La tormenta tropical Selma trae para nuestros países vulnerabilidad socio-ambiental. El problema no es que en el país exista una alerta naranja por una tormenta tropical, el problema es que en El Salvador los fenómenos naturales -que se desarrollan como parte de los ciclos meteorológicos de la naturaleza o son parte de los efectos del cambio climático- se convierten siempre en desastres debido a la situación económico-social en que viven amplios sectores de la población.
Selma es calificada como una tormenta de recorrido rápido, y aunque existe la posibilidad de que pueda cambiar de dirección, disiparse o tener una trayectoria diferente, no se necesita ser adivino para suponer que estamos ante el riesgo de circunstancias indeseables. En Nicaragua, las lluvias ya han ocasionado cinco muertos y dos desaparecidos. Ojalá que no tengamos que enfrentar otra tragedia que aumente todavía más el dolor social de los salvadoreños.
Por el momento hay que esperar intensas lluvias y también inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra. Hay tensión en el ambiente, las escuelas públicas ya han sido cerradas para el lunes 30. Nadie sabe exactamente que va a pasar y la incertidumbre es una constante en un país vulnerable.
Vulnerabilidad significa ser susceptible de sufrir daño y tener dificultad para recuperarse ante la presencia de un fenómeno natural peligroso. La vulnerabilidad está referida a la presencia de una amenaza probable en un momento. La precariedad hace vulnerables y propensas a sufrir pérdidas materiales y humanas a muchas personas.
Quienes en primer lugar sufrirán los efectos de la tormenta tropical podrían ser los de siempre, los que por su condición económica y social, viven en zonas susceptibles de ser dañadas por el desbordamientos de ríos y quebradas.
Resiliencia ambiental es la que debemos desarrollar en el país. La resiliencia ecológica es la capacidad que tiene un determinado sistema para recuperar el equilibrio después de haber sufrido una perturbación. Resiliencia se refiere a la capacidad de sobreponerse a momentos críticos, superar las dificultades y al mismo tiempo aprender de las experiencias. La familia salvadoreña debe ampliar su capacidad para adaptarse y salir adelante a partir de la adversidad.
Ya es tiempo que los gobernantes y la sociedad en su conjunto asumamos la resiliencia. Asumir la resiliencia desde una perspectiva encaminada a reducir los desastres naturales en las ciudades. Construir ciudades resilientes es indispensable para sobrevivir ante el cambio climático.
Estamos a cuatro meses de las elecciones de alcaldes; sería conveniente que los candidatos y candidatas a dirigir los municipios, incorporen en sus programas de gobierno propuestas para desarrollar ciudades más resilientes.
En el presupuesto municipal se debe considerar una partida para la reducción del riesgo de desastres y las alcaldías deben ofrecer incentivos a los propietarios de viviendas y las comunidades, para que inviertan en la reducción de los riesgos que enfrentan.
Las alcaldías deben mantener la información actualizada sobre las amenazas y las vulnerabilidades, propias de cada distrito, de tal manera que puedan elaborar evaluaciones del riesgo y sean utilizadas como base para los planes y las decisiones relativas al desarrollo urbano.
Es indispensable que las alcaldías en colaboración con el gobierno central inviertan y mantengan una infraestructura que reduzca el riesgo de desastres, como desagües para evitar inundaciones, arreglo de cárcavas...
Las alcaldías deben identificar terrenos seguros para los ciudadanos de bajos ingresos y, cuando existan condiciones, mejorar la situación de las colonias con más necesidades.
Junto con el Ministerio de Educación se pueden desarrollar programas educativos y de capacitación sobre la reducción del riesgo de desastres, tanto en las escuelas como en las colonias.
Una vez elaborados los planes para la resiliencia de la ciudad es fundamental que estén disponibles a todo el público y que se impulsen campañas de divulgación acerca de los objetivos de los planes.
La clave de todo para comenzar a construir ciudades más resilientes está en la organización ciudadana; es indispensable que en los barrios y colonias las personas se integren en comités para trabajar en la reducción del riesgo de desastres y a la preparación en caso de éstos.
Finalmente, una 'Ciudad Resiliente' cuenta con sistemas de alerta temprana y desarrolla las capacidades para la gestión de emergencias, lleva a cabo con regularidad simulacros para la preparación del público en general, en los cuales participen todos los habitantes.
Después de un desastre, hay que velar por que las necesidades de las personas estén en el centro de los esfuerzos de reconstrucción, y que se apoye a las organizaciones comunitarias para el diseño y la aplicación de respuestas, lo que plantea como prioridad la reconstrucción de las vidas y hogares de los afectados por la tormenta.
