El Ágora / Cultura y sociedad

'Mis poemas siempre hablaban de amor y de revolución, y me cuestionaban la mezcla': Silvia Elena Regalado

Está entrevista con la poeta salvadoreña Silvia Elena Regalado se publicó por primera vez en noviembre de 2004. En vista de su nombramiento como nueva Secretaria de Cultura, la hemos rescatado del archivo para que nuestros lectores conozcan su perfil. Regalado, en estos últimos años, se desempeñó como catedrática y gestora cultural en la Casa Claudia Lars, de la Universidad Tecnológica, también obtuvo una maestría en pedagogía. Hasta ahora, dirigía La casa del escritor, que reside en la casa que fue hogar de Salvador Salazar Arrué (Salarrué), en los Planes de Renderos.


Viernes, 22 de enero de 2016
Diego Murcia y Ruth Grégory

Es jovial y espontánea. Se le ha visto al frente de recitales de poesía y como una de las caras femeninas del movimiento literario salvadoreño. Silvia Elena Regalado confiesa que no le gustan los patrones que coartan su libertad, pero igual ha sabido dar su brazo a torcer cuando de preservar ideales se trata.

Esta mujer es, aparte de poeta, madre, una mente abierta, docente, máster en pedagogía, gestora cultural, entre otras cosas. Pero su vida es la poesía. Esa que la ha llevado a explorar su cuerpo, a sentir el placer en el contacto con sus hijos, en las letras que recuesta sobre el papel. Ella, según sus propias palabras, es Dios, aunque es atea, tal vez para despistar.

Luego de las presentaciones formales, procedemos a iniciar el ritual de cada Plática: hacer posar a nuestra invitada en distintos ángulos de la mesa y con variedad de contrastes de luz, y no hay que olvidar las pruebas de sonido, los nervios, las dudas, la ansiedad de cada Plática.

Silvia Elena Regalado, poeta salvadoreña. Selección de las fotografías de la publicación original de noviembre de 2004. / Fotos: Roberto Orellana.
Silvia Elena Regalado, poeta salvadoreña. Selección de las fotografías de la publicación original de noviembre de 2004. / Fotos: Roberto Orellana.

¿Qué has hecho además de dedicarte a la docencia…, a la literatura…?
¡Huy! He hecho un montón de cosas. Empecé como secretaria. Creo que tenía quince años, pero realmente el trabajo era un pretexto para irme de mi casa y organizarme, y por ahí comencé, porque yo no tenía ni que trabajar en ese momento… pero en eso también salí embarazada de Vladimir, mi primer hijo, pero básicamente lo que yo mantenía era el vínculo con el MERS (Movimiento Estudiantil Revolucionario de Secundaria), como la actividad principal, y a partir de ahí…

¿Cómo fue que te reclutaron para el MERS? ¿Qué era organizarse o cómo era organizarse en esa época?
Ya de alguna manera yo tenía un contacto con gente del FAPU y otra gente, pero nunca me habían convencido del todo, y tenía una experiencia de alguna manera de sensibilidad hacia el tema, por mi abuelo, porque él había sido del PDC y lo habían torturado en algún momento. Y todas esas cosas las comentaban en la casa. Él ponía Radio Habana, creo, a veces en las madrugadas… aunque eso era para mí más de zozobra, porque mi abuela se enojaba, porque él la ponía cuando estaba bolo… Era una gran escándalo… la Radio Habana a todo volumen y la Guardia a una cuadra… Ja, ja…

Por ahí es que me había llegado la sensibilidad por los temas de lucha social y todo eso, pero estando como en noveno grado fui a la Casa de la Cultura, para representar al Colegio -estaba en el Belén- en unas reuniones que se iban a hacer entre jóvenes, y ahí conocí a Carlos, que es el papá de mi hijo mayor. El era del Damián Villacorta. Carlos era un muchacho joven, muy inteligente, tocaba la guitarra, y además era del MERS. Empezamos a hablar y rápido…

