El Salvador / Violencia

El frágil escudo del presidente

El asesinato de uno de los responsables de la custodia del presidente y de su familia habla con elocuencia del nivel de inseguridad en El Salvador. En el momento de su muerte, a los 40 años, el subsargento Misael Navas tenía por toda protección un árbol. Ante esa precariedad de poco le sirvió su experiencia con las fuerzas especiales y sus seis meses en la guerra en Iraq.


Lunes, 22 de febrero de 2016
Nelson Rauda Zablah

El subsargento Misael Navas nunca peleó en guerras que fueran suyas. En 2006, cuando cumplía 12 años de estar en el ejército, fue parte del VII Batallón Cuscatlán que combatió en la coalición internacional que lideró Estados Unidos contra el régimen iraquí de Sadam Husein. Casi una década más tarde, Navas estaba en la línea de fuego de una guerra a la que no sobrevivió: la que el gobierno salvadoreño, el segundo de la exguerrilla FMLN, sostiene contra las pandillas.

El 15 de febrero de 2016, Navas fue asesinado mientras cuidaba la vivienda de una de las tres hijas del presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén. José Misael Navas Guzmán pertenecía a una unidad élite de la Fuerza Armada, pero cuando lo mataron estaba desprotegido, sentado en una silla plástica sobre la 13a. Calle Poniente, de Santa Tecla, en la colonia Las Palmeras, a menos de 100 metros de donde también viven familiares del vicepresidente Óscar Ortiz. Cuando este agente del Estado Mayor Presidencial se quitaba el uniforme de trabajo, era uno más de los salvadoreños que sufren un arresto domiciliario de facto, impuesto por las pandillas. Tanto la casa donde vivía junto a su pareja como la de su familia materna están en territorios controlados por el Barrio 18.

La inspección de la escena del crimen que acabó con la vida de Misael Navas se prolongó hasta las 9 de la noche del lunes. La Policía montó un operativo de búsqueda de sospechosos que acabó sin resultados. Foto: Víctor Peña.
La inspección de la escena del crimen que acabó con la vida de Misael Navas se prolongó hasta las 9 de la noche del lunes. La Policía montó un operativo de búsqueda de sospechosos que acabó sin resultados. Foto: Víctor Peña.

La Policía Nacional Civil (PNC) ha reconstruido así la forma en que se cometió el asesinato de Navas. A las 4:30 de la tarde del 15 de febrero, una persona disparó al militar con arma corta desde un Chevrolet Aveo gris. Un investigador policial dijo a El Faro que el atacante no se bajó del vehículo, pero un vecino de la colonia aseguró que la persona sí lo hizo. Ambas versiones coinciden en que los disparos ocurrieron a una escasa distancia: no más de metro y medio. Un trabajador de la zona dijo a este periódico: 'Se escuchó como cuando se tira una cajetilla de cuetes'.

Había dos agentes del Estado Mayor Presidencial cuando ocurrió el crimen. El compañero de Navas, devenido testigo de un asesinato, permanecía tras un árbol que a estos agentes de seguridad les sirve de garita. Él disparó contra el automóvil que utilizaron los agresores: aquel sedán color gris que había sido reportado como robado en la mañana de ese mismo lunes. Los atacantes condujeron el carro sobre la 13a. Calle Poniente, hacia la 14a. Avenida Norte, donde había otro carro esperándolos: un sedán marca Kia, color gris plomo. Al final de esa avenida, los conductores pueden elegir doblar hacia la derecha, en ruta a carretera a Los Chorros y al occidente del país; o a la izquierda, rumbo hacia Ciudad Merliot y la capital San Salvador. La Policía no sabe hacia dónde se fueron. En los días posteriores al asesinato, la PNC buscó, sin éxito, los dos vehículos en talleres de Santa Tecla y Lourdes (La Libertad). El Chevrolet debería tener impactos de bala.

Uno de los vecinos de la 13a. Calle Poniente dijo a El Faro que varias personas salieron de las casas y vieron herido a Navas. Se acercaron a él y giraron su cuerpo en un intento de atenderlo. Eso explica la extensa mancha de sangre sobre la acera. En menos de cinco minutos había una patrulla policial en el lugar. Agentes lo subieron a la cama del pickup y lo trasladaron al hospital San Rafael, de la ciudad de Santa Tecla. Tenía cuatro impactos de bala. Navas falleció 15 minutos después de que le dispararon.

