Columnas / Migración

El defecto Trump: el traje invisible


Martes, 4 de abril de 2017
Diego Murcia

La llegada de Donald Trump al poder demuestra una cosa sobre la sociedad estadounidense y los gobiernos centroamericanos: sufrimos de un mal al que podríamos llamar síndrome de El traje nuevo del emperador.

Tal y como sucede en el cuento del mismo nombre, al menos en la versión de Hans Christian Andersen, la gente al mando rechaza cualquier verdad obvia -negada por la mayoría- a pesar de la evidencia. Mientras tanto, los ciudadanos de a pie creen que la nave está siendo dirigida por un hombre sensato, antisistema.

Pongamos un ejemplo. El 23 de febrero de este año, el secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kelly, aseguró a representantes del Gobierno de México que no habría “deportaciones masivas” ni “operaciones militares” contra los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Minutos antes de esas declaraciones, el presidente Donald Trump, en rueda de prensa, afirmó en Washington que las deportaciones serán una “operación militar”.

Apenas un día antes, datos de la Oficina de Inmigración y Aduanas (CBP) demostraban que el presidente Trump superaba a Obama en deportaciones en lo que iba del año. Para ese mes de febrero dicha dependencia deportó a 17 mil 606 indocumentados frente a los 17 mil 226 expulsados en febrero de 2016. La cifra representa un ligero aumento del 2.2 por ciento.

Obama deportó a 2.75 millones de personas en ocho años, ganándose el título de 'Deportador en Jefe'. Los especialistas en temas migratorios opinan que Trump romperá esa marca durante su gobierno de cuatro años. Esa fue la primera negación de la realidad.

La segunda es la que están repitiendo como loros, los países del triángulo norte centroamericano: que no habrá deportaciones masivas. Lo ha afirmado el canciller Hugo Martínez y ha vuelto a confiar en los flujos, mismos que, según él, son los normales para estos meses del año.

Destaca acá el discurso de Costa Rica, una de las pocas naciones vecinas cuyo número de inmigrantes en los Estados Unidos es, por mucho, menor al de Honduras, Guatemala y El Salvador. Y, sin embargo, es el único que ha dicho las cosas como son, en voz de su presidente, Luis Guillermo Solís: “Costa Rica no tiene las condiciones para aguantar una llegada masiva de migrantes que pueda superar dos o tres veces (lo que ya tienen en el país)”.

En Estados Unidos viven más de 3 millones de migrantes centroamericanos , muchos de forma irregular, según datos de la Oficina del Censo recogidos en 2010, por lo que, si se toman en cuenta las recientes olas de migrantes del último lustro, el número podría haber crecido exponencialmente.

No hace falta más que unir los puntos para entender que estamos a las puertas de una nueva dinámica migratoria, como la que dio vida a las pandillas centroamericanas.

Desde 2011, el flujo de migrantes centroamericanos repuntó de una manera nunca antes vista por las autoridades fronterizas tanto de México como de los Estados Unidos. Para 2014, más de 50 mil niños centroamericanos sin acompañantes, desde recién nacidos y adolescentes. Luego, en 2016, unos 7 mil cubanos intentaron desesperadamente entrar al país ante las puertas de una normalización de relaciones entre ambas naciones y el cese de beneficios migratorios. Finalmente, por los mismos meses, otra oleada de haitianos llegó buscando refugio a estas tierras. Esto sin contar al resto de migrantes de otras naciones que no paran de llegar día con día.

Ante tal situación, las instalaciones conocidas como Centros de Detención de Inmigración (ICE) se saturaron y las autoridades no tuvieron más opciones que liberar a sus detenidos, con la promesa de estos últimos de que se presentarían ante un juez para defender su caso de deportación en las cortes. Así las cosas, muchos migrantes dejaron de correr de la migra, y como si fuera poco, se tropezaban -por decirlo de alguna manera- con ella para que los detuviera.

Poco más o menos nos cuenta la historia, fue lo que pasó en los 80. La pobreza, la violencia, las guerras, la corrupción… llenaron de migrantes y refugiados a Estados Unidos, hasta que el gobierno le puso un paro. Con la aprobación de la Ley de reforma de la inmigración ilegal y responsabilidad del inmigrante, de 1995, se efectuó una deportación masiva de más de 150 mil personas con antecedentes penales, aunque también hubo deportación de residentes legales por cometer delitos menores.

A cinco días de haber tomado posesión de la Casa Blanca, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva para aumentar el número de agentes migratorios y las redadas de indocumentados, dando prioridad a los criminales con antecedentes criminales y a los que suponen una amenaza para la seguridad nacional. También se incluye a los que cometieron faltas menores.

Desde esa firma y pese a que la misma no es ley, sino una iniciativa que, en teoría, debe ser ratificada por el Congreso y el Senado, esta ya está siendo ejecutada por la patrulla fronteriza. Y por ello, no solo se ha detenido -en base a perfiles raciales- a criminales, también a soñadores, residentes y hasta ciudadanos para iniciarles un proceso de deportación. Personas con estatus legal han sido deportadas gracias a esta orden ejecutiva.

Nadie lo quiere aceptar, pero el agua se está alejando de la costa. Alden Rivera, embajador hondureño en México, lo advirtió previo a la reunión del TRICAMEX: “Ningún país está listo para una deportación masiva. Sería algo peligroso. Podríamos caer en una crisis humanitaria”. Pero todos nuestros gobiernos están ocupados viendo el traje invisible del emperador, pensando que las reglas del Plan de Prosperidad en el Triángulo Norte, que se firmó durante la administración Obama, son las mismas con las que hoy juega Trump.

*Diego Murcia es escritor y periodista salvadoreño. Escribió para El Faro y La Prensa Gráfica. Posee una Maestría de Bellas Artes en Escritura Creativa por The University of Texas at El Paso y una licenciatura en Comunicación Social por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Vive en la frontera de El Paso (Texas) y Ciudad Juárez (Chihuahua).

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