Columnas / Migración

Suenan tambores de guerra en la frontera


Domingo, 2 de julio de 2017
Diego Murcia

Víctima 1

El 9 de junio, Lorenzo Hernández, de 30 años, quien trabaja en Deming, Nuevo México, fue secuestrado cerca de su casa, en las cercanías de Chaparral, un lugar donde las casas están alejadas entre sí por kilómetros de maleza y tierra que no se puede cultivar.

Horas más tarde, Hernández fue encontrado por un conductor, a un lado de la Interestatal 10, al Norte de Mesquite, Nuevo México, por medio de la señal de su celular, después de que su madre lo reportara como desaparecido. Para entonces, había perdido dos dedos de su mano derecha, tenía fracturadas las manos y lacerado el torso, además de una posible hemorragia cerebral.

Según la oficina del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en El Paso, un total de 125 agentes federales y locales participaron en la investigación para dar con el paradero de los dos secuestradores que atacaron a Hernández. Una vez ubicados los sospechosos, medio centenar de efectivos policiacos les montaron vigilancia. También hubo vigilancia aérea y monitoreo de los cruces fronterizos de la región. ¿La razón? Fuentes anónimas dijeron que uno de los detenidos tiene conexiones con el Cártel de Juárez o su brazo ejecutor, ‘La Línea’.

Hernández se hizo famoso, dos años antes, por haber sido arrestado y acusado de abuso infantil. El hombre -supuestamente- amenazó con suicidarse, estaba intoxicado y, en el proceso, disparó una pistola calibre .40 mientras estaba al cuidado de su hijo de 5 años de edad. Fue detenido en Roswell, días después del incidente, con cargos de abuso infantil, negligencia con un arma de fuego y acoso telefónico.

Víctima 2

El 20 de mayo, 20 días antes del ataque contra Hernández, Isaac Morales, de 30 años, falleció debido a las heridas que sufrió durante una agresión con arma blanca en la zona de Union Plaza, en el centro de El Paso. Este sector está ubicado a menos de cinco cuadras de la frontera con Ciudad Juárez. Es uno de los lugares de entretenimiento nocturno preferido por jóvenes universitarios y militares asignados a Fort Bliss, una de las bases militares más importantes de Texas y del país.

En aquella ocasión, la víctima, su novia y otra pareja caminaban a sus carros cuando, sin provocación, Isaías Justo López, de 39 años, comenzó a discutir con ellos y apuñaló a Morales. El atacante huyó de la escena, Morales, su amigo y otros testigos lo persiguieron; Morales fue apuñalado una segunda vez en la cara.

López terminó siendo sometido por otros testigos del incidente y lo detuvieron hasta que fue arrestado por oficiales de la Policía. Morales fue transportado a un hospital del área donde falleció el 24 de mayo.

Río revuelto

Los dos casos anteriores tienen un par de cosas en común. La primera es que los hombres atacados son agentes fronterizos. La segunda es que ejemplifican una tendencia que se ha hecho más visible desde que se dieran a conocer y empezaran a ejecutar algunas medidas migratorias impulsadas por la Casa Blanca, como la prohibición de entrada a personas de siete países musulmanes o la ley contra ciudades santuarios (conocida como SB4).

Un reporte publicado en marzo por el Departamento de Seguridad Nacional señaló un incremento en los actos de violencia en contra de patrulleros fronterizos. Los datos indican que entre octubre del 2016 y marzo del 2017 los ataques –que incluyeron armas, proyectiles y peleas cuerpo a cuerpo– se incrementaron 179 por ciento con respecto al mismo período del año anterior.

Esto ha puesto en alerta roja a los agentes fronterizos, en especial desde los incidentes mencionados al inicio de este texto. Ello no significa que los encontronazos entre civiles y personal de Aduanas y Control Fronterizo de los Estados Unidos (CBP) sean novedad. Como periodista de la región es fácil toparse, mes a mes, con al menos un hecho en el que se reporta el mal comportamiento de algún miembro de dicho cuerpo policial.

Pero, por desgracia, como fronterizo asimilado, uno aprende que la cohabitación en estas tierras, lejos de los negros y blancos, buenos y malos, tiene una escala inmensurable de grises que ayudan a entender la realidad social que nos rodea. Por ejemplo, el 80% de la población que hay en esta ciudad son gente de la comunidad, criados en Juárez, con familias paseñas, hijos, esposos, madres, suegros, sobrinas de inmigrantes, con documentos o no, naturalizados o nacidos acá, que decidieron seguir el camino lógico que dicta la frontera… tomar uno de los trabajos seguros que hay a la mano.

