El Ágora / Cultura

“Los procesos culturales colectivos los hala por lo general una persona, y casi siempre tiene tetas”

En los últimos cinco años, San Salvador parece estar viviendo un boom cultural: festivales de música de todo tipo, apertura de salas de teatro, centros culturales con programaciones fijas mes a mes. Para medir el pulso y el calado de toda esta actividad, nada mejor que sentarse a platicar con Beatriz Alcaine, fundadora y pilar irremplazable de un proyecto cultural único, que iluminó la capital durante dos décadas: La Luna Casa y Arte.


Domingo, 30 de abril de 2017
María Luz Nóchez / Fotos Víctor Peña

Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña
Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña

Beatriz Alcaine ha sido uno de los pilares del quehacer cultural salvadoreño desde la firma de los Acuerdos de Paz. Su proyecto más emblemático, La Luna Casa y Arte, se convirtió en cuna y laboratorio de artistas que luego lograron consolidarse en la escena local e internacional: 'Muchas personas que eran niños en ese momento han optado por hacer carreras profesionales en el campo del arte. La Luna fue una plataforma que para ellos significó luz verde, como decir: ‘Es posible, chavos. Y aquí está esto y no le demos explicaciones a nadie’'.

Así, la Bea como todos la conocen– se convirtió en una especie de madrina para todo tipo de iniciativas: música, teatro, literatura, gestión cultural... Ser cómplice y espectadora de aquellos proyectos le permitió conocer al dedillo los nombres de quienes han marcado el camino de las artes en El Salvador. Quizá por ello le asombra y le inquieta tanto que la sociedad salvadoreña no reconozca a sus propios artistas. No hay farándula, acota, y cuando se le hace un esbozo de lo que desde algunos ámbitos se considera 'la farándula', no puede evitar la risa y la indignación. '¿Eso es farándula? Sería chivo construir una farándula inteligente, no una frívola y pendeja', zanja.

Luego de casi cinco años desde el cierre de La Luna, la Bea transportó su magia y esencia a La Casa Tomada, un espacio de creación colectiva que se ha convertido en cuna de nuevos proyectos, dotada con una sala de conciertos y de teatro, con un estudio de grabación.

En octubre de 2016, tuvo la oportunidad de ver renacer La Luna por cuatro días el proyecto que construyó durante 20 años. Muchos, en aquella ocasión, se acercaron para hacerle saber la falta que hacía ese espacio en San Salvador y, aunque asegura que le seduce la idea de que surja una Luna nueva, 'en lo más hondo de mí, me fascinaría que existiera una Luna que fuera de todos, que menguara y creciera como es su naturaleza, pero que no dependiera de mi voluntad nada más'.

Más allá de que su proyecto se volviera insostenible económicamente, la Bea decidió cerrar La Luna por considerar que había una escasez de políticas culturales que permitieran fluir nuevas corrientes creativas, incluso como una apuesta a futuro. Se han sucedido dos gobiernos del FMLN desde entonces, y ella sigue sin ver una apuesta seria desde el Estado por la cultura. 'Yo creo –dice– que hay una especie de bache del cual se tiene que salir de alguna manera. Siempre lo único que se me ocurre es que el Estado, cualquiera que sea el partido que está en el poder, entienda que es necesario dar las riendas de los diferentes quehaceres a la gente más apta e, idealmente, a la gente joven más apta, para que si comenten errores, sean otros errores, nuevos errores'. 