¿Pero cómo te convencieron para que te metieras a una cosa así?
Fijate que fue bien radical, porque Carlos entró patada al pecho, desde el primer momento me habló no de los intereses de los estudiantes, sino de los intereses del pueblo salvadoreño, de los campesinos, los obreros, de la represión, de las contradicciones de clase. A mí me cayó así… pero es que el amor también… ja, ja. Bueno, de alguna manera ya venía una preparación, porque yo me he preguntado varias veces ¿porqué no le hice caso a Ernesto? Porque Ernesto me había tratado de convencer en Suchitoto. Era de AES creo, de una de las organizaciones del FAPU, y yo lo escuchaba pero nunca le dije sí. Pero con Carlos… todo lo que me dijo y ya.

¿Y qué empezaste a hacer?
Estudiar, reunirnos, participar en mítines… Por ejemplo, ese año en el colegio hicimos el 15 de septiembre de noveno grado y yo lo que hice fue una arenga sobre el verdadero sentido del 15 de septiembre. Las monjas se enojaron conmigo.

¿Qué dijiste?
Denuncié lo que nunca se había dicho: que no era de alabar el 15 de septiembre. Es mentira, no es cierto. Y siempre me daban un premio fijate, primero o segundo, pero ese año…

¡Nada…! Ja, ja. ¿Y después cómo cambió tu militancia?
Poco a poco me fueron contactando pero nunca llegué a ser miembro. Pasé a ser colaboradora activa de las FPL. Pero fueron también momentos de ruptura en la relación con Carlos. Estuvimos juntos más o menos como dos años.

¿Y porqué la ruptura?
Es que nos casamos cuando él tenía 22 y yo quince y ficha. Yo estaba como convencida de mi responsabilidad, de irme de la casa, yo era responsable de mi vida, y ya tenía mi hijo también, pero lo que nunca he podido soportar es que me sometan… Con Carlos hubo un momento en que me empezó a someter, yo creo que fue cuando él empezó a entrar en celos…

De las FPL…
Sí, de por qué yo iba a reuniones a las que él no iba, porque al principio siempre nos reuníamos juntos, y eso creo que él no lo podía soportarlo, porque el creía que tenía mucho más tiempo y obviamente tenía mucha más experiencia. Pero había un motivo de personalidad, creo yo. Por eso no lo había reclutado a él.

Creo que por ahí era el temor de la persona que estaba a cargo, que era Lito Guadrón… que a Lito lo mataron. Porque Carlos era un poco difícil, como que no había madurado para empezar a trabajarlo… Es que en ese tiempo era una mística, para las FPL… Yo sé que otras organizaciones no eran así, que sólo iban, los reclutaban y ya. Pero las FPL eran mucho más privadas. Un amigo me decía que era como un convento.

¿Y cómo sabían que ya estabas “maduro”?
Ajá, era que eran criterios bien subjetivos… porque era el criterios de las personas que estaban como en otro nivel que vos, ¿verdad? Pero te podían analizar, por ejemplo en cuanto a confiarte cosas, si eras responsable, que no los fueras a delatar… todo eso. Y creo que a Carlos todavía pensaban que no. Y realmente yo creo que no, porque al final se terminó matando él solo.

¿Estaban juntos todavía cuando…?
No, ya no.

¿Cómo asumían ustedes como jóvenes esa situación… todo el impacto social por el que están siendo bombardeados? ¿Es consciente o se dejan llevar?
Creo que definitivamente tienen que ver las condiciones. La época que vivimos ahorita no tiene nada que ver con aquella… El contexto histórico, político y social correspondía a eso. Yo lo puedo sentir ahora con mis hijos, que cada uno anda en sus cosas. Yo viví un momento que era un momento de crisis, pero también era la desembocadura de años de represión en este país, y todo llevaba como a que quizás lo único que tenías que hacer en la vida, tu única misión, era organizarte y contribuir de alguna manera a que esa situación cambiara.