Sin embargo, como en todo, están las manzanas podridas, aquellos que sucumben a la tentación del dinero fácil del narco, o se dejan vencer por las amenazas que hablan de la seguridad de sus familiares al otro lado del muro. Igual están los que disparan, aterrados, a niños que les arrojan piedras desde la otra orilla del río… y los matan… y nadie los puede llevar a los tribunales… hasta ahora . O qué decir de aquellos que trafican con drogas o personas. Peor aún, aquellos que, abusando de su poder de autoridad, han violado a mujeres migrantes que se han entregado a ellos antes de que las alcance la muerte en aquellas aguas turbulentas de Río Grande o se asen sobre las arenas del desierto, donde las temperaturas -a la sombra- llegan a los 50 grados centígrados, cuando los días son buenos.

Bueno, hay otros casos. El del gringo que no te pide documentos cuando llegas a la garita y te deja pasar sin preguntar para dónde vas y de dónde venís, que te saca plática y que bromea con vos en español. El del mexicoamericano que te ve con desdén, que se niega a hablar español y te manda hasta la segunda revisión o te echa a las unidades caninas para revisar si no llevás droga en el carro o en el cuerpo, solo porque tu apellido no es Smith, ni sos blanco, o gringo. La cosa es peor si sos centroamericano... o colombiano. Eso hace saltar, en automático, las alarmas del agente aduanal Ryan Peres -así, sin acento, y con “ese”, que en inglés es como se escriben los nombres-.

Hay de todo en estas comunidades fronterizas. Gente que alaba la labor de protección de estos hombres y estas mujeres, porque sirven como escudo y punta de lanza contra todo lo malo que ocurre en el mundo. Gente que dice que -algunos- patrulleros fronterizos son causantes de violaciones de derechos civiles o crímenes como violencia doméstica .

De nuevo, dentro de esta masa amorfa, están aquellos -desde el alcalde, hasta los migrantes refugiados en las casas albergue de las iglesias- que aman vivir en una de las ciudades más seguras del mundo. Para ejemplo, un dato. Cuando este servidor llegó a El Paso, en agosto de 2010, las autoridades estaban escandalizadas porque el número de víctimas fatales producto de la violencia del crimen organizado había alcanzado el abominable total de cinco personas muertas . Luego están los otros, los patrulleros y los legisladores de Washington, que dicen que la frontera es una zona de guerra. Ahora que, viéndolo en seco, tal vez sea cierto, tal vez los dos puntos de vista estén acertados.

Los que vivimos tras la muralla no vemos lo que los agentes fronterizos señalan desde su trinchera mediática, una que dirigen tres oficiales: Brandon Judd, Chris Cabrera y Art Del Cueto. Ellos son conductores de The Green Line, un podcast sobre el trabajo de los Patrulleros Fronterizos, en el que se reproduce la retórica que Donald Trump espeta sobre la frontera, y desde la que aseguran que “hay más drogas peligrosas, como la metanfetamina y la heroína, y más extranjeros criminales y la violencia relacionada con pandillas en las comunidades que nunca antes”.

Por estos días, escuchar su programa da una idea de lo que piensa el conglomerado: Que Trump es el presidente que este país necesitaba y que hará posible la tan ansiada seguridad de la frontera; que el muro es necesario para mantener alejados a los criminales, pues las cercas hacen a los buenos vecinos; que temen por sus vidas y que la frontera es un lugar peligroso. De hecho, están convencidos de que el problema está del otro lado del río. Lo dijo Cabrera en el último de sus programas, a propósito del secuestro de la víctima número 1: “A lo mejor necesitamos ir allá y limpiar la casa si ellos no pueden”, es su conclusión.

Son palabras que suenan conocidas y que se remontan a inicios de febrero de 2017, gracias una filtración hecha a la agencia Associated Press y a la periodista Dolia Estévez, en la que se aseguraba que Trump habría amenazado a Enrique Peña Nieto con enviar tropas estadounidenses a México para combatir a los “bad hombres”, si ellos no hacían nada para detenerlos. Y digo conglomerado porque el sindicato de Patrulleros Fronterizos local 1929 de El Paso -que agrupa a oficiales de El Paso, Deming, Ysleta, Clint, Santa Teresa, Las Cruces, Lordsburg, Fort Hancock y Alamogordo- aprobó con votación de 14 a 13, ratificar el apoyo que el sindicato nacional extendió a Trump , cuando este llegaba a las elecciones primarias del partido republicano. El sindicato rechazó una propuesta para mantenerse neutral durante la elección presidencial, algo inédito en la historia de la centenaria institución.

Muchos especialistas en temas migratorios esperan lo peor para los días venideros. La aprobación de medidas anti inmigrantes que estigmatizan a las personas de color, con estatus migratorios irregulares, temen, aumentarán los casos de agresiones de uno y otro bando. Se avecina una guerra y habrá víctimas: Las familias de aquellos que se enfrentan por la defensa de sus ideales, sin importar de qué lado estén. De este conflicto, el único ganador, desde luego, será Trump.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.