Usted ha sido testigo privilegiada del surgimiento de la escena cultural en la posguerra, del decaimiento posterior y del pequeño boom de los últimos años.
Siento que es como una ceiba: al principio es una semilla, pero luego se convierte en esa cosa gigantesca que echa mota de algodón y tiene miles de ramas y hojas, y todo eso alguna vez estuvo contenido en un espacio mínimo, que incluso nadie lo podía ver porque estaba bajo tierra. El proceso tiene su ritmo. no podés forzar a la ceiba para que crezca más rápido. Nada puede ir más rápido que su propio ritmo, y me parece igual con la cultura. Me parece que como es algo que lo permea todo, que está en todo, es compleja; no estamos hablando de las artes, estamos hablando del desarrollo de la cultura. No puede mejorar o empeorar, sino nada más transformarse o evolucionar. Y sí, hay momentos en los que parece estancada, momentos en los que parece que se está muriendo, pero en realidad no. Yo veo todo como procesos de transformación, y ahorita mismo me parece como que van a empezar a abrirse flores que no nos damos tanta cuenta que están ahí. Yo creo que es de irnos enfocando en lo que es posible, en lo que se puede hacer e ir esquivando. Y ese para mí ese es el primer gran cambio cultural. Pensar en lo posible y trabajar con eso. Eso pasa por quitarnos la idea de que somos bien chiquitos, de que no se puede, de que no tenemos nada, todo lo que culturalmente nosotros reforzamos constantemente de negativo de nuestra manera de ser. Ponerle plumón amarillo a que somos bien inventivos, bien de armas tomar, bien ingeniosos, somos resilientes, capaces de salir de situaciones súper duras y, o sea, tener buen humor. 

¿Cuáles han sido los hitos que marcaron esa evolución?
Definitivamente, el surgimiento de La Luna, el primer proyecto de gestión colectiva, independiente y con un modelo súper mega vanguardista para esa época. Un proyecto que fue costo cero para el país y se convirtió en un ícono, y que tiene un reconocimiento internacional súper grande y se convirtió en un punto de envidia para los países de la región. Muchas personas que eran niños en ese momento han optado por hacer carreras profesionales en el campo del arte, de la gestión, de la cultura, que ahora tiene otras herramientas y otras armas. La Luna fue una plataforma que para ellos significó luz verde, como decir: 'Es posible, chavos. Y aquí está esto y no le demos explicaciones a nadie'. La Luna fue súper importante, como el terreno en el cual se podían hacer todas esas cosas. Pero no solo eso. En 1991 también se creó Concultura y ese creo que es también un gran hito, fue buenísimo. Fue dar dentro del Estado un trabajo específico a la cultura. No como una cosa decorativa, como de segunda. Fue, púchica, un paso gigante. De ahí, el fortalecimiento del Equipo Maíz en toda la rama de la comunicación y educación popular y todos los materiales que han producido. Para mí es un punto bien importante en la cultura desde otro lugar. Que surgiera el Museo de la Palabra y la Imagen me parece un acontecimiento cultural de máxima importancia; que la gente de la oligarquía decidiera invertir dinero en un Museo de Arte me parece súper importante. Después, creo que también es súper importante la creación de la Sinfónica Juvenil, porque también es como un inmenso semillero, como posibilidad para esta gente que casi siempre está excluida de todo y a la que lo único que se le ofrece es la juventud y es la población más grande. Creo que el que los Poma hayan hecho la apuesta por la sala de teatro es una cosa súper grande y que se la den a dirigir a la persona que mejor lo puede hacer, que es Roberto Salomón, y confiar en los criterios que tiene. Que me parece paupérrimo el premio de los 5,000 dólares de Ovación, pero existe. No existía, no lo da el gobierno. Me parece que, púchica, la decisión de Funes de pasar Concultura a una Secretaría fue verdaderamente equivocada y peligrosa, pero ya está hecho. Y pienso que fue una gran pena que se abortara tan prematuramente el proyecto de la secretaría con Breni Cuenca a la cabeza. No sé qué habría pasado, probablemente habría sido un chasco, pero tal vez hubiera sido un verdadero parteaguas en la manera de comprender el quehacer cultural.

