero eso lo sabría hasta los viajes del 83, 84, que se darán cuenta en las carpetas de las fotos, es cuando ya tengo más contacto con la guerrilla y puedo entrar, después de rigurosos contactos clandestinos, a la vida cotidiana en los campamentos.

¿No eras un blanco para los militares, por tus contactos?
Sí, hay que regresar al problema del carné. Yo me iba con la guerrilla, salía de la guerrilla y llegaba a la carretera principal a enfrentarme a los retenes. Pero con el carné no tenías problemas en los retenes. Salía de estar con la guerrilla y me iba con los militares a los cuarteles, a sus campamentos. Era importante tener las fotos de los militares porque era la única manera de tener material de ellos. Y todo eso ahora es material histórico.

¿Por qué era importante retratarlos?
Porque fueron actores importantes del conflicto, ¿no?

¿Nunca te quedaste en el Hotel Camino Real, Giovanni?
¡Absolutamente! Todavía hoy, yo no voy a los hoteles. Los odio. Prefiero regalar esa habitación de 50 dólares e irme a comer pupusas a la calle. Esa es mi naturaleza.

¿Cómo es que siendo militante, tus fotografías de los soldados son fotografías que humanizan a aquellos que son considerados como unos sanguinarios?
Estamos hablando de historia y esto es un material histórico. En El Salvador se tiene que hablar y hacer análisis de lo que pasó. Desde todos los puntos de vista. Y también, la Fuerza Armada, los soldados no son los escuadrones de la muerte. No es así. Una parte hace eso. Los otros eran gente de 14, 16 años obligados a pelear por varias razones. Como dije antes, el reclutamiento forzoso del 85, 86… agarraban en los retenes... no existían muchachos que iban en bus o trabajaban en el campo porque ya los habían agarrado y los habían metido en el cuartel. Y muchos se iban a la guerrilla por no hacer el servicio militar. Eso lo hacían aquí también en Italia, para la guerra. Te agarraban, te llevaban a combatir a la Unión Soviética y entonces muchos otros prefirieron irse a la montaña. No es porque son puros ideológicamente de izquierda o de derecha. Una parte quizá sí. Pero es muy compleja la cosa. Les hago un ejemplo para explicar: regreso a la escena de le emboscada, en San Vicente. Luego de esas tomas hay unas del hospital, en donde hay algunos soldados heridos en las piernas, los brazos…

Sí, ahí las tenemos.
Bueno. Entonces necesitaban sangre. Yo estaba ahí porque estaban haciéndole la operación a William Errington. Estaban esperando a un doctor de los Estados Unidos. Yo estaba destruido: lleno de sangre... Y bueno, me sacaron casi un litro de sangre para los militares. En ese momento era importante porque estaban muriendo jovencitos de 15, 16 años. No lo estaba haciendo para Roberto d'Aubuisson, ¿cierto? Pero lo estaba haciendo para esos muchachos que estaban ahí, que eran parte de un conflicto que no era de ellos, que no fue hecho por ellos sino por las situaciones político-sociales mucho más grandes que ellos. Una parte de los actores de la guerra estaban en los campamentos militares y otra parte estaban en los campamentos guerrilleros, pero no todos fueron culpables de eso. Yo soy un militante de izquierda, y ahora está el FMLN en el poder. ¿Y qué hacemos? ¿Matamos a todos los que no están de acuerdo? Eso lo hacen ellos, no lo hacemos nosotros. Lo que toca ahora es hablar, crear cultura, memoria, para que las cosas sean diferentes. 