¿Alguna vez sentiste miedo?
Creo que una de las veces en que sentí temor fue cuando una de los responsables que teníamos me dijo que llegaría el momento en que no podría tener ni siquiera un novio, y en ese momento andaba con alguien. Al final nos separamos, pero luego me enamoré de un compañero, y si hubo una relación que no se pudo dar fue esa.

Era como una ambivalencia de estar en la lucha pero que, a la vez, eso me limitara a tener otras cosas que eran parte importante en mi vida. Y aun cuando pude tener novio, dentro de la organización no nos daban permiso, porque te debías a la organización. De lo contrario ibas a entorpecer el desarrollo de la revolución.

¿En qué momento entró la poesía en tu vida? ¿En ese tiempo en que la revolución no te dejaba tener novio?
No. Comencé a escribir desde los nueve años.

No fue entonces por el despecho, entonces…
Para nada. A los once yo ya escribía poemas de amor. No andaba con nadie, pero igual escribía.

¿Cómo conjugaste ese romanticismo con la guerra?
Ese fue un pequeño problema, porque resulta que mis poemas siempre hablaban de amor y de la revolución, y me cuestionaban el hecho de mezclar ambas cosas. Ahora, a la vuelta de los años, yo puedo ver clara esta situación, porque nunca me ha gustado someterme a los patrones. Aunque por el respeto que yo tenía a esa organización terminé sometiéndome.

¿Y dejaste de escribir?
No, seguí haciéndolo, pero no les caía en gracia. Veían de menos a los artistas porque decían que nos dejábamos llevar por los sentimientos. Y como se suponía que lo político debía ser racional…

Pero también se sirvieron de los y las artistas para llevar a cabo su revolución…
Sí, como vos decís se sirvieron. Al final fue un medio para estimular la conciencia de las personas. Ese el papel del arte, pero en este caso no se valoró a los artistas, caso contrario del de Cuba o la Unión Soviética. Y los que osaban salirse del huacal o los marginaban o los mataban.

¿Tan peligrosa era la literatura para la revolución?
Yo creo que era al contrario. Y pensándolo bien, creo que no era el momento para estar en contra. Sería más peligroso en estos días…

¿Por qué?
Porque es un momento donde la izquierda ya no tiene el peso ni el reconocimiento que tenía en esa época. O sea, en esos días eran lo contrario a lo que se conocía de la derecha, que era corrupta, manipuladora y responsable de toda la historia de represión del país. La izquierda era una alternativa y por eso fue tan importante su surgimiento.

¿Y lo sigue siendo?
Mirá, yo creo que el hecho de que la izquierda entrara al terreno legal de la derecha la amarró bastante. Pero por otro lado, ese cambio revolucionario del que se hablaba hacia una estructura social, ¿hasta que punto hizo mella en la estructura interior de cada persona? Porque si vos no cambias tu mentalidad, tus actitudes, no podés cambiar tu país.

Creo que la izquierda está más preocupada de sus puestos en la Asamblea, y por cuidar los pequeños logros de su partido que por evolucionar en sus problemas internos. No tienen capacidad de proponer cosas nuevas.

Hoy, la derecha ha asumido el discurso de la izquierda. Vos oís a los partidos de derecha hablar como su fueran de izquierda. Y como aquellos siguen peleando, los hacen parecer como los indecisos, los que no quieren entrar al cambio.

¿Cómo quedó parada la cultura, luego de la firma de los acuerdo de paz?
Distinto a lo que pasó en Nicaragua, donde no hay distinción entre artistas y políticos, aquí seguimos manteniendo la misma relación con la izquierda. Nos siguen viendo con desdén. Pero, ¿por qué vas a ver de menos a los artistas, si son las personas que más se comprometen y buscan ir siempre más allá que los políticos? Al final, el artista, por su misma naturaleza, está más identificado y comprometido con el cambio.

Como artista, ¿te sentís excluida de esa revolución por la que luchaste?
No puedo hablar por los demás, pero yo siento que he crecido, que puedo aportar desde lo que escribo y lo que siento a un desarrollo cultural, a un cambio estructural. Quizá no lo vería como una revolución inmediata, sino como una revolución que es permanente.