Cuando dije 'boom' al inicio, pensaba en iniciativas como la Nuit Blanche o Noche Blanca, que trató de poner a caminar a miles, de noche, por las calles de la capital.
Fue una iniciativa importante, que surge como una propuesta de Francia, pero que no le pertenece a la Alianza Francesa. Yo puedo dar fe, porque estuve en la organización, que fue un ejercicio increíble de coordinación. Es bonito porque el resultado no te lo tengo que contar. Se lo podés preguntar a la gente. Nunca, nunca entran 1,600 personas en una tarde a ver una exposición al Centro Cultural de España, excepto ese día. Nunca Marte cuenta 1,800 gentes que entren en un día a ver, ni siquiera el domingo que es gratis. Es gigantesco, porque estamos ofreciendo una nueva experiencia que no está ligada al consumo de otros productos, como en los festivales de música. Que sí, vendés la música, pero es la jodarria.

La Noche Blanca rompió de alguna manera esa idea de que la movida cultural es para una pequeña franja de la población.
La voluntad con la que se trabaja, la intención y el deseo son inclusivos. Pero la experiencia es poquita y tal vez no se desarrollan campañas de comunicación específicas que digan: para usted que gana menos del sueldo mínimo, para usted que vive allá por los confines de Mariona, para usted que puede tomar un bus desde Lourdes, también es esta Noche Blanca. Tal vez deberíamos también crear, entonces, algún tipo de alianzas quizás con los transportes públicos para que haya buses ese día que vengan de Soyapango, de Mejicanos, y de hacer también mupis que vayan a aquellas zonas de allá.

Como sucede en la feria de agosto, que la Alcaldía de San Salvador pone transporte para llegar al campo de la feria.
No hay un bus que te vaya a traer desde Soyapango y te lleve de regreso, que venga y vaya, ni tampoco del centro, ni siquiera. Ni de ningún lado. La gente tiene que rebuscarse para llegar hasta acá. Lo que es excluyente es el modelo que sigue funcionando de desigualdad social, en el que bien poquita gente tiene en exceso y la mayoría no tiene ni siquiera lo básico. Se nos ha cuestionado qué tan excluyente es hacerlo en este distrito. Uno de los motivos principales por el cual se ha hecho acá es porque es el distrito más densamente poblado de espacios culturales. Entonces, es como reconocer eso. Un oasis dentro de San Salvador y que puede estar abierto para que vengan personas de todos los estratos sociales. Pedimos que tengan conciencia de que esto que está sucediendo es un gran regalo a la población, porque a ellos no les está costando nada, pero a todos los agentes que estamos haciendo posible esto sí ha costado dinero, porque la cultura cuesta y todas sus expresiones cuestan, como cuando vas a un dentista. Vas a montar una exposición y no vas a vender ningún cuadro, pero sí te costó todo el material que implicó, todo el montaje. Creo que así como es un reto conseguir que vengan personas de sectores de condición social económica más baja, también es un reto que vengan gentes de la alta alcurnia y que también se culturicen, que vengan los señores diputados y que circulen y vean, conozcan y reconozcan al potencial, y lo agradezcan, y se interesen.

¿Le parece que la alta alcurnia sabe del quehacer cultural?
Por ejemplo, yo pregunto a un diputado que es como el número uno de uno de los partidos de hoy de oposición sobre la Ley de Cultura y ni siquiera sabe. Tampoco saben quiénes son el Teatro del Azoro, o La Cachada, que me parecen otra experiencia importante de mencionar dentro de esto que estamos hablando. No se trata de un caudillismo, pero sí ver que en El Salvador los procesos culturales colectivos los hala por lo general una persona, y esa persona casi siempre tiene tetas.

Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña
Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña

En la Noche Blanca se tiene acceso gratis a lugares en los que por lo general se paga. Usted se ha quejado alguna vez de que la gente se ha acostumbrado a que la cultura sea gratis y de que no se quiere pagar cover. ¿Ha percibido alguna evolución en la mentalidad de la gente en ese aspecto?
Este es un tema interesante para observar y profundizar, porque, por ejemplo, se agotaron las entradas para Fito Páez y costaban 75 dólares. Cuando nosotros empezamos La Luna, nadie había oído a Fito. Álvar Castillo cantaba un par de canciones con el piano. Es un poco este mismo fenómeno de decir: en 25 años, Fito llena el Teatro Presidente y todo el mundo canta sus canciones. Y no solo las súper icónicas. El concierto de Al Di Meola estaba lleno, y es Al Di Meola, o sea, obviamente tenés que tener un buen gusto por la música, porque no es un músico de moda de ahorita. Estas son cosas pagadas. Entonces, me pregunto si tiene que ver con un pequeño grado de malinchismo, si es con por las cosas locales por las que no queremos pagar. Pero no tengo una respuesta tan acabada. Hay como muchos aspectos que se van moviendo. Todo lo que se planteó como movida cultural en un momento, que desequilibró un montón otros espacios que ya llevábamos un tiempo trabajando, fue la creación del Paseo El Carmen, ¿y qué es eso ahora? Bares... Ahí como que volvió a caer la oferta local. Yo creo que la gente sigue teniendo dificultad para poner su dinero en una actividad estrictamente cultural porque también sus presupuestos son súper limitados. Si vos sos estudiante y vas a una universidad privada, me imagino que tenés que priorizar lo que te queda un montón.

¿Por qué creés que aún nos cuesta pagar 10 dólares por un artista local y se pagan 40 por Daddy Yankee o Romero Santos?
Desde la época de programar en La Luna me daba cuenta de que a veces, a mayor calidad, más exclusivo y más exquisito el público. No era como que a mayor calidad, más masivo. Creo que no existe una plataforma de mercadeo adecuada de las propuestas locales. Es cabal, desequilibrado. Vos ves que no suena la música de los grupos locales en la radio. Y nos dimos cuenta de cuando eso sí pasó en la mitad de los noventa. Vimos la diferencia, vimos cómo la gente conocía a las letras. Lo que a la gente le gusta es la onda masiva. Esa es otra cosa que creó la Noche Blanca. Tal vez la experiencia cultural en sí no es ir al Marte, sino ir con el puño de gente y estar. Eso es también una cosa que hace la diferencia de ir al museo cualquier día vos solito en la mañana. En el caso de los conciertos es un poco eso. Vas a ir a Metallica y no es solamente que vas a ir a ver a la banda, sino que, puya, vas a vestirte, vas a ser parte de un acontecimiento. Nosotros no estamos logrando volver acontecimiento los eventos. En aquella época, te digo, hacíamos unos festivales de música independiente en la calle, que eran eso. Es más allá de ir a oír una banda o ir a ver a un grupo, es como una experiencia. Pero cómo vas a poner mupis para los conciertos de artistas locales, cómo construís... Quizá eso es un reto. Y, otra cosa, no tenemos farándula.

Bueno, los presentadores de TCS...
¿Eso es farándula?

Para mucha gente, sí. El bikinazo de no sé quien, o la exmiss que se tomó una foto sin maquillaje, o los pies de Ligia Roca...
Vaya, pero imaginate. Sería chivo construir una farándula inteligente, no una frívola y pendeja, con un espacio en donde se entrevistaran de fondo a los músicos y no solo al cantante principal de una banda, donde se hicieran perfiles chivos, donde se sacaran otros aspectos. Porque tenemos que ir construyendo un imaginario colectivo de respeto a los creadores. Imaginate Gabriel Granadino. Él es un artista.  German Cáceres es un personaje. Imaginate saber la dimensión de un músico que compone también música contemporánea y hablar y saber más de eso. Porque sí, está 'La cancha del arte', ese tipo de cosas, pero si ni el mismo sector se reconoce.

Pero es en Canal 10, ¿cuánta gente ve Canal 10?
Ay, no. Yo ni siquiera veo Canal 10. Pero yo no sé quién lo va a hacer si no lo hace el mismo medio.

A El Salvador le falta creerse que hay artistas.
Pero no te digo yo Gabriel Granadino. Nadie daba un cinco. La mamá de él era la directora del colegio de mis hijos y me decía: 'Ay, fijate que a Gabriel se le ha metido que quiere dibujar. Se va a Barcelona, te lo voy a conectar'. Y ha dibujado en el lobby del Poma, en el Marte, y tiene un contenido y está haciendo una cosa que es contundente y fuerte. Yo lo dimensiono como un Toño Salazar en un momento dado, con un estilo que es suyo y arrasa. ¿Por qué no vamos a ver y a reconocer eso? Yo así me imagino como una cosa que le dé a la gente su lugar.

Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña
Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña

¿Qué pasa con la gente que no lee ni siquiera las secciones culturales de los medios, que no saben quiénes son los creadores? Pasan frente al mural de Gabriel, le toman una foto porque 'qué bonito' y ya.
Lo bonito es que vayás y te digan: mire, ¿me puedo tomar una foto con usted? ¿Por qué? Porque yo admiro su libro, ¿me lo puede firmar? Eunice Payés tiene una trayectoria, es un personaje. La Didine Ángel. Rosemberg Rivas es otro fenómeno. Y a Rosemberg, ¿quién lo hizo? Él. Y hoy le dan miles de llaves (de la ciudad). Pero él creyó en sí mismo. ¿Y de dónde es Rosemberg? De San Jacinto, y ahí su mamá tiene su tallercito, y ahí tiene su bodega y tiene su estudio en el mero centro y es de fama internacional. ¿Y quién lo promovio? Nadie.

Todo ha sido producto de autogestión.
Contempo, por ejemplo, me parece una cosa maravillosa. Son como ramas y campos. ¿Quién empujó Contempo? Isabel Muyshondt de Sola. Ella creyó que tenía que impulsar a los diseñadores locales y ella creó este concurso y ella trajo a gente de jurado de afuera. Imaginate cuánto hemos hablado y mencionado. Estamos haciendo cosas. O Federico Paredes, con todo su trabajo de las cabezas de jaguar. Otra persona que me parece que está haciendo algo y no nos damos cuenta es la Frida Larios, que ha reinventado los signos mayas y ha creado este nuevo lenguaje maya. Los Pixels, o sea, que se estén produciendo esa cantidad de largometraje ficción, de documentales, de series de animación, con dinero que el Estado pone. Esa es una cosa inmensa, importante.

¿Es primera vez que el Estado lo hace?
En esas cantidades, sí. Que si es un desastre, sí. Porque a qué lo dan y entonces no lo dejan usar para esto, cuando hay un vacío porque no tenemos escuela de cine formal, entonces la gente tampoco sabe esto. O de repente son tantos proyectos y no hay un cuerpo de actores y actrices suficientemente grande. Pero qué chivo tener esos problemas, mejor que no tenerlos porque nadie está haciendo nada. Luego, cosas que no sé cómo valorarlas, pero cosas como Matlatl o La Rebúsqueda. ¿Qué será mejor, que existan así como son o que no existan? Creo que es mejor que existan. Y tal vez es malísimo, pero ¿cómo van a aprender si no haciendo? ¿No vamos nunca entonces a apostar? A mí me parece mejor que exista. El fenómeno de Marcela Zamora. Imaginate ser mencionada en Forbes como una de las mujeres más influyentes de Centroamérica. ¿Y quién ha hecho eso? Ella ha hecho eso.

Dijo que le parecía un hito el nacimiento de Concultura y un error que Funes la convirtiera en secretaría de la presidencia. ¿Cree que la Secultura está cumpliendo realmente su función?
Que yo diga que soy optimista no quiere decir que no vea lo negativo de las cosas. Lo que pasa es que me gusta más enfocarme en lo que multiplica, más que en lo que divide. Yo sería crítica de todo un Ejecutivo que, siendo supuestamente los revolucionarios del país, están acomodándose en posturas completamente básicas, tradicionalistas y, a mi juicio, nada revolucionarias. En relación al control que tuvo la Primera Dama de Funes sobre la Secretaría de Cultura, siento que ahora no hay tanto control político como hubo en la época de Funes.