1982. Giovanni Palazzo junto al coronel Domingo Monterrosa, en Santa Clara, San Vicente. Foto Giovanni Palazzo
1982. Giovanni Palazzo junto al coronel Domingo Monterrosa, en Santa Clara, San Vicente. Foto Giovanni Palazzo

Cuando te enteraste de la masacre de El Mozote y supiste que tuviste a Monterrosa al otro lado del micrófono, ¿qué pensaste?
Conozco lo que hacen los militares. Últimamente estuve mucho en África. Pero yo ya sé que cuando hay una crisis económica muy fuerte el resultado es una serie de demandas populares muy fuertes. ¿Y cómo contesta el poder económico? Con las fuerzas armadas. En varias formas: de un lado a nivel oficial y del otro lado a nivel clandestino. Y hacen masacres en todo el mundo: Medio Oriente, África, América Latina. Es lo que está pasando en toda África hoy día.

¿Los militares son iguales en todas partes del mundo: defienden los intereses económicos?
Ellos siempre dicen: nosotros defendemos la patria. En el Atlacatl había una pinta muy chistosa. Decía: “Los comunistas son ateos, no creen en Dios”. Ellos siempre quieren politizar aspectos que son de tipo ideológico cuando los campesinos sin zapatos de los campos de algodón no saben dónde está la Unión Soviética, no saben quién en Marx, Lenin, tampoco Trotsky ni Che Guevara. Saben solamente que si contraen la malaria se mueren porque no tienen 50 centavos de dólar para medicinas. Entonces se puede levantar el campesino pero no porque esté ideologizado. En todas partes del mundo los campesinos se levantan porque tienen hambre. ¿Cuántos salvadoreños hay en Estados Unidos? Aquí en Turín hay 2 mil salvadoreños.

¿Tienes contacto con la comunidad de salvadoreños en Italia?
Sí. A cada rato hago exposiciones de mis fotos de la guerra en El Salvador a gente de 50 años que nunca vio lo que pasaba en su país.

 ¿Y qué te dicen?
Dicen: '¿Es cierto que esto era El Salvador en los 80? Yo estaba en San Salvador pero nunca he visto eso. Sí miraba a los militares a cada rato, pero...' ¡Y eso es lo que pasaba! La gente no sabía de las masacres, la gente no sabía nada de lo que estaba pasando! Tomé una fotografía de una venta de periódicos en el centro de San Salvador y en las portadas de los periódicos se lee: 'Los terroristas matan 13 empleados'. 'Los terroristas del FMLN matan 16 militares'. Esa era la única información: 'los terroristas'. Pero en el gobierno había gente responsable de muchos otros hechos.

Hemos visto las fotografías de los niños combatientes. Supongo que ver eso te chocó. ¿Qué pensaste de este país que reclutaba niños para la guerra?
Hay muchas fotografías de niños y la razón es simple: la mayoría apenas alcanzaban los 16 años. Aquí los chicos de 16 años no saben tomar. Allá ya tienen tres hijos. Hay gente de 12 años teniendo hijos. Yo conocí a una chica de 11 años que ya era madre. Y luego por un lado vimos a los niños soldados, y por el otro a los niños guerrilleros, y uno se pregunta: ¿pero adónde deberían estar estos niños? Estos niños deberían estar jugando, estudiando, mirando a las muchachas... Eso deberían hacer los niños salvadoreños. Pero entonces uno se da cuenta de que hay condiciones en las que los matan en bombardeos, y mueren de hambre... Esa era la situación. No era bueno, pero esa era la situación. Y claro, eso al final uno sabe que dejará muchos traumas sicológicos para toda su vida.

¿Un turista aventurero que se metió a campamentos guerrilleros y cuarteles militares? ¿Qué más hiciste en tus meses de vacaciones en El Salvador, Giovanni?
Les cuento otra aventura. En 1985 yo entré a Cárcel de Mujeres y a Mariona diciendo una cosa increíble.

Supongo que entrar a la cárcel era prohibidísimo.
Estaba esta cosa que los fotoperiodistas decían: 'Nadie llegó adentro. Es imposible'. Y yo les dije: 'Vamos a ver. Ustedes no son capaces de hacer nada...”. Lo decía bromeando, un poquito, verdad, porque eran gente muy simpática. Yo les decía: “Durmiendo todo el día, por supuesto que no van a entrar”. Y ellos me decían: “Vamos a ver si es cierto que tú puedes hacerlo”. Pues bueno, un día logré sacar un reportaje completo de los reos políticos y los reos comunes desde adentro de la cárcel.