***

La rutina que prosigue a un asesinato en El Salvador es esta: el cierre de la escena con cinta amarilla por parte de la Policía, la llegada de las cámaras de televisión, el despliegue de unidades élite como el Grupo de Reacción Policial (GRP) para hacer operativos reactivos en busca de sospechosos, y la espera del personal de Medicina Legal y del laboratorio técnico de la Policía.

Lo particular en este caso bien podría ser que el crimen contra un agente del Estado haya ocurrido en Santa Tecla, la cabecera departamental menos violenta de El Salvador en los últimos años. Pero hay otros dos elementos: ocurrió frente a una residencia vinculada al presidente de la República y a escasos metros de una residencia vinculada al vicepresidente Óscar Ortiz. Es decir, una zona en teoría con alto nivel de seguridad.

La Fiscalía reportó el año pasado 53 casos de homicidios en Santa Tecla, un municipio que, según la Dirección General de Estadística y Censos, tenía 137 mil 462 habitantes en 2015. El municipio tuvo una tasa de 38.6 homicidios por cada 100 mil habitantes. Muy baja cuando se compara con la nacional del año pasado, que fue de 102.9 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Santa Tecla además es uno de los tres municipios con mejor índice de Desarrollo Humano en todo el país, según el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de 2009. Las Palmeras es una colonia de clase media, con problemas ocasionales de asaltos, robos de llantas o, más inusualmente, de vehículos. Pero no de homicidios. 'En 19 años que tengo de vivir acá, nada había pasado', resumió un vecino. 

En esta ciudad, Navas 'había agarrado confianza. Uno no se puede relajar, si se relaja pierde',  a decir de un veterano investigador policial que habló con El Faro, bajo la condición de no revelar su nombre ni la unidad en la que trabaja. Por ejemplo, dice que es probable que Navas y su compañero hayan pensado que el carro desde el que se efectuaron los disparos haya sido el carro de uno de los vecinos. Dos días después del homicidio había un Chevrolet gris, similar al que la Policía busca, estacionado en la calle donde se cometió el crimen. 

La hipótesis por la que se inclina más la Policía Nacional Civil es que los autores del asesinato fueron pandilleros. Y si fueron pandilleros, una peculiaridad en Santa Tecla es que prácticamente solo existe la MS, la clica Tecla Locos Salvatruchos, que entre sus hijos famosos tiene a 'El Trece' y 'El Sirra', miembros de la ranfla nacional de la Mara Salvatrucha. Una de las razones para que Santa Tecla sea, según parámetros salvadoreños, un municipio tranquilo es que no se trata de un territorio en disputa con el Barrio 18 u otra pandilla. 

'La investigación partió de cero, queriendo ver qué agarramos. Tenemos varias entrevistas, queremos ver cuáles pegan y cuáles no. Lo más seguro es que vinieron de otro sector', dijo el investigador, y apuntó a zonas de Santa Tecla como la comunidad Guadalupe, a un costado del estadio Las Delicias. El director de la Policía, Howard Cotto, fue más optimista en declaraciones que brindó a una periodista de la Televisión Legislativa el pasado 18 de febrero. 'En este momento no podemos comprometer la investigación pero tenemos importantes avances. Ojalá podamos dar resultados en los próximos días sobre este caso', dijo Cotto. Sin embargo, seis días después del asesinato, la Policía no ha hecho ninguna captura. 

¿Por qué la Mara Salvatrucha querría matar a un custodio de la hija del presidente? Uno de los motivos puede ser 'la situación de que mucho marero ha muerto en enfrentamiento con militares', según el investigador. Este periódico reveló, el 22 de julio del año pasado, la manera en que la PNC asesinó a ocho personas en la finca San Blas, incluso cuando dos de los muertos no eran pandilleros. Tres meses más tarde, La Prensa Gráfica reveló incongruencias entre la versión oficial y las autopsias y testimonios de sobrevivientes alrededor de la muerte de cinco pandilleros en un operativo militar en Panchimalco, San Salvador. Esa historia se ha repetido en varios puntos del país, hasta el grado de que el exdirector de Medicina Legal aseguró que las autoridades están cometiendo ejecuciones extrajudiciales.