Presidencia ordenó a Secultura, en el caso de la plaza Libertad, que no hiciera excavaciones, que buscara otra alternativa.
Ahí podemos hacer un listado de todo, podemos cuestionar y criticar el quehacer en general y usarlo para hacer mayor presión y mayor conciencia sobre la necesidad de desligar las instancias gubernamentales dedicadas a cultura del poder político, y que no pueden actuar de esta manera ni convertirse en órganos de propaganda del partido en turno. Porque, ¿qué va a pasar si, digamos, Arena gana las siguientes elecciones? ¿En qué se va a convertir Secultura? Como acá todo es tan partidista, el Estado no se separa de la onda partidista, entonces la secretaría, al ser un órgano directamente desligado de la presidencia, deja de tener su capacidad ejecutiva limpia y empieza a responder y tiene que. En cuanto a esta visión de cultura popular que se desarrolló, los resultados que está habiendo en las Casas de la Cultura tal vez no sean espectaculares y sorprendentes, pero hay un cambio. Siento que sí se puede criticar en general la estructura, pero se tiene que ir diferenciando las cosas que sí aportan. Si hacemos un listado, puede que el balance sea bien desequilibrado, pero, ¿cómo lo podemos ir también protegiendo para que no se caiga en la siguiente oleada que pueda venir de cambio? Porque por eso nunca avanzamos, porque los procesos requieren de esa madurez de la que hablábamos. Pero si los vas cortando...

¿Eso sucede cada cambio de administración?
Yo creo que hay una especie de bache, de hundimiento del cual se tiene que salir de alguna manera. No sé cómo o cuál es la manera. Siempre lo único que se me ocurre como posible salida es que el Estado, cualquiera que sea el partido que está en el poder, entienda que es necesario darle las riendas de los diferentes quehaceres a la gente más apta e, idealmente, a la gente joven más apta, para que si comenten errores, sean otros errores, nuevos errores. Ubicar a la gente que se ha ido formando. Tal vez hay un montón de gente que tampoco está de vuelta acá y hacer, de verdad, un replanteamiento que salga de los intereses partidistas. Pero es como un sueño, una utopía. Creo que no está siendo un momento muy glorioso para la cultura desde el Estado.

¿Cuándo cree usted que entramos en ese bache?
Yo siento que, con altitos y bajos, pero desde que se destituyó a la Breni Cuenca y empezó toda esta rotación y un montón de cosas raras y feas de manejos, de la Magda Granadino con el otro proyecto de ley que hubo, la vinculación de Alejo con la Sinfónica Juvenil y Proarte. Todo el descalabro que de repente ha generado el cuestionamiento de mujeres sobre la situación de abuso sexual de parte de varios directores de teatro, que también tenían posiciones en el mundo estatal de la cultura y que no se quiere asumir. Se termina quedando como a medio camino el proceso; lo del hipopótamo Gustavito, como símbolo de una incapacidad de velar... El robo de las piezas en el Muna. No sé, siento que es como una especie de, como dicen los surfers, 'nos pisó el set', las siete olas te agarran y no te paran de revolcar. Y yo sé que Silvia Elena Regalado tiene buenas intenciones y es una persona noble, suave, correcta; pero no sé si ese tipo de cualidades sean las necesarias para el momento. Se nombra a César Menéndez como director del proceso de creación de un instituto y ¿dónde está el resultado? No sé, no entiendo exactamente qué está pasando.

Caímos en un bache, pero ¿veníamos en una carretera de cemento o el camino era de tierra?
Yo pienso que desde el principio hemos ido sobre calle de tierra, con hoyos que se inundan y se enlodan en invierno, y que te toca de repente ver cómo metés la doble tracción para subir, y de repente vas en una gran bajada. Siempre el camino del quehacer cultural estatal ha sido dificultoso. Para empezar, todo lo que podemos exigirles se tiene que hacer con presupuestos bastante mínimos y reducidos. No sé si también eso salva de que haya más corrupción. ¿Qué pasaría si hubiera un puño de pisto para la cultura? Yo sí vine desde Europa, gasté un gran cachimbo de pisto y todo para votar por una persona que yo consideraba de mi mismo ámbito, colega, con una visión progresista, un periodista y todo, y ahora está en Nicaragua, asilado. ¿Cómo puedo estar segura de que la mosca azul no pica a cualquiera que llegue y maneje grandes presupuestos? Yo creo que solo haciendo estructuras que se puedan ir como autorregulando y controlando. Repartir el dinero entre, realmente, instancias que ya están haciendo y que sean ellas las que ejecutan, reproducen, multiplican... No veníamos de estar en una súper carretera, pero hubo períodos en los que se caminaba más. Mientras estaba sucediendo cada momento había incomodidades, y uno siempre se sentía un poco incómodo. Tampoco nunca he sentido que 'Ay, estamos en un momento súper cómodo'.