¿Cómo entraste?
Me habían dicho que el director de la cárcel era un alcohólico anónimo. Entonces, je,je, yo me presenté diciendo que estaba haciendo un proyecto por toda Latinoamérica de gente recuperada de problemas de drogas, de alcohol, que cometieron muchos problemas en su vida pero que ahora los habían recuperado. 'Entonces yo sé que en San Salvador hay una buena política de recuperación de este tipo de gente'.

Ja, ja, ja.
Yo sabía que él era un alcohólico anónimo pero él no sabía que yo sabía. Y me dice: interesante. 10 minutos después estaba adentro con dos cámaras tomando película a color, diapositiva y en blanco y negro.

Yo no soy experto, pero a mí tus fotos me parecen muy buenas. ¿No te daba cólera no publicar tus fotos en periódicos o revistas internacionales?
No, porque mis fotos no tenían el propósito de ser vendidas para llenar páginas de Newsweek. No es mi manera de entender la fotografía. Mi manera de entender la fotografía es que tienes que verla, platicar de ella, conocerla, tengo que explicarte qué hay en esa fotografía. La fotografía es solo un momento, un clic de un segundo, mas lo que pasa atrás tengo que explicarlo. Tengo que explicar qué hay atrás de una guerra. ¿Por qué un niño está comprometido con las armas a los 13 años? ¿Por qué la mujer está comprometida con la guerra? ¿Por qué dicen que son terroristas? ¿Le parece terrorista el viejito, la viejita, la mujer, con un niño de ocho meses?

Pero eso lo podrías explicar siendo fotoperiodista. ¿Un pie de foto? ¿Un fotorreportaje?
Sí, lo he hecho. Algo hay. Después de algunos años, en 1991, De Augustine, una de las editoriales más grandes acá en Italia, lanzó una enciclopedia y me compraron un montón de fotografías porque estaba toda la historia de los conflictos de El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Yo ya lo tenía el trabajo, pero no lo hice para una enciclopedia. Lo hacía para el mercado alternativo de los comités de solidaridad. Tenemos revistas, libros, pero son cosas de carácter alternativo. Ahora, este año he hecho cuatro debates en la universidad. Lo hago en las escuelas superiores, porque la gente no conoce. Voy a explicar que no porque no conozcas las cosas no significa que no sucedan cosas importantes. En Italia tenemos el problema de la migración que golpea a la puerta pero la gente no sabe por qué ni qué pasa en África. El objetivo de un periodista profesional es explicar la cusa de una cosa de ese tipo y es lo que yo he hecho, y lo que sigo haciendo ahora.

Entiendo. ¿Pero en algún momento no pensarás esto: “lo hubiera hecho. Hubiera vendido mis fotos a Newsweek'?
No. Lo hacían los otros. Lo hacía Susan Meisellas, una fotógrafa que yo quiero mucho como fotógrafa y todo. Pero son fotografías que llegan a un mercado, uno las mira y ahí termina la cosa. No es suficiente una fotografía. No explica las causas de las situaciones. Después de la foto hay que explicar por qué hay un conflicto, por qué el flujo de migrantes hacia Estados Unidos. En noviembre estaba en San Salvador invitado por el MUPI y ese mes estaban en portada las imágenes de los migrantes caminando encima de un tren en México. Y cinco días antes estaban con los indígenas guatemaltecos en la finca San Francisco donde hay 3 mil guatemaltecos indígenas, explotados en condiciones increíbles, en la corta de café. Hay que explicarlo. Es lo que hago con este tipo de fotos. La gente no entiende el fenómeno de los desaparecidos. Ve la noticia, pero se queda con una noticia sola, que se acaba para el siguiente día. La gente se queda con una noticia, no con un análisis de qué es lo que está pasando.

