El Ágora / Cultura

Al Muna le hurtaron dos piezas más de las que nos habían contado

En enero 2017, la Secretaría de Cultura informó del hurto de nueve piezas arqueológicas que se encontraban en exhibición en el Museo Nacional de Antropología. Ocho meses más tarde, en su ejercicio de rendición de cuentas, la institución no solo omite que falló en resguardar parte del patrimonio arqueológico, sino que tampoco da explicaciones de cuántas piezas se extraviaron realmente.


Domingo, 1 de octubre de 2017
María Luz Nóchez

Hace ocho meses la Secretaría de Cultura informó del hurto de nueve piezas arqueológicas en el Museo Nacional de Antropología (Muna). Ahora, ocho meses más tarde, las autoridades revelan que en realidad las piezas sustraídas fueron 11 y que en total fueron tres las salas vulneradas: la introductoria, la de entierros y la de religión.

Estas dos figurillas antropomorfas se sumaron a la lista preliminar que la Secultura dio a conocer sobre el hurto en enero. Las autoridades dijeron no haber ocultado la información porque inmediatamente avisaron a la Fiscalía del nuevo faltante. Imágenes cortesía de la Secultura. Montaje de El Faro.
Estas dos figurillas antropomorfas se sumaron a la lista preliminar que la Secultura dio a conocer sobre el hurto en enero. Las autoridades dijeron no haber ocultado la información porque inmediatamente avisaron a la Fiscalía del nuevo faltante. Imágenes cortesía de la Secultura. Montaje de El Faro.

Las autoridades del Muna y de la Secretaria de Cultura se habían guardado esta información desde finales de enero, cuando por fin se finalizó un inventario final de las piezas hurtadas. La información en ese documento nunca fue compartida al público. En ese inventario se sumarizó la pérdida: diez piezas del período prehispánico y una del período colonial.

Esta es la tercera versión, y aparentemente la definitiva, del hurto de piezas arqueológicas en el museo. Previo a informar de las nueve piezas, la institución había lanzado un escueto comunicado de prensa en donde enumeraba el faltante de seis. El 9 de enero 2017, el director del Muna, Heriberto Erquicia, dio cuenta de cómo el 22 de diciembre 2016, se reportó el faltante de seis piezas en la Sala introductoria. Este incidente supuso la necesidad de revisar el inventario de las 1,500 piezas que alberga el edificio.

En un museo en el que las cámaras no grababan video, en donde no había un catálogo de las piezas, y en el que solo había cuatro vigilantes para todo el museo, el Muna mantenía la costumbre de inventariar sus bienes antes de cada periodo de vacaciones. El último se había realizado en agosto de 2016. Es decir que entre agosto y la vacación de fin de año hubo un período de cuatro largos meses en el que desaparecieron 11 piezas sin que nadie se diera cuenta. 

Cuando en enero pasado las autoridades dijeron que eran nueve las piezas hurtadas, el inventario que fue presentado como inventario final, en realidad, era un inventario preliminar. 

Que fueran 11 y no nueve las piezas hurtadas es una información que las autoridades del Muna y de la Secretaría de Cultura ni siquiera quisieron revelar el pasado 22 de septiembre, cuando la Secultura presentó un informe de rendición de cuentas a la nación. La confirmación del número real de piezas hurtadas del museo ocurrió hasta que El Faro preguntó cuál era el dato oficial, luego de que diversas fuentes ligadas a la entidad cultural denunciaran que en el Muna había más piezas desaparecidas de las que se había informado.

Ocho meses después, el dato preciso de las piezas hurtadas ni siquiera es información que manejen al dedillo. La secretaria de Cultura dijo no saber. La administradora del museo hablaba de una cifra mayor. El director del museo no recordaba de qué piezas se trataba.

“Qué lástima que habiendo tanto logro, ir hacia eso”, dijo Silvia Elena Regalado, titular de la institución, luego de que se le señalara que esto era una omisión importante en el informe. Cuestionada sobre por qué no se había compartido esta información, la funcionaria aseguró que no estaba enterada.