¿Puede mencionar algunos de esos momentos incómodos?
El período de Federico Hernández, por ejemplo. Si sos poeta, si sos joven, ¿por qué te institucionalizás tanto? ¿Por qué te acartonás? O Galicia o Herodier, con los que todo parecía demasiado formal, elitista. Eso creo que era lo que a uno más... Y como descalificando todas las expresiones más contemporáneas o populares o urbanas como no tan válidas.

¿Recuerda algún episodio en específico?
Con Mario Valiente, cuando fue alcalde de San Salvador. En una reunión en su despacho de la alcaldía me dijo: 'Ay, vos, hija, es que si te quedaras en la cultura, nadie te pondría problema. Pero te ponés a poner grupos de salsa, de rock, de bichos bulliciosos. Si te quedaras apegada a la cultura que hablabas al principio'. Y yo: 'Pero eso es parte de la cultura'. Y para él cultura solo eran las exposiciones, los conciertos de música clásica... Pero eso es simbólico un poco de cómo se veía. Evidentemente, que en aquella época yo hiciera festivales centroamericanos de tatuadores, que yo trajera a grupos de rock alternativo, que hiciera el Lunarquía, el primer festival de punk, los metaleros que estaban confinados allá abajo en Fenastras. Los malabaristas que hoy ya son como gentes que ve uno más conmunmente, y generar esta movida de circo con fuego y todo eso era demasiado. Y no se terminaba de ver como quehacer cultural.

Me alegra que haya regresado a La Luna porque con eso quería cerrar. A partir de la experiencia del año pasado en el Oktoberfest, ¿se ve reabriendo La Luna?
Es que no es una decisión intelectual. Voy a mencionar una serie que va a delatar mi edad, pero había una serie cuando yo estaba chiquita que a mí me fascinaba que juntaban los dos anillos y Shazam! Pues eso, cuando se juntan las condiciones y el poder y el campo se crea. Eso pasó en la feria. Me costó poderme imaginar que eso era posible y fue lindo vivir la experiencia de que se hiciera La Luna. Fue hermoso y ahí se crearon las condiciones ¿y eso qué significa? Que surge una necesidad, que aparecen los medios materiales, que el espacio físico se presta para recibir a ese ser que va a habitarlo, y cuando se juntan las tres cosas... Pero yo estar batallando de nuevo para buscar un local, no. Yo no estoy peleada con la idea de La Luna. La amo, me fascina, estoy emocionada trabajando en la memoria colectiva, recogiendo textos. Creo que es importantísimo que hayamos vivido esa experiencia de octubre porque abona a este proceso que quiero que reflexionemos sobre el valor que tuvo esa experiencia. Que veamos que parte de mi idea de hacer un final feliz era como aporte también al proceso cultural que vivimos, no un capricho ni un análsis financiero y egoísta nada más. Y sí, en lo más hondo de mí me fascinaría que existieran las condiciones y que existiera una Luna que fuera de todos, y que menguara y creciera como es su naturaleza, pero no depende de mi voluntad nada más.

Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña
Beatriz Alcaine, productora y artista salvadoreña. Creadora de La Luna Casa y Arte, luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Beatriz durante una entrevista para El Faro. Realizada en La Casa Tomada, en San Salvador./ Foto El Faro: Víctor Peña

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