 

Jose Misael Navas fue miembro del Batallón Cuscatlán, el comando del ejército que viajó a Iraq para brindar seguridad y labores de reconstrucción. Tenía 20 años en las filas de la Fuerza Armada y fue trasladado al batallón presidencial en la administración del expresidente Mauricio Funes.
Jose Misael Navas fue miembro del Batallón Cuscatlán, el comando del ejército que viajó a Iraq para brindar seguridad y labores de reconstrucción. Tenía 20 años en las filas de la Fuerza Armada y fue trasladado al batallón presidencial en la administración del expresidente Mauricio Funes.

Horas después del homicidio de Navas, otro miembro del Estado Mayor Presidencial fue herido en San Jacinto, San Salvador. Entre el 13 y el 19 de febrero, fueron asesinados, además de Navas, un sargento de la Quinta Brigada de Infantería, en San Vicente; un exsoldado del Destacamento Militar Número 5, en Cojutepeque (Cuscatlán), y un soldado de la Fuerza Naval, en Panchimalco (San Salvador). El denominador común de todos esos casos es que ocurrieron en territorios con predominio de la Mara Salvatrucha. 'A veces la paga el que no la debe', dijo un vigilante privado de la vecindad en la que mataron a Navas.

El investigador policial y un oficial de la PNC en Santa Tecla coinciden en que esta puede ser una respuesta de las pandillas en guerra. 'Es un mensaje subliminal hacia el director y subdirector de la PNC y al presidente', dijo el oficial de la Policía. Cotto, no obstante, es menos contundente. 'No podemos decirlo (si es un mensaje), en su momento podremos establecer si esa afirmación es así o no. Sobre este caso tenemos varias hipótesis. Más de alguna de ellas podría apuntar a eso, pero hay otras que no', declaró el director.

En febrero, tres policías han sido asesinados y uno más fue herido en un ataque. También en febrero El Faro descubrió que la PNC mintió en una escena con cuatro cadáveres, tres de ellos pandilleros. Los indicios son de que la Policía mató a los menores de edad y a un trabajador ajeno a las pandillas cuando ya los tenía sometidos. La batalla arrecia. 

Esta era la oficina de Navas y su compañero del Estado Mayor Presidencial. Cinco días después del asesinato, los agentes que relevaron a Navas y a su compañero siguen en las mismas condiciones. Foto: Nelson Rauda
Esta era la oficina de Navas y su compañero del Estado Mayor Presidencial. Cinco días después del asesinato, los agentes que relevaron a Navas y a su compañero siguen en las mismas condiciones. Foto: Nelson Rauda

 Un protector desprotegido

El gobierno del presidente Sánchez Cerén declaró la guerra a las pandillas el 5 de enero de 2015, al anunciar que descartaba toda posibilidad de 'volver al esquema de negociar' con ellas. La Policía y la Fuerza Armada tomaron la iniciativa y comenzaron a producirse numerosos enfrentamientos armados. La Policía ha sostenido casi en la totalidad de esos casos que su personal es el que ha sido atacado por los pandilleros. Es en esta situación en la que el Estado Mayor Presidencial, la división de la Fuerza Armada que custodia al presidente, al vicepresidente y a sus grupos familiares inmediatos, tiene la responsabilidad de dar al gobernante la tranquilidad y seguridad que requiere para conducir la administración. Tal vez por eso el asesinato de Navas de inmediato fue interpretado por algunos investigadores policiales como un posible mensaje de las pandillas hacia el presidente. Aunque hasta ahora en eso nadie es conclusivo, lo que sí evidenció el asesinato fue que los encargados de la seguridad de Sánchez Cerén y su familia son muy vulnerables. Apenas dos semanas atrás, unos 500 agentes policiales de nivel básico se manifestaron frente a la Casa Presidencial para demandar mejores condiciones de trabajo. Entre otras cosas denunciaban la precaria situación en que viven, pues muchos de ellos residen en comunidades atestadas de pandilleros.

