Opinión / Desigualdad

Odio y discriminación en nombre de las mujeres


Miércoles, 22 de junio de 2016
Laura Aguirre

Hace ya varias semanas una amiga me mandó un mensaje al whatsapp que decía: “Mirá con lo que amanecimos entrando a Santa Tecla”. Mi amiga me envió una foto de una valla publicitaria enorme y totalmente iluminada, en la que una mujer joven, voluptuosa y semidesnuda estaba acostada, boca abajo, sobre lo que presumiblemente era una cama. Su rostro con mirada sugerente iba acompañado por este mensaje: “Estoy disponible”. En la base del anuncio aparecía un número de teléfono en color rojo y más abajo las palabras “Atentamente: La Valla”.

Creo que este es el ejemplo más burdo y básico que he visto del uso del cuerpo de la mujer para vender algo. Mi amiga y yo nos quejamos en conversaciones bilaterales, pero al parecer a nadie en el país le molesto esa valla porque no salió como noticia en los periódicos o en la televisión ni fue motivo de debate en las redes sociales o de pronunciamientos de los grupos defensores de “los valores y principios morales”. Al parecer tampoco el Consejo Nacional de la Publicidad salió a decir nada en contra de la valla. Lo mismo ocurrió en 2012, cuando muchas mujeres protestaron por las vallas publicitarias de la empresa de zapatos MD, en las que se mostraban cadáveres de mujeres en la morgue usando sus zapatos de tacón. Esa vez tampoco hubo ni una palabra de los “defensores de la moral” ni del CNP por la utilización de la violencia contra las mujeres como ícono publicitario. Tampoco la hubo cuando la misma empresa promovió el estereotipo de la mujer bruta pero en tacones en su campaña “anti-feminista”.

Ahora las cosas han cambiado. Tras la última campaña lanzada por la empresa DIGICEL, aquellas voces que casi nunca se pronuncian en contra de la publicidad que cosifica a la mujer para vender zapatos, para comprar una valla, se alzaron por todo lo alto con indignación. En la redes explotaron los comentarios en contra de las imágenes del spot, aparecieron grupos pro-boicot a Digicel vociferando la inmoralidad de las imágenes, se volvió tema de primer orden en los debate de los medios. Los “defensores de la moral” sacaron todas sus armas de presión para que desaparecieran esas imágenes que mostraban a parejas del mismo sexo besándose y mujeres con pocas ropas. Finalmente la CNP se pronunció y censuró la campaña (Creo que para Digicel igual fue un éxito).

Hasta aquí nada extraordinario. Todo muy predecible, con el argumento de siempre, ese que dice que todo lo que tiene que ver con personas del mismo sexo no se ciñe a la moral, decencia y buenas costumbres de la mayoría (en otras palabras que la homosexualidad es indecente, inmoral y mala). Lo nuevo, lo insólito ha sido que el discurso ya conocido de intolerancia vino acompañado de uno nuevo, el de protección a la mujer.

Casualmente los indignados vieron en el Manifiesto Digicel un uso del cuerpo femenino que nunca antes habían logrado identificar en otra campaña. No solo eso. Vincularon una supuesta cosificación de la mujer con las exigencias tradicionales de censura a la homosexualidad. La CNP, en su pronunciamiento, dijo también que la empresa había transgredido algunos artículos de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres. Casi inmediatamente esto fue retomado por un par de diputadas de ARENA que propusieron unas reformas a de ley para que el estado pueda controlar a las empresas y su publicidad. Todo bajo el argumento de procurarnos mayor protección a las mujeres y nuestros cuerpos contra prácticas sexistas y vejatorias.

El Salvador es un país con una sociedad retorcida que condena –desde la defensa de la moralidad y los valores religiosos- la “diversidad sexual”, cuando en realidad detrás de esa postura lo que hay es odio hacia la comunidad que encarna esa diversidad sexual. Por eso pregonan que decencia es silenciar a esos otros con la discriminación y que buena costumbres es ser homofóbico y reconocerlo sin vergüenza. Pero más perverso aún es que junto a esta retórica de intolerancia se esté tratando de instrumentalizar el derecho que las mujeres tenemos a una vida sin violencia para promover precisamente eso: violencia

Por favor, personas, instituciones y políticas (os) conservadores absténganse de promover el odio y la intolerancia hacia otros seres humanos en nombre de las mujeres y nuestros derechos.

 

*Laura Aguirre es estudiante de doctorado en sociología en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín. Su tesis, enmarcada dentro de perspectivas feministas críticas, está enfocada en las mujeres migrantes que trabajan en el comercio sexual de la frontera sur de México. Su trabajo también abarca la sexualidad, el cuerpo, la raza, la identidad y la desigualdad social.

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