¿Hay igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, en el campo de las artes?
A veces es bien sutil la diferencia, pero vieras qué difícil es que otro poeta te reconozca. Porque, por ejemplo, yo no tengo ningún problema en hacer recitales y participar en actividades, es bien bonita la relación. Pero es difícil que los hombres poetas te tomen como un igual y estén dispuestos a mantener una discusión, de poeta a poeta, con una mujer.

Como mujeres poetas, nosotras sacamos una colección de poemas llamada “juntas llegamos a la palabra”, y fue criticada por algunos. Otros lo vieron positivo.

¿A qué vino la crítica?
Al hecho de que nos hayamos publicado nosotras mismas. Además, hay una valoración de la poesía de las mujeres muy por debajo de lo que debería ser, porque se quiere valorar desde el patrón social de lo que dejó Roque Dalton o la generación comprometida. Obviamente, por las experiencias que vivimos, cada poesía tiene sus propias tendencias. Igual, hombres y mujeres podemos desarrollar los mismos temas, pero hay ciertas características, que a lo mejor nos caracterizan a las mujeres. A lo mejor…

¿Te acordás del primer poema que escribiste? (La duda le inunda la cara a Silvia Elena y la risa nerviosa la delata).
No, no me acuerdo.

Bueno, ¿cuál era el tema del poema?
Era sobre la patria. Era un poema para la época de 15 de septiembre. Luego escribí algo para la Virgen del Carmen… y todos los demás fueron de amor. Yo tenía un cuaderno lleno de poemas de amor, aunque hubo un tiempo en que me arrepentí de haber escrito tanto sobre ello…

¿Por qué?
Es que era una época en que yo tenía una carga de la iglesia católica. El amor está ligado a un sentimiento de pecado, y me llené de un sentimiento de culpa.

¿Qué escribía una niña de once años sobre el amor?
De todo. Yo creo que la vida que habitaba en mí en ese momento estaba volcada en un sentimiento de atención. Eran temas muy apasionados…

De alguna forma, tus primeros poemas eróticos…
Si. Ja, ja, ja.

¿Y en qué momento pasaste de ese amor inocente y sin malicia a la agresividad de la carne?
Fijate que yo siempre hablé del cuerpo. Cuando anduve con una persona mis poemas eran de lo que yo vivía con él. Pero todo lo que antes había escrito era producto de la imaginación.

¿Y nunca se te cruzó la necesidad de escribir sobre el cuerpo cuando estabas con él, en lo mejor del zangoloteo?
Era más importante lo otro. Ja, ja, ja. Es que eso pasa: cuando estás viviendo preferís no escribir. Pero también depende del amor que sea; porque he tenido amores a los que si les he escrito vastedad. Pero en el primer caso tenés a tu pareja ahí, y lo estás viendo y pasan tiempo juntos… simplemente no tenés necesidad de escribir.

Los poetas y las poetisas, ¿son solitarios?
¿Es pregunta?

Mmmmm… Curiosidad que ha tejido el tiempo…
Mirá, depende de la personalidad de cada quién. Pero sí, para escribir necesitas la soledad. Si no tenés ese espacio donde te podés retraer del mundo, no podrías. A mí me gusta. Creo que he ido ganando a lo largo de mi vida el gusto por la soledad, que antes me daba miedo.

Cuando estaba pequeña me gustaba estar sola. Pero hubo un momento, como todos, en que no. Ahora sí, porque es el momento que uso para leer, para escribir, porque hay un momento en que la poesía ya deja de ser pura inspiración y se vuelve tu trabajo, tu oficio y en esa misma práctica vos vas invitando a la inspiración.

Otra curiosidad… Para vos, ¿qué es la poesía?
Yo te puedo decir que la poesía es la vida. Pero la vida inteligente, la que tiene la capacidad para crear y de sintetizar emociones y razones. Es la capacidad humana que tenemos de simbolizar y a través de ello, crear nuevas realidades.