Para llegar a integrar el Estado Mayor Presidencial, un soldado debe esperar cinco años de alta en otra unidad. Envía una solicitud y se somete a exámenes médicos, físicos, sicológicos y uno de conocimiento sobre las leyes militares. La Fuerza Armada le hace una investigación de antecedentes y pide un informe al Estado Mayor Conjunto. Quienes pasen esos filtros deben aprobar un curso de seguridad a personas muy importantes que, por ejemplo, solo 48 personas completaron entre junio de 2014 y mayo de 2015. 

Navas ingresó al Regimiento de Caballería el 1 de febrero de 1994. Ocho meses más tarde ascendió a cabo. En ese mismo año completó un curso de mortero de artillería. El 1 de diciembre de 1997 ascendió a subsargento, el rango que tenía hasta el día de su muerte. En el año 2000 se graduó de instructor militar en La Unión. Dos años más tarde completó un curso de paracaidismo en el Comando de Fuerzas Especiales. El otro aspecto que su expediente destaca es su participación en el Batallón Cuscatlán entre agosto 2006 y febrero de 2007, en el campamento Delta de Al Kut, Iraq.

En su lugar de trabajo, Misael Navas guardaba sus enseres personales en la vía pública, sobre un arriate cobijado por un árbol. Cuando lo mataron, a sus 40 años de edad, estaba en un lado de la calle donde había una gastada silla plástica de color verde. Del otro lado de la calle, otras tres sillas plásticas y una mesita de madera. Otra mesa más alta con vasos, un depósito de cremora y una base con un grifo para tener un garrafón con agua para beber. Más alejado, una tetera, una escoba, dos recipientes plásticos y una canastilla verde con una lata de aromatizador ambiental, un frasco de café, vasos y latas de refresco. El mobiliario de su oficina lo completaban dos guacales con agua. 

 

Estos son algunos de los enseres personales que había en el lugar de trabajo de Misael Navas. Los militares en esta zona no tienen un armario o casillero para guardar sus pertenencias, menos aún para guarecerse ellos. Foto: Nelson Rauda.
Estos son algunos de los enseres personales que había en el lugar de trabajo de Misael Navas. Los militares en esta zona no tienen un armario o casillero para guardar sus pertenencias, menos aún para guarecerse ellos. Foto: Nelson Rauda.

En la siguiente cuadra al este, sobre la misma 13a. Calle Poniente, los vecinos pagan el servicio de un vigilante privado que, a diferencia de los agentes de seguridad presidencial, sí cuenta con una caseta de ladrillos. El Faro consultó al Estado Mayor Presidencial (EMP) por qué las personas que cuidan a la familia del presidente no tienen ni una caseta. Un oficial del EMP accedió a responder con la condición de que no se le identificara porque la entrevista no siguió el protocolo usual de las comunicaciones de la Fuerza Armada. Dijo que esa división opera con el principio de discrecionalidad. Construir una caseta, a decir del oficial, rompería ese principio y alertaría a delincuentes de la presencia de una 'personalidad muy importante', como se denominan las personas que cuida el EMP. Por la misma razón es que Misael Navas y el otro guardaespaldas no usaban uniforme militar. Después de este crimen, el EMP analiza la posibilidad de dotar de chalecos antibala para sus agentes. A Navas, que tenía heridas en el toráx y abdomen, uno de esos podría haberle salvado la vida.

Según la información que el Ministerio de la Defensa publica en su sitio en internet, uno de los agentes que asumen la tarea de exponer su vida para proteger la de la familia del presidente en un país en guerra devenga 414.50 dólares al mes. Esto es menos de dos salarios mínimos. Aunque si no hubiera integrado el Estado Mayor Presidencial, con su rango de subsargento Navas habría tenido que arreglárselas con un salario de 354 dólares.