¿Estás en contra del sistema de distribución de noticias?
No. Imagínese lo que estamos haciendo aquí. Estamos publicando fotografías de la guerra de El Salvador en internet, estamos hablando por aquí, es una cosa increíble. Es importante que cada uno trabaje a su manera. Otro ejemplo: en 1985, 1986 empezaron las radios, la televisión… Había muchos en El Salvador. Y eran todos así, comerciales. Y todos estaban metidos allá en el hotel. Y yo me preguntaba: “Ma, si yo hacía eso un mes o 20 días al año, ¿por qué ellos solo sacan ese tipo de imágenes? ¿Por qué Luis Romero de la AP toma una fotografía, después tiene que regresar al hotel, revelar el rollo, toma una fotografía, las mejores, las manda a Nueva York, el día después la puede encontrar en varios periódicos importantes? ¿Por qué?”. Y ahí termina la cosa. ¿Le explicaron? ¿Fue suficiente para explicarlo? No.

Sabemos que fuiste dos veces capturado por el ejército. ¿Cómo fue la primera vez?
La primera captura fue en agosto de 1986. Habían cambiado las reglas del sistema de Coprefa. Es decir, cuando un periodista quería venir a cubrir la guerra de El Salvador debía acreditarse al Coprefa. Después, tú deseabas ir a Chalatenango, en el cuartel tenías que pedir el permiso al cuartel del mando de San Salvador. El coronel García te preguntaba los objetivos de lo que querías hacer en Chalatenango. Después de algunos días te decía: okay, puede ir un día allá y conseguías un papel para ir solamente allá y no a otro lugar. No como antes, que ese salvoconducto te permitía moverte en todos lados, en todos los cuarteles. Entonces, me di cuenta de eso y no tenía mucho tiempo para hacer eso de pedir los permisos, y además que me iba de manera clandestina. Entonces tenía un contacto guerrillero en Usulután. Llegué en un autobús. Después caminé por una ruta de 12 kilómetros y me fui con algunas medicinas. No tenía el permiso especial particular porque allá estaba toda la guerrilla. Era una zona controlada, y entonces no podía ir a la Fuerza Armada para decirles: “quiero ir a tomar fotos a los guerrilleros”. Me fui allá y no pasó nada. Me quedé como seis días con los compas. Después quería tomar fotos a la vida de la gente que trabajaba ahí, que eran pescadores de camarones. Ellos terminaban el trabajo a las 5, 6, 7 de la noche. Con algunas lámparas en la laguna, en el mar. Yo quería tomar fotografías particulares, espectaculares, pero era muy peligroso porque tenía el agua hasta la cintura, podía perder la cámara. Empezando a tomar fotos estaba y llega un helicóptero y tira como dos cohetes en la laguna.

¡Uauu!
Me regresé inmediatamente porque podía perder todo el equipo. Luego hubo mucho movimiento de los compas en la noche, y es claro que no podía tomar fotos con flash. En esa época estaba el rollo de baja sensibilidad y utilizaba todo a 64 ASA. Una película de superbaja sensibilidad porque tiene la calidad mejor. Hoy con la digital no hay problema, pero en esa época era imposible tomarle fotos a la oscuridad. Pero bien, no pude tomar fotografías. Días después llegó un compa diciendo que la Fuerza Armada estaba llegando de la carretera panamericana. Estaba iniciando un operativo y yo no podía quedarme con los compas, porque tenía que regresarme a Nicaragua. Así que empecé a caminar, despidiéndome de todos los compas. Yo llevaba conmigo todos los rollos de las fotografías que les tomé a ellos. Como a los tres o cuatro kilómetros, mientras caminaba, me encontré a los militares. Me presenté: “Soy fotógrafo, periodista”. Tenía el carné de Coprefa, todo perfecto. Ellos comenzaron a comer y hasta me invitaron. Después llamó un capitán y preguntó que qué tal. 'Aquí está con nosotros un fotógrafo italiano'. '¿Cómo un fotógrafo italiano?' '¿Quién es?'. 'Giovanni Palazzo'. 'Tiene el permiso para quedarse ahí?' A los cinco minutos llegó un helicóptero con un gringo adentro.

