En el caserío San Miguelito del municipio de Cacaopera, en Morazán, 30 familias se quedaron sin los cultivos de la cosecha de 2015 por culpa primero de la sequía y luego de las inundaciones. El maíz se les secó el maíz, y el frijol se les pudrió. Hoy sobreviven –literalmente– elaborando hamacas, una faena tardada y mal remunerada, y con una ayuda gubernamental que se queda corta entre tanta escasez.