La noche del lunes 15 de febrero, pocas horas después del asesinato, la Policía acababa de acabar la inspección de la escena del crimen. Mientras un equipo de televisión hacía una transmisión en vivo, un soldado se me aproximó cuando yo tomaba apuntes alejado de los otros reporteros que quedaban en el lugar. Me pidió que me identificara. Le enseñé mi credencial de prensa. Me pidió el documento único de identidad y se lo di. Caminó con mi dui hacia el grupo de soldados y lo seguí. 'Solo era a preguntarle, no a pedirle documentación', le reprendió alguno de sus colegas. El soldado me miró y me dijo: 'Todo en orden, retírese'. Antes de retirarme les hice algunas preguntas sobre las condiciones de precariedad en que trabajan los militares del Batallón Presidencial. 'Así como ellos hay soldados en todo el país', me dijo. Uno de sus compañeros asintió y agregó: 'Es una bomba de tiempo'. El soldado que me había pedido el dui sentenció: 'Los pandilleros actúan así porque el león lo han tenido dormido 25 años (después de los Acuerdos de Paz). Solo los de abajo nos estamos matando'.

Entierro sin honores

Una niña llora en el hombro de un niño, mientras algunas personas rezan los misterios dolorosos del rosario católico. Otro niño acaricia un retrato en el que Misael Navas aparece con jeans y una camiseta azul oscuro, y con semblante severo. Son pequeñas víctimas de esta guerra que no aparecerán en los conteos de nadie. Hay unas 100 personas en este casa del área rural de uno de los municipios del departamento de San Salvador. Tres policías custodian la entrada a este sepelio, mientras unos seis soldados vigilan desde adentro.

'Yo ya me voy al puerto donde se halla la barca de oro que debe conducirme', canta una mujer, ataviada con una mantelina. Cuando terminan los cantos y los rezos, un sonido menos melodioso irrumpe en el ambiente: '¡¿Por qué me dejaste, José?!', grita la pareja del subsargento, antes de que cuatro hombres muevan al ataúd hacia un pick-up particular, para trasladarlo al cementerio. 'La vela anoche era una hermosura de gente. Más de 200 personas y tenía muchos amigos. El teléfono no ha parado de sonar. Hay gente mucha que pidió permiso en el trabajo para estar con nosotros, para acompañarnos', cuenta la hermana de Misael. La última vez que el subsargento había estado en esta casa fue el 1 de enero de 2016: Navas solía visitar a su madre en las vacaciones.

Mientras los hombres mueven el ataúd, una prima de Misael tiene unos reclamos pendientes de hacer. Y se los hace al hombre-Estado que tiene a la mano.

—El presidente no tiene corazón. Él (Misael) ya había expresado que no quería estar ahí porque no le daban aumento ni las condiciones. Él juró y defendió a su patria y se había ganado los honores -dice a uno de los soldados que custodian la despedida del subsargento.
—No depende de mí -le responde el soldado que viste su uniforme de fatiga.
—Yo sé que no depende de usted, pero le expreso mi molestia -continúa la mujer.
—Créame que yo lo comparto, se la recibo con todo respeto -le replica el soldado. 

Unas 100 personas acompañaron el entierro de Misael Navas, en un cementerio rural del departamento de San Salvador. La zona donde ocurrió la ceremonia es un terreno que las pandillas se disputan. En camino al cementerio, soldados incluso revisaron a un joven que observaba a los dolientes. Foto: Víctor Peña
Unas 100 personas acompañaron el entierro de Misael Navas, en un cementerio rural del departamento de San Salvador. La zona donde ocurrió la ceremonia es un terreno que las pandillas se disputan. En camino al cementerio, soldados incluso revisaron a un joven que observaba a los dolientes. Foto: Víctor Peña

El oficial del EMP que este periódico consultó confirmó que a Navas le correspondía recibir honores fúnebres, como a cualquier militar en situación activa, de acuerdo con el Manual de Protocolo y Ceremonial Militar de la Fuerza Armada. Los honores incluyen la realización de una guardia de honor, una cuadrilla de fusileros, la participación de una banda marcial y el disparo de cañonazos conmemorativos. Sin embargo, hay una controversia sobre por qué no se realizaron. La versión del Estado Mayor Presidencial es que la pareja de Misael Navas los rechazó. Una de sus primas contradice esa versión. Asegura que ella preguntó a un oficial y le dijeron que el presidente no dio la orden y negó que alguien de su familia hubiera firmado un acta en la que rechazaba los honores, como aseguró el EMP. Dos primas de Misael también resintieron que Misael no pudiera contar con esa ceremonia después de haber entregado la vida en su trabajo. 'Él se había ganado los honores. Él andaba cuidando y murió defendiendo la patria', dijo una de ellas. 