Ja, ja, ja. ¿Un militar gringo te llegó a buscar?
Sí. Llegó y agarraron mis cosas. Yo estaba todo sucio, lleno de lodo, no tenía problemas. Mi problema era que yo tenía los rollos. Si los tomaban, ellos fácilmente podían identificar a los compas por mi culpa. Entonces yo tenía un sistema para que eso no pasara.

¿Cuál sistema?
Una cosa muy particular que ahora todo el mundo conoce. Yo tenía dos cámaras. Una para película diapositiva y otra para película blanco y negro. La blanco y negro era 64 ASA. ¿Qué hacía? Me metía a un cuarto oscuro e invertía las cosas. Ponía el blanco y negro en el rollo a color y, en el rollo a color, el blanco y negro. Así, si lo revelaban, no salía nada.

¿O sea que las fotos de los compas las tenías en un rollo en blanco y negro?
No, no. Los cartuchos. Los cambiaba con antelación. En el blanco y negro estaban los rollos a color, y en la diapositiva el blanco y negro. Pero también tenía otro sistema de seguridad. Tenía la lengua, la primera parte de la película, como 10 centímetros afuera, significa que el rollo está bien, virgen. El rollo que tiene toda la película adentro, enrollado por la cámara, significa que están tomadas. ¿Verdad?

Claro.
Okay. Yo he hecho al revés. Yo tenía un aparato chiquito que me permitía agarrar el rollo para impedir que se viera la pestaña afuera de la película. Estos eran los rollos que no se habían tomado. Y los otros, los que estaban con 10 centímetros afuera eran los rollos que estaban tomados. ¿Qué han hecho ellos? Me quitaron todos los rollos que estaban con la película adentro, pensando que ya estaban hechos. Y los otros, con la película afuera, esos hasta me decían: 'Bueno, puede utilizarlos cuando se regrese a Italia'. Ellos revelaron las fotos y se equivocaron todos, porque tomaron los rollos a color, los revelaron y no salió nada. Y para la vergüenza, creo, que no se dieron cuenta porque yo no perdí ninguna foto en esas capturas. Ahí están las fotos.

¿Qué te hicieron después de capturarte?
Me interrogaron en el cuartel de Usulután. Ellos pensaban que yo era un guerrillero o un colaborador que trabajaba con ellos y no que era un fotógrafo aventurero y nada más. No lo entendieron y me llevaron a San Salvador y me echaron preso en el cuartel de la Policía de Hacienda. Ahí cada dos horas me hacían interrogatorios. Mi mamá qué hacía, mi abuelo, querían ver si yo estaba diciendo mentiras, o quizá queriendo comprobar que yo era un fotógrafo pobre de una pequeña revista, un aventurero.

¿Tenías miedo?
Yo estaba preparado un poquito... Después de algunos días llegó el embajador a sacarme de la cárcel.

¿Cómo se enteró él de que tú estabas preso?
Ellos lo llamaron. Me liberaron y me dijeron que tenía que salir del país. Yo tenía que sacar los documentos que poseía, en una casa de seguridad que yo tenía. Era una iglesia, con la ayuda de un cura, y ahí tenía los rollos ya tomados y otros materiales.

¿Podemos saber qué iglesia era?
Era una iglesia donde estaba el padre Pedro. En febrero yo regreso a El Salvador, me quedo un mes y con gusto los llevo. Quiero llevar a El Salvador todo el material en blanco y negro que hice.