Ante la imposibilidad de responder por el total de piezas extraviadas, a Regalado se sumaron Yanira Santos, administradora del Muna, y Heriberto Erquicia, director del Muna. El Faro le pidió a Santos que corroborara el conteo final de piezas faltantes, y, con un dejo de duda, dijo: “creo que fueron 16”. Ante el dato actualizado revelado por Santos, se preguntó a Erquicia si estas piezas también estaban exhibidas en la Sala de entierros o si eran parte de las tres salas restantes. El director dijo no tener la información de cuáles se trataba, pero que sí eran parte del entierro de Verapaz: 'no tengo la información a la mano, pero creo que son un dije de jade y una orejera'.

Las piezas descritas por Erquicia son, de hecho, de las que se informó en enero pasado: un dije de piedra verde o jadeíta, un cilindro antropomorfo y una orejera de cerámica, lo que dejababa en incógnita cuáles eran las siete piezas de las que hablaba la administradora. El Faro insistió para obtener el detalle y, por correo electrónico, el director admitió que en realidad se trata de 11 piezas, no de 16. “Creo que fue un error involuntario de la Licda. Yanira Santos el haberle dicho ese número de piezas, pues son las que su servidor le reconfirma en este correo”, escribió. Resuelto el número de piezas extraviadas, se le hizo notar al también historiador que aún había dos de las cuales no se tenían detalle. Fue entonces cuando explicó que la seguridad de una tercera sala había sido vulnerada: la Sala de religión.

En total, los elementos de tres de las cinco salas del museo fueron trastocados: la Sala introductoria (-6), la Sala de entierros (-3) y la Sala de religión (-2). Esta última fue inaugurada en 2011 y, según el repaso del inventario, debería de tener 341 piezas en exhibición. Según se consignó en el reportaje Reír y llorar en el Museo Nacional de Antropología, hasta 2013, esta era la única que se había ampliado y cuya muestra se había actualizado.

Las ausentes reportadas de esta sala también son figurillas antropomorfas. Se trata de dos piezas de aproximadamente siete centímetros de alto cada una. Ambas son del período preclásico (1 500 antes de Cristo al 300 después de Cristo). Una representa a una mujer gestante con las manos sobre el abdomen, y la otra a un infante sentado de piernas abiertas. De la primera se sabe que procede de la Laguna de Cuzcachapa, en el municipio de Chalchuapa; mientras que la segunda tiene un origen desconocido.

El robo al interior del Muna dejó al descubierto la falta de protocolos de seguridad en el inmueble. Hasta diciembre 2016, las cámaras de seguridad no servían, el personal de seguridad se limitaba a cuatro para todo el lugar, y las llaves las tenían, además del director y los museógrafos, los vigilantes. Pese a que en enero los funcionarios aseguraron que los videos de las cámaras los había secuestrado la Policía Nacional Civil como parte de las pruebas, Santos dijo que en octubre del año pasado, cuando ella asumió como administradora, las cámaras ya no funcionaban. El director luego matizó y dijo que en realidad el problema era que no grababan… Es decir que no existe evidencia en video del momento en que las piezas fueron sustraídas.

A las autoridades les tomó 15 años y el hurto de patrimonio arqueológico exhibido en el museo para adoptar medidas básicas de seguridad. A partir del reporte de hurto, la institución decidió tomar nuevas medidas: se instalaron 16 nuevas cámaras de video, se cambiaron los códigos de las alarmas en el edificio, se realizó un catálogo en donde se describe cada pieza, se cambiaron las chapas de todas las salas y se contrató más personal de seguridad: un vigilante extra. Las llaves, explicó Santos, siguen estando en poder de los vigilantes, con la diferencia de que se entrega y se recibe el turno de la noche con el conteo de piezas por sala según catálogo.

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