La hermana de Misael dijo que la Fuerza Armada no le ofreció a su familia realizar los honores, 'aunque ahora como está la situación es mejor callado', reconoció con resignación. La hermana de Misael reconoció que el EMP la ayudó económica y moralmente, pese a que ellos se enteraron de la noticia por una publicación en Facebook. 'Un capitán no se despegó de nosotros desde el hospital y no nos dejaron', relató. El Estado asumió el pago de los gastos funerarios que la familia Navas tramitó. Además, le enviaron un paquete con café, ázucar y el pabellón nacional.

Misael Navas nunca comentó a su familia nada sobre las amenazas o riesgos que contextualizan su profesión. Su hermana cree que esa decisión se debió, en parte, a que la madre de Navas padece de tensión alta y diabetes. 'Él era humilde, nunca dejó de apoyar a la familia. Le gustaba cocinar: sopa, pescado, carne, o lo que fuera', recuerda ella a Misael, que asistía regularmente a una iglesia protestante y dejó huérfanos a cinco hijos.

La procesión fúnebre tiene un pequeño percance: un joven a la orilla del camino observa la marcha de los dolientes. Un oficial del ejército lo ve y con su fusil se le acerca flanqueado por dos soldados. Lo interroga. Le ordena que se quite la camisa. Como no le ve tatuajes, lo deja ir. La zona donde Navas fue enterrado tiene, según la Fuerza Armada, predominio del Barrio 18, pero la Mara Salvatrucha disputa el control del territorio.

El cementerio recibe a Navas y sus allegados a las 11:30 de la mañana del 17 de febrero. 'Cuando lo vean partir, las flores en primavera se van a morir de pena', canta una mujer. La mamá de Misael le dedica unas palabras finales: 'Que Dios te cuide y te bendiga, Padre santo bendito', musita. Una de sus primas se apresura a colocar sobre el féretro la bandera de El Salvador que la Fuerza Armada le hizo llegar. Cuatro hombres palean tierra y poco a poco van desapareciendo las palabras Dios Unión Libertad. El sepulcro de Navas no se distingue a simple vista del de los otros montículos irregulares de tierra de este camposanto. Para saber quién yace debajo hay que acercarse a la triste cruz color celeste que con temblorosas letras en negro anuncia 'MISAEL NAVAS FALL. 150216'.

El tío de Misael, un hombre que viste pantalón café, zapatos negros empolvados y una camiseta blanca, suda bajo el sol intenso. Toma la palabra: 'Gracias a la familia que nos apoyó. Le tocó a Misael, quizá mañana pueda ser a cualquiera de nosotros. Misael ha cumplido el ciclo... de la forma que fue... bueno, doloroso... Él se evitó seguir conviviendo con la violencia'. 

El féretro de Misael Navas, ataviado con una bandera salvadoreña con las palabras
El féretro de Misael Navas, ataviado con una bandera salvadoreña con las palabras 'Dios Unión Libertad, fue enterrado bajo esta humilde cruz. Foto: Víctor Peña.

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Un día después del funeral, el 18 de febrero, dos miembros del Estado Mayor Presidencial siguen en la calle, con sus pertenencias sobre el arriate, debajo de la sombra de un árbol que es su única protección. El oficial del EMP que pidió que no se le identifique por su nombre, me asegurará al día siguiente que están en proceso de modificar algunos procedimientos, pero este jueves todo sigue igual que cuando mataron a Navas.

Uno de los agentes se niega a responder mi pregunta sobre su sensación de seguridad. Casi de inmediato, su compañero me pregunta quién soy y me pide el dui. Le entrego mi documento a su compañero, y este anota mis datos personales en una pequeña libreta negra. Insisto en mi pregunta sobre sus condiciones laborales y uno de ellos responde brevemente antes de cambiar el tema: 'Uno busca dónde devengar un salario, no comodidad. Son las desavenencias del trabajo. Solo Dios con uno. ¿Y usted ya aceptó a Cristo?'

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