Si uno se pone a pensar, y sin creerse mucho, realmente tiene que ver con el principio de Dios. Dios crea, crea el mundo…

¿Sos Dios en ese momento?
Sí, cuando creo. Todo gira al compás de eso y hay un momento, incluso, donde vos sos un instrumento de él. Es que la poesía, de alguna manera, se levanta de donde se encuentra para llevarte hacia donde ella quiere, por eso sos su instrumento. Hay un momento donde vos sentís que es una fuerza insospechada que te revuelca.

Alguien dijo, hace un par de semanas: “la astronomía es tan perfectamente inútil como la poesía”. ¿Crees que es así?
No, para nada. Yo creo que es de lo más útil que hay en la vida, igual que la astronomía. Al final, todas las ciencias humanas nos llevan a conocernos más y mejor. Lo que pasa es que nos la pasamos segmentando todas esas disciplinas, cuando bien podrían converger en un mismo sentimiento, en algo cotidiano…

Silvia Elena Regalado en noviembre 2004, durante la entrevista en el Restaurante La Ventana, en la Colonia San Luis. / Fotos: Roberto Orellana.
Silvia Elena Regalado en noviembre 2004, durante la entrevista en el Restaurante La Ventana, en la Colonia San Luis. / Fotos: Roberto Orellana.

¿Hay algún poema que te haya impactado de por vida?
Hay varios. Uno de Jorge Galón que habla sobre su abuela y el viento que se estrella contra la cara de ella. Otro de Rigoberto Paredes, que se llama “Elogio a la belleza de la gordura”… Y también Gracia Plena, porque mis orígenes comienzan con Amado Nervo, con Bécquer, Roque Dalton, etc. Y de los libros, uno que se llama “Breve conversación con Dios”.

¿Te considerás espiritual o religiosa?
Creo que estoy con la búsqueda de mi propia espiritualidad. Yo era católica desde que tenía…

(Justo en el momento en qué iba a develarnos su edad a. c. -antes de convertirse, a la revolución, desde luego-, en aquellos años del poderío católico y en el fiel cumplimiento de una tradición heredada de abuela a nieta, generación tras generación, el casete se acaba. A lo mejor sigue existiendo resentimiento por culpa del cuerpo del delito… o de los poemas. Habrá que indagar luego).

Buena movida, bien inteligente tu grabadora. Ja, ja, ja.

Ante todo, la caballerosidad.
O sea que debe ser una “macho”.

Ja, ja, ja. Es posible.
¿En qué estaba?

Que eras muy católica…
Ah, sí. Mi abuela siempre nos mandaba a misa, pero ella no iba. Decía que por nosotras ella iba a obtener la gracia del cielo. Y al principio era un gran apasionamiento el que yo sentía por la religión, pero después me hice atea y me convertí a la revolución.

Así que, con los años, he ido tomando una idea de Dios que tiene que ver más con la vida. He intentado leer varias cosas y he retomado lo bueno de cada religión, sobre todo de las orientales, y a partir de ahí encontré mis propias maneras de vivir a Dios. Entre todas las ideas creo que lo básico es el amor. Vos te tenés que cuidar y querer vos mismo, y a partir de ahí establecer relaciones con los demás, porque si no sos capaz de quererte ¿como vas a hacer eso con otra persona? Es un proceso de aprendizaje.

Hablando de relaciones de poder, ¿qué piensan tus hijos sobre tu persona? (El silencio se hace en la garganta de Silvia Elena. Los ojos fulminantes, llenos de duda, preguntaban: “¿Por que me estás preguntando eso?”. Y en la otra punta de la mesa, de nuevo, nuestra sonrisa contesta: “curiosidad”. Una muy grande, por cierto).
Mmmm. Je, je, je. Creo que ellos, los cuatro, me ven como soy y me quieren, al final, como soy, porque trato de no mantener una relación doble. Es más, con ellos es con quienes soy más enojada. A mí me ha tocado irlos guiando, darles educación… Como mamá los regaño, pero también los abrazo y bromeo mucho con ellos, en doble sentido, por ejemplo, y hablamos leperadas también. Aunque ahí sí que no me ganan, yo soy más lépera que ellos. Ja, ja, ja.