¿Cómo fue la segunda captura?
En 1989 tenía el mismo límite de un mes y tenía que hacer de nuevo todo el recorrido: Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Pero había un proyecto del FMLN que ya estaba muy metido en Europa y el objetivo era hacer una especie de agencia profesional de fotografías y vídeo. Tomar las fotografías, los vídeos y producirlos en Nicaragua. Así que todos los internacionalistas que llegaran a pedir información fotográfica, vídeo, de entrevistas y periodismo lo tuvieran a la mano. Yo, en ese proyecto, tomaba fotografías. Así que en 1989 me presento, discúlpenme, con una cara como el culo, porque a mí me habían capturado un año antes. Entonces me presento con un carné otra vez súper falsificado ja, ja, ja. Era un carné de la Asociación Nacional de la Prensa Italiana, 'la agencia más grande que existe en Italia'. Aquí tengo esos carnés. Me presenté otra vez con Mauricio Cienfuegos, en Coprefa, y conseguí otra vez el permiso.

Ya era tu amigo Mauricio Cienfuegos.
¡Sí! Ja, ja, ja. Yo siempre le decía: 'algún día vamos a comer pupusas'. No había que hacerles un desdén. Por ejemplo, yo tengo una foto, un souvenir en el cuartel con Domingo Monterrosa. Yo estoy abrazado con él. Esa foto me permitió entrar en todos los cuarteles. No pedían papeles, nada. Solamente con la foto de Domingo Monterrosa se ponían como locos y pensaban que yo era su amigo. Yo comía en los cuarteles, dormía en los cuarteles, gracias a una foto mía con Domingo Monterrosa. Y después yo podía hacer todo mi movimiento clandestino para llegar a las zonas de los compas gracias a ese salvoconducto.

Ja, ja, ja. Vamos a pensar que para 1987 ya eras un espía de la guerrilla que entraba con la foto de Monterrosa a los cuarteles.
Ja, ja, ja. ¡Esa foto yo siempre la tenía atrás, en la bolsa del pantalón! Los compas, cuando la miraban, les daba risa. Pero todavía conservo esa foto. Monterrosa era accesible para esas cosas, muy cordial con la prensa. Pero bueno, tenía sus ideas y sus fines, y por eso te mataban, ¿no?

Pero bueno, ¿cómo fue la segunda captura?
Había una cumbre latinoamericana en San Salvador, una cosa oficial. Esas cosas no me gustaban, pero estaba ahí y era importante porque estaba Reagan. Tenía la oportunidad de tomar fotos a un presidente. Había como 10 mil periodistas y yo pensando 'algún día voy a ser periodista...'. Pero ¿saben qué pasó?

¿Qué pasó?
Pasó que me fui a acreditar para el evento y no tenía ningún problema. Cuando estaban llegando los presidentes, en la mañana, tenía mi camiseta limpia, como un reportero internacional normal. Estaba todo el mundo ahí. Mientras esperábamos ahí, un guardia sin uniforme, vestido de civil, con los anteojos negros, empieza a mirarme. Me miraba, me miraba, me miraba. En unos 15, 20 minutos empieza a hablar con otro vestido como él, y los dos mirándome. Me miran, me miran… En un ratito llega un carro con varios más, me agarran, me levantan y me llevan.

¿Ni te dijeron nada?
Nada. Me agarran y me llevan hacia afuera.

¿Y los otros periodistas qué hicieron?
¡Me tomaban fotos! Los otros me tomaban fotos.

Ja, ja, ja.
¿Sabe qué fue lo que pasó? Ese hombre, el primer guardia, estaba en el cuartel cuando me capturaron en el 86.

¿Te reconoció?
Me reconoció, y supongo que habrá dicho algo así como que: el que capturamos está aquí otra vez. Y bueno, me llevaron otra vez a la cárcel de la Policía de Hacienda. Interrogaciones y llegó otra vez un diplomático italiano y me llevó, directamente, al aeropuerto. Yo tengo el papel aquí donde dice la motivación de la expulsión del país.

¿Qué dice?
'Sospecha de colaboración con grupos terroristas'.