Hay uno, el hijo de en medio, que me reclama más atención ahora, porque cuando niño casi no se la pude dar por diferentes razones. Así que hoy se la pasa llamando mi atención como puede. Él es el único de mis hijos que me dice por las mañanas: “venga, venga a acostarse aquí conmigo”. Hay momentitos así. Hoy en la mañana, por ejemplo, me amaneció tocando las nalgas.

Je, je, je. ¡Se ve que te quiere!
Ja, ja, ja. Yo siento que con tus hijos estableces de alguna manera una relación también erótica, pero si le decís eso a la gente se asusta. Con tus hijos experimentas el placer de tocarlos. Yo los toco, pero nunca he abusado de ello, jamás les haría una caricia con sentido sexual, nunca, ese límite jamás lo traspasaría...

¿Cómo y cuándo integraste esta forma de pensar a tu vida?
Desde siempre, desde que comencé a tomar conciencia de lo que pasaba en y con mi cuerpo, más cuando tuve a mi segundo hijo. Por ejemplo, cuando vos das de mamar a tu hijo hay una hormona que se desprende y manda una señal a tu cerebro y empezás a sentir un dolor en el vientre. Y tu útero se contrae. Pero este proceso no se genera si no hay placer. Pero hay contacto físico y éste te lleva al placer erótico que no siempre es sexual, es placer vital, de vida, la parte sana. La patológica sería llevarte a los niveles donde dañás la integridad de la persona. Pero hay quien se extraña de esta forma de pensar... Por cierto, que un jesuita me dijo una vez que mis hijos iban a ser unos degenerados sexuales cuando crecieran, porque yo les hablaba abiertamente del sexo. Ja, ja, ja.

¿Y qué ha pasado, se le cumplió al jesuita?
No. Si mi hija y mi hijo que aún están conmigo nunca han tenido novio, ni novia… Es más, han visto pornografía en la casa también, porque resulta que le encontraron a una de mis hermanas un película y la vieron. Y otra vez… Fijate que yo tenía unos naipes, de hombres y mujeres desnudas y cuando mi hija tenía diez años los llevó a su escuela, y estaban todas las “bichitas” viéndolos cuando las encontró la profesora. Y me mandaron a llamar…

Y cuando los viste en la oficina de la directora, dijiste: “¡Ve, dónde vinieron a aparecer mis naipes! ¡Pensé que los había perdido!”
Ja, ja, ja. Empezaron a preguntarme en qué trabajaba. Ya a ella le habían preguntado: ¿de quién son los naipes? Y mi hija, muy correcta, les contestó que eran míos. Así que cuando me estaban preguntando yo les dije que no pensaba que estuviera mal, porque si no lo miraban ahí igual lo iban a ver en la calle. “El problema”, le dije, “es que lo haya traído a la escuela sin mi permiso”. Al final, me dijeron que querían ayudarme, que buscara orientación, etcétera, pero hasta ahí llegó todo.

¿Siempre han tenido esa relación así de abierta?
Sí. Lo que pasa es que siempre han estado conmigo donde quiera que yo ande. Siempre han escuchado pláticas de los grandes y eso ya es normal para ellos. De hecho, una vez me asustaron, cuando me empezaron a hablar del “69”. Es que habían estado en un curso de las DIGNAS sobre lesbianismo. Ahí fue donde aprendieron esas palabras.

Ja, ja, ja. ¡Punto para las DIGNAS!
Sí. Pero, no creas, ese fue uno de mis miedos que yo intenté superar con mis hijos. Al principio no les impuse ninguna religión, pero ellos luego buscaron la propia. Quería que fueran cariñosos, que fueran capaces de sentir amor y de expresarlo y que tuvieran la capacidad de decir la verdad. No sé, que pudieran crecer en todo aquello que a mí me enseñaron a rechazar. Al final, creo que soy mejor mamá que cuando comencé con mi primer hijo. Ja, ja, ja.

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