Algo te habían descubierto… ja, ja, ja.
A ver, el trabajo que yo hacía era un trabajo normal. Las ideas que tengo yo son una cosa, sin embargo, ¿qué hacía? Era el trabajo que tenían que hacer todos los fotógrafos, todos los periodistas. Todos tenían que ir a la montaña, a investigar sobre El Mozote, a investigar sobre el Sumpul. Pero no lo hacían ellos. Yo hacía un trabajo normal, no es que estaba metido con armas con los guerrilleros ni que fuera un guerrillero. Yo tomaba las fotografías. Todo lo que tú estás mirando ahora es porque fotografié lo que pasaba en la guerra, como lo hacía Robert Capa en la guerra civil española o a los partisanos italianos. Esa es la historia y son fotos históricas. Eso es exactamente lo que hice yo. Pero para los militares, y regresamos a los problemas de los militares, por el hecho de ser un fotógrafo ya era de izquierda. El hecho de ser periodista significaba que ya era de izquierda. El hecho de que soy un barbón con el pelo un poquito largo ya me hacía guerrillero.

¿Desde que te sacaron en el 89 ya no volviste a El Salvador?
Exactamente. Me quedé en Managua trabajando en el centro de producciones. En marzo de 1989 estaba un compañero mío, que también tenía cámara, Cornell Lagraud, holandés. Eran las elecciones de 1989 y en dos días lo mataron a él, Mauricio Villeda y otro fotógrafo salvadoreño. Mataron a dos salvadoreños y a él. Eso les pasó después a los fotógrafos y periodistas que estaban señalados.

¿Ellos estaban señalados?
¡Claro! Porque no hay un fotógrafo o un periodista que tuviera sus simpatías por los militares o la guerrilla. Un periodista o un fotógrafo por su naturaleza quiere la verdad, quiere conocer, quiere ver. Pero no hay uno que diga: qué bueno lo que hacen los militares. Y no hay uno porque no es natural eso en una guerra como la que tuvo El Salvador.

¿A dónde deberían estar los límites para un fotoperiodista? ¿Cómo puede impedir dejarse llevar por las empatías hacia uno u otro bando?
No, no hay que tener distancia. Yo no tengo ninguna distancia. En mi caso yo no tengo la teoría de que el periodista debe guardar su opinión. ¡Todos tenemos opiniones! Son la experiencia de tu vida. Yo soy italiano, inmigrante del sur, de familia obrera, entonces tengo esa formación. No puedo cancelarlo. Tú eres de San Salvador, naciste ahora, no naciste 50 años antes. Entonces, hacemos un trabajo con las fotografías pero yo tengo mis opiniones. Yo soy militante internacionalista, tengo una visión internacionalista y socialista del mundo. Eso me permite tomar fotos de cierta manera. Pero son iguales a las fotografías que puede tomar un fotógrafo de la National Geographic a quien no le interesa nada. ¿Por qué uno como yo voy a regresar a El Salvador, donde me balearon, me robaron mi dinero, lo perdí todo, para entregar estas cosas? Porque estoy orgulloso de lo que he hecho. No hay ningún límite en la fotografía. Es cierto que si yo miraba un fusilamiento del FMLN contra militares, con la cultura que yo tengo, eso no me gustaba. Me gustaba mucho la idea de que ellos los entregaran a la Cruz Roja, o de que aceptaran las explicaciones de que esos militares estaban en el ejército porque no tenían de otra para tener una vida digna, normal. Para mí eso era justo. Así como he tomado fotos a los militares, como personas humanas normales, con sueños, con un rostro, con una vida y todo, como yo los miraba, yo bien pude haber tomado esas fotografías al revés. Lo mismo en el FMLN, pude haber escondido muchas fotografías. Pero ahí está todo lo que vi.

1986. Giovanni Palazzo junto a soldados de la FAES durante el operativo Fénix en Cuscatlán. Foto Giovanni Palazzo
1986. Giovanni Palazzo junto a soldados de la FAES durante el operativo Fénix en Cuscatlán. Foto Giovanni